Heroínas griegas al hispánico modo: Pandora y Medea según Lope y Calderón. Por Violeta Varela Álvarez (05/07/2011).

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En el presente artículo se da cuenta de cómo algunos de nuestros clásicos, Lope y Calderón en concreto, realizaron una labor de recuperación y, si se me permite la expresión, reinserción, de los más oscuros arquetipos de mujer que Grecia legó a la historia occidental, a saber, Medea, a la cual Calderón dedicó El divino Jasón, mientras que Lope trataba su figura en El vellocino de oro, y Pandora, figura rehabilitada por Calderón en La estatua de Prometeo, entre otras. Es desde luego significativa la piedad y simpatía con que trataron ambos autores a tan demonizadas figuras femeninas. Pandora (nombre al que Calderón le otorga un nuevo significado etimológico: Providencia del tiempo) será fruto del efecto que el fuego divino produce sobre la estatua elaborada por Prometeo. Gracias al fuego, la imagen de Minerva cobra vida y la cobrará sin tener conciencia de su origen y sintiéndose terriblemente humana, ya que se verá enamorada de Prometeo y rechazada con horror por éste. Pero no es ésta la única novedad, sino que, además, el autor la liberará de toda culpa en el desgraciado episodio hesiódico de la urna. En la obra de Calderón la urna se la entrega a Pandora la Discordia, enviada por Palas. Pandora es la propia imagen de Minerva que cobra vida confusa y asustada, y a la cual Palas y la Discordia tenderán la trampa de la urna:

 

“¡Qué cuerdo!

Pues yo, por que mude asunto,

Pasando de uno a otro extremo

La cuestión, dejo la queja,

Y a lo que es lisonja vuelvo.

Tan agradecida estoy

Al no merecido obsequio,

Como antes dije, que en fe

De mostrar que lo agradezco,

He de repartir con todos

Los dones que incluye dentro

De sí esta dorada urna,

Que serán preciosos, puesto

Que encierra cuanto ostentaron

Aire, agua, tierra y eco;

Y así, en el nombre de todos,

Para irlos repartiendo,

La abro; mas, ¡ay infeliz!”

 

La Minerva / Pandora de nuestro clásico poco tiene que ver con la de Hesíodo: “¡Ay de quien nació milagro, para fallecer horror!”, y Calderón acaba regalándole un final feliz al personaje que tantos siglos de desprestigio había sufrido, con lo significativo del hecho de que Pandora representó siempre en cierta manera a todo el sexo femenino: acaba siendo amada por Prometeo, como era su deseo, y ambos salvados por Apolo. Dice Prometeo: “¿Quién el mío [el juicio] perturbó para que yo aborreciese a quien adorando estoy?”. Como dice Antonio Regalado en su maravilloso estudio de Calderón:

"Calderón ennobleció a Pandora, personaje que en Los trabajos y los días de Hesíodo sale de la forja de Hefesto por orden de Zeus como un ser con mente de perro y corazón de ladrón, al que Hermes dota de vergüenza, picardía y artimañas para ser enviada a los hombres como precio a pagar por el don del fuego que les ha regalado Prometeo. Este aspecto del mito no interesó mucho a los escritores latinos y está ausente en el tratado de Givanni Boccaccio De genealogía deorum gentilium, fuente de la mitografía renacentista, obra en la que Pandora aparece como hombre. Calderón se abrió camino hacia su reivindicación por medio de los padres de la Iglesia, quienes prestaron más atención a la figura de Pandora".

Veamos ahora, volviendo a Lope, si éste realizó una labor semejante con el personaje de Medea. Habrá que decir en primer lugar que, en mi opinión, las conclusiones acerca del tratamiento del personaje en manos de Lope habrá que sacarlas sobre todo de lo que el autor decide omitir en su comedia, teniendo en cuenta, y es algo en lo que no me puedo detener, que no desconocía ni la versión de Eurípides ni la de Apolonio de Rodas. En este sentido, a juicio de quien escribe, resultan sumamente significativos tanto el momento en que interrumpe el relato del Mito, como el final abierto de la obra. Podía haber acabado dejando a la pareja feliz en Yolcos, pero deliberadamente interrumpe la historia cuando los colcos van a comenzar la persecución de la nave en la que viajan Jasón y Medea, quizás, como apuntaré luego, porque llevar a la pareja hasta Yolcos suponía tener que mencionar a Apsirto.

La obra de Lope finaliza con la promesa de Fineo de contraer nupcias con Helenia a cambio de que Frixo construya una flota para el rey Eetes a imitación de la nave griega, para así poder dar caza a los Argonautas y a su hija. Para mí esto es señal de que Lope conocía perfectamente los acontecimientos que siguieron a la huída de la pareja, en concreto, el asesinato de Apsirto (hermano de Medea) a manos de Jasón pero instigado por ella, e incluso realizado por la propia hermana según otras versiones griegas como la de Eurípides.

Desde luego Lope lo tenía mucho más difícil que Calderón, ya que Pandora en la versión griega no dejaba de ser un producto, mientras Medea era un personaje que en el mundo griego gozaba de una gran autonomía. ¿Podía Lope integrar en su revisión del Mito el episodio de Apsirto, así como Calderón logró hacerlo con el episodio de la urna? En el tratamiento del mito de Pandora, recurrir a la estrategia del engaño era fácil, igual que en la versión griega le daban los adornos, ahora la Discordia y Atenea le hacían portadora de un regalo funesto para los hombres sin ser ella consciente. Cosa muy distinta ocurría en el caso de Medea, ya que la radicalidad de sus acciones como traidora a su patria, burladora de su padre y asesina de su hermano, o al menos instigadora, era una carga demasiado pesada como para justificarlo por intervención divina, y más cuando ni en la mentalidad griega ni en la mentalidad cristiana podía la apelación a la causalidad divina exonerar de toda culpa o responsabilidad a los hombres.

Eliminando toda referencia a las acciones homicidas de Medea sostengo que Lope pretende despojar a la heroína de la brutalidad de que ésta ha
cía gala incluso en la «amable» versión de Apolonio de Rodas. No olvidemos, además, que en el mejor de los casos la maldad de Medea responde siempre a algo que tiene que ver con Jasón, si no es éste incluso el que sale peor parado. Disculpar a Medea suponía también rehabilitar a Jasón, iniciador de la saga del Vellocino. Veamos el comienzo del canto cuarto de El viaje de los Argonautas:

“¡Sé tú misma ahora, diosa, quien cuente el fatigoso penar y los remordimientos de la joven cólquide, oh musa hija de Zeus! Porque a mí se me revuelve el ánimo cuando en mi interior perplejidad dudo si he de calificar de aborrecible caso de la fatalidad o si de fuga vergonzosa su marcha del país de los colcos”.

¡Qué gran diferencia empieza a aparecer en el canto cuarto con respecto a la doncella del canto tercero! Es cierto que sigue desesperada, desamparada y asustada, pero también es cierto que es capaz de hacer a Jasón proposiciones como la siguiente:

“¡Medítalo ahora, ya que es necesario planear también esto, después de haber cometido los otros hechos indignos; desde que cedí al desenfreno, y por influjo divino llevé a cabo mis perversos designios! Tú rechaza en el combate las lanzas de los colcos, que yo atraeré a aquél para que se ponga en tus manos. Engatúsale tú con brillantes regalos, por si le convenzo de que aleje a los emisarios, y que acuda él sólo a escucharme a mí sola, con mis ruegos. Entonces, si esta acción es de tu agrado, yo no me opongo, ¡mátale!; luego, ¡traba batalla contra los colcos!”

Y esto es, en definitiva, lo que Lope pretende evitar en su relato de los hechos interrumpiendo la obra en el punto en que lo hace: humanizar a un personaje que llevaba durante mucho tiempo encarnando lo peor de la concepción griega de lo femenino, independientemente de que, en mi opinión, autores como Eurípides no creo que estuvieran mirando a Medea bajo ese prisma de odio sino, muy al contrario, con un afán de comprensión e incluso de simpatía hacia el personaje, pero éste, desde luego, no es el tema del presente artículo.

Para comprender hasta qué punto se produce tal dignificación del personaje de Medea en Lope sólo habría que echar un vistazo a todas las obras no griegas que volvieron a tratar el tema. La sociedad occidental, hija de Grecia, quedó absolutamente fascinada por esa mujer homicida que no sólo destruyó su oikos originario, sino también el que ella misma había creado con su marido, y ya no habrá versión de Medea que no refleje ese terrible y brutal carácter, aunque se añadan gotas de comprensión, de justificación, o de exculpación.

 
 
 

 

Bibliografía

 

 
Calderón de la Barca, La estatua de Prometeo, Editorial Prometeo, Valencia, no figura el año de edición.
 
Lope de Vega, El vellocino de oro, Emiliano Escolar, Madrid 1977.
 
Apolonio de Rodas, El viaje de los Argonautas, traducción de Carlos García Gual, Alianza Editorial, Madrid 1987.
 
Eurípides, Medea, edición de Francisco Rodríguez Adrados, CSIC, Madrid 1995.
 
Ovidio, Metamorfosis, Gredos, Madrid.
 
A. Pociña, «Tres dramatizaciones del tema de Medea en el siglo de oro español: Lope de Vega, Calderón de la Barca y Rojas Zorrilla», Medeas: versiones de un Mito desde Grecia hasta hoy, Universidad de Granada, Granada 2002.
 
J. M. de Prada Samper, «El mito de Jasón y Medea y el folklore», Medeas: versiones de un mito desde Grecia hasta hoy, Universidad de Granada, Granada 2002.
 
A. Regalado, «La estatua de Prometeo», Calderón, Destino, Barcelona 1995.

 

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