Entrevista a Ignacio Ferrando, El Comercio, 12 Junio de 2006

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IGNACIO FERRANDO. ESCRITOR Y PROFESOR DE LA ESCUELA DE ESCRITORES DE MADRID

Nació en Trubia, en 1972, después de que su padre, militar de profesión, fuera destinado a la Fábrica de Armas de esta localidad.
Años después se trasladó con su familia a Zaragoza y Valencia hasta que, finalmente, decidió fijar su residencia en Madrid.
Es aparejador, pero la escritura siempre ha sido su verdadera vocación. En la actualidad, colabora en diversas revistas y es profesor de relato y escritura creativa en la madrileña Escuela de Escritores.
Por su narrativa breve ha recibido durante 2005 los premios Mario Vargas Llosa NH, Hucha de Oro y Fernández Lema, y ha sido finalista del Max Aub.
Acaba de ser galardonado con el XVI Premio Tiflos por el libro de relatos ‘Ceremonias de interior’ (Editorial Castalia).

«No existe una receta magistral para ganar premios; depende, en parte, de la disciplina»

Acaba de ser distinguido con el Tiflos de Relatos por ‘Ceremonias de interior’ Sus cuentos han recibido ya el aplauso de los jurados más prestigiosos

por RUBÉN ESPINIELLA

El asturiano Ignacio Ferrando es, pese a su juventud, una de las voces «más personales y comprometidas de la nueva narrativa contemporánea». Profesor de relato y escritura creativa en la Escuela de Escritores de Madrid, un centro al que también se puede acceder a través de internet, vuelve a irrumpir con fuerza en el panorama literario nacional. Tras el éxito obtenido en 2003 con ‘Historias de la mediocridad’, acaba de publicar ‘Ceremonias de interior’, un libro de relatos distinguido con el XVI Premio Tiflos. El jurado que concedió el galardón, formado por José Manuel Caballero Bonald, Ana Rossetti y Juan Manuel de Prada, definió la obra Ferrando como «un susurro que transcurre muy cerca del subconsciente del lector, que le atrapa sin remisión y que le hunde en las vísceras de la trama para no soltarle hasta el final».

-¿Qué cree que es más importante: la distinción o el hecho de que el libro se publique y tenga una mayor difusión?

-Puede que suene grotesco, pero me presenté al premio precisamente porque incluía la publicación de la obra. Lo comenté con la Editorial Castalia cuando me entregaron el galardón y la verdad es que les hizo bastante gracia. Había ganado varios premios -algunos de ellos de cierto prestigio-, pero, ¿qué ocurría? Que los cuentos se quedaban en el cajón. Desde luego, para mí, es mucho más importante la publicación que el premio en sí. Es la única forma de salir del círculo restringido de lectores que uno tiene cuando se es novel.

-Buena parte de los relatos incluidos en el libro han sido previamente galardonados a título individual en otros concursos. ¿Garantiza esto el éxito de la publicación?

-No creo que sea una garantía, aunque, evidentemente, el reconocimiento de otros jurados siempre ayuda un poco. Lo que sí te puedo asegurar es que ha despertado curiosidad en mucha gente. Son doce relatos unidos por un caudal narrativo íntimo y sensual.

-¿Por qué eligió el título de ‘Ceremonias de interior’?

-Está basado en una cita de Julio Cortázar y habla de ese momento íntimo, proclive a establecer «ceremonias de interior», que se produce cuando uno está en casa y llueve afuera. Yo quise hacer un poco lo mismo, es decir, transportar al lector al interior del relato y establecer con él una especie de ceremonia.

-El libro empieza con ‘Yardbird’. ¿Qué supuso para usted que este relato fuera dramatizado por el actor José Sacristán y el músico Ricardo Ruiz?

-Fue una experiencia increíble. Los escritores no solemos tener el privilegio de ver representadas las fantasías que trasladamos al papel. Con ‘Yardbird’ gané en 2005 el primer premio del concurso que convoca la Fundación de Cajas de Ahorros y el día de la entrega me sorprendieron con esa dramatización. Mientras Sacristán leía el relato -es la historia de un aspirante a saxofonista que en sus ratos libres modela a la Venus de Milo-, Ruiz hacía sonar el saxo simulando, incluso, la incapacidad del protagonista para obtener la nota deseada. Consiguieron darle una magia muy especial, la gestualidad que reclamaban los personajes que representaban.

-La mayoría de sus relatos son historias de perdedores o, cuando menos, tramas cargadas de pesimismo. ¿Hay alguna razón especial?

-No hablan de perdedores, sino de fracasados. Tanto es así que, en un principio, pensé titularlos ‘Los matices del fracaso’. El fracaso, entendido socialmente, admite múltiples matizaciones. Alguien que se supone que obtiene el ‘éxito’ (así, entre comillas) puede ser un fracasado, y viceversa.

-Pero coincidirá conmigo en que el pesimismo se cuela -consciente o inconsciente- en sus obras. Su anterior libro de relatos lo tituló ‘Historias de la mediocridad’…

-Puede que den esa impresión, pero no fueron concebidas de esa manera. Quizá me traicione el subconsciente, pero lo que intento es contar historias inspiradas en la realidad.

El salto a la novela

-Lleva ya varios años escribiendo relatos y, aparte de recibir premios, muchos de sus cuentos han sido incluidos en antologías. ¿No le tienta dar el salto a la novela?

-Sí. De hecho, ahora estoy trabajando en una que, si todo va bien, saldrá a finales de año.

-¿Puede adelantar algo de ella o es supersticioso?

-No, no lo soy. Cuenta la historia de una modelo que tuvo John William Waterhouse, un pintor prerrafaelista de finales del XVIII y principios del XIX. Todavía no tiene título. Bueno, tiene uno provisional, pero no voy a revelarlo porque aún no lo tengo claro.

-Usted es profesor de relato y escritura creativa en la Escuela de Escritores de Madrid. ¿Al igual que existe una técnica para narrar, hay otra para ganar premios?

-Pienso que no. Desde mi punto de vista, los premios son una consecuencia de la disciplina y del trabajo bien hecho. Si te los dan o no, no significa ni que escribas bien, ni tampoco que escribas mal. Influyen muchos otros factores, aunque no creo que exista una receta magistral. Tengo compañeros que escriben mejor que yo y, sin embargo, sus relatos no han sido reconocidos.

-El Latinoamérica siempre se ha rendido culto al cuento y los grandes escritores, por lo general, publican sus relatos cortos antes que sus grandes novelas. Sin embargo, aquí, en España, suele ocurrir al revés. ¿A qué cree que es debido?

-Es cierto. Hace tiempo, llevé este mismo libro de relatos a un editor y me dijo lo siguiente: «Escribe primero una novela y más adelante, si todo sale bien, te los publico». El cuento no tiene la misma aceptación aquí que en Latinoamérica o en el mundo anglosajón, donde existe una gran tradición en este sentido. Ahí están, sin ir más lejos, Borges o Cortázar.

Equilibrio literario

-Dada su condición de profesor, ¿usted qué cree, que el escritor nace o se hace?

-Hay un poco de todo. En mi opinión, el escritor está compuesto de dos partes: una técn
ica y otra que podríamos denominar espiritual. La primera se aprende, pero la segunda es propia de cada cual. Lo que hay que encontrar es el equilibrio entre ambas.

-¿Hay buen nivel en la Escuela de Escritores donde imparte clases?

-Hay quienes escriben muy bien y llevan camino de convertirse en escritores. A veces, es una cuestión de constancia, de cabezonería. Nosotros contamos con cursos presenciales y otros a distancia -a través de internet- en los que participan alumnos de países muy dispares. Por eso, los estilos son muy diferentes y el nivel bastante variopinto.

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