Entrevista a Carlos Iglesias Díez. Por David Fueyo Fernández.07/06/2013.

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Entrevista a Carlos Iglesias Díez
 
«Me gustaría reflejar una mínima parte de la belleza
que late oculta detrás de las pequeñas cosas cotidianas»
 
Por David Fueyo Fernández
 
 
Encuentro a Carlos Iglesias de domingo por la mañana en el rastro de Oviedo. Es el primer domingo soleado en un par de meses y los dos tenemos mono de revoltijo de libros en la zona más anárquica del rastro ovetense. Ante nuestros pies un amasijo de cables, ropa vieja, juguetes, películas en VHS y libros. Libros y más libros, aunque no tantos como nosotros quisiéramos, bibliófilos casi convertidos en bibliómanos por falta de tiempo. Mi botín hasta el momento es escaso. Una novela de Villena ya leída y el curioso Fragmentos de pocas líneas de Torrente Ballester en el que leo: “Tienes que aprender mucho si quieres ser un hombre de tu tiempo” [p. 145]. Mientras, Carlos ojea un libro de haikus. He leído su poemario, El niño de arena (nº 33 de la Colección Deva del Ateneo Obrero de Gijón) y surge la conversación.
 
—Carlos, ¿quién es para ti un poeta?
Tal y como afirma Luis García Montero, creo que el poeta es alguien sensible, y a la vez muy curioso, a quien le gusta intentar percibir aspectos poco transitados de la realidad.
 
—Aunque has aparecido en diversas antologías, has ganado premios y publicado plaquettes, ¿ha sido difícil para ti como escritor joven publicar tu primer poemario?
Más que difícil yo diría que ha sido “accidentado”. No fue difícil en la medida en que, al final, pude publicarlo después de todo. Eso sí, hasta llegar a donde ahora está, el libro pasó por una editorial que intentó “regatear” conmigo para poder sacarlo con un precio asequible; por las manos de un editor que casi sin leerlo me dijo que no le interesaba; por las de otro que me pedía casi 1000 euros para editarlo… En fin, que es cierto que el panorama editorial es complicado.
 
El niño de arena son varios poemarios concentrados en uno. ¿Qué te inspira de lo que ves o sientes a tu alrededor para llevarlo a la poesía?
Cada una de las tres partes del libro, de hecho, pertenece a un momento y a una época distinta. No creo mucho en la inspiración, pero a la hora de escribir, lo que más me gustaría es llegar a reflejar una mínima parte de la belleza que late oculta detrás de las pequeñas cosas cotidianas.
—He visto en tu obra influencia de la poesía basada en la naturaleza, incluso en algunas partes se deja ver el tempo de los haikus clásicos. ¿Son para ti una clara influencia?
Sin duda. Esto, de hecho, entra en relación con la pregunta anterior: lo que más me gusta de los haikus, y de la poesía oriental en general, es la capacidad para concentrar en tres líneas, para esencializar en suma, toda la belleza casi invisible del mundo.
—¿Cómo es tu cocina como escritor? ¿Buscas los poemas o vienen sin quererlo?
Pues vienen cuando siento que estoy viviendo algo que me hace vibrar o que me emociona; esa vivencia se matiza luego con algunas lecturas, y creo que es de ahí de donde puede llegar a surgir un poema. Lo que no consigo es separar esa sensación de sentirme vivo del hecho mismo de escribir. Por eso es por lo que a veces creo que me falta suficiente “oficio”, pero, en cualquier caso, es algo que espero ir puliendo con el tiempo. 
 
—¿Es el poeta diferente al resto de los mortales? ¿Pasa para nosotros el tiempo de forma distinta?
Creo que el tiempo, lamentablemente, pasa igual para todos los mortales, incluidos los que escriben. En esa medida, no creo que haya tanta diferencia. Quizá la haya en el sentido de que un poeta, como un fotógrafo, puede aspirar en algún momento a captar y a apresar algunos instantes de la realidad que quizá de otro modo se perderían.
 
—En tus poemas se ven obsesiones similares a las del poeta asturiano Pelayo Fueyo. Niños, arena, tormentas… incluso unos versos del poeta cierran tu poemario. ¿Es cierto este influjo?
Sí, es cierto. Siempre me sentí muy identificado con el mundo simbólico de Pelayo Fueyo, con su memoria llena de espejos, niños abandonados, juguetes rotos, mujeres evanescentes…siempre con un fondo nocturno y con luna llena.
 
—¿En qué situación ve a la literatura asturiana un joven poeta como tú?
Veo que, a pesar de la crisis y los recortes, no se escatiman esfuerzos para mantener una vida literaria activa, tanto en lo que se refiere a la cantidad de publicaciones como a la organización de recitales, presentaciones y otros actos literarios.
 
—¿Cuáles son tus planes de futuro en el ámbito literario?
No tengo planes a largo plazo. De momento, me gustaría seguir promocionando el libro, y tal y como hago siempre, seguir leyendo.
 
Después de nuestra animada charla nos despedimos. Sabemos que volveremos a encontrarnos, en el revoltijo de la vida, en el de las letras o ante un puesto del rastro, aunque en las letras será donde, espero, tengamos los dos mucho que contarnos. Regreso a los fragmentos de Torrente Ballester, abro al azar y leo: “En este país, dedicarse a la poesía es apuntarse a pobre, pero a lo mejor los tiempos cambian” [p. 325].  

 

El niño de arena
Carlos Iglesias Díez
Ateneo Obrero de Gijón
Colección Deva, nº33
Gijón, 2013

 

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