Prólogo, de Borja Fernández. Por Víctor González-Quevedo. 16/05/2013.

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Destello de amores de pureza juvenil 

Prólogo, de Borja Fernández
(Seleer, 2012)

Por Víctor González-Quevedo

 

Debo decir que no acostumbro a leer los trabajos de autores demasiado jóvenes. A menudo me parece que la gema está aún por pulir –opinión o tal vez juicio previo meramente personal y totalmente rebatible-. Sin embargo, esta obra, titulada Prólogo y escrita por un jovencísimo autor asturiano, Borja Fernández, me ha resultado encomiable de principio a fin. Esta piedra preciosa y filosofal, que su autor sin duda posee, proyecta el brillo o destello de amores de pureza juvenil, sobre todo al comienzo, en curioso –o quizás no tanto- maridaje con su contraparte, que es la muerte, y que en una suerte de estructura circular va despuntándose a lo largo del libro. Prólogo constituye más que un comienzo, es una expresividad realmente depurada y a la vez fresca, una obra contrastiva de los estados de conciencia y sentimiento que puede experimentar un ser humano. Para ello, Borja Fernández se sirve de la alternancia entre poemas y relatos, y aunque lo cantado y lo narrado adoptan diversas formas, hay una coherencia fundamental en la obra. ¿Por qué? Porque en ella se canta y se relatan los temas primordiales de la humanidad: el amor o su carencia, la muerte, el dolor, incluso la locura es abordada por el autor.

A modo de ejemplo, en “Testigo reflejo” hay indicios de una sutil penetración psicológica, en una sucesión de instantes inmortalizados en secuencia. “Peces de aguas claras” es un panegírico tan bello como doloroso del alcohol y la caricia, aquello que encandila al hombre. “El loco que quería volar”, por su parte, recupera al mejor Brecht pero magníficamente reformulado y muy hábilmente insinuado, un relato tan existencial como simbólico, con una sombra oscura pero liberadora acechando como cortinaje de fondo. Hay más relatos de interés, como por ejemplo “Aléjate del sillón”, donde el onirismo y el dolor, el sueño y la realidad desembocan en un punto de terrible inflexión al entremezclarse. “Ündan y Ümbrigan” trata el tema de la deidad oculta, en un relato opresivo digno de un Lovecraft.

Esto, en cuanto se refiere a los relatos del libro. En lo tocante a los poemas, apenas sin excepción muestran una línea clara y sencilla, aunque no necesariamente simple. Canciones dedicadas al amor y a la muerte —ora a su ensalzamiento, ora a su desmitificación, como en “Estrofa II”— se intercalan entre los relatos. “Canto a la muerte”, por ejemplo, evidencia atisbos de maestría partiendo de mimbres clásicos, sin resultar manido. Y es que, junto a una aparente –sólo aparente— ingenuidad de los poemas, coexiste una cara oculta con potencial de profundidad.

Como rasgos primordiales del estilo de este autor cabría mencionar la estructura iterativa de las expresiones en algunas de las piezas, francamente conseguida en mi opinión, así como una tendencia a introducir rimas narrativas que en absoluto suenan forzadas o impostadas, sino de manera natural y nunca cayendo en el ripio.

En definitiva, una obra de contrastes, por tanto una obra muy humana acerca de lo propiamente humano pero que no desdeña la indagación metafísica e incluso sobrenatural. Y todo ello con una calidad inusual en un autor de su juventud, que demuestra buenas lecturas y mejor talento y maneras. El libro, si les interesa, está publicado tanto en formato papel como electrónico en la editorial Seleer.

 

 

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