Underground: So nice in Nice. Por Manolo D. Abad (05/1172009).

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"So nice in Nice" ("Tan elegante en Niza") es, sin lugar a dudas, una de mis canciones favoritas de The Stranglers. Su vídeo-clip es aún más desternillante: ataviados como presos -con su bola atada por una cadena al tobillo- a rayas amarillas y negras, el cuarteto aprovecha para tomarse su revancha contra una ciudad donde tuvieron uno de sus incidentes más sonados. No hay constancia de que la flamante vicepresidenta Elena Salgado haya protagonizado ningún incidente en la Costa Azul, pero sí que posee un apartamento en un precioso palacete en la ciudad francesa. Lo mejor llega cuando la tasación de dicha vivienda ofrece un valor tan ridículo que cuesta mucho creérselo. Desde luego, la señora vicepresidenta es la envidia de todos, porque, ¿a quién no le gustaría ser propietario de una vivienda semejante en uno de los municipios más caros del mundo?

Sírvanos este dato para resaltar la distancia que existe entre lo que los políticos proclaman y lo que es su realidad. Declaran ser Robin Hood y resultan el encapuchado asesino con el que le confundieron. Lobos con piel de oveja. Defensores de la clase trabajadora que baten récords de paro. En el otro bando la situación no es mucho mejor: tras Gurtel, llega la sucesión de CajaMadrid. Y, entretanto, la miseria continúa subiendo, imparable, mientras la casta política es incapaz de rebajarse sueldos, antes al contrario, se los suben con total desfachatez. Y, volvemos al principio, a esta vicepresidenta, Elena Salgado que, cuando se le rebaten argumentos, no encuentra otro adjetivo que el "machismo". Claro que, de esta señora, no nos extraña ya nada: en sus tiempos como ministra de Sanidad fueron célebres sus campañas antitabaco y antivino. Contra el tabaco, consiguió que no se fumase en los lugares públicos, los mismos donde sigo viendo a gente con sus pitillos encendidos (en las estaciones de tren, por ejemplo). Contra el vino, tratando de cargarse una cultura ancestral española y una de las (pocas) industrias boyantes del país pinchó en hueso y, tras muchos dimes y diretes (la señora no se caracteriza por su flexibilidad a la hora de negociar), hubo de echar marcha atrás.

Aunque profundizaremos en otro artículo próximamente, asistimos a un fenómeno donde da miedo la crítica, cualquier crítica. Si hablas de los de un lado, vas con los del otro. Y viceversa. ¿Qué pasa? ¿Que no se puede criticar a ambos? ¿Acaso no hay otras opciones no sólo políticas sino de opinión? El miedo a -ahora recuerdo otro título de canción- ser tiroteado por ambos lados ("Shot by both sides" de Magazine) es mayor aún que al de expresar y reflejar libremente un estado de las cosas insostenible, gravísimo.

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