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Los niños de la Guerra Civil española en Dinamarca. Por Josefina Ceballos Herrero (02/12/2010).

 

Los niños de la Guerra Civil española en Dinamarca

Una parte desconocida del exilio republicano

Por Josefina Ceballos Herrero 

 

Desde pequeña sentí curiosidad por las cosas que mi madre contaba sobre su estancia en Dinamarca durante la guerra civil y la emoción y el cariño con que ella recordaba al pueblo danés. Hace cinco años me decidí a conocer un poco más sobre su historia. Escribí a la embajada danesa para saber si ellos podían proporcionarme algún tipo de información y me remitieron al “Museo del Obrero”, uno de los más importantes de Copenhague, donde se conserva gran parte de la historia de este grupo social desde los inicios de la revolución industrial. Envié un e-mail al museo solicitando información y me contestó la Sra. Dorte Hansen, agregada cultural del museo, que muy amablemente se ofreció a ayudarme, iniciándose así nuestra correspondencia. Entre la documentación que me envió se encontraba una lista de 122 niños y niñas en la que se encontraban el nombre de mi madre y mis tíos como parte del grupo que en 1937 había sido acogido en aquel país. Tras un año de correspondencia con la Sra. Dorte, que para entonces ya estaba muy implicada en mis investigaciones, mi madre y yo decidimos viajar a Dinamarca. El hecho de ir acompañada con un protagonista directo de aquellos hechos me facilitó mucho las cosas. A nuestro regreso tuve la oportunidad de publicar un artículo en el periódico El Comercio de Asturias  y fue así como contacté con varios de los supervivientes de aquella historia, que me ayudaron con sus recuerdos a esclarecer esta parte de la historia del exilio republicano. Comencé entonces a reconstruir la historia de estos niños desde su salida de Santander hasta su regreso a casa.

 

En agosto del 37, cuando la guerra civil española estaba en pleno auge, se creó “El Consejo Nacional para la infancia evacuada” con la intención de poner a salvo a los más pequeños; más tarde se creó “El Comité Internacional de Coordinación”, porque los niños estaban siendo repartidos por diferentes países. Estos organismos dependían del Ministerio de Instrucción Pública y los niños de entre 5 y 15 años podían ser inscritos en las oficinas de “Asistencia Social”, que se hallaban en la calle Hernán Cortés, nº9,entresuelo, antes llamada calle General Espartero, para enviar a los niños temporalmente a Francia.

El día 1 de Agosto de 1937, salió de la estación de Bilbao, situada en la Plaza de las Cachabas, un tren cargado de niños con el emblema de la cruz roja en el techo de cada vagón. Este convoy iba en dirección a Gijón (Asturias).  Desde Santander salieron niños vascos que se encontraban refugiados allí y, sobre todo, cántabros, que se unieron a un numeroso grupo de niños asturianos en el puerto del Musel en Gijón. Allí les esperaba un barco carbonero francés, llamado Ploubalanec, que los llevaría a Burdeos. Salieron de Gijón al atardecer, escoltados por dos barcos ingleses. Todos recuerdan el miedo que pasaron porque los buques nacionales el  “Almirante” y el “Cervera” les persiguieron en su salida; incluso recuerdan el sonido de las bombas que estos lanzaron a modo de amenaza. Llegaron al puerto de Pauillac, cerca de Burdeos, a media mañana del día 2. Después de darles algo de comer los llevaron en tren hasta Saint-Cloud, en Val d’Or, cerca de París, donde fueron alojados en una antigua fábrica de coches acondicionada para la ocasión, junto con miles de personas, entre niños y adultos. Allí fueron alimentados y vacunados. Tras mes y medio de estancia en Francia los niños fueron distribuidos a otros países. Al despertar la mañana del 21 de septiembre, cada niño tenía un cartel a los pies de la cama con el destino que les daban: Rusia o Dinamarca. Así se seleccionó el grupo de 122 niños entre vascos, cántabros y asturianos.

Durante nuestra visita a Dinamarca pude comprobar la implicación que el pueblo danés había tenido desde el inicio de la guerra civil en España. La opinión pública danesa conocía la terrible situación que se estaba viviendo en España gracias a la labor de la “Fundación Matteoti“, una de las primeras organizaciones creada en París para ayudar a los niños españoles, y más tarde se creó un comité en Dinamarca, “The Danish Nationalwide Collection for the help for distressed spanish women and children”, que se encargó de colectar y gestionar las ayudas enviando tanto ropa como comida para las mujeres y niños refugiados en las colonias españolas situadas en Cataluña.

» Los buques nacionales “Almirante” y “Cervera”
les persiguieron en su salida

En Julio de 1937, el encargado de negocios español en Dinamarca había pedido al Comité de ayuda danés que se hiciera cargo de alguna colonia de niños en su propio territorio, ya que la situación en Francia era insostenible. En respuesta a esta petición se creó el “Comité para la residencia de los niños españoles en Dinamarca”, y el Ministro de justicia dio su visto bueno para albergar de forma temporal un pequeño grupo de niños españoles. Uno de los personajes implicados en este comité fue el socialdemócrata Hans Hedtoft-Hansen, miembro del Parlamento y lider de la fundación Matteoti. El Comité se encargó de recoger fondos para el mantenimiento de los niños. La colecta de estos fondos comenzó de forma tradicional, pidiendo contribuciones a todo el pueblo danés. Por 50 coronas al mes podían apadrinar uno o varios niños. Esta opción fue muy bien acogida entre particulares, centros de trabajo, compañías y asociaciones de distinta índole. Las contribuciones de juguetes y ropa eran bien recibidas también. La campaña iniciada por el Comité tuvo un gran apoyo popular, incluso el Rey de Dinamarca y empresas como la Compañía cervecera Calsberg apadrinaron niños españoles.

Mi madre y yo tuvimos la oportunidad de comprobar que todos los periódicos de la época dedicaban una o varias columnas diarias a los distintos incidentes de la vida de los niños. Frases como “estos valientes pequeños refugiados” o “con sus grandes ojos marrones”, algo exótico en aquel país Nórdico, eran comunes en la prensa diaria.

Los niños, acompañados de algunos maestros y maestras españoles, fueron enviados en tren hasta Dunkerque. Allí fueron embarcados en el A.P. Bernsdorff hasta Esbjerg y, finalmente, Copenhague. El día 22 de septiembre llegó un primer grupo 14 niñas y 56 niños; el día 29 del mismo mes llegó el segundo y último grupo, con 52 niños más. Todos coinciden en que el recibimiento fue muy cariñoso. Al llegar al puerto les regalaron una banderita danesa y una bolsa de golosinas. A su paso por todas las estaciones desde Esbjerg, a través de la isla de Fionia, hasta Copenhague la gente salía a recibirlos en todas las estaciones. Los niños fueron alojados en un colegio situado en Ordrup, una zona residencial a las afueras de la capital. El día 20 de Octubre un grupo de 30 niños, los más mayores, fueron enviados a un colegio de verano en la playa de Hasmark, en Odense. Esta colonia era mantenida por sindicatos locales y un buen número de comerciantes que les proporcionaban distintos materiales. La vida de los más pequeños en Ordrup estaba muy bien organizada. Los niños tenían clases, impartidas por profesores españoles, gimnasia, talleres, excursiones, visitas, y todos participaban en la limpieza y organización de la colonia. Tenían además un equipo de fútbol que llegó a ser muy famoso en las competiciones organizadas por los colegios de los alrededores.

Entre las cosas que más les impresionaron de aquel país algunos recuerdan las escaleras eléctricas que aún no existían en España; otros, el poder contar con agua corriente, o la cantidad de comida que les servían hasta saciarse.

También pudimos visitar el colegio San Andrés, en Ordrup, donde habían estado alojados, pero fue imposible para mi madre reconocer el edificio, ya que había sido parcialmente destruido durante la Segunda Guerra Mundial.

Visitamos la Biblioteca más grande de Dinamarca, situada en un pueblo cercano a Copenhague, donde pudimos consultar, incluso fotocopiar, unos libros donde se registraban los nombres de los niños, su procedencia, su edad y sus respectivos padrinos. Cada niño tenía entre 4 ó 5 que podían ser empresas, asociaciones o particulares, que se encargaban de las distintas necesidades, e incluso los llevaban a sus casas en los periodos vacacionales. Asimismo pudimos consultar un libro donde quedaron registrados los análisis médicos que les realizaron a su llegada, con datos como la altura, el peso, el estado de su dentadura, etc.

Entre el profesorado español desplazado a Dinamarca para encargarse de la enseñanza de los niños estaban Filomena Ruiz Rebollo, Cionin Ruiz Rebollo y Luis Cubel; más tarde se incorporaron Alexandre Solana Ferrer y su mujer.

El director era Zabala, un personaje argentino que había sido campeón de maratón. Todos le recuerdan como una persona dura y cruel que les golpeaba y castigaba a menudo y sin motivo. A los pocos meses de su estancia en el campamento fue descubierto cuando intentaba, aprovechando un viaje del equipo de futbol, pasar a los niños a territorio alemán para entregárselos al gobierno de Hitler, que pretendía dárselos a Franco, y fue expulsado. Su puesto fue ocupado por D. Jesús Revaque Garea, hasta entonces exiliado en Francia. D. Jesús Revaque era un maestro de Valladolid afincado en Santander. Había sido director del colegio Menedez Pelayo, y además de que muchos de los críos ya habían sido alumnos suyos en Santander, enseguida supo ganarse el cariño de todos los niños y adultos de la colonia. El resto de la plantilla lo formaban 8 personas danesas, entre ellas Krag-Müller,&nb
sp;un veterano jugador de fútbol internacional que se encargaba de las clases de gimnasia y deportes.

A finales del mes de mayo los niños son reunidos de nuevo en el colegio de Vejstrup, cerca de Svendborg, en plena naturaleza y muy cerca de la playa. Por un lado, el colegio de Hasmark tenía que iniciar su función habitual como campamento de verano para niños daneses y, por otro, el colegio San Andrés de Ordrup había incrementado mucho el alquiler. En este nuevo colegio se concentraron 96 niños. Los periódicos mencionan que algunos de los niños habían sido devueltos a Francia al poco tiempo de llegar, que otros habían sido reclamados por sus padres al lograr salir de España, que dos regresaron para unirse con sus hermanos en un campamento francés y tres fueron adoptados por familias francesas, mientras que una de las niñas, Dionisia Contreras Larena, de 9 años y natural de Portugalete, había muerto. Todos los protagonistas con los que he podido hablar recuerdan este episodio como algo muy triste, aunque ninguno recuerda como ocurrió, ni cuál fue la causa de su fallecimiento. En este nuevo campamento los niños continuaron con sus clases y actividades, además de ir a la playa, organizar excursiones y reuniones en las que recitaban poesías, cantaban, representaban pequeñas piezas o bailaban bailes tradicionales de su tierra para entretener a sus visitantes. La vida de los niños trascurría apacible y feliz, ajenos a los problemas que su presencia estaba provocando en el gobierno danés.

El gobierno de Franco en Burgos mostró un gran interés en la repatriación de los niños, pero dado que no existían relaciones diplomáticas entre los gobiernos danés y franquista, el embajador alemán, Alfred Tweede, actuó como mediador, solicitando una lista completa de los niños, que le fue denegada por el ministro de asunto exteriores danés.

En Abril de 1938, la presencia de los niños españoles se convirtió en un tema candente dentro del Parlamento danés. El Sr. Purshel, un parlamentario simpatizante con el régimen fascista, defendía en la postura alemana de entregar los niños al gobierno de Franco y reconocer así la legitimidad de éste, según habían hecho ya Inglaterra y Francia. Por su parte, el Sr. Larsen, comunista, y el Sr. Hancroft, socialista, defendían la estancia de los niños. En Agosto, el comité se reunió con el delegado de la España Republicana en Dinamarca para decidir el futuro de los niños y acordaron finalmente enviarlos a Francia, entre otras razones porque la situación política en Dinamarca era muy delicada, así como por problemas financieros, ya que resultaba más barato mantener la colonia en Francia, además de ser más fácil la repatriación desde allí.

El 24 de septiembre los niños abandonaron su colonia en Vejstrup. Todos recuerdan que fue un día muy triste. Le entregaron a cada uno una maleta con sus iniciales llena de ropa, regalos y un pequeño libro que contenía fotos y detalles de su vida en Dinamarca, además de una carta de despedida escrita por el comité, donde les expresaban su tristeza y su deseo de un feliz regreso a casa. El trayecto a Francia fue el mismo que habían realizado un año antes. Fueron albergados en el castillo de Bessy cerca de París. Esta nueva colonia se mantenía con fondos daneses, gestionada por “la Comisión Internacional para los niños españoles evacuados”, cuyo lider era el Sr. Solana Ferrer y el supervisor danés, el Sr. Henrik Seedorff, de la embajada de Dinamarca en París.

Allí se intentó en todo lo posible que los niños continuaran con su vida diaria, clases, talleres, deportes, etc.

Varios niños, sobre todo los mayores, fueron enviados a otros campos, otros se reunieron con sus padres, y la colonia acogió a otros pequeños necesitados.

Un gran número de niños abandonaron el campamento el 30 de Abril de 1939, entre ellos mi madre y sus dos hermanos. Un año más tarde, el día 1 de Abril de 1940, la ayuda danesa fue definitivamente interrumpida por el estallido de la 2ª Guerra Mundial. Muchos de los niños que quedaban fueron trasladados a otros campamentos en Francia o Bélgica, de acuerdo con el desarrollo de la Guerra Mundial; otros regresaron a casa por su propia cuenta. Algunos fueron retenidos en la frontera con España y obligados a trabajar para el ejército francés, limpiando camiones, establos o realizando tareas de diversa índole. Allí permanecieron varios meses viviendo en unas condiciones miserables, pasando hambre y frío, hasta que fueron embarcados en un tren hacia España.

Algunos me contaban que al entrar por la frontera había grandes montones de dinero republicano y los soldados les animaban a cogerlo, entre risas, porque ya no tenía ningún valor. Cuando llegaron a sus respectivas ciudades se les llevó a orfanatos; en el caso de Santander, fueron entregados en La Gota de Leche. Al ir sus padres o familiares a recogerlos les obligaban a firmar un documento en el que culpaban al gobierno de la República como único responsable de la evacuación de los niños en contra de su voluntad. Mi abuela se negó a firmar dicho papel y eso le produjo algunos problemas, aunque finalmente logró reunir de nuevo a toda la familia. Los niños cuyos familiares habían desaparecido o se encontraban en prisión se quedaban a vivir en el orfanato.

Hace dos años me surgió la oportunidad de realizar un documental con el realizador asturiano Iñaki Ibisate sobre esta historia y tuve la suerte de poder de contar con muchos de sus protagonistas, gente encantadora que me dio la oportunidad de conocer de primera mano experiencias muy diversas, recuerdos de una historia dura y cruel, pero todos coinciden en una cosa: el agradecimiento y cariño que, después de 70 años, aún sienten por el pueblo danés. Tras varias averiguaciones descubrí que existía una filmación del año 1937, con imágenes de unos niños refugiados en suelo danés. Escribí a varias bibliotecas y videotecas hasta que la localicé en el Danish Film Institute de Copenhague, donde se ofrecieron a enviármela muy amablemente.   

» Después de 70 años aquellos niños aún sienten
agradecimiento y cariño por el pueblo danés 

Cuando recibí la película no sabía muy bien qué era lo que me iba a encontrar. Fue uno de los momentos más emocionantes que he vivido en toda esta andadura cuando pude ver a mi madre, una preciosa niña de 8 añitos, con cara de asustada, esperando en una estación para subirse a un tren hacia un destino desconocido. En otras imágenes aparece asistiendo a clase con D. Jesús Revaque, haciendo gimnasia, juegos y distintas actividades.

El día 13 de Septiembre de 2008 conseguí reunir a muchos de estos niños de la guerra en torno al monumento llamado “Elogio del Horizonte”, erigido en Gijón, a pocos metros del puerto del Musel, de donde habían partido hacía tantos años. Fue una jornada inolvidable para mí, llena de emociones y cariño, produciéndose encuentros realmente conmovedores. Frases como “es mi segunda patria”, “cariño, todo el que quisieras”, “nos trataron como a reyes” o “me emociono cuando hablan de Dinamarca” fueron comunes en aquel encuentro y nos dan una idea del afecto con que estos “niños” recuerdan aquel país 70 años más tarde. El título que pusimos a este documental es Elogio al Horizonte (Iñaki Ibisate, 2008), porque, como alguien dijo una vez, “La verdadera patria del ser humano quizás se encuentre en el horizonte”. Espero que nunca nos encontremos en una situación semejante, que nunca cerremos los ojos ante la realidad de personas que hoy están pasando por ella.

 

Joan Manuel Serrat, Premio Aula de las Metáforas 2011. 25/02/2011

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Cartel Aula de las Metáforas
 PREMIO AULA DE LAS METÁFORAS 2011

 

 
El Patronato, reunido hoy a las cuatro y media de la tarde en sesión extraordinadira, ha acordado por unanimidad conceder el Premio Aula de las Metáforas 2011 al músico y cantautor Joan Manuel Serrat en reconocimiento a la publicación de su disco HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA, editado en memoria de Miguel Hernández, y a la labor de difusión nacional e internacional de la obra del poeta en el año de su centenario.
Su presidente, Fernando Beltrán, también ha comentado a LITERARIAS que el premio subraya asimismo el agradecimiento del mundo poético al trabajo realizado a lo largo de toda su trayectoria, dando a conocer poemas de Machado, Alberti, García Lorca, Neruda, Goytisolo, Benedetti y otros muchos autores, y sirviendo de puente a tantas generaciones para llegar a través de la música a los textos poéticos.
En honor de Joan Manuel Serrat se celebrará un acto de homenaje y de reconocimiento del mundo de la poesía que contará con la presencia del premiado y tendrá lugar en la Capilla de los Dolores, de Grado, en una fecha que se anunciará próximamente.
 

 

EL PREMIO AULA DE LAS METÁFORAS

 

Entre las actividades desarrolladas por la Fundación Aula de las Metáforas, ocupa un lugar destacado la convocatoria del Premio Aula de las Metáforas, de carácter bienal.
El premio se concede a una persona, organismo, empresa, medio, entidad o institución que haya destacado, especialmente en los dos últimos años, por su labor de apoyo, difusión y celebración de la poesía y el hecho poético.
De acuerdo con el ánimo altruista de la Fundación, el premio no lleva aparejada retribución económica alguna, y consiste en la donación de una escultura original del artista mallorquín Pep Carrió.
En la primera convocatoria, resultó galardonado el programa “La Estación
Azul”, de Radio Nacional de España.

 

 

EL AULA DE LAS METÁFORAS Y LA FUNDACIÓN AULA DE LAS METÁFORAS

 

La Fundación Aula de las Metáforas nació con el cometido principal de promover, organizar y ejecutar todo tipo de acciones que contribuyan al desarrollo y proyección social del Aula de las Metáforas, creada en 2004, así como a conservar, proteger e incrementar los fondos editoriales y objetos artísticos que se guardan en ella, asegurando y facilitando su uso público.
El Aula de las Metáforas de Grado surge por iniciativa del poeta Fernando Beltrán, que donó más de 3.000 libros de poesía de su colección particular para que constituyesen el fondo de una biblioteca que, con el tiempo, pudiese llegar a ser, entre otras cosas, un activo foco de irradiación de iniciativas relacionadas con la creación y la imaginación poéticas. El Ayuntamiento de Grado acondicionó unas dependencias de la Casa de la Cultura, ubicada en el histórico Palacio de Valdecarzana del siglo XVIII, para que fuese la sede permanente del
Aula y que ésta disfrutase así de un lugar propio para asegurar su funcionamiento autónomo. Desde entonces, la biblioteca del Aula ha ido creciendo gracias a las donaciones de entidades y particulares, y supera en este momento los 7.500 volúmenes.
El Aula de las Metáforas se inauguró el día 29 de febrero de 2004 con la presencia del músico y cantautor Amancio Prada.
Un año después, el 29 de marzo de 2005, tuvo lugar el primer acto organizado por el Aula, una lectura de poemas de Antonio Gamoneda, premio Cervantes. Ese mismo año se nombra director del Aula a Leopoldo Sánchez Torre, profesor de la Universidad de Oviedo. Desde entonces se viene manteniendo una programación periódica que incluye, entre otras actividades,
lecturas de poemas, conciertos, exposiciones, ciclos de cine, talleres de creación, conferencias, presentaciones de libros y revistas, encuentros de poesía joven, etc. A lo largo de estos años, han pasado por el Aula poetas, músicos, diseñadores y artistas como Amancio Prada, Antonio Gamoneda, Adonis, Ángel González, Joan Margarit, Francesc
Parcerisas, Roger Wolfe, Xuan
Bello, Berta Piñán, José Luis Piquero, Jordi Doce, Miguel Mingotes, Manuel Estrada o Pablo Moro; además, y en sesiones especialmente emotivas, han leído sus obras músicos como Luis Eduardo Aute y Víctor Manuel.
Desde el principio, el Aula acoge también una importante galería de arte que, como la biblioteca, ha ido incrementándose con el tiempo. A las obras donadas por artistas como Juan Carlos Mestre, Jesús Peñamil, Pepe Gimeno, Pep Carrió, Miró, Pepe Hernández y Fernando Vicente, se han sumado recientemente las de Carlos de Paz, Gonzalo Torné, Canya y Eduardo Sánchez
Beato.
Entre las donaciones realizadas en las últimas fechas a la biblioteca, destaca la de Miguel Munárriz, poeta y delegado del Gobierno del Principado de Asturias en Madrid, una colección de más de 500 libros de distintas épocas y generaciones poéticas, que supone una completa selección antológica –con numerosos ejemplares dedicados por sus autores– de las décadas del setenta, ochenta y noventa del pasado siglo. Con la colección, se ha abierto la Sala de
Dones, espacio al que se irán añadiendo nuevas bibliotecas personales de poetas y escritores y en el que se exponen también distintas obras gráficas y fotografías artísticas donadas, entre otros, por Antonio Masip, Javier Lasheras, Miguel Mingotes, Helios Pandiella y Asunción Carandell, viuda de José Agustín Goytisolo, quien también ha entregado una colección de libros del poeta. En breve, se concluirá el acondicionamiento de la Antesala del Color, con el fin de
que sirva como sala de exposiciones y pueda mostrarse en un entorno adecuado el fondo artístico del Aula.
Por otro lado, en julio de 2009 se selló un acuerdo con el Institut Ramon Llull –cuyo objetivo principal es la promoción exterior de la lengua y la cultura catalanas– que se materializó en la inauguración de una Biblioteca de Poesía Catalana que ambas entidades se han comprometido a ampliar y dar a conocer mediante todo tipo de iniciativas; se trata de la colección de libros de poesía en catalán más completa de las que existen fuera de Cataluña, las Islas Baleares y la
Comunidad Valenciana, y para ella se ha acondicionado un espacio específico en la sede del Aula.
En esa misma línea, se están ultimando las gestiones con la Dirección General de Política Lingüística del Principado de Asturias para crear una Biblioteca de Poesía Asturiana que, como la anteriormente citada, se ubicará en un lugar especial dentro del Aula.
Para llevar a efecto estas actividades, el Aula y la Fundación han contado con el apoyo de diversos organismos públicos (Ayuntamiento de Grado, Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias), instituciones culturales (Institució de les Lletres Catalanes, Institut Ramon Llull, Fundación Príncipe de Asturias) y otras entidades financieras y empresariales (Cajastur, La Caixa, Asimelec).

 

Landen, de Laia Fábregas. Por Ángel García Prieto (25/02/2011).

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Laia Fábregas
Landen

Alfaguara, Madrid, 2011
195 págs
17 euros
Traducción del neerlandés y del catalán de la propia autora
             

Laia Fàbregas (Barcelona, 1973) estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y continuó Gestión Artística y Cultural en la Universidad de Rótterdam. Vive a temporadas entre Barcelona y Holanda, se dedica al arte, a través de performances, esculturas e instalaciones y desde que en el 2008 consigue cierto éxito en Holanda con su primera novela, La niña de los nueve dedos, luego traducida a varios idiomas, continúa con la narrativa, hasta esta segunda novela, que ha sido escrita en catalán y neerlandés y luego traducida por ella misma al castellano.

Landen, es una novela escrita con un estilo sencillo y lineal, con capítulos alternantes en los que los dos personajes principales –“él” y “ella”– narran sus historias, que convergen al inicio de la narración en un vuelo entre Barcelona y Ámsterdam. Allí han coincidido en butacas contiguas una joven funcionaria de la hacienda holandesa y un extremeño de avanzada edad, que había emigrado a aquel país, donde se casó y tuvo tres hijos con una holandesa artista. Después de años en que toda la familia se trasladó a vivir a Cataluña, regresa, viudo, a visitar a uno de sus hijos, pero muere de manera repentina durante el aterrizaje del avión y la joven se queda con una enigmática caja que el fallecido llevaba como equipaje de mano. Ella, por su parte, también tiene otro misterio que le ocupa, una lista de cien nombres de personas que va localizando poco a poco en la búsqueda de una información que le acucia. 

Es una novela de emigrantes y adaptaciones, el arte y la comunicación, la familia y las casualidades. Es amena, positiva, intrigante, aunque quizás se nota que se desarrolla con su propia dinámica narrativa y llega a un nivel de interés y de tensión que no consigue mantener del todo en la última parte y en el cierre final. Aun con todo, sin conocer su anterior novela, ésta es una sorpresa que anima a interesarse por la obra de la nueva autora.                                     

Presentación de Memoria de la sombra, de Francisco Álvarez Velasco. 15/02/2011

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Jueves, 17 de febrero, 19.30 horas
 
Memoria de la sombra de Francisco Álvarez Velasco
 
Organizan: Ateneo Obrero de Gijón e Institución Cultural “El Brocense”.
 
Presenta: Cecilio Testón
 
Acompañamiento musical (flauta):
Clara Muñoz y Alejandro Jardón
 
Centro de Cultura Antiguo Instituto  (Salón de Actos)
Gijón

Literatura infantil y juvenil para adultos, por Mónica Rodríguez. 15/02/2011

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LIJ PARA ADULTOS
 
Siempre digo que los adultos nos perdemos verdaderas joyas literarias por no leer libros dirigidos a los más pequeños, la famosa literatura infantil y juvenil (LIJ), y lo que me ocurrió la otra tarde viene a corroborarlo. Estaba yo ojeando (y hojeando) libros en una liberaría dedicada a la LIJ cuando un hombre se acercó con cara de desesperación a la librera. Quería cambiar un álbum ilustrado que le habían regalado por algún libro de adultos y no encontraba ninguno. “Esto es una liberaría de literatura infantil y juvenil, señor”, le dijo la chica, sonriente. El hombre abrió mucho los ojos y creo que empezó a sudar. “¿No tienen nada de adultos?”. “No, señor”. Entonces, con cara de estar en el mismo túnel del terror, se encaminó a la salida. Yo tímidamente fui hacia a él y le dije: “Perdone, dentro de la literatura juvenil puede encontrar libros maravillosos que le sorprenderían”. Él me miró estupefacto y dijo: “Pero estoy buscando algo para mí”, meneó la cabeza y se fue. No sé si sonaron las campanillas de la puerta pero yo las escuché mientras el hombre desaparecía apresurado calle arriba. Lo bueno de esto, me dije, es que ya tengo cómo empezar ese artículo sobre LIJ que tengo pendiente. Y así he empezado.
Para evitar situaciones similares y ofrecer momentos de auténtico goce a los lectores, me gustaría aportar mi granito para que la LIJ (no toda, claro) también sea leída (no siempre, claro) por los adultos. Por esto voy a hablar de cuatro textos que son verdadera literatura (sin calificativos) y que harán la delicia de cualquier lector (que lo sea). Voy de aperitivo a calderada.
Buen provecho.
 
Diógenes, del joven escritor y cuentista Pablo Albo, es un libro tierno y poético. Hecho a pedacitos que se entrelazan, nos cuenta a través de Diógenes las peculiares costumbres de acopio de su familia. Es un texto para degustar despacio, de una sentada (es corto) y paladear cada párrafo, cada página disfrutando del absurdo, el humor y la poesía que llenan sus hojas. Por suerte, en la LIJ la ilustración está muy presente y tiene mucho peso. Este es el caso de las maravillosas ilustraciones de Pablo Auladell, imágenes sugerentes e inquietantes que enriquecen el texto. Un buen aperitivo.
 
 
 
 
 
 
 
 
Los caminos de la luna, de Juan Farias, un viejo marinero que un día se bajó del barco y se subió a la LIJ. Hay en sus libros, y más aún en este, toda la fuerza del mar, de la vida, de lo cotidiano. Es un libro profundo y lírico que acepta diferentes niveles de lectura. Juan el viejo cuenta sus recuerdos de juventud a su nieta Maroliña, a la orilla del mar. Cada una de sus frases, de sus personajes, de sus lugares son capaces de conmover. Baste este breve diálogo con el que comienza el libro para saber de qué hablo y hacer apetitosa su lectura:
 
 

–¿Qué es una aventura, abuelo? 

Vivir
–¿Y una aventura emocionante? 
–Vivir –sonrió el abuelo.


 
En un bosque de hoja caduca, de Gonzalo Moure, es otro libro de excelente calidad, más largo, y con otra hondura. En este libro Gonzalo Moure nos habla de la vida y sobre todo de la muerte y lo hace siguiendo el lema que le enseñó su madre: “Todo lo que no hace falta, sobra”, así su prosa es precisa, exenta de adjetivos y artificios, clara y cargada de lirismo. Hablar de la muerte es algo difícil, pero hacerlo de manera tan bella, emotiva e incluso aliviadora es más difícil todavía. Gonzalo lo consigue y lo hace a través de Lucía Alfaro una mujer que conserva el cuaderno de su infancia donde anotaba el día a día de un ruiseñor que vivía en el interior de un bosque de hoja caduca, cuando formaba parte del grupo de observadores de pájaros. Las ilustraciones de Esperanza león son magníficas.
Tal vez la esencia del libro se resuma en esta frase que hay que degustar poco a poco, masticando mucho: 
 

“Todas las vidas son la vida, no hay una menor que otra, todas cuentan. Cuando un animal muere en el bosque, es la muerte; cuando un animal nace en el bosque, es la vida”

 
Por último y dentro de la novela juvenil, recomiendo El Salvaje, de Antoni García Llorca, una historia brillantemente narrada, cruda y poética que nos cuenta el intento de socialización de un joven que fue vendido por sus padres de niño y criado entre animales. La soledad, la imaginación y la palabra son las claves de este hermoso e interesante libro. Un auténtico placer para los que les gustan las historias épicas bellamente escritas.
 
Podría sugerirles como postre una breve dosis de poesía infantil. Pero creo que esto lo dejaremos para otra ocasión.
 
Espero que disfruten del menú.
 


Mónica Rodríguez es escritora. Recientemente ha ganado el XXIII Premio Ala Delta
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 Diógenes, Pablo Albo, colección Siete Leguas, editorial Kalandraka, 2010. Premio Lazarillo 2010
 Los caminos de la luna, Juan farias, colección sopa de libros, Anaya, 1997

 En un bosque de hoja caduca, Gonzalo Moure, editorial Anaya, 2006. Premio Anaya 2006
 El salvaje, Antoni García Llorca, Ediciones SM, 2009. Premio Gran Angular 2009.
 
 
 

Los mundos contrarios, por Nieves Viesca. 11/02/2011

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Los mundos contrarios de Aldous Huxley

                                                                        
                                          
Recordaba la novela Un mundo feliz publicada en 1931, como un clásico de la literatura de ciencia ficción, una fábula donde la manipulación de masas, el control mediático, la deshumanización y toda una serie de características de nuestra actual cultura occidental, inquietantemente se iban materializando en realidad.
 
No fue hasta mediados de noviembre pasado, ya estallada la alarma en Internet —Prohiben la novela Un mundo feliz en una escuela de Estados Unidos—, cuando de nuevo entro en contacto con la sombría metáfora futurista. Debo admitir que años atrás «El macizo edificio gris de sólo treinta y cuatro plantas» —así empieza la novela— poco a poco se había derrumbado entre mis manos. Tal vez puse expectativas demasiado altas al comienzo de la lectura pero, quien les escribe rechazó la historia por su injustificada falta de cordura en el desenlace. Sin embargo, Aldous Huxley ese hombre adelantado a su tiempo, anarquista inglés, filósofo y místico, considerado un líder del pensamiento moderno, fue el primero en admitir, con su extenso prólogo añadido en 1946, algunas magistrales reflexiones a este respecto.
 
En la actualidad Un mundo feliz es de lectura —y relectura— tan imprescindible para alumnos y pedagogos como su prólogo. Sólo alguien de una lucidez tan extraordinaria como la de Aldous Huxley podía erradicar la cordura en Un mundo feliz para demostrarnos cuan difícil es de avistar esta rara especie del paraíso en un momento de la historia donde la ciencia y la tecnología son empleadas para esclavizar al hombre y donde el consumo de soma verosímilmente se asemeja a equivalentes píldoras y vitaminas tomadas y recetadas en la actualidad, igual que si se trataran de simples caramelos. Esta deliberada ausencia de sensatez planteada como clavijas redondas en agujeros cuadrados nos abre en abanico los mundos contrarios del pensamiento de este autor cuando afirmaba: Grande es la verdad, pero más grande todavía el silencio sobre la verdad.
 
Con Un mundo feliz he comprendido que nada malo puede sucederle al libro bueno. Si éste es obligado a salir de las aulas o las bibliotecas, entrará fugaz en los hogares de una Utopía compuesta de individuos que cooperan libremente, consagrados al logro de la cordura.
 
 

Nieves Viesca es escritora.                           

www.nievesviesca.com                  

 

Los Nuevos Cines del Este: El cine que surgió del frío. Por José Havel (11/02/2001).

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La crónica de un deshielo

El escritor y periodista ucraniano Iliá Grigórievich Ehrenburg publicó en 1954 El deshielo, una novela prohibida al año siguiente por eludir las directrices oficiales de Moscú. Desde entonces su título acuño el término después utilizado para designar el período de “desestalinización” de la política soviética tanto en la U.R.S.S. como en las distintas naciones satélites del bloque socialista. En consecuencia, siempre se suele echar mano de la etiqueta “deshielo” para hablar de los Nuevos Cines de los países de la Europa del Este, ya que protagonizaron un paulatino desmarque de los preceptos del Realismo Socialista, nombre bajo el que la Unión Soviética emitió en 1932 una férrea doctrina estética, política y social acorde con el espíritu de la Revolución.

Los paradigmas del Realismo Socialista, cada vez más alejados de los problemas reales de su época, llegaron a extremos delirantes, infligiendo una profunda crisis creativa a las cinematografías de la órbita soviética, hasta que el panorama se descongeló a partir de la muerte de Stalin en 1953. Una de las pocas derivaciones positivas del burocratizador modelo de nacionalización impuesto por la U.R.S.S. fue la creación de escuelas de cine, de las que, paradójicamente, salieron las nuevas hornadas de cineastas que sacaron a sus respectivas cinematografías de la penosa decadencia provocada por el Realismo Socialista. Estos Nuevos Cines de la Europa Oriental dieron lugar a una producción que, en efecto, significó todo un deshielo. Así sucedió, por ejemplo, en la extinta U.R.S.S., Polonia, la antigua Checoslovaquia, Hungría o la desaparecida Yugoslavia, tal vez los ejemplos más importantes al respecto.

U.R.S.S.

Rodada en el novedoso Sovcolor, El 41 (1956), de GRIGORI CHUKHRAI,obtiene en Cannes el Premio Especial del Jurado con su trágica historia de amor entre una guerrillera del Ejército Rojo y su prisionero, un oficial de las tropas blancas, donde la disciplina revolucionaria ya entra en fricción con las emociones personales. En el siguiente Festival de Cannes, MIKHAIL KALATOZOV recibe la Palma de Oro gracias al virtuoso formalismo de su Cuando pasan las cigüeñas (1958), todavía bastante puritana. Muy superior a estos filmes, primerizos en romper el dogmatismo de la era stalinista, resulta La balada del soldado (G. Chukhrai, 1959), todo un clásico ruso que, igualmente premiado en Cannes, habla del horror de la guerra desde un abierto antimilitarismo.

Aunque, aparte de los mencionados, existen realizadores de interés (SERGEI Y. PARADJANOV, IGOR TALANKIN, ANDREI KONCHALOVSKI, NIKITA MIKHALKOV, TOLOMUSH OKEYEV, OTAR IOSSELIANI, GLEB PANFILOV, etc.), lo cierto es que no es sino ANDREI TARKOVSKI la figura señera. Muerto prematuramente en plena madurez creativa, Tarkovski se ha convertido, con su cultivo de un cine trascendental en pos de lo absoluto, en uno de los más imprescindibles creadores de la historia del cine. Su opera prima La infancia de Iván (1962) se alzó con el León de Oro del Festival de Venecia, lanzándolo como el líder de una nueva estirpe de cineastas soviéticos. De ella Jean-Paul Sartre escribió, en una carta dirigida al rotativo italiano L’Unità, que era “una de las películas más bellas que yo he podido ver en el transcurso de los últimos años”. Obra a favor de la libertad del ser humano y en lucha contra la guerra, su protagonista es un niño, terrible y enternecedor a la vez, convertido en una máquina de violencia a raíz del aniquilamiento de todos los suyos a manos de los soldados nazis. A continuación, Tarkovski se superaría a sí mismo con la posterior Andrei Rublev (1966), imponente fresco histórico centrado en el famoso monje pintor de iconos del siglo XV; algo que volvería a lograr con la posterior El espejo (1976), sin duda uno de los filmes fundamentales de la cinematografía mundial, con su empleo de recuerdos fragmentarios de la infancia y de poemas de su padre Arseni para esculpir una inefable declaración personal, a su vez perfil de toda una generación. 

 Polonia

Arrasadas sus infraestructuras durante la II Guerra Mundial, el cine polaco se nacionaliza tras la misma, creándose la Escuela de Cine de Lodz, de la cual surgirán jóvenes promociones de cineastas. Con razón se dice que el caso de Polonia es especialmente interesante y dinámico, pues al ser uno de los países del Este más occidentalizados, su cine presenta un insólito sincretismo de formas culturales occidentales y pragmática socialista.

Entre los realizadores del nuevo cine polaco descuella ANDRZEJ WAJDA, cuyas primeras películas, Pokolenie (1954), Kanal (1957) y Cenizas y diamantes (1958), integran una trilogía que narra la historia polaca de posguerra, abordando problemas morales surgidos del dilema entre la elección individual y la acción política. Tanto Kanal, premiada en Cannes, como Cenizas y diamantes son dos auténticos clásicos, no ya de la cinematografía polaca, sino de la mundial. La primera refleja las últimas horas de un grupo de la Resistencia, durante el levantamiento de 1944, por entre las ruinas y las cloacas de Varsovia. La segunda, situada en las horas que siguen a la liberación de Polonia, expresa el desconcierto existencialista del héroe moderno, al que incorpora Zbigniew Cybulski, conocido en su día como “el James Dean polaco” y muerto accidentalmente en 1967 cuando intentaba subir a un tren.

También fallecido en accidente, en este caso de tráfico, ANDRZEJ MUNK dirige uno de los grandes filmes del cine europeo de la é
poca, la por él inacabada La pasajera (1961), historia de una antigua oficial nazi de la SS huida a Iberoamérica que, a su regreso a Alemania varios años después, se cruza con la que parece ser una antigua prisionera suya en un campo de exterminio. Esta obra maestra, en la que la memoria determina la vida de víctima y verdugo, fue concluida por el grupo Kamera mediante fotografías.  

Surgido de la segunda generación de la Escuela de Cine de Lodz, ROMAN POLANSKI, actor y director de cine polaco nacido en París, ha sabido erigirse en una de las más destacadas personalidades fílmicas internacionales, desarrollando su labor en industrias de diversos países con interesantes estudios sobre diferentes formas de horror. Su primer largometraje como director, El cuchillo en el agua (1962), historia de un tenso triángulo amoroso circunscrito al huis-clos de un velero, despertó el interés mundial de la crítica. Ello le valió el pasaporte para trabajar en Gran Bretaña. Allí rodó títulos como Repulsión (1965), retrato de una personalidad psicopática femenina encarnada por la francesa Catherine Deneuve, o Callejón sin salida (1966), otra narración ubicada en un claustrofóbico espacio aislado.

Después de Wajda, Munk y Polanski, deben citarse los nombres de gente como JERZY SKOLIMOWSKI (La barrera, 1966) y KRZYSTOF ZANUSSI (La estructura de cristal, 1969). Tampoco debe olvidarse que el extraordinario desarrollo de la industria cinematográfica polaca posibilitó asimismo la existencia de algún que otro clásico en régimen de superproducción. Dos claros ejemplos son El manuscrito encontrado en Zaragoza (WOJCIECH J. HAS, 1964), brillante adaptación de la novela de Jan Potocki que fluye desde la sugerente fantasía onírica y el desparpajo de una picaresca erótica; o Faraón (JERZY KAWALEROWICZ, 1966), alegoría sobre el contemporáneo conflicto entre Estado e Iglesia ambientada en el antiguo Egipto. Anteriormente, Kawalerowicz había firmado la conmovedora Madre Juana de los Ángeles (1960), a propósito del histórico caso de unas monjas “endemoniadas” de Loudon en el siglo XVII. 

 

Checoslovaquia

 

La tradición cinematográfica checoslovaca hunde sus raíces en la segunda década del siglo XX, con lo cual la nacionalización de 1945 contaba con un buen punto de partida. De la mano de la liberalización sociopolítica de Alexander Dubcek, artífice de las reformas pre-gorbachovianas de la llamada Primavera de Praga del 68, irrumpió una suerte de Nueva Ola checa de gran repercusión internacional (26 premios en varios festivales durante 1966), coincidiendo con el declive de la escuela polaca. Al margen de los directores de animación JIRI TRANKA o KAREL ZEMAN, deslumbran a mediados de los 60 una serie de autores consignados a continuación.

Desde un exploratorio tiempo potencial que debe mucho al magisterio de Alain Resnais, JAN NEMEC narra Diamantes en la noche (1964), volviendo a alcanzar notoriedad gracias a su Oratorio por Praga (1968), notable documental acerca de la invasión soviética que rodó antes de exiliarse. Tras de Pedro el Negro (1964) y antes de El baile de los bomberos (1967), MILOS FORMAN firma en 1965 Los amores de una rubia, una destacable comedia costumbrista en la que un grupo de soldados son conducidos a una fábrica donde trabaja un gran número de mujeres a fin de que las entretengan. Mientras que IVAN PASSER estrena la estupenda Iluminación íntima (1965). Un año después, JIRI MENZEL se revela mediante Trenes rigurosamente vigilados (1966) y VERA CHYTILOVA sorprende a propios y extraños con Las margaritas (1966), filme que, con su desenfadada estética pop, articulada en torno a un argumento de situaciones abiertas protagonizado por dos espontáneas jovencitas,llega a transformarse en el símbolo de ese nuevo país que todos los checoslovacos deseaban.

Estos directores (a los que también cabe sumar a JAN KADAR, ELMER KLOS o EVALD SCHORM) brillaron hasta que la invasión de los tanques soviéticos puso fin, en agosto de 1968, a la fase de libertad de expresión de Dubcek, así como al esplendor cinematográfico checo, fomentando la diáspora (Forman y Passer continuaron su carrera en el extranjero). 

 

Hungría

 

Con un importante pasado vanguardista a sus espaldas, la industria fílmica magiar arroja durante la década de los 60 un estimable grupo de directores: ZOLTAN FABRI (Veinte horas, 1965), ISTVAN GAAL (Remolinos, 1963), JANOS HERSKÓ (Diálogos, 1963), ISTVAN SZABO (La edad de las ilusiones, 1964), ANDRAS KOVACS (Días fríos, 1966), FERENC KOSA (Diez mil soles, 1967), y, sobre todo, MIKLOS JANCSÓ, a bu
en seguro el más relevante de todos ellos desde un
punto de vista renovador. Heredero de la narrativa de Michelangelo Antonioni, Jancsó gusta de componer sus historias en desolados plano-secuencia, como sucede con Los desesperados (1965), relato sobre la represión del campesinado posterior a 1948, Rojos y blancos (1967), crónica sobre el horror de la guerra civil, o Siroco de invierno (1969), que cuenta en una docena de planos la preparación del atentado contra Alejandro I de Yugoslavia por parte de una célula de nacionalistas croatas. 

 

Yugoslavia

 

En cuanto al nuevo cine yugoslavo se refiere, merecen ser mencionado DUSAN MAKAVEJEV, distinguido con el Oso de Plata de Berlín por Inocencia sin defensa (1968) y principalmente conocido por la audacia plástica de sus collages cinematográficos, tan influidos por las corrientes estructuralistas (WR o los misterios del organismo, 1970). Por otra parte, ZIVOJIN PAVLOVIC debe su lugar en el cine al díptico formado por El enemigo (1965) y El despertar de las ratas (1967), premio a la mejor dirección en el Festival de Berlín; y PURISA DORDEVIC,a sus poéticas creaciones a caballo entre el sueño y la realidad, al estilo de La muchacha (1965) o la elocuentemente titulada El sueño (1966). 

La cena, de Herman Koch. Por Celia Ferrón Paramio (09/02/2011).

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Herman Koch
La cena
Salamandra, 2010
Traducción de Marta Arguilé Bernal
 
 

La cena trata justamente de eso, de una cena. Una cena entre dos parejas adultas, en un lujoso restaurante en Ámsterdam. Los hombres son hermanos entre sí; el que narra la historia y su mujer parecen educados y cultos, y ya pronto se deja caer que el otro hermano es un político importante. Todo parece, pues, correcto, y que vamos a asistir a una historia de diálogos punzantes, de crisis de mediana edad, de parejas insatisfechas.

Algo hay de lo primero, pero poco de lo segundo. El autor juega francamente bien con el lector y va desgajando unos pocos datos para atraparlo: intuimos que hay una dificultad, un problema entre los hijos de ambos, y han quedado, no para hablar, sino para solucionarlo.

La curiosidad por saber qué ha ocurrido (y ya más adelante, cómo lo resolverán los personajes) nos lleva a una historia hitchcockiana, en la que la narración en primera persona no impide que veamos todas las caras del caleidoscopio que forma la personalidad de Paul Lhoman. Cuando uno cree saber por qué derroteros va a discurrir (enfrentamiento entre hacer lo correcto o proteger a su hijo), nos encontramos con una vuelta de tuerca, ya que no sólo van apareciendo más datos sino que formas insospechadas (en unos padres) de tratarlos aparecen ante nuestros ojos.

Distribuida en pequeños capítulos, en los que se dosifica la información de un modo intencionado, se alterna de manera aleatoria el drama que discurre en el restaurante (que desemboca en tragedia) con recuerdos biográficos del protagonista, de tal modo que nuestra opinión acerca de él irá variando sutilmente desde la empatía del primer capítulo hasta la estupefacción del último.

Libro que levanta ampollas, que despierta incógnitas, que origina debates, no podemos diseccionarlo aquí sin para ello desvelar el argumento, y sería una pena. Una pena para una de las novelas más inteligentes y maduras de los últimos años. Aunque recuerde en algún momento a Tenemos que hablar de Kevin, de Lioneel Shriver, alcanza cotas más altas en su realización, en composición, en creación del personaje, en diálogos. La originalidad de la propuesta (y de su resolución), combinada con la amena y verídica prosa de Koch hacen de La cena el mejor libro del pasado año.