Hablar en la tradicional España contra lo que puede ser considerado como políticamente correcto no es tarea cómoda. Cuando el Gobierno se esfuerza en la prevención de los accidentes de tráfico, (ahora se cumple el quincuagésimo aniversario de su Dirección General), en el tratamiento de la Gripe A, la lucha contra el terrorismo, la seguridad laboral, doméstica, en el transporte escolar, etcétera, en la Televisión pública, y patrocinado por el Gobierno de Navarra, se hace la apología de la muerte en los encierros de San Fermín con un joven fallecido el viernes pasado.
Cuando escuchamos a los comentaristas televisivos de tal evento veraniego no podemos más que hacer la comparación con un partido de fútbol: Se miden las cornadas, traumatismos y percances como si fueran goles, saques de esquina o faltas con tarjeta amarilla. La presentadora habla de “encierro dramático”, y el comentarista de “gente experimentada” cuando se refiere a los corredores, o de “comportamiento elegante de un mozo que deja pasar a otros”, como si un futbolista pasara la pelota en vez de hacer juego individual. La presentadora califica el evento como “encierro peligroso, sobrecogedor y fiesta hermosa”. Donde, de modo, se supone que subconsciente, mezcla el juego autorizado con la muerte y el desafío a la prudencia para prevenirla.










