No hay país para tanto teatro, de Saúl Fernández

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Por Saúl Fernández

Falta país para tanto teatro. Y como falta, lo que queda es el peligro de existir. El teatro profesional en Asturias, en este momento, lo que produce son artistas del hambre, esos que salen en el cuento de Franz Kafka: “El empresario había fijado cuarenta días como el plazo máximo de ayuno, más allá del cual no le permitía ayunar ni siquiera en las capitales de primer orden. Y no dejaba de tener sus buenas razones para ello. Según le había enseñado su experiencia, durante cuarenta días, valiéndose de toda suerte de anuncios que fueran concentrando el interés, podía quizá aguijonearse progresivamente la curiosidad de un pueblo; mas pasado este plazo, el público se negaba a visitarle, disminuía el crédito de que gozaba el artista del hambre”.

Una pena.

El negocio del teatro en España guarda ciertas semejanzas al de la siderurgia en Asturias: una empresa principal y una constelación de auxiliares que proveen de servicios al gran cliente con las condiciones, obviamente, que marca ese gran cliente. Este gran cliente del teatro profesional son las administraciones públicas: ningún empresario privado fuera de Madrid, de Barcelona y de Valencia -mayormente- compra espectáculos para llenar sus teatros porque los teatros fuera de Madrid, de Barcelona y de Valencia son propiedad de ayuntamientos, diputaciones o autonomías.

Lo particular de Asturias es que ese cliente público es, principalmente, municipal. Llama la atención que fueron 48 los concejos que pidieron participar en la convocatoria del primer semestre de este 2023 de lo que hoy se llama “Asturies, Cultura en Rede” y antes se llamó Circuito de Teatro. El Principado es propietario, sí, del teatro de La Laboral, pero ya está. Todos los demás espacios escénicos son de los ayuntamientos -y no todos lo tienen-. Esto es así porque fueron municipios los que salvaron los escenarios cuando a comienzos de los años ochenta llegó el cambio de paradigma: el cierre de los cines de barrio, la clausura de los teatros privados… Sin la administración pública en acción, lo que hubiera terminado habiendo serían pisos.

Esta verdad tan evidente se lleva su contraparte: si el teatro es público, el programador -el que lo tiene que llenar de actividad- también tendrá que serlo. La producción propia de los ayuntamientos asturianos brilla por su ausencia de tal modo que cuando esta se produce, las portadas de los periódicos lo anuncian como un triunfo de Aitana Bonmatí.

Y aquí viene lo de la constelación de empresas proveedoras de servicios artísticos: 76 compañías de teatro, productoras o distribuidoras ofrecen sus espectáculos para ser incluidos en el catálogo semestral de “Asturies, Cultura en Rede”.  El Principado atiende (y abona) las solicitudes que llegan de los municipios, pero lo hace en función de unas prerrogativas que están marcadas en las bases reguladoras, o sea, paga si el 20 por ciento de los espectáculos que se contratan son proyectos de danza o circo; si existe una proporcionalidad en la contratación de espectáculos de gran y pequeño formato. La última condición se refiere a la lengua de la producción: el 20 por ciento de los espectáculos que se contraten tendrán que ser en asturiano o en gallego asturiano.

Como el Principado paga, las cosas se hacen como el Principado decide.

Este pasado 16 de noviembre, ya digo, se reunió la Comisión de Valoración de la convocatoria para la selección de espectáculos de las diferentes disciplinas de artes escénicas realizados o propuestos por compañías profesionales, productoras y distribuidoras asturianas para el primer semestre del año que viene. Los datos son espectaculares: “Han concurrido un total de 73 profesionales o empresas con 258 proyectos, de los que 220 habían sido valorados en una edición anterior”.

No hay país para tanto teatro.

Sería prudente analizar ese campo intransitable de amor profesional por las artes escénicas (cuántas compañías realmente están activas, cuántos de los espectáculos ofertados existen o sólo están planteados en cuatro trazos esperando a que el programador llame por teléfono y señale una fecha). La realidad y el deseo de la realidad no siempre se encaminan por la misma vereda

Así que el teatro profesional en Asturias está al albur de lo que indique el cliente que reclama un espectáculo y ese cliente -el programador- en buena parte de las ocasiones trabaja para que se ocupen las fechas libres de su calendario de actividades con el menor costo posible. Y así los espectáculos infantiles lo petan. Es más fácil vender un cuentacuentos que una versión asturiana de “La tempestad”.

La demanda, como siempre, organiza la oferta de tal modo que muchos de esos 258 espectáculos ofertados (treinta más que en la convocatoria anterior, el nivel de producción asturiano es supersónico) brillan tan poco que los espectadores que los buscan lo tienen difícil para contribuir a su crecimiento. La cordillera Cantábrica, que ya tiene túnel variante, ha servido como muralla de Jon Snow para dar salida a los productos del espectáculo hechos por asturianos y, sin embargo, ha sido un puente de plata (borrosa) para producciones independientes cocinadas en cualquiera de las submesetas castellanas.

E, insisto, eso es una lástima.

El futuro debería comenzar a andar con una toma de conciencia del cliente único del teatro privado: elevar su demanda. El teatro profesional asturiano es capaz de componer espectáculos de doble salto mortal y tirabuzón (lo ha hecho muchas veces). La idea es que esta sea la segunda toma de conciencia. Las dos partes principales así, aliadas, tienen que llevar el público a los espacios escénicos. El trabajo que queda es largo y tan frondoso como una selva en Indochina. Vuelvo otra vez al “Artista del hambre”: “Podía ayunar cuanto quisiera, y así lo hacía. Pero nada podía ya salvarle; la gente pasaba por su lado sin verle. ¿Y si intentara explicarle a alguien el arte del ayuno? A quien no lo siente, no es posible hacérselo comprender”. Ya digo: hace falta mucho más país del que tenemos para que el teatro deje de ser un arte del hambre.

El autor con otros ponentes

Ponencia leída en Las XXIII Jornadas Literarias de Pravia, noviembre del 2023, con el título EL TEATRO EN ASTURIAS

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