Underground: El vacío después, por Manolo D. Abad. 29/04/2009

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Se cumple una década de la masacre del Instituto norteamericano Columbine y nada ha cambiado. Acostumbra a ocurrir con demasiada frecuencia que, tras el estupor que generan tragedias como éstas, todos, empezando por el político de turno y terminando por cualquier otro ciudadano convierten el clamor en objetivo. Y, después, nada de nada. En el caso de la barbarie que cumple esos diez años, se planteó una reforma que afectase al uso de las armas en los Estados Unidos, donde, como saben, el poseer un arma forma parte de los derechos constitucionales. Al contrario de lo que sucede con otros apartados constitucionales que han sufrido unas -justas- transformaciones a través de los años, como ha ocurrido con la sociedad misma, este "derecho constitucional" se mantiene vergonzosamente inquebrantable gracias, entre otros, a la Asociación Nacional del Rifle (NRA). Sus cuatro millones y medio de socios ejercen tal poder que acaban con cualquier intento de cambio y, con ello, facilitan que dos o tres iluminados con ansias de venganza o notoriedad o vaya usted a saber qué, ejerzan la violencia sobre inocentes y nos provoquen un innecesario dolor a quienes conocemos, después, los turbios detalles de semejante "hazaña". Una sociedad edificada sobre la cultura de las pistolas no puede ser ejemplo para nadie y ahí tiene Obama uno de los caballos de batalla, manejado por auténticos jinetes del apocalipsis (la industria del armamento) que llevan a la zozobra la mínima -y deseable- convivencia. Y mientras sean esos jinetes los que lleven las riendas, la sangre, la intolerancia y la hambruna seguirán campando a sus anchas.

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