Animalario de Vetusta, por Manuel Herrero Montoto. 26/10/2010.
La tragedia recupera la esperanza: León Febres-Cordero. Por Violeta Varela Álvarez (25/11/2010).
Con este autor estamos ante una forma de entender y ejercer la tragedia profundamente erudita que recoge influencias de muchos autores, pero, fundamentalmente, se encuentra en él la manifestación contemporánea de la línea que, inaugurada por Sófocles, llega hasta Shakespeare. La política aparece como un juego de ambición y corrupción. Llegamos así a otro tema que me parece importante en la producción de este trágico, la cuestión de la impunidad, que también preocupara a autores como Sófocles o Shakespeare. La impunidad cuando el crimen queda fuera de la jurisdicción de las leyes, ya sea por situaciones políticas totalitarias, o porque los mismos gobernantes y magistrados (Egisto es un magistrado) tapan los crímenes o los cometen con la connivencia del orden establecido. La estrechez de la ley, su incapacidad para proteger o su disposición para la injusticia es un tema básico en la literatura y en la filosofía griegas que preocupó sobremanera a Eurípides y a los sofistas. Lo terrible de la ley es que lo que queda fuera de su alcance ni siquiera adquiere el rango de crimen.
Los hombres, como en las obras de Shakespeare, se ven constreñidos por multitud de ficciones y de máscaras que no les permiten darse cuenta de quiénes son realmente. Febres-Cordero nos presenta a multitud de personajes que se encuentran incapacitados para vivir en el presente, para asumir su existencia, su cuerpo; personajes que se refugian en ficciones y en mitos; personajes que no conocen a quienes les rodean, sino que les aplican ideas preconcebidas, les obligan a vivir sus propias fantasías. Se trata del problema filosófico de la intersubjetividad.
Ahora el Destino, como en Shakespeare, está unido al carácter. Metafóricamente incluso toma la forma de una enfermedad mortal, incurable e inexplicable. De la misma manera que en Sófocles, se condena a toda una sociedad que vive de espaldas a los dioses, una sociedad que ya no cree en nada y que ha perdido la vergüenza. Es cierto que Febres-Cordero recurre en ocasiones a argumentos tomados de Eurípides, pero la orientación es absolutamente sofóclea, a mi parecer. Los personajes de Febres-Cordero no se dan cuenta de nada, han pasado por la vida sin enterarse de en qué consiste, son Edipos modernos que ignoran todo acerca de su naturaleza propia y de la naturaleza del mundo. Es el problema de la existencia inauténtica, enunciado por filósofos como Heidegger. Su Egisto tiene mucho en común con el Edipo de Sófocles, salvo que Edipo al final aprende, mientras que Egisto es destruido.
Se trata de un autor muy complejo debido a su carácter, como ya señalé, extraordinariamente culto. No en vano, estamos también ante un autor que se ha dedicado en profundidad al estudio de lo trágico como género literario.
En definitiva, todo en su obra parece llevarnos a la búsqueda de una existencia auténtica basada en un proceso de adquisición de la autoconciencia, desde la cual puede hallarse una respuesta al problema de la sociedad y del poder político. “Volver a las cosas mismas”, un lema que muy bien podría presidir la producción de Febres-Cordero.
Tanto el dramaturgo venezolano como el trágico cubano Virgilio Piñera nos presentan a personajes que se enfrentan a la vida sin otros valores que aquéllos que necesitan para la supervivencia en su existencia más vulgar.
“Egisto: ¡Fuera de aquí, alma desgraciada! ¡A los dioses ya los enfrentaré cuando me llegue la muerte! ¡Mientras tanto, mientras me dure esta vida, que es mía, y en la que ordeno y mando y juzgo, haré lo que más convenga a mis intereses! ¡No le temo a tus amenazas! ¡Estamos hartos ya los hombres de los dioses! Si presido aún ritos sagrados, es tan sólo por los honores que me confiere y las prebendas que me supone y los privilegios de que me inviste. Mi razón y mi ciencia son todo cuanto necesito para vivir y alcanzar el bienestar, el único bienestar que me interesa: el que da la riqueza y el poder y el disfrute de los estragos de una negra pasión que hunde sus feroces garras en la más tierna cuna de la vida” (Febres-Cordero, 2002c: 163).
Ante estas palabras, no sólo recordamos al Edipo de Sófocles, sino también a la terrible y nihilista Electra de Virgilio Piñera. Pero Febres-Cordero no tiene ninguna intención de dejar las cosas en este punto.
“Boyero: […] así las frenéticas mujeres se avanzaron sobre el tembloroso cuerpo de Egisto. El espíritu huyó de la boca del hombre y un peso muerto golpeó el suelo, mientras las furiosas ménades descuartizaban el cuerpo, regando los trozos por toda la casa, echando sobre el patio las vísceras y lanzando al tejado los dedos de las manos y los ojos” (Febres-Cordero, 2002c: 170).
Egisto, como Edipo, pagará por su descreimiento. Mientras la Electra de Piñera se queda sola en su mundo sin dioses, en el que nadie la castiga pero en el que tampoco tiene a nadie junto al que vivir, Febres-Cordero optará por una salida esperanzadora que irá emergiendo en todas sus obras.
“Enfermera: ¿Sabes por qué no hiciste nada en tu vida? ¿Por qué “nada se te dio”? Precisamente por rechazar tu cuerpo. No estás en él. Y si no estás en tu cuerpo, ¿cómo pretendes realizar acción alguna? Lo tuyo es el alma nada más, por encima del cuerpo, ¿no es verdad? […]
Paciente: Morirás de lo que has vivido, de no darte cuenta Nadie a tu alrededor se dará cuenta de que te estás muriendo (42).
Penteo: Y no has hecho nada. ¡Nada! Nada que te justifique. Has tenido unas pretensiones enormes. Despertabas unas expectativas desmesuradas, pero nunca te sentaste a considerar que todo eso era una ilusión. […] Se trata de ser hombre entre hombres, y nadie es más que nadie. Es así (44-45). […] Pasaste por la vida despreciándola, lejano, perfilero y sin entrega. Era muy poco para ti la vida (46). […] Nunca aquí, nunca ahora, siempre allá, cada vez más y más allá, como si el futuro fuera una droga y te diera el mono. […] El cuerpo lo perdiste, Penteo. De tanto protegerte de sus alaridos, de sus heridas, de las emociones que lo sostienen en pie durante las tormentas, como a los árboles las raíces, se te fue. Mucho ir al gimnasio, mucho verse jovencito, mucha cremita, pero nada más. Pura apariencia” (Febres-Cordero, 2002a: 42-47).
Y parte de la esperanza la encuentra nuestro autor en la asunción de nuestra corporeidad. En este punto, Febres-Cordero parece estar apuntando dir
ectamente contra Piñera, autor que representa la más rotunda y absoluta negación de la carnalidad (pienso, sobre todo, en El No).
“Hernán: Aquí ya nadie cree en nada. Le toman el pelo al mismísimo Júpiter.
Álvaro: Y eso es a lo que le huye el hombre contemporáneo.
Hernán: ¿A qué?
Álvaro: A la muerte (335). […] Y es verdad que tanta negación de la muerte lo que termina provocando es que la gente se mate y se mate, sin razón siquiera. Por puro deporte” (Febres-Cordero, 2002f: 335-336).
De hecho, nuestro dramaturgo, parece partir en sus obras del panorama dibujado por Piñera en las suyas y, como éste, pone en relieve los más negativos aspectos de la vida social y familiar y del poder político, pero Febres-Cordero, al igual que un Sartre o un Heidegger, encontrará la salvación en la articulación de una existencia auténtica que permita reintegrar a los demás en nuestros diversos proyectos existenciales.
Febres-Cordero desea retomar una serie de valores que le permitan levantar un eje articulador que sirva de asidero seguro a los cimientos de la vida humana. Observamos en su obra un deseo de recuperar a los viejos dioses, pero también las viejas costumbres que consistían en contemplar al hombre como un ser carnal. Desde la autoconciencia de nosotros mismos, de nuestros peores y mejores capacidades, podemos articular una vida en sociedad mejor, más auténtica, que no consista en el simple apabullamiento de los otros. De la misma manera, el poder puede conocer límites si nosotros nos conocemos bien a nosotros mismos y a los demás
. Sólo se trata de comprendernos en toda nuestra complejidad, con nuestros demonios y nuestra valía. La autoconciencia, pues, representa la esperanza que Piñera fue incapaz de encontrar en su producción trágica. Si ninguna furia acude a castigar a la Electra de Piñera, las Erinias si acudirán a castigar a Egisto. La maldad de este protagonista no queda sin respuesta. Del mismo modo, Penteo tendrá que asistir a valiosas enseñanzas acerca de la importancia de su cuerpo para forjar una existencia bien proyectada; los hijos de Hernán se darán cuenta del terrible error que representa la farsa que cada día les obliga a ejercer su padre; y así tantos personajes que encontrarán en el conocimiento de sí mismos una salida perfecta para enfocar de forma más productiva y auténtica sus relaciones con el mundo y con los otros. Sí hay valores y sí hay salidas, nos recuerda Febres-Cordero. Si no las vemos es, simplemente, porque no nos damos cuenta.
Déjame entrar (Let Me In): Entre fidelidad y reinvención. Por Tanja Pérez Hunte (22/10/2010).
En 2008 el realizador sueco Tomas Alfredson firmó Déjame entrar (Let the Right One In), adaptación cinematográfica de la novela homónima del también autor sueco John Ajvide Lindqvist, quien asimismo escribió el guión. Contaba la historia de Oskar (Kare Hedebrant), un niño solitario de 12 años que ve cambiar su vida con la llegada de la misteriosa Eli (Lina Leandersson), la nueva vecinita que sólo sale por las noches, una llegada que coincide con una cadena de asesinatos macabros en el vecindario. El éxito de crítica obtenido por esta primera versión cinematográfica hizo que sus derechos fuesen comprados inmediatamente por estudios americanos, los cuales posibilitaron la existencia de un remake a cargo de Matt Reeves (Monstruoso), solamente dos años después del estreno del filme escandinavo original.
Se trata de Déjame entrar (Let Me In), largometraje angloamericano producido por la Hammer, el primero de la compañía británica desde 1979, que sale airoso de un desafío nada sencillo —caminar sobre los pasos de una obra preexistente muy notable—, sobremanera cuando se olvida de imitar al referente y da rienda suelta a su personalidad propia.
La pareja protagonista primigenia se troca en Owen (Kodi Smit-McPhee) y Abby (Chloë Grace Moretz), trasladándose ahora la acción al Nuevo México de principios de los 80. Allí donde Tomas Alfredson incidía sobre las relaciones afectivas entre los personajes, Reeves amplía el punto de mira. Pese a retomar éste en ocasiones secuencias completas del filme de aquél, su puesta en escena libera una atmósfera sui generis, hecha de la depresión que aflige a los EE UU de la era Reagan y de las contradicciones de la psique norteamericana. Pueden apreciarse algunos matices interesantes de realización en la bestialidad de la joven vampiro, impregnada de una imaginería vampírica gore. La película gana así en dinamismo lo que pierde en misterio con respecto al original, con una intriga también más marcada, lo que sin duda permitirá a esta bonita historia acoger a más espectadores en su seno.
La playa de los ahogados, de Domingo Villar, por Ángel García Prieto. 19/10/2010
Underground: Crónica de un fracaso anunciado. Por Manolo D. Abad (13/10/2010).
La eliminación de la ciudad de Oviedo a las primeras de cambio en la carrera por la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 simboliza el fracaso de la gestión del alcalde de la ciudad desde hace diecinueve años y que agota su credibilidad a cada día nuevo que pasa. Esta eliminación supone el fracaso de una apuesta por un muy particular modelo de cultura anclado en un pasado demasiado lejano; conservador en el sentido de negación de la realidad del mundo que hoy se presenta ante los habitantes del 2010; conservador en su apuesta por un tipo de cultura que nada nuevo aporta y sí que se recrea, se regodea en disciplinas culturales que nada nuevo originan y sí que se repiten desde tiempo inmemorial, ancladas en un rancio (incomprensible para muchos, increíble a estas alturas de la jugada) concepto de supuesta alta cultura.
Uno se para a valorar los últimos años de gestión cultural del Ayuntamiento de Oviedo y se da cuenta que desde el consistorio carbayón se han preocupado más de mantener el tristemente conocido como "Fartódromo" —espacio en la antigua Plaza del Pescado donde se agasaja indiscriminadamente a acólitos y demás vividores— que a conservar la desmantelada red de bibliotecas que, años ha, se había vendido, con razón, como un logro ejemplar; desde el poder gabinista (tal parece que estamos inmersos en un régimen con todo lo peor que conlleva un mandato democrático cuando pasa a ser "régimen") se han interesado más en convertir un enclave crucial, en pleno centro de la ciudad, como la Fábrica de Gas en un solar donde edificar un nuevo centenar de viviendas de lujo —no se sabe destinadas a quién cuando en otro edificio de similares características como la Jirafa se acumulan los pisos vacíos— que en transformar ese entorno privilegiado en un lugar único apto para la cultura (el ansiado auditorio para grandes conciertos, locales de ensayo para músicos y teatreros, bibliotecas,…). Una ciudad sin cines en el centro, sin salas de conciertos aptas para quinientas personas…
Es de suponer que —vistos todos estos magníficos "logros", a los que habría que unir la utilización de la cultura como arrojadiza arma política contra el rival en las urnas— aquellos que evaluasen la candidatura de Oviedo a la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 se dieran cuenta de lo que suponía: un regreso a la ciudad clariniana de "La Regenta", a ese odioso "Oviedín de siempre" que muchos nos negamos a representar, a una capital anclada en un pasado glorioso, que es sólo un pasado con nada de glorioso, que debe sacudirse de una vez por todas el polvo y la naftalina.
Ese desdichado —para quienes apostaron por lo rancio y por lo carpetovetónico de cierta cultura— jueves 30 de septiembre se produjeron las primeras reacciones. En la calle Martínez Vigil —corazón de ese Oviedo que se niega a ser el de "La Regenta", apostando desde una iniciativa privada por dotar a la capital de conciertos y ocio cultural con mínimos apoyos municipales— la policía municipal irrumpía en La Calleja La Ciega en plena actuación de Igor Paskual. Al viejo estilo de épocas que nunca soñamos que volverían, se solicitaron carnets acompañados de la parafernalia habitual de estas (vergonzosas) ocasiones. En el interior del gobierno municipal, Gabino de Lorenzo se cargaba a José Suárez Arias-Cachero, concejal de Cultura y Deportes, saludado al principio de esta última legislatura como el fichaje estrella —miren y lean en las hemerotecas, que la memoria es frágil—del equipo del todavía alcalde de la capital del Principado de Asturias.
La huida hacia adelante continúa. Así que espérense nuevos (y sorprendentes) capítulos.
Ciudad, perros y otros latidos, por Alberto Piquero. 11/10/2010
X Jornadas de Literatura. 2010.
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Mario Vargas LLosa, al fin premio Nobel. Por Tanja Pérez Hunte (08/10/2010).
Durante varios años el nombre de Mario Vargas Llosa figuró entre los favoritos para llevarse el Nobel de Literatura. Y precisamente este año en que no era uno de ellos, la Academia de Estocolmo ha decidido otorgar el premio a este escritor peruano de 74 años —nacionalizado español desde 1993—, a contrapelo de los pronósticos, más proclives al estadounidense Cormac McCarthy, el nigeriano Ngugi wa Thiong’o o el argelino francófono Assia Djebar.
Autor polimorfo —del thriller al erotismo, pasando por la autoficción, hay pocos géneros literarios que no haya explorado— de inspiración cosmopolita y con un(os) estilo(s) accesible(s) para los lectores de todo el mundo, en el sentido más noble de la expresión, Vargas Llosa ha recibido un premio Nobel incontestable. El secretario de la Academia sueca. Peter Englund, saludó a este «narrador que ha desarrollado el arte de un modo fantástico», también a «su cartografía de las estructuras del poder y sus agudas imágenes de la resistencia del individuo, de su rebeldía y de su fracaso». Para muestra, un botón: recientemente, el primero de septiembre último el escritor denunciaba con fuerza un proyecto de ley del gobierno peruano hasta el punto de neutralizarlo.
Galardonar a su obra es reconocer a la literatura hispanoamericana y en lengua española de la que él es figura señera desde hace medio siglo. Excepcional contador de historias que se reveló internacionalmente en 1963, a los 27 años, con su segunda novela, La ciudad y los perros. Publicada en España, esta novela en parte autobiográfica sobre la adolescenecia de un grupo de cadetes de la academia militar Leoncio Prado de Lima, fue distinguida enseguida con múltiples galardones, inmediatamente reconocida como un trabajo maestro, por su escritura innovadora, precisa y madura. A continuación de ella vino una treintena de obras: novelas y ensayos, también piezas teatrales. De su muy nutrida y variopinta producción pueden destacarse La casa verde (1965), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), La Fiesta del Chivo (2000), El Paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006)… La lista bien pudiera ser otra distinta. Ninguno de sus escritos se parece a cualquier otro salido de su pluma, porque en absoluto son similares entre sí, en razón de una reinvención del estilo propio casi a cada nuevo libro, abriendo puertas infinitas dentro de su obra.
Autor de talla mundial, creador de una literatura bella y poderosa —he aquí, creo, la razón última de su premiación—, Vargas Llosa es asimismo un intelectual políticamente comprometido, aunque teniendo bien claro que «la literatura es una forma de rebelión permanente y no tolera ninguna coacción ideológica». Castrista durante su juventud, antes de romper con la extrema izquierda en los años 70, acabó convirtiéndose, veinte años después, en candidato demócrata y liberal de una coalición de centro-derecha, tras las elecciones presidenciales que llevaron al poder a Alberto Fujimori.
Finalista Premio Planeta 2010. 8/10/2010
José Ángel Ordiz (reciente Premio de la Crítica de Asturias y miembro de la AEA) se suma a las diez novelas finalistas del Premio Planeta 2010, que se fallará el próximo 15 de octubre en Barcelona.
Un total de 509 novelas, 83 procedentes de Latinoamérica, optan este año al galardón mejor dotado de las letras españolas con 601.000 euros para el ganador y 150.250 para el finalista.
El fallo del premio se conocerá en el transcurso de una cena, la noche del 15 de octubre. Como novedad, este año se podrá seguir en directo a través de Internet en los sitios www.planeta.es y www.planetadelibros.com. El jurado del premio lo integran escritores como Ángeles Caso, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer o Carmen Posadas. Las diez novelas finalistas, elegidas entre las 509 que marcaron un nuevo récord en esta edición, son:
– La caja de membrillo, Fulgencio Caballero Martínez
– Más allá de la justicia, Pilar Muguira (seudónimo)
– La primera vez no te conocí, Lord Jim (seudónimo)
– En el lado sombrío del jardín, Eva Losada Casanova
– Hijos de la Alhambra, Frank Gago (seudónimo)
– Chacayca, Rafael Yanes Mesa
– La muerte de Acteón, Ricardo Medina (seudónimo)
– Sal dulce, José Ángel Ordiz Llaneza
– Incierto amanecer, Isaac Soviet (seudónimo)
– Caminos en el agua, Abelardo Barel (seudónimo)