Con Jorge Ordaz

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  LITERARIAS entrevista a Jorge Ordaz con motivo de su reciente publicación de la novela Memorias de un magnetizador

Después del último y reciente libro LA MARIPOSA EN EL MAPA, que puede considerarse una reflexión ensayística, sacas a la luz una novela. ¿A qué se debe este cambio? ¿En qué género te sientes más a gusto?

Básicamente me considero un narrador. Empecé escribiendo relatos cortos. Más tarde, a mediados de los años ochenta, pasé a la novela con Prima donna. Desde entonces he escrito siete novelas. Mi incursión en el ensayo es más reciente, y representa un inciso, una especie de descanso en el camino narrativo. La mariposa en el mapa es una obra ensayística, pero en rigor no puede hablarse de ensayo académico o convencional. Se trata de una obra un tanto híbrida, básicamente de no ficción, pero con elementos autobiográficos e incluso de ficción.

 -En tu narrativa aparecen lugares periféricos en la zona de influencia española, antes era Filipinas, ahora Puerto Rico. ¿Tienen alguna explicación estas ubicaciones?

Siempre me han interesado las antiguas colonias españolas, sobre todo Filipinas. He escrito tres novelas ambientadas en Filipinas en el siglo XIX. Creo que desde el punto de vista literario las colonias españolas ofrecen un marco histórico y unos escenarios exóticos que no han sido suficientemente aprovechados por los autores españoles desde el punto de vista de la ficción. Al menos hasta tiempos recientes. De mi curiosidad por estas literaturas periféricas se puede decir que nace mi interés por situar una parte de mis novelas en dichos escenarios. En el caso de Memorias de un magnetizador uno de los escenarios geográficos por el que discurre la trama es la caribeña Borinquen. 

 

 

Ciencia y superstición están presentes en MEMORIAS DE UN MAGNETIZADOR, una novela ambientada en el siglo XIX. ¿Ha cambiado algo en nuestro tiempo?

Reconozco que siento cierta debilidad por las llamadas fronteras de la ciencia, este tipo de conocimientos y especialidades en los aledaños o extrarradio de la ciencia estricta, es decir, la experimental y racional. El magnetismo animal y la frenología, son las dos facetas que practica Dimas Pons, el protagonista de la novela. Ambas tuvieron su momento de esplendor en la primera mitad del siglo XIX, y hubo gente que las consideró un avance científico, mientras que otros las tildaron de mera superchería. Tanto una como otra acabaron desapareciendo o, mejor dicho, transformándose en lo que luego sería el hipnotismo y la neurología. Creo que a algunas de las teorías e hipótesis actuales les pasará lo mismo. ¿Cuándo dejó paso la alquimia a la química? ¿En qué momento la astrología se convirtió en astronomía? La historia de la ciencia tiene muchos ramales y callejones sin salida. Una cosa sí ha cambiado: hoy en día tenemos muchos más medios para discernir lo que es ciencia de lo que no lo es.

 

Algunos episodios de la novela ocurren en funciones de ópera o teatro. ¿Se puede considerar una novela con estructura teatral?  

Yo no la calificaría de esta manera, aunque es evidente que hay un par escenas que transcurren en teatros y varias citas extraídas de obras dramáticas. Además, al protagonista de la novela le gusta el teatro y su mentor en París, Monsieur Domergue, es un dramaturgo aficionado que no conoce el triunfo. Mi idea era aprovechar algunos recursos técnicos propios de los dramas decimonónicos, así como determinadas actitudes y situaciones de carácter folletinesco, propios de la época. Siempre, eso sí, bajo un prisma irónico, incluso paródico, y con sentido del humor. Otra cosa es que la novela posea una estructura teatral, no pretendida de antemano. En este sentido Memorias de un magnetizador puede verse como una pieza en tres actos (Barcelona, París y Baltimore), con un prólogo y un epílogo en Puerto Rico.      

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