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Geografías: Entrevista a Ramón Lluís Bande. Por Hilario J. Rodríguez (06/02/2010).

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 Ramón Lluís Bande (Xixón, 1972) dirige, compone, escribe… y ante todo ensaya. Desde sus comienzos, ha intentado encontrar la imagen justa, el sonido justo, la palabra justa… hablar sin que se note pero sin que la voz se apague. Para conseguirlo, siempre ha trabajado en los márgenes, al lado de personajes periféricos para los que escribe canciones o diseña películas, quizás buscando «el momento de la emoción verdadera», como diría Peter Handke. Y Las habitaciones vacías (Caballo de Troya, 2010) es el final de un proceso en el que se funden todas las disciplinas, y también es el principio de su carrera como escritor en lengua castellana.

  

-Cuando uno mismo etiqueta su propia obra como autoficción, asume ciertos riesgos.

-Seguramente una misma pregunta, formulada de maneras diferentes, se encuentra detrás del origen de todos los textos recogidos ahora en este libro. La pregunta es –o puede parecer– básica: ¿quién soy? En algunos de los textos esa pregunta se completa con otra: ¿quién soy en relación a lo que somos? Desde esta perspectiva, veo completamente lógico aceptar el calificativo de “autoficción”. En todos los textos, y sobre manera en la suma de todos juntos, el libro propone un laberinto de espejos en el que según te vas adentrando es más difícil separar las figuras del autor, el narrador y el personaje… Estoy contento con esa construcción que, realmente fui encontrando por el camino. No partía de un diseño previo. Date cuenta que muchos de los capítulos de este libro: Verdá o consecuencia, De la vida de les piedres, Habitaciones vacies o La muerte de los árboles, tuvieron su origen como libros independientes, sin relación de unos con otros… Cuando empecé a trabajar con ellos descubrí que, seguramente, su naturaleza verdadera era la actual: partes complementarias de un todo más orgánico. Y lo que justificaba su naturaleza, más allá del género de cada texto, era precisamente el ejercicio de construcción de un personaje que proponía el conjunto.

Más allá de lo que el libro tiene de real de mi propia vida, me interesa la verdad ficcional que, creo, consigue generar. 

-La primera persona, el minimalismo expresivo y el tono confesional suelen ser las características que uno asocia con la autoficción.

-La “autoficción” como etiqueta codificada y reglada por el mercado editorial o la crítica académica me interesa bastante poco, en realidad. No atiendo a ninguna necesidad exterior a los textos a la hora de escribirlos. Alguna de las características que mencionas tienen mucho que ver con mi manera natural de acercarme a la escritura –sea ésta con palabras o con imágenes-: la primera persona, el minimalismo, el tono más o menos confesional… Pero la verdad es que no seguí un libro de estilo previo para acercarme a las cosas que quería contar. Cada texto del libro tomó la forma en la que mejor se expresaba, por esto la variedad de registros o “géneros” que se pueden encontrar en sus páginas: relatos cortos, diálogos, piezas dramáticas, artículos de prensa, letras de canciones… Seguramente, muchos lectores tendrán problemas a la hora de acercarse a Las habitaciones vacías como a una novela, pero para mí era la única manera de desarrollar el discurso narrativo que quería proponer.  

-Tú siempre eliges una imagen central y varias periféricas, la central habla y las periféricas callan, y sin embargo las que de verdad resultan expresivas son las periféricas.

-Coincido con esa apreciación. Siempre me gustó jugar con varios niveles de profundidad de campo. Una imagen enfocada, en plano corto, que es la que conduce al lector por el libro, en este caso el crecimiento de una persona desde que es niño hasta la edad adulta. Con muchas elipsis, fueras de campo y raccords forzados, ésa sería la imagen central del libro. Por detrás de esta historia, un poco desenfocadas, más sugeridas que explicadas o narradas están las otras imágenes importantes, que también dan el contexto para entender los cambios en el protagonista: las transformaciones en el modo de vida de una clase social, la paulatina pero acelerada sensación de desaparición del país en el que el protagonista cree vivir, la reivindicación de ciertas lecturas en la formación de una identidad… Pero bueno, como siempre que te acercas al tema del centro y las periferias, según en el lugar donde te coloques al acercarte al libro, esos conceptos intercambian su posición y significado. 

Las Habitaciones vacías en versión castellana es un cuerpo, el final de un proceso quirúrgico en el que has unido varios libros en asturiano, amputando algunas partes.

-Con la edición en asturiano de este libro, Les habitaciones vacies (Ámbitu, 2009), quería, en cierta manera, cerrar un ciclo de escritura muy centrado, como te decía al principio, en reflexionar sobre el propio yo. La intención original era juntar y volver a poner al alcance de los lectores una colección de textos publicados a lo largo de los últimos diez años. En ese proceso descubrí, como ya comenté, que lo que tenía entre manos no era una colección de relatos independientes reunidos simplemente por un interés editorial, sino que de la suma de todos, de su lectura común surgía el verdadero libro: un libro completamente nuevo, inédito… Me quedé con esa sensación y seguí trabajando en ella cuando surgió la posibilidad de publicar el libro en castellano. De esta manera, la edición en castellano. Las habitaciones vacías (Caballo de Troya, 2010), tiene alguna diferencia sustancial. Incorpora algún capítulo nuevo (Variaciones de la piedra) y recorta algunas partes, sobre todo del capítulo Habitaciones vac
ías
, que rompían el equilibrio del conjunto por ser textos demasiado coyunturales, alejados del sentido actual del libro.

Mientras que en la edición asturiana decidí señalar la fecha de publicación original de cada texto, para que los lectores no perdieran del todo la sensación de recopilación de textos previos, en la edición en español decidí prescindir de compartir con el lector esta información. Me interesa que los nuevos lectores que se acerquen al libro, y que no conozcan mi obra, se metan en su lectura como lo que él representa para mí en este momento: una propuesta narrativa orgánica y original. 

 

-Quieres presentar el libro de una forma peculiar, en una gira de seis conciertos con Nacho Vegas.

-La mayoría de los textos presentes en Las habitaciones vacías, y sobre todo la que yo creo que es la anécdota central del libro: la conversión en piedra de una persona, vienen de un tiempo en el que trabajé muy estrechamente con Nacho: letras y películas musicales para Manta Ray, los discos de Diariu, las bandas sonoras de Nacho para mis primeras películas, El fulgor… Uno de los capítulos del libro, “Variaciones de la piedra”, son las letras de las canciones de Diariu 2… Con todo esto, y aprovechando que después de un periodo de mayor distancia volvemos a trabajar juntos en algunos proyectos, sí que nos gustaría recuperar sobre el escenario algo de aquello, de nuestro pasado, pero transformado en una propuesta de presente y futuro. Al igual que en el libro, no habría nostalgia ninguna en el espectáculo que puede nacer de él. Todavía está muy verde la cosa, sobre todo por los muchos compromisos que tenemos los dos, pero la idea, más allá de presentar el libro por diferentes ciudades, es la de crear un espectáculo que combine la música, la lectura y las proyecciones audiovisuales. 

 

-Narrativa, poesía, música, cine… todo junto no conduce a nada pero por separado tampoco.

-Son cosas que nos sirven para seguir haciéndonos preguntas, que no es poco. No hay ninguna necesidad, por lo menos por mi parte, de encontrar muchas respuestas, me conformo con ser capaz a ir formulando mejor las preguntas. La verdad es que todas esas disciplinas que mencionas son distintas maneras de hacer lo mismo. Con un respeto escrupuloso, si quieres, a las características propias de cada lenguaje, no tengo la sensación de hacer cosas muy diferentes. Según cómo intentas formular en cada caso las preguntas te llevan a un lenguaje o a otro.

La literatura, el cine y la música seguramente no nos salvan de nada, pero nos ayudan a sobrellevar el absurdo de una manera más digna. Son, junto con el amor y cierto sentimiento de pertenencia (a una familia, a una cultura, a una clase social), los materiales de la insatisfacción habitable que intentamos construir para no sentirnos completamente perdidos y desesperados…

 

-El misterio de las primeras veces, un misterio que no pretendes desvelar, sólo enunciar.

-Como te digo, siempre me interesó más la formulación de las preguntas adecuadas que encontrar las respuestas justas. No te lleva a ningún sitio el intentar desvelar los misterios, prefiero darme cuenta, aunque sea de manera instintiva, de su existencia e intentar rodearlos con palabras e imágenes. Desvelando un misterio lo único que consigues es hacer que desaparezca y no es esa mi función. A mi me gustan los misterios y, en la mayoría de los casos, soy plenamente consciente de que no tengo ninguna capacidad para desvelarlos. 

 

-Ves algo que no entiendes, entiendes algo que no ves, y la memoria mientras tanto cobra forma.

-En la novela la memoria juega un papel fundamental, sobre manera para ir creando el presente del protagonista, sin embargo considero que está escrita en presente. No trata de hacer pasar las imágenes del pasado convocadas por la memoria por reales, sino que las interpreta desde la perspectiva actual del personaje en cada momento. En cierta manera, toda la novela es un cuestionamiento de la propia memoria como un recurso válido para construir un discurso sobre la propia vida. En casi todos los textos del libro se cuestionan los recuerdos en busca de un significado útil para el presente, para seguir avanzando. Un ejemplo evidente es De la vida de las piedras, que no es otra cosa que la reconstrucción de un pasado traumático y excitante entre las dos personas que lo vivieron juntos, de la misma manera y del que sin embargo mantienen recuerdos diferentes. También se juega con la memoria, con los recuerdos del pasado, como construcción narrativa mítica en el acercamiento a la resistencia antifranquista que supone La muerte de los árboles. 

 

-Uno de los juegos peligrosos de la memoria es la imagen reconocible, la que se relaciona sin problemas con algo concreto.

-Las imágenes reconocibles creo que sólo remiten a sí mismas: al reconocimiento de las imágenes. Es difícil establecer un discurso, por evidente que parezca, con la suma de varias imágenes que llegan de la mano de la memoria. La misma suma de imágenes en momentos vitales diferentes puede llegar a tener significados opuestos. La memoria, en este sentido, sólo nos sirve para ayudarnos a construir un pasado concreto desde nuestra realidad actual. Seguramente sería difícil establecer un concepto objetivo de “recuerdo” o de “memoria”, sólo tenemos –y no es poco- la interpretación que de ello hacemos siempre desde el presente. 

 

-Sin saber quién eres, es imposible saber qué buscas.

-Ambos son procesos en mutación continua. Es difícil saber quién eres por mucho tiempo y esfuerzo que utilices a interrogarte. Siempre salen al camino variantes nuevas que destrozan toda la reflexión anterior. De repente, después de años comportándote de una manera concreta que crees que se ajusta a la perfección al comportamiento de la persona que eres, haces algo inesperado, impensable incluso, y en ese momento tienes que poner en tela de juicio todas las certezas que ten&i
acute;as sobre ti mismo. Y otra vez perdido… Hay que volver a empezar, no queda otra. En este sentido, creo que las dos cosas que antepones son, en última instancia, lo mismo: ¿qué busco? Saber quién soy. Y, para responder a esa pregunta que siempre es doble, vas construyendo y construyéndote.
 
 

 

Sangre en la nieve

 

Estábamos aquí metidos, en la parte de arriba de esta casa y sentimos ruidos fuera. Nos pilló por sorpresa porque eran la cinco de la tarde y ellos no solían atacar a esas horas. Ellos atacaban por la mañana. Por la mañana sí que tenías que estar en guardia… Miré por la ventana y vi que la casa estaba rodeada y les dije a mis compañeros: “No podemos quedar aquí. Van a matarnos”. Ellos parecía que no reaccionaban y yo les insistí: “No hay tiempo que perder, tenemos que salir. Ahora o nunca”. Yo bajé a la parte de abajo de la casa, donde estamos tú y yo ahora, y mis compañeros no bajaban. Esperé un poco por ellos y sentí un disparo. Uno de los que estaba conmigo no soportó los nervios y para que no le cogieran vivo se pegó un tiro… En ese momento yo decidí salir. En esta parte de la casa tenían vacas. Decidí abrir la puerta de la cuadra, sacar las vacas y salir con ellas. Nada más salir empezó el tiroteo. Yo les tiré una bomba y ellos se echaron cuerpo a tierra. La bomba no estalló pero conseguí salir corriendo. Ellos, cuando se levantaron, siguieron disparándome, pero no consiguieron darme. Al llegar a donde está aquel árbol de allí, un soldado me agarró por la espalda, pero pude darme la vuelta, empujarlo y seguir corriendo. Llegué hasta aquella otra casa que se ve allí abajo. Como ya no me dominaban desde donde estaban, dejé de correr y empecé a caminar a paso lento, porque no me encontraba muy bien. Cuando pase por delante de aquella casa, salió una chica a la puerta y me dijo: “Ten cuidado, está todo lleno de Guardias. Te van a matar”. Seguí por el camino que pasa por delante de aquella otra casa y me encontré con dos policías militares que volvieron a disparar contra mí. Otra vez tuve que echar a correr. Sus disparos tampoco me alcanzaron y seguí corriendo hasta una mina que había un poco más allá. Allí, donde la mina, estaba lleno también de Guardias y policías. Me tiraron una bomba y consiguieron herirme. En ese momento yo ya había acabado la munición de la pistola que llevaba y saqué otra pistola y seguí disparando con ella. Cuando llegué a la mina se me acabó la munición de esa otra pistola y ya llevaba a un policía detrás que casi me iba tocando la espalda con la escopeta. Me disparó unas cuantas veces y una bala me atravesó la espalda, pero yo seguí corriendo. Quería llegar hasta la máquina que baja el carbón para subirme a ella y que no me cogieran, pero cuando llegué, la máquina acababa de pasar, no pude subirme a ella. Allí ya caí al suelo, en la nieve y me cogieron dos policías militares…

-¡Vaya historia! Parece una película… ¿Cómo sabían ellos que estabas aquí, en esta casa?

-En aquellos días había mucha gente que te denunciaba…

-¿Por qué?

-Ya irás descubriendo cómo es la gente… A muchos de aquellos chivatos acabaron matándolos…

-¿Tú mataste a alguno, abuelo?

-No. La prueba es que el que me denunció a mí todavía vive… ¡Vaya tarde que es ya! Tenemos que marchar, tu abuela y tu padre van a estar preocupados.

-¿Tenemos que volver hacia atrás todo lo que andamos hasta aquí?

-No, saliendo por aquí detrás llegamos a una carretera por la que pasa otro autocar. Hay una parada aquí cerca, ¿vamos?

-Vamos.

-No cuentes en casa nada de lo que te conté hoy, ¿eh?

-No, abuelo. Va a ser nuestro secreto.

 -¿Ves como el camino de vuelta no fue para tanto? Ya estamos en la carretera. Allí, donde aquella farola para el autocar. Son las nueve y veintisiete. A y media me parece que pasa uno.

-¿Qué pájaro es ese que da vueltas tan rápido alrededor de la luz de la farola?

-No es un pájaro, es un murciélago. ¿Nunca habías visto uno?

Ricardo Labra

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Hace diez años Javier Lasheras me contó un sueño con la pasión de un visionario. Yo traté, por todos los medios, de despertarlo. Ahora temo que se despierte y con él sus soñadores.

Un abrazo,
Ricardo Labra

 
 
 
 
Foto: La Voz de Asturias
 
 
 

 

 

El teatro de Virgilio Piñera: una realidad cancerígena, por Violeta Varela. 3/II/10

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En la obra teatral de este magnífico autor trágico, desgraciadamente poco conocido en España, al menos en su faceta de dramaturgo, encontramos un universo nihilista que se ve truncado por la irrupción en la vida individual de los condicionantes sociales y familiares. Podemos distinguir a través de su producción teatral cuatro estadios muy diferenciados, pero progresivos: 1) el idealismo que nos lleva a percibirnos como únicos dueños de nuestros actos y únicos jueces de nuestra conducta, como si fuéramos animales que se resisten a enclaustrarse en una comunidad normativizada (Electra Garrigó); 2) el despertar de esa especie de sueño nihilista nos lleva a descubrir que no estamos solos y que la erosión a que nos somete la sociedad es incansable (El no); 3) ante la sociedad, ante las normas, sólo quedan dos salidas: o adaptarse o morir. Cuando penetramos en el tejido social es cuando descubrimos toda su crueldad y lo pernicioso de las reglas por las que se rige. Si matar, en el estado onírico del nihilismo, era una cuestión de higiene, ahora es, simplemente, un juego de roles, un divertimento de los más fuertes. Electra no disfrutaba matando, pero en sociedad puede llegar a gozarse mucho con la explotación ajena (Una caja de zapatos vacía); y 4) por fin, llega la muerte en sociedad, la muerte de aquéllos que entraron en el juego. Personas dominadas por la hipocresía cuya única autenticidad reside en su mortalidad (Dos viejos pánicos). Ésta es la particular filosofía de la historia de Piñera: un proceso de degeneración desde la instintiva animalidad que nos caracterizaba hasta la cruel civilización que hemos alumbrado.

 

Una caja de zapatos vacía se convierte así, a mi juicio, en el clímax del teatro de Piñera. Es la más trágica de sus obras porque se desenvuelve en una metáfora perfecta sobre la sociedad y sobre el comportamiento humano cuando se integra en estructuras complejas. El juego de papeles que establece la política es absolutamente avasallador. El débil conocerá la humillación y la tortura. O matas o te matan, o destrozas o te destrozan, no hay otra alternativa. Y pretender escapar de este sádico juego es imposible. No cabe una visión más pesimista de la humanidad organizada, de la civilización, que la que encontramos en las obras de este autor.
¿Nihilismo? No es posible. Ésta es la contundente respuesta de Piñera. La única posibilidad que le queda al nihilismo es el suicidio. Sea a través de los dioses, de los mitos, de las costumbres o de las leyes, el hombre siempre asistirá al fracaso de proyectar una vida auténtica y autónoma al margen de coerciones sociales o de imposiciones ajenas.
La tragedia la desencadenan los otros, diríamos coincidiendo con la aproximación sartreana que Leal, magnífico prologuista, señala para las obras de Piñera.
 
La sociedad desata en el hombre sus peores instintos, despierta sus inclinaciones más crueles. Puede que el socialismo conlleve ciertas mejoras y ventajas, pero no es esencialmente distinto a cualquier otro sistema social.
 
En el mundo literario de Piñera, al principio, hay lucha; a veces, hay resignación, una resignación que toma la forma del suicidio; la mayor parte de las veces, asistimos, también, a una adaptación conflictiva a las estructuras que perfilan y constituyen el mundo de los hombres; pero lo que no hay, a mi juicio, es esperanza, solución o salida. Ésta parece ser la amarga lección que el dramaturgo desea transmitir en sus obras.
 
Todo parece indicar, en consecuencia, que con Piñera estamos ante un autor cuya evolución intelectual es notoria, pero siempre coherente. Si al principio se situó en esa línea de dramaturgos que intentan combatir las instituciones sociales y políticas (Electra Garrigó, El no), en la medida en que su producción teatral se desarrolle irá abandonando esta pretensión tan lorquiana para reconducir a sus personajes hacia la adaptación social y la inserción estatal (Una caja de zapatos vacía). Ahora bien, deseo insistir en la idea de que tal evolución no implica un cambio de perspectiva en su concepción de la realidad socio-política, simplemente es un giro realista que no responde, por la brutalidad que la socialización representa en la producción de Piñera, a los ideales del dramaturgo. Piñera se niega a condenar a sus protagonistas a un deber ser irrealizable. No deja que sus personajes se enfrasquen de nuevo en una lucha absurda: la sociedad y la organización estatal son realidades demasiado fuertes como para pretender enfrentarse a ellas. Él usará su teatro para mostrarnos verdades crudas acerca de nuestra existencia grupal. El teatro de Piñera ha de ser la caja de zapatos vacía del espectador, el mecanismo que le haga reflexionar y darse cuenta. Su teatro sirve a la configuración de nuestra autoconciencia en tanto que seres sociales. Esto nos lleva a la conclusión de tener que negar para el dramaturgo cubano una orientación política de naturaleza marxista o social puramente acrítica y coincidente con lo representado en Cuba por el castrismo. Sus planteamientos encajarían mejor con un revisionismo o negación de la dialéctica marxiana, sosteniendo la total imposibilidad de resolución de los conflictos, lo que le acerca a Adorno, antes que a Marx. La sociedad, la política, constituyen el eje problemático en torno al cual giran las vidas de los personajes de Piñera. Es cierto que no pretende la disolución del ámbito socio-político, por lo que sus obras no caen en el idealismo, pero no se observa ningún indicio de esperanza de naturaleza legal, estatal o jurídica. La política sería, para Piñera, un mal necesario e ineludible en el que sólo cabe articular la crueldad y la violencia de forma más o menos mayoritaria y con el beneplácito de una colectividad más o menos amplia según los sistemas vigentes. En pocas palabras, la crueldad que aprenden Carlos y Berta en una caja de zapatos vacía goza del respaldo del coro, la de Angelito, no, pero esto, al fin y al cabo, no deja de ser una cuestión de número. De hecho, Carlos no manifiesta en ningún momento su deseo de cambiar el sistema de poder vigente para hacer triunfar ideales de justicia e igualitarios. Sólo pretende hacerse con el poder, aprender los mecanismos para ser él el matón y dejar de ser el débil. Si la vida es depredación, lo mejor es aprender cuanto antes las técnicas que nos permita
n situarnos sobre los demás. La mayoría puede ser un criterio de justicia, pero la justicia sigue siendo un ideal inalcanzable, al igual que la libertad.
 
Piñera, al igual que Lorca, apuntaría, en sus comienzos, a una concepción de la libertad en términos de autonomía, exclusivamente, ya que sus personajes pretenden realizar sus proyectos frente a cualquier imposición de naturaleza social o familiar. Es un concepto de libertad que conduce directamente a la frustración y a la resignación, ya que no hay escapatoria posible. Al igual que en el primer Sartre, la sociedad y la familia aparecen considerados como elementos de alienación. ¿Llegó alguna vez Piñera a superar este esquema individualista e idealista? Sí. Mientras que Lorca se instalará en el Romanticismo, Piñera deseará superarlo y lo hará. El no supone un punto de inflexión en la producción del dramaturgo, ya que constata el final inexorable de todo individuo que decida enfrentarse al sistema social y familiar: el acoso perpetuo de los otros y el suicidio como única escapatoria. En obras posteriores, Piñera orientará a sus personajes hacia la adaptación a la vida social, ahora bien, esta adaptación supone una especie de muerte. Carlos debe matar a su yo anterior para empezar a aceptarse como organismo corpóreo que ha de desenvolverse en un sistema social. ¿Acaso se produjo en Piñera la misma evolución que en Sartre? ¿Acaso las circunstancias alienantes se convierten, al final, en el medio en el que hacer triunfar la libertad? ¿Acaso ahora ha encontrado la forma de materializar la libertad en el juego de inserción del individuo en la sociedad? No lo creo. La adaptación a la sociedad no supone la materialización de la libertad, sino su muerte definitiva. Como no podemos ser libres, debemos ser sociales. En este sentido, los héroes de la libertad en Piñera son Emilia y Vicente que, de acuerdo con la más estricta tradición del romanticismo, mueren intentando hacerla valer. En el caso de Electra, por último, estamos ante un caso especial de su producción, ya que en esta obra asistimos al triunfo del nihilismo. Electra logra triunfar sobre la familia y logra quedarse sola en su mundo sin dioses. Ella es su única ley y su única dueña, pero en el mundo de Electra no hay nada. De nada sirve ser un superhombre en un mundo donde no queda nadie más. El superhombre lo es por referencia al resto de los hombres, desaparecidos éstos, su misma existencia deja de tener sentido. El nihilismo, el individualismo, consecuentemente, tampoco son una salida en la Electra de Piñera. Digamos que en su universo conceptual existen dos polos absolutamente opuestos y radicalmente iguales en cuanto a su precariedad: la libertad absoluta de un hombre autónomo y solo, y la anulación absoluta del hombre en aras de la colectividad y de la sociedad. Piñera optó por la última porque, al menos, es real. Lo social se convierte en la única realidad posible y concebible, y es una realidad defectuosa que coarta al hombre, que lo anula, que lo convierte en una máquina de depredación, pero no existe ninguna alternativa. Nunca hay ni habrá salida. El nihilismo no deja de ser una enfermedad infantil, un imposible, un sueño nefasto que pueden llegar a concebir algunos hombres ante la precariedad de la existencia. Ningún hombre puede existir autónomamente y dotarse de valores a sí mismo. La sociedad es la única opción, pero es una opción precaria, una salida falsa, una realidad inderogable y penosa de la que no se puede escapar mientras nos quede vida. La síntesis nunca se logra y la negación, como ya indicó Leal en su magnífico prólogo, es lo único que permanece inalterable y constante a lo largo de toda la producción de Piñera: negación del individuo en sociedad (Una caja de zapatos vacía); negación de la sociedad para afirmar a un hombre absurdo e imposible en un mundo sin sentido e inexistente fuera de la escena trágica (Electra Garrigó); o, por último, negación de la vida ante la imposibilidad de conjugar existencia y libertad (El no). En las tragedias de Piñera, sólo la moral y el derecho quedan en pie, la ética resulta siempre aniquilada por el grupo y la sociedad se concibe como la maquinaria anti-ética por excelencia. La victoria de la ética exige la premisa del solipsismo.
 
Carta a GombrowiczHe aquí las tesis que, a mi juicio, transmiten los textos teatrales de Piñera. No cabe visión más radicalmente trágica de la política y del hombre como ser social. Nada adquiere una dimensión positiva en las obras analizadas: ni la sexualidad (que en sus obras se convierte en expresión de agresión y tortura), ni el afecto (que toma la forma de una auténtica dictadura), ni la familia, ni la política, ni la ley, ni las revoluciones, por mucho que cuenten con el apoyo del coro. Ni siquiera el amor, ese extraño amor, que une a Emilia y a Vicente, es algo claramente positivo, ya que toma la forma de una obstinación que arrasa todo lo que existe alrededor de los amantes, incluso los destruye a ellos mismos poco a poco, degradándolos físicamente cada vez más. Todo tiene un precio elevadísimo en la visión del mundo que nos expone Piñera en su teatro. La relación de Vicente y Emilia (El no) es una relación cancerígena, basada en la negación. Su negación última será su muerte, pero la muerte nunca supone una victoria, sino la evasión definitiva de una realidad que ya no se puede controlar ni soportar. La negación es un cáncer que lo corroe todo y para el que no existe tratamiento posible. El teatro de Piñera no podría ser, pues, más “cancerígeno”: la sociedad representa, simplemente, el estado de metástasis en el que la negación se ha extendido a cada uno de los individuos que la conforman.
 
 

 

 

Fernando Fonseca

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4 de enero. Albert Camus le gritó a su amigo Michel Gallimard: 
      —¡Endereza!… ¡Endereza!… ¡Ende…! 
Allí había un árbol, indiferente y asesino. Que nada se interponga en vuestro camino.

Fernando Fonseca

 

José Luis Espina

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En lo personal necesitaba esa toma de contacto. En lo literario fue una manera de acercarme a otro paisaje de Asturias que desconocía, que me ayudó y ofreció nuevos estímulos para seguir escribiendo.

Sé que la literatura es un acto individual; para mí un constante ejercicio de exploración y desdoblamiento. Pero sentir la cercanía de otros que palpitan con ritmos parecidos ayuda a encontrarle sentido a algunas cosas.

Llegué y fui uno más. Gracias por ello a la AEA y enhorabuena por el esfuerzo de abrir y mantener activa la Web, una ventana al mundo desde la que poder dar vuelo a las palabras.

 

José Luis Espina

 

Foto: del autor.

 

Presentación de Parque de ídolos

 

Presentación del poemario: “Parque de Ídolos” (Editorial Difácil) de Rubén Rodríguez.
http://www.difacil.com/
http://rufianrodriguez.blogspot.com/
Actuación musical del grupo: Tenedor y miedo. http://www.myspace.com/tenedorymiedo
Lugar: Bar Los diablos azules. C/ Apodaca, 6. 28004, Madrid.
Día: 4 de febrero (jueves) de 2010. Hora: 21:00 horas.

 

Lisboa mágica, de Ángel Crespo. Por Ángel García Prieto (01/02/2010).

Crespo, Ángel,
Lisboa mágica,
Barcelona, Bruguera, 2009.
197 páginas.
17 euros.
 

Ángel Crespo (Ciudad Real, 1926 – Barcelona, 1995), doctor en Filología, fue poeta, ensayista, traductor y crítico de arte. Colaboró en muchas revistas de literatura y arte; viajó y fue profesor en universidades de Puerto Rico, Washington, Leiden y Venecia. Recibió numerosos premios literarios, entre los que destaca el Nacional de Traducción del 1993. Tiene publicados varios libros de poesía y ensayo. 

La Lisboa mágica que aparece ahora es una edición revisada por Pilar Gómez Bedate, aunque en 1985 ya había publicado un ensayo titulado Lisboa en Ed. Destino. En esta Lisboa mágica se aprecia el buen conocimiento de la ciudad del Tajo y de la cultura portuguesa, su mirada cariñosa y la búsqueda del alma lusa también en los mitos, símbolos, misterios y leyendas, en lo “esotérico” – lo oculto, lo reservado sólo a iniciados – de esa realidad que muchas veces sólo se percibe a través del plano “exotérico” – común, de fácil acceso. 

Después de explicar y reflexionar sobre el carácter lisboeta y sobre los factores que lo conforman, trata de comprender la especial y esperanzada nostalgia portuguesa, la saudade; adentrarse en el sebastianismo, el mito del ansiado regreso del rey Don Sebastián, que desapareció en la catastrófica derrota de los portugueses en tierras marroquíes, en la batalla de Alcazarquivir de 1578; al que siempre esperan como salvador ante los problemas y dificultades que la historia ha deparado a Portugal. Ángel Crespo estudia también el origen de la ciudad y del nombre de Lisboa, para presentar luego una panorámica histórica breve a través de sus monarcas, y acabar con una visita guiada por la ciudad.  

Siempre con un acercamiento entrañable, con la mirada cariñosa, con poesía y calor, el autor usa la indulgencia y la comprensión ante los hechos negativos y la medida elegancia – como la que ha explicado que caracteriza a los lisboetas, los alfacinhas – ante las virtudes, logros y conquistas portuguesas. Un libro ameno, de ligera erudición, muy enriquecedor sobre todo para aquellos que ya están introducidos en la cultura y el conocimiento del país luso. Un libro que sirve para aumentar aún más la admiración que despierta la bella y acogedora capital de Portugal.