De dioses y hombres: El misterio de la fe. Por José Havel (14/01/2011).

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El asunto causó un enorme revuelo en su momento. La noche del 26 al 27 de marzo de 1996, siete monjes cistercienses franceses del monasterio de Tibéhirine, a unos sesenta kilómetros de Argel, en el Atlas, cerca de Blida, fueron secuestrados y asesinados en misteriosas condiciones, después de que un grupo de fundamentalistas islámicos ejecutara a un equipo de trabajadores extranjeros y el pánico se apoderase de la región. De los monjes católicos, que decidieron quedarse tras rechazar la protección de las fuerzas armadas argelinas, no se encontró más que sus cabezas algunos días más tarde. Oficialmente atribuidas al GIA (Grupo Islámico Armado), tan trágicas muertes nunca fueron verdaderamente aclaradas. Son varias las hipótesis que aún hoy se barajan, de entre las cuales una de ellas apunta a un error del ejército argelino.

De dioses y hombres (Des hommes et des dieux, 2010), quinto largometraje de Xavier Beauvois y Gran Premio del Jurado en Cannes, se inspira libremente en este drama que en su día suscitó una gran conmoción y que continúa planteando numerosas interrogantes. Como, por ejemplo, por qué los monjes cristianos, sabiéndose amenazados, no regresaron a Francia, a pesar de la insistencia de los gobiernos francés y argelino; o cuáles eran sus relaciones con los terroristas y con el ejército de Argelia.

Ocho años después de que el ejecutivo de Jacques Chirac diese enseguida por buena la versión oficial argelina (el GIA como único culpable del secuestro y de la degollación de los inocentes), que jamás convenció a los familiares de los mártires cistercienses, en 2004, a instancias de las familias, el Estado francés aceptó una posible revisión del caso.

Todavía en 2009 un general jubilado, antiguo consejero militar en Argel durante los hechos, confesó ante un juez instructor que, en realidad, los autores de los asesinatos no fueron los terroristas islámicos, si no el ejército regular argelino. Al general jubilado François Buchwalter, agregado militar en la embajada francesa en Argel cuando sucedió la matanza, y compañero de estudios de un general argelino que le dio la versión ocultada como alto secreto en Francia y Argelia, afirmó que helicópteros del Ejército del país magrebí sobrevolaron el monasterio y creyeron atacar a un grupo armado islamista. Argel ha sostenido siempre que los monjes habían sido degollados por los extremistas. Pero la única verdad es que sus cadáveres no aparecieron nunca: “habían sido acribillados a tiros por militares argelinos”, dijo Buchwalter a partir de la información de primera mano de su confidente. Ante la indignación de Argelia, Nicolas Sarkozy prometió levantar el Secret Défense (Secreto de Estado) para que la Justicia pueda llegar hasta el final del asunto.

Con De dioses y hombres Xavier Beauvois constata el elogiable giro artístico emprendido hace cinco años con Le Petit Lieutenant (2005). La fibra militante, sincera pero no bien calibrada del todo, de sus primeras obras (Nord, 1991; N’oublie pas que tu vas mourir, 1995; Selon Matthieu, 2000) se ha difuminado en favor de un cine liberado de apriorísticos lastres de guión. Lo más cerca posible de sus personajes, en su última creación sondea el conflicto moral, político y religioso de una comunidad atormentada por la duda y serenada por la fe, sin proselitismo ni militantismo. La militancia, suerte de marca de fábrica del realizador, está presente, sí, aunque más en segundo plano, como elemento intrínseco de la narración, y no como un manifiesto en sí mima. Igual que en Le Petit Lieutenant, el discurso ideológico no se agita cual estandarte, sino que se desprende de las elecciones, modos de vida y acciones de los personajes. Desde este modus operandi Beauvois aporta algunas pistas de reflexión que pueden sostener el debate en torno a la cuestión, sin ninguna manera hacer de ellas la médula espinal de su filme.

El discurso fílmico atiende a una puesta en escena sosegada, despojada de florituras, de ritmo premioso, que se demora en torno a los numerosos ritos religiosos que jalonan la cotidianidad de los monjes, así como alrededor de las tareas que desempeñan en pro de los habitantes de la región, terroristas islamistas incluidos, a los que también prestan cuidados humanitarios cuando acuden a ellos heridos. Médicos, agricultores, escribanos públicos e incluso confidentes, los miembros de la pequeña comunidad cisterciense de Tibéhirine están totalmente integrados, dispensando ayuda material y espiritual, en un lugar de cultura (musulmana) sumamente extraña a la suya, donde se les considera como hermanos protectores por parte de todos sus habitantes.

Hay quienes, como Michèle Debidour, enseñante de cine y espiritualidad en la Universidad Católica de Lyon, han tildado a De dioses y hombres de thriller espiritual. Lo cierto es que la película discurre sobre la doble modulación de la incertidumbre metafísica y el filme de género, con sus ecos de western y cine de aventuras, relativos a guarniciones y fuertes asediados. En este su largometraje más inspirado Xavier Beauvois desgrana grandes momentos cinematográficos, como la confrontación por montaje entre el agresivo estrépito exterior de un helicóptero y la comunitaria calma interior de las oraciones religiosas, o la disolución visual de los monjes entre la nieve y la niebla. No obstante, la más destacable escena de este estupendo largometraje es la correspondiente a la última cena, pasaje de una belleza casi sofocante: listos para morir en comunión de espíritu, los monjes reparten el pan y el vino al compás de El lago de los cisnes, con rostros extáticos, conscientes dentro de la alegría de la fe –pese al miedo− de su peligroso destino, fieles hasta el fin a la idea que tienen de sí mismos y que da sentido a su existencia.

Más allá de la tragedia, el firmante de De dioses y hombres reflexiona acerca del misterio de la fe y el sacrifico de esos religiosos enfrentados al terrorismo, a la muerte y a una elección crucial: abandonar su misión, dejar el lugar donde viven en armonía con la población musulmana, o permanecer allí y afrontar el martirio. Los monjes cistercienses franceses
decidieron quedarse. Nada de grandilocuencia, nada de lágrimas; sí una emoción intensa, que se apodera de nosotros −y no nos abandona− a lo largo de esta obra silenciosa, serena y límpida como una plegaria. L
os silencios, en la obra de Beauvois, son auténticos modelos de puesta en escena, un aspecto de su cine que ya había alcanzado la perfección en el emocionante plano último de Le Petit Lieutenant. Pocos cineastas franceses  saben clausurar tan bien sus películas como Xavier Beauvois. 

 
 
DE DIOSES Y HOMBRES (Des hommes et des dieux). Francia, 2010. Dirección: Xavier Beauvois. Producción: Martine Cassinelli y Frantz Richard. Guión: Xavier Beauvois y Etienne Comar. Fotografía: Caroline Champetier. Montaje: Marie-Julie Maille. Diseño de producción: Michel Barthelemy. Sonido: Jean-Jacques Ferran y Éric Bonnard. Vestuario: Marielle Robaut. Interpretación: Lambert Wilson (Christian), Michael Lonsdale (Luc), Olivier Rabourdin (Christophe), Jacques Herlin (Amédée), Philippe Laudenbach (Célestin), Xavier Maly (Michel), Loïc Pichon (Jean-Pierre)… Duración: 120 minutos.

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