Para empezar podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la producción cinematográfica de Luis Buñuel, es como una joya rara y exótica dentro del Cine Español. Al pronunciar este aserto, nos basamos en el peso real que ocupa su filmografía. Dentro de las tres etapas o áreas espaciales más clarificadoras de su obra: Española, Mejicana y Francesa, no ha dejado de invadirlo todo con un suave espíritu surrealista. Desde su ya lejano Un perro Andaluz (1.928 ) hasta el sorprendente Ese oscuro objeto del deseo ( 1.977 ), transcurren cincuenta años, y el autor todavía se nos muestra ya en su senilidad, como un juguetón pero fiel surrealista, cuando ya el Movimiento Artístico ha pasado por las consabidas deserciones, hasta llegar a su punto de ruptura. Es pues de remarcar que el aragonés sordo tiene un timbre de curiosidad que se escapa de los postulados de lo corriente, y va por libre en la creación de todo un mundo en imágenes que le ha caracterizado, en la irrupción de una estética – a nuestro juicio -, irrepetible. Porque, seamos sinceros. ¿ Quién podría ser el sucesor de una estilística fílmica como la de Buñuel ? ¿ A quién le ha preocupado tanto el fetichismo sexual, la necrofilia, el onanismo, la ruptura de los tabúes sociales y religiosos ? Y aquí no queda dicho todo, sino que cobra una gran altura con su manera particular de expresarlo en imágenes. Incluso podemos valorar su importancia como documentalista, con su soberbia Las Hurdes, tierra sin pan ( 1932 ) que sin ánimo de exagerar puede colocarle al nivel de Flaherty , Grierson o Murnau, ya clásicos en estas lides. Todas estas preocupaciones conforman la entereza de un cineasta, que no ha dejado de aventurarse en los más complicados esquemas cinematográficos durante medio siglo.
Para muchos, Buñuel representa unas indignantes cotas de irreverencia, y todo esto porque ha mantenido a lo largo de su trayectoria una postura valiente y sin mojigaterías, para irrumpir muchas veces en la herida abierta de sus fantasmas personales. Se ha paseado por la miseria más intelectual que física, pero no lo ha hecho como un espectador ocioso, ni con la observación del pintoresquismo que considerarían las clases dominantes. Siempre, a nuestro entender, nos ha dado una dimensión bastante exacta del dolor humano ( véase el caso de Los olvidados ( 1.950 ), y por ello se honra con un lugar preferente entre los cineastas sociales. Por otra parte, se incide con frecuencia en su gran preocupación por denigrar sistemáticamente a la Burguesía, pero Buñuel no sólo ha hecho eso a lo largo de su carrera, sino que la ha utilizado como plataforma de lanzamiento, para poner su dedo detector en otras muchas cosas. Dignos ejemplos de ello serían sus inimitables: El ángel exterminador (1.962 ), Belle de jour ( 1.966 ) o El discreto encanto de la burguesía ( 1.972 ), sin olvidarnos de la inefable Viridiana ( 1.961 ), en donde se aúnan tanto los condicionantes de clase como los componentes fetichistas y necrófilos, principio y fin de sus obsesiones personales. 










