domingo, 28 de septiembre de 2025
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El hierro del mayoral de María Luisa Prada.

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En el otoño del año 1982, don Sebastián Montalvo y Romeral, conde de Utrera, dueño de una ganadería de reses bravas, aparece muerto en su despacho de un tiro en la sien. De esta muerte, y del robo de varios objetos de valor, es declarado culpable y condenado a más de veinte años de prisión Antonio Heredia, amigo personal del conde y mayoral de su casa, una condena que cumplirá en las cárceles malagueñas de Cruz del Humilladero y Alhaurín de la Torre.
 
A comienzos del año 2009, y debido a la gran crisis económica mundial, son muchos quienes tienen que desprenderse de piezas de valor para poder seguir manteniendo su nivel de vida. Ningún sitio mejor para hacerlo que Gibraltar, lugar en el que la mafia, la corrupción, la creación de sociedades opacas registradas para eludir la fiscalidad o blanquear dinero, o el turismo de “negocios” de quienes defraudan en su país de origen, les ofrece la oportunidad de actuar con total impunidad. A esta ciudad, y a Marbella, llegan dos personas con el propósito de vender alguno de los objetos por los que el mayoral había sido declarado culpable de robo.
 
Siguiendo el rastro de los vendedores, se descubrirá por qué Antonio Heredia pagó por algo que no había cometido y se conocerán también las causas por las que, a pesar de ser inocente, prefirió guardar silencio antes que defenderse.
 
El hierro del mayoral, es una historia apasionante y conmovedora, llena de engaños, odio, envidia y celos, pero también de sacrificio, amor y lealtad, cuya lectura no dará tregua al lector hasta hacerle llegar a conocer cómo en la vorágine que estamos viviendo, casi nadie es quien dice ser y casi nada es lo que parece.
 

Nelly Arcan en el parnaso suicida. Por Pedro Antonio Curto. 2/XII/09

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Isabelle Fortier era una joven de Montreal que un día decidió dedicarse a la prostitución de lujo para pagarse los estudios; al abrir esa puerta estaba sumergiéndose en un mundo tan profundo como lacerante. Esa experiencia, la de Cynthia (seudónimo que utilizó para su actividad de prostituta y a la vez el de su hermana muerta en la infancia) nos la relató en una novela, Puta, que a pesar de su título y de una portada equivoca de la editorial española, no es un libro basado en el sensacionalismo o el morbo, sino una crónica ácida de las visiones que configuran en nuestra sociedad el cuerpo de la mujer. Firmó esa obra con el nombre de Nelly Arcan, que adoptaría en su carrera literaria. Tres nombres para una misma mujer, tres visiones y posiciones en el mundo que acabarían el pasado mes de septiembre cuando decidió ahogar el viciado aire que ella creía respirar: fue encontrada ahorcada en su casa de Montreal.
 
Puta es uno de esos libros en los que penetras y te instalas en ellos porque te golpean desde sus palabras, desde unas frases largas que casi llenan páginas al estilo de Proust, pero con un monologo que pone en cuestión los principios de la corrección con la que viajamos por el mundo: «…de este cuerpo que se desea, hecho de todo lo necesario y que sin embargo no coincide siempre nunca el mismo de una vez a otra, de un día a otro, un cuerpo que me recuerda demasiado el de la larva de mi madre y que tiranizo con furor rechazándolo con todas mis fuerzas, huyendo como si pudiera acabar escapando de el».
 
Leí este libro sin saber quién era la autora, por las breves referencias que aparecen en las portadas, con la sospecha de poder encontrarme con uno de esos libros al uso que tanto abundan últimamente, utilizando la transgresión como gancho mercantil. Sin embargo me encontré con una de esas literaturas de las que es difícil desprenderse porque cortan a cuchillo, van a la esencia de nuestros pensamientos y reflexiones más profundas, a veces poniéndoles en jaque. Al releerlo otra vez, sabiendo de la muerte de su autora, uno tiene la sensación de sumergirse en un caos, en un desorden para el que no existe solución posible, a pesar de lo cual no deja de ser aún más cautivador. Es como estar ante un paisaje desolado y sin embargo sentirse magnetizados por el.
 
Nelly Arcan utiliza un lenguaje lapidario y duro que nos relata los conflictos de una mujer bella con esa misma belleza, el combate desigual de un ser poseedor de un cuerpo que debe colocar ante la visión que los demás crean de el y acaba siendo parte de la suya propia, incluso de su intimidad más particular. Del deseo convertido en una encerrona y al que termina sirviendo con todas sus trampas, adaptándose a las miserias del acto prostituido. Pero la prostitución de la que nos habla Nelly Arcan es un mercado de la sexualidad y las relaciones humanas, de sus pulsiones, que va mucho más allá, hasta convertirse en una pantalla donde se pueden contemplar los esquemas que componen nuestra sociedad. Se trata de una prostitución transversal que recorre los paisajes interiores de nuestras habitaciones, donde podemos sentirnos prostitutas y clientes, aunque el juego de roles dominante nos coloque en uno u otro lado.
 
Porque esa “puta” es una mujer encerrada en una cárcel de espejos y cada reflejo va devorando al ser desnudo que se encuentra en el centro. Mas el cliente de esta prostituta de lujo que es Cynthia, va del concreto al universal: es el padre, la madre, la familia, el psicoanalista, el vecino, el profesor…todo el mercadeo que emputece nuestros deseos y relaciones. Y junto a esa disección Nelly Arcan nos habla de este holocausto interior que poetizase Sylvia Plath, un ser que viajando en un cuerpo bello y joven lo hace aún más devastador. Porque la mirada interior / exterior de la Arcan es una exploración de la mujer en un mundo que aún con más de cien años de feminismo no termina de encontrar su lugar, quizás porque los “lugares” de la sociedad de mercado estén prostituidos de antemano. Y no deja de ser curioso que mujeres que se sumergieron en esa exploración, acabaran en ese homicidio tímido que decía Cesare Pavese es el auto asesinato: Virginia Wolf, Sylvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik.
 
La literatura de esta autora es una puerta abierta a los miedos que habitan bajo nuestros propios, a las inseguridades que escondemos y somos incapaces de contemplar ante el espejo, produciendo enfermedades como la anorexia y la bulimia, productos de una sociedad de las apariencias, donde estas terminan ejerciendo una tiranía a la que nos sometemos. Es un mundo cosmetizado que la autora simbolizaba en una Marilyn plastificada que aparecía en su página web.
 
Tras este libro y otros (no tiene más publicados en español) que se convertirían en best sellers, el nombre de Nelly Arcan se haría famoso y mediático. Constantes apariciones televisivas de una bella mujer rubia y de ojos claros que tenía un discurso chocante y anti-convencional, un lenguaje literario y unos libros convertidos en estudio para especialistas y analizados en la universidad, el éxito y la fama abriendo sus salones una vez más a la transgresión. Y quizás por eso mismo, al igual que Marilyn acabó con Marilyn asesinando a Norma Jean, la ciudadana Isabelle Fortier murió a los treinta y cinco años asfixiada entre Cynthia y Nelly Arcan.
 
 

Diego Medrano o el arte de devorar historias: Tapa el sol con el pulgar. Por Rubén Rodríguez (30/11/2009).

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Diego Medrano,

Tapa el sol con el pulgar,

Valladolid, Difácil, 2009.

  

 Diego Medrano o el arte de devorar historias.

Ante la recesión económica, la crisis llega a nuestras librerías y editoriales, contra viento y marea algunas editoriales independientes continúan trabajando, un nuevo libro sale a la superficie de este mar literario como ave fénix. Autor y personaje van de forma inexorablemente unidos, Asturias tiene en Diego Medrano a uno de los escritores jóvenes más polémicos de los últimos tiempos, columnista incansable, polemista perpetuo, llega a nuestras librerías su último hijo literario, su nueva novela: Tapa el sol con el pulgar. Autor prolífico: cuatro poemarios, un libro de diarios, otro de correspondencias con Leopoldo María Panero, dos novelas, un libro de microrrelatos y otro de relatos (“Sobrevivir puede ser muy divertido”, editorial Difácil, 2008), el cual nos da bastantes pistas en cuanto a estilo y personajes de la notable novela que tenemos entre manos.

Tapa el sol con el pulgar sigue la tradición de la novela de ideas bajo un tono poético y deudora de los maestros del surrealismo francés. Tres personajes viven en el Madrid actual, artistas todas ellas: Una músico, una actriz y una escritora confluyen en una ciudad que no permite el fracaso ni tampoco el reproche; entre politoxicómanos, bohemios y vagabundos, las tres mujeres: Mercedes Hinojosa, Margot Asín Palacios y Claudia Signoret intentan sobrevivir ante una ciudad opresiva que no perdona a nadie. Tres seres que se debaten entre la vida, la muerte y la destrucción, vidas todas ellas unidas  por el fracaso (“El fracaso suele ser concéntrico, recurrente, áspero, en el punto de salida uno es las ilusiones que se hace de sí mismo, para luego pasar a ser su más estricta negación…” Pág. 54.).

Una ciudad, el Madrid contemporáneo que el autor liquida de forma simple en muchos casos, jugando al tópico típico de la ciudad bohemia y fiestera, pero para el escritor este lugar es un pretexto, un decorado posible que muy bien  podría ser otro, pues Diego Medrano nos lleva por el camino molesto de la soledad y sus monstruos para tratar innumerables temas como: La búsqueda de la felicidad de nuestros personajes heridos (“La felicidad es un estado derivado de la capacidad de decisión en un momento dado. No hay que dar explicaciones a nadie, ni siquiera a uno mismo, porque el castigo comienza por el relato ordenado de lo que una persona explica de sí misma a cierto interlocutor conocido o desconocido vestido de verdugo para la ocasión.”Pág. 66.), la huída hacia la soledad perpetua que arrastran los artistas (“El único agente agresor, verdaderamente generador de monstruos de la sociedad moderna, es la soledad.”Pág. 98.), el amor perdido con todas sus devastaciones (“El amor exento de libertad muere. El amor no correspondido muere por inanición, y el amor correspondido muere de saciedad. Sólo en la libertad para el cambio halla el amor la posibilidad de sobrevivir. Sólo el amor infiel vive.” Pág. 27.); el papel del artista y el oficio como escritor son otra de las constantes que aparecen en las obras medranianas y en esta novela no es una excepción, no sólo es un elemento importante sino que me atrevería a decir que es uno de los elementos vertebrales de dicha novela y de su trayectoria literaria anterior (“…pero te advierto que no creo en el hombre lúdico ni el artista lúdico o el escritor feliz.”Pág.93) o (“yo creo mucho en los escritores eléctricos, sin tiempo para reacciones secundarias, como es la propia soledad o el llegar a verse solo.” Pág. 98.).

Diego Medrano entiende que el arte se crea en soledad, es un sino de todo artista como sus tres personajes: artistas, solas y creativas en el Madrid de principios de siglo XXI. Otro nexo de unión importante a tener en cuenta es el alcohol que une tanto a sus tres heridos personajes y que sirve como catalizador creativo y experiencial de mundos ocultos siendo además una forma de conocimiento del otro, tema este que aparece también en esta novela como motor temático esencial (“Mercedes Hinojosa bebe absenta convertida en caracol. Ella piensa o dice mientras bebe que es un caracol, quizás por lo de no salir de casa en mucho tiempo, muchos días uno tras otro como soldaditos de plomo, en los que la absenta es la única aliada, fiel y eterna hada verde” Pág. 23). Pues este libro, Tapa el sol con el pulgar tiene el ritmo de lento compás, como el beber pausado de un alcohólico, de un bebedor profesional que paladea poco a poco los diferentes licores espirituosos y simbólicos que la vida nos ha ido regalando: absenta, whisky, vodka, vino, ginebra… El alcohólico se nos muestra en estas páginas como ser marginal pero también como visionario de la sociedad que le ha tocado vivir.

Las estructuras breves son del gusto del escritor, así, toda la novela está trufada de un tono poético desde sus comienzos de capítulo como sus finales, también la sentencia y la máxima que aparecen dispersas a lo largo de toda la novela consiguen jugar de manera armoniosa con el diálogo de los personajes o las reflexiones de estos (“El Cielo por la temperatura y el Infierno por la compañía” Pág. 139. “El destino es la única patria de los derrotados” Pág. 206 o “Siempre es mucho más el poder de lo que no somos que el de lo que fuimos o nos empeñamos en llegar a ser…” Pág. 257).

Diego Medrano representa al escritor total, imitando en formas y actitudes sin ningún pudor y de manera clara a uno de sus maestros como fue: Francisco Umbral. En estas páginas se va a traslucir a uno de los escritores que ama y se apasiona por la literatura, y eso muy pocos de los presentes novelistas jóvenes transmiten de manera verdadera en la actualidad, sin poses de ningún tipo, pues nos encontramos con la paradoja siguiente: La de mostrarnos temas molestos y reales como la vida misma pero con una gran fuerza vital. Tapa el sol con el pulgares de ese tipo de novelasque nos da  energía, la fuerza literaria y perfecta para la vida. (“La expresión es el atributo constante que exigimos al genio: que hable, que explique, que no se calle; que se exprese constantemente cuando no hay mayor agresión que lo expreso, que no guarde nada para sí, que nos lo cuente todo y en todo momento, a todas horas, sin interrupción…”).

Flores en la cuneta de Alejandro Céspedes

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FLORES EN LA CUNETA Es un libro crudo, original, hondo, agónico y a la vez inquietantemente hermoso en su visión descreída del dolor humano y de su fragilidad. La observación del accidente de tráfico se convierte en símbolo de lo circunstancial y su repetición en la circularidad del ciclo de la muerte en esta veloz sociedad de consumo. Este libro pone de manifiesto las contradicciones con las que la ficción de la publicidad inunda nuestras vidas. Los lemas publicitarios, también mediante un lenguaje poético, nos hacen identificar el bienestar, la felicidad, el amor, con la posesión de determinado objeto. El autor los utiliza como materia de reflexión sobre un mundo desolado, y mediante la titulación de cada poema con la frase publicitaria de un vehículo, da la vuelta al slogan para, deconstruyéndolo, convertirlo en una frase muchas veces –literalmente- lapidaria.

Ternura química, por José Ángel Ordiz. 26/11/09

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Entraba yo en la sala de profesores y, acomodado ante una de las mesas, abría el periódico y buscaba presuroso la nueva colaboración de Antonio Muñoz Molina, el artículo nuevo, esas palabras suyas que me hablaban del pasado, del presente y del futuro.
Yo, por entonces, cuando aún daba clases en el instituto gijonés Padre Feijoo, no creo que estuviera mucho más pirado que mis compañeros de profesión –lo justo en un contumaz escritor de ficciones que, además, procuraba transmitir al alumnado conocimientos de química y física-, pero seguramente parecía estarlo pues cabeceaba ante el diario abierto por la página de costumbre y luego -mientras hacía mías aquellas palabras sin acritud en la acusación ni burla en lo absurdo ni complacencia excesiva en lo ejemplar; aquellas palabras cabales que también citaban obras y pensamientos de autores ilustres en los campos del arte y de la ciencia, que invitaban a beber en otras fuentes de sabio manar- extraviaba la mirada como un demente sin remedio, extasiado en realidad por la prosa impecable de Muñoz Molina, por el sentimiento y el perdón y el conocimiento que albergaban aquellos textos breves.
En aquel tiempo, ya había leído yo El invierno en Lisboa. También había leído El jinete polaco. No recuerdo si había leído alguna otra obra del autor. Desde luego, no había leído aún Beatus Ille, su primera novela. Sí recuerdo que, por entonces, a un amigo, a un docente de mi propio departamento –por entonces, antes de la reforma educativa siempre en necesaria reforma, se llamaban seminarios a los departamentos actuales- le recomendé, entusiasmado, la lectura del ya citado Jinete. Fue mi última recomendación incondicional de un libro: casi me lo tira a la cabeza semanas más tarde, incapaz de leer ni cien páginas de esa voluminosa historia. Aprendí la lección, eso creo, pues en la última Feria del Libro de Madrid vendí más libros de Xuan Bello, por ejemplo, que de mis Relatos impíos. Prudente – temerario, menos mal que mis editores no andaban por allí; resulta sorprendente que, conociéndome, sigan dispuestos a editar mis obras, o eso parece-, le preguntaba al posible comprador o compradora: Qué autor o autora te interesa. Y luego les indicaba el libro más acorde con sus preferencias, que casi nunca era el mío. La moza encargada de la caseta me miraba con asombro. No recuerdo si llegué a explicarle que, tiempo atrás, pude haber fallecido de un librazo en la cabeza, que sólo me salvó la amistad. Sirva lo anterior como anuncio de que mi elogio inmediato de Las apariencias no pretende convencer a nadie para que lea ese libro (además, le sobran lectores a Muñoz Molina, los que nos faltan a otros), sino que se trata, simplemente, de un homenaje a esos artículos de antaño, hoy recopilados, más vigorosos juntos, en el volumen que me regaló un ángel humano (dicen que no existen, pero yo conozco a varios de ambos géneros) al tiempo que me adelantaba: Te gustará porque ya te ha gustado.
Ahí, en Las apariencias, están, sí, aquellos artículos que leía un profesor no mucho más pirado que otros docentes (eso creo y sostengo). También están en Pura alegría y en La vida por delante (no sea que alguien desee saber más y se quede con las ganas). Prologados por Elvira Lindo (todo queda en casa). Pero muy bien prologados, como si el propio Muñoz Molina hubiera escrito ese prefacio nada aburrido, no prescindible, como lo son la mayoría (y recuerdo ahora los prólogos magistrales de Cela, por ejemplo, que igualmente nunca sobraban). Lindo estima que las novelas de su marido, incluso las futuras, las que aún no ha escrito, figuran en esos artículos nacidos a resultas de un recuerdo, de la lectura de una noticia en una esquina marginada de un periódico, de unas imágenes en la televisión; de una mirada. Estoy de acuerdo. Cuarenta y tres artículos en total, cuarenta y tres gérmenes, o más, de novelas, y una novela en sí mismos también (de nuevo le concedo la razón a Elvira Lindo). Dicen que no hay libros perfectos (como dicen que no existen los ángeles humanos), pero hasta perfecta es la portada de Las apariencias.
Me preguntaba el alumnado (principalmente para retrasar el comienzo de la clase sobre los ácidos hidrácidos o la fuerza centrípeta, pongamos por caso) cómo se aprendía a escribir. Yo, aunque no creo que estuviera mucho más pirado que mis colegas, les seguía la corriente y me anticipaba a esa reforma educativa que, por excesivamente teórica (es absurdo, por ejemplo, dar clases de química fuera de un laboratorio siquiera elemental, y no hay euros para emplear en laboratorios siquiera elementales; es imposible, por ejemplo, motivar a quien sólo está en el aula de cuerpo presente, por obligación, fastidiando al educador y a los futuros universitarios para mitigar el tedio), nació tan muerta como el comunismo mejor intencionado, hermoso aunque demasiado teórico igualmente. Me anticipaba a esa reforma y contestaba: Se aprende leyendo, por supuesto. Seguramente hablaba también de que pueden obtenerse y manejarse las herramientas del oficio con una lectura activa, estudiando lo leído, y de la enfermedad y la pasión, del don y la maldición, de la memoria y la sensibilidad y la imaginación de los escritores que no son meros escribidores; Las apariencias un manual práctico, no teórico, de cuanto yo comentaba a aquel alumnado mío a una hora que, oficialmente, le correspondía a los ácidos hidrácidos o a la fuerza centrípeta, y dentro de Las apariencias el inquietante artículo que Muñoz Molina tituló Ternura química. A veces, muchas veces, quiero creer y no creo porque no quiero saber y sé (no hallo mejor excusa). Por desgracia, Muñoz Molina, he de estar de acuerdo con ese científico: también la ternura es pura química, sólo química. Aunque espera, escritor, quizá pueda consolarte, consolarme: ¿Ya te conté a ti que, pese a todo, sí existen los ángeles?
 

 

Marta Policinska y Antonia Álvarez Álvarez ganadoras ex aequo del XI PREMIO PAUL BECKETT DE POESÍA. 13/11/2009

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Fundación Valparaíso de Mojácar (Almería).
El Premio ‘Paul Beckett’ de Poesía, que anualmente convoca la Fundación Valparaíso, con sede en Mojácar (Almería), ha sido concedido ex aequo, en su XI edición, a los libros titulados “Tránsito” y “Almas”, de los que abiertas las plicas correspondientes resultaron ser autoras Marta Policinska, polaca y residente en Sevilla, y Antonia Álvarez Álvarez, leonesa residente en Gijón. Concurrieron 135 libros, procedentes de toda España y de Argentina, Colombia, Cuba, Dinamarca, Estados Unidos, Israel, Japón, Portugal, Méjico y Uruguay.  
El jurado estuvo integrado por D. Jorge de Arco (Poeta y Director de la Revista Piedra del Molino), Dª. Margarita Arroyo (Poeta y Narradora, miembro de la Directiva de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles), D. Santiago de Mora – Figueroa, Marqués de Tamarón (Escritor, Ex Embajador en Londres y Ex Director del Instituto Cervantes), D. Jesús Mateos (Poeta y Patrono de la Fundación Valparaíso) y D. Carlos Murciano (Premio Nacional de Literatura), bajo la presidencia del académico de la Real Academia Española Luis Mateo Díez. El premio está dotado con 4.000 euros, y lleva implícita la edición del libro ganador, en la colección ‘Beatrice’, creada al efecto.
Las obras finalistas fueron las acogidas a los lemas: “Es el mismo navío que nos lleva”, “Desde el silencio”, “Poniente”, “En clave de sol”, y “Provisional”.