El periódico “La Nueva España” lo distingue con el galardón “Asturiano del mes”.
Enhorabuena
Fernando Beltrán: «Estoy en la poesía porque creo en su utilidad»
El poeta y nombrador ovetense recibe el galardón de «Asturiano del mes» en la sede
del periódico que «entraba por debajo de la puerta y con el que aprendí a leer»
«Estoy en la poesía porque creo en su utilidad. Era el hijo de ‘nunca llegarás a nada’, hasta que un día escribí un poema y me sentí útil, abrigado. Y salí corriendo a leerlo, a compartirlo. Desde entonces sé que la poesía sirve para acompañar, para salvar, para dar sentido». El poeta ovetense Fernando Beltrán convirtió la entrega del premio «Asturiano
del mes», que concede LA NUEVA ESPAÑA, en un acto tan emotivo como luminoso, arropado por familia y amistades en presencia de Ángeles Rivero, directora general
de LA NUEVA ESPAÑA, y Gonzalo Martínez Peón, director del periódico.
«Además de merecedor incuestionable de este reconocimiento, Fernando es un amigo al que llevamos muchos años acompañando y que siempre nos ha acompañado a nosotros», subrayó Rivero sobre el promotor del Aula de las Metáforas en Grado. «Tenerle hoy aquí es un auténtico placer. Su vida, dedicada a la palabra y a la poesía, es un ejemplo de generosidad y de talento », añadió. Beltrán es también creador de nombres tan reconocibles como Amena, Rastreator u OpenCor. Rivero celebró que la Real
Academia Española vaya a incluir el término «nombrador» en el Diccionario: «Nos encanta que lo llame así y no ‘namer’. Tenemos un idioma lo bastante rico como para no necesitar préstamos».
Beltrán recibió los tres atributos del premio: una página especial dedicada a su trayectoria, un retrato del dibujante Pablo García y la estatuilla diseñada por el gran artista Legazpi, inspirada en las antiguas estelas asturianas. «Soy un paranoico a la inversa», dijo entre risas. «Siempre creo que los demás están pensando algo bueno de mí. Por eso, cuando recibí la llamada, pensé que sería una felicitación o un premio. Y así fue». El poeta recordó sus raíces ovetenses, «donde nació mi vocación de poeta. Era aquel niño que veía llover y llover desde una ventana de ‘Lloviedo’ –como yo llamaba a la ciudad–, y que aprendió a leer con LA NUEVA ESPAÑA, que entraba por debajo de la puerta, igual que la leche o el pan. Corría con el periódico a enseñarles a mis padres que sabía leer, señalando las palabras con el dedo. Como en ‘Cien años de soledad’, cuando las cosas aún no tenían
nombre y había que señalarlas». Beltrán rememoró sus juegos «en los descampados de Oviedo, cuando los charcos eran porterías», y concluyó con una idea que resume
su forma de ser y estar en el mundo: «Quien ha jugado al fútbol usando los charcos como postes es poeta para toda la vida».
Para seguir leyendo: pág. 45 de La Nueva España, 21 de octubre de 2025