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José María Martínez Cachero, Premio de las Letras de Asturias, por Redacción. 7/10/09

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José María Martínez Cachero, profesor emérito de la Universidad de Oviedo, donde fue catedrático de Literatura Española Moderna y Contemporánea, ha sido galardonado con el IV Premio de las Letras de Asturias, otorgado por la Asociación de Escritores de Asturias.
Cuando se le comunicó la decisión, Martínez Cachero declaró que «estaba muy agradecido a todos los miembros del jurado por haberse acordado de él y de su trabajo y feliz por recibir este premio.»

El jurado, una vez examinadas las diversas propuestas, decidió por mayoría conceder el premio a la candidatura presentada por el escritor Javier Lasheras a favor del profesor emérito.
Poseedor de un magnífico currículum, Martínez Cachero fue cofundador de la revista Archivum y profesor visitante en las universidades americanas de Vanderbilt (Tennessee) y de Alburquerque (New Mexico). Ha publicado numerosos estudios y ediciones críticas y anotadas sobre obras clásicas de la literatura española de los siglos XIX y XX. Su especial dedicación a la obra de Leopoldo Alas Clarín y muchos otros escritores de Asturias le colocan en un lugar fundamental para comprender la literatura contemporánea de Asturias y su trabajo ha servido para situar en un contexto universal la literatura de autores asturianos.
El jurado, que se reunió en Oviedo en la Bodega El Viajero el pasado día 30 de septiembre y formado por Carmelo Fernández Alcalde, José Havel, Mariano Arias, Javier Lasheras, Manuel D. Abad, Ernesto Colsa, Alejandro Cuesta, Ángel García Prieto, Miguel Rojo y Violeta Varelay actuando como secretaria Covadonga Álvarez Barros, destacó y reconoció su labor académica y su tarea investigadora y divulgativa que ha contribuido al prestigio filológico de la universidad de Oviedo. Igualmente destacó su continua cercanía con las generaciones jóvenes fomentando en ellas la pasión por la literatura.
El premio, consistente en la entrega al galardonado de la escultura Apolo, realizada por el pintor, escultor y poeta Jaime Herrero, le será entregado en un acto literario este próximo jueves, 8 de octubre, a partir de las 8 de la tarde, en el Salón de Actos de Cajastur, en Oviedo. Antes se habrán entregado también los X Premios de la Crítica de Asturias. La entrada es libre y al finalizar se servirá un vino español.

 

El huevo de la serpiente. Por Pablo Folgueira Lombardero (03/10/2009).

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En las últimas elecciones al Parlamento Europeo, todos los que creemos en la democracia asistimos atónitos al crecimiento espectacular de los partidos de ultraderecha. Y el más activo de ellos, el partido Jobbik (Movimiento para una Hungría Mejor), no sólo obtuvo un 15% de los votos en su país, sino que eso llevó a que consiguiera tres representantes en el Parlamento de la Unión Europea.

Pero ese partido no sólo defiende sus más que discutibles ideas en el campo de la política. También tiene un ala paramilitar, la llamada Magyar Gárda (Guardia Húngara), actualmente ilegalizada, pero todavía activa. En su búsqueda de una víctima propiciatoria contra la que volcar sus odios, hallaron a los gitanos como los más apropiados. A ellos culpan de todos los males de su país y contra ellos lanzan sus ataques, a veces con dramáticas consecuencias. Amparándose en la noche y con el anonimato que propicia la actuación en grupo, los miembros de esta Guardia Húngara no tienen reparos en disparar o lanzar cócteles molotov contra personas desarmadas, a veces contra niños.

En momentos de crisis como los que vivimos, no es raro que se busque a quien culpar de nuestras desgracias. Y cuando a la búsqueda se une el odio, es muy probable que encontremos que el objeto de nuestro odio es el perfecto culpable. Y es entonces cuando la violencia se convierte en la única razón.

Los días contados, de Miklós Bánffy. Por Ángel García Prieto (29/09/2009).

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Miklós Bánffy. Los días contados (Megszámláltattál)

Asteroide, Madrid, 2009. 666 páginas. 29,95 euros

Prólogo de Mercedes Monmany

Traducción de Éva Cserháti y Antonio Manuel Fuertes Gaviño

 

Miklós Bánffy, conde Losoncz (1873 – 1950), es un autor húngaro perteneciente una de las familias de mayor rango aristocrático de Transilvania, desde el s. XIII. Nació en Kolozsvár, entonces territorio del Imperio Austro-Húngaro y en la actualidad de Rumania, con el nombre Cluj-Napoca.  Estudió Derecho en su ciudad natal y en Budapest y recibió una esmerada educación artística, que le ha llevado a la creación dramática, la pintura, la música y la narrativa. Es en ésta última donde ha alcanzado una mayor importancia, sobre todo por su Trilogía Transilvana, constituida por las novelas Los días contados (1934), Las almas juzgadas (1937) y El reino dividido (1940), que son un fresco de la dramática historia húngara desde el comienzo del s. XX y el final de la Primera Guerra Mundial.  Durante ese tiempo, Bánffy fue diputado del parlamento húngaro por un partido liberal, gobernador de su provincia natal, director general de teatro en Hungría, diplomático e incluso ministro de Asuntos Exteriores. Tras el tratado de Trianon, en el que en 1920 su país pierde la soberanía de Transilvania a favor de Rumanía, se retira a su tierra natal, donde emprende actividades de mecenazgo y fomento de la lengua y cultura para las minorías húngaras en tierras rumanas. En 1947 consigue regresar a Hungría para reunirse con su familia; sus libros son prohibidos u olvidados en los dos países y sólo en 1982 se consiguen reeditar en Rumanía y en Hungría en 2006. La traducción de Los días contados que hace una hija suya al inglés, lo da a conocer hace muy poco tiempo en varios países de occidente.

Los dias contados es un magnífico novelón del s. XIX escrito en el XX, sobre la situación política y social de una Hungría convulsa por su dependencia en el Imperio Austro-Húngaro y por los estertores de su fin. La perspectiva está tomada desde la vida de la nobleza y la alta burguesía de aquel país, que parece presentir y esquivar su catástrofe a base de una actividad volcada en las cacerías, viajes, fiestas, casinos, amoríos, duelos de honor y presencia en la política parlamentaria. La protagonizan el joven conde Bálint Abády – con ciertos paralelismos con la vida real del autor -, que acaba de regresar de trabajos diplomáticos en el extranjero y a duras penas acepta dedicarse a la política como diputado de su región; su primo Lázslo Gyeröffy, aristócrata sin patrimonio económico, que estudia música y Adrienne Milhot, otra noble casada a su pesar con un hombre que la desdeña y maltrata.

Las descripciones y la ambientación están del todo conseguidos, con gran belleza y apuntes líricos; el fondo de paralelismo analógico entre la vida de sus convincentes personajes, de gran riqueza psicológica, y el desarrollo de la historia de la primera década húngara es muy ilustrativo; las conductas tan ricas valores y pasiones hacen un fresco pleno de matices, desde la nobleza trascendente y las veleidades amorosas – que a pesar de sus circunstaciales momentos pasionales no pasan al plano de la descripción pornográfica –, la frivolidad de los duelos y los tejemanejes económicos que se derivan del juego patológico de alguno de los personajes. En fin una novela, a la altura de las mejores de Joseph Roth o Stefan Sweig, que vale la pena leer.

Pedro Antonio Curto presenta “Los amantes del hotel Tirana” (29/09/2009).

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El escritor asturiano Pedro Antonio Curto presenta

 

el martes 29 de septiembre en el Foro Abierto de la librería Cervantes

la novela Los amantes del hotel Tirana

  Ganadora del IV Premio de Novela Ciudad Ducal de Loeches


El escritor Pedro Antonio Curto presenta en el Foro Abierto de la librería Cervantes (c/Doctor Casal 9) la novela “Los amantes del hotel Tirana” el próximo martes, 29 de septiembre, a las 19´30 horas. 

En el verano de 1990, mientras el régimen socialista albanés comienza a derrumbarse, dos jóvenes se aman una noche en la habitación de un hotel. Aida y Aslam se encuentran con las encrucijadas de la historia y a través de ellas construyen la suya propia. Es una noche que tiene algo de iniciatica y sin embargo están rodeados de mundos crepusculares. Por esas rendijas ellos prueban el sabor de un cuerpo ante otro cuerpo, de un ser abandonándose al otro. Han viajado por tierras albanesas y viajan también a través del tiempo, a una España donde un combatiente de las Brigadas Internacionales comienza a forjar una utopía. Es una utopía que ambos aman, como se aman el uno al otro, con la necesidad sensitiva de transcender, de ir más allá, a una patria carnal, a una patria sin fronteras. Pero se encuentran que viven en la sombra oscura de esa utopía; la que se aleja del sueño para acercarse a la pesadilla. La novela crea atmósferas intimistas, que fluyen entre lo fantástico de la mitología albanesa y la realidad, para ir a la búsqueda de un territorio donde el individuo se enfrenta a su época, con sus sueños, sus frustraciones y también con sus traiciones.

Pedro Antonio Curto nació en la localidad guipuzcoana de Zumaia, pero vive desde muy pronto en la ciudad asturiana de Gijón. Ha publicado la novela El tango de la ciudad herida y el libro de relatosLos viajes de Eros. Ha participado en las antologías 13 para el 21, Palabras con Ángel y la La agonía del Nirvana. Colabora en publicaciones como el periódico literario Irreverentes, el diario El Comercio de Asturias, y la revista literaria Kalepesia, entre otros. Director y guionista del cortometraje Maletango, exhibido en el Festival Internacional de Cine de Gijón. Ha recibido diversos premios literarios como el segundo premio Gran Café de relatos,el segundo premio de relatos de Leioa y el premio Antonio Porras de Pozoblanco, entre otros.

Los amantes del hotel Tirana ha resultado ganadora del IV Premio de Novela Ciudad Ducal de Loeches por unanimidad.

 Más información:

 

 

http://www.edicionesirreverentes.com/narrativa/AmantesTIRANA.htm

http://www.edicionesirreverentes.com/incontinentes/ViajesEros.htm

http://www.edicionesirreverentes.com 

Jennifer’s Body: el infierno es una chica adolescente. Por José Havel (29/09/2009).

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Bien raras son las teen movie que han llegado a ser buenos filmes durante estos últimos años. La razón es bastante simple: todas ellas estaban dirigidas, por definición, a los adolescentes, por más señas desde un Hollywood con un nivel de exigencia cultural cada vez más a la baja, por no decir que por los suelos. Si con la escultural Megan Fox como principal reclamo, Jennifer’s Body parece despedir de salida un tufo a enésima patochada yanqui para púberes, a la postre se eleva por encima de la media de las teen movie como un producto de consumo placentero.

Especie de hermana cinematográfica de la serie televisiva Buffy Cazavampiros, en tanto en cuanto comparte su gusto por el rigor desenvuelto en la factura y la ironía inteligente (con ribetes negros) a partir de la afloración de un vórtice de mal que pone patas arriba el orden cotidiano, la tercera película de Karyn Kusama es en gran parte una parodia del cine fantástico americano de los años 80 para acá.

Una de sus cualidades radica en que trasciende con una cierta rabia los clichés más desgastados del género, para transformarse en una mirada sobre las dificultades de crecer aceptando el cuerpo propio y la búsqueda de la identidad sexual, con una gradación de lecturas nada mezquina. En Juno (Jason Reitman, 2007) la guionista Diablo Cody dinamitaba la imagen prototípica del American Dream, aquí se sirve del género de terror para pulsar una temática semejante, poniendo a prueba la noción norteamericana de normalidad social, ahora desde el punto de vista de quienes son sabedores de que el infierno es un adolescente. Con estas últimas palabras, sólo que en clave femenina, irrumpe en escena Needy Lesnicky (Amanda Seyfried), por quien sabemos que su mejor amiga, Jennifer Check (Megan Fox), el bellezón del instituto, se arranca a asesinar a los chicos del pueblo bajo el influjo de una fuerza interior extraña.

Pero que la película se haga cargo de que la adolescencia es una edad muy puñetera, no implica que evite arremeter contra esa juventud estúpida que hace de la Wikipedia fuente de verdades absolutas, o que cree que el celebérrimo The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) es una película de boxeo. Lo mismo pasa con esa malsana necesidad de la sociedad americana por forjarse héroes a todas horas, igual de absurda que la afectación de sus duelos tras las tragedias. A este respecto resulta maliciosamente divertido el gag en torno al mejor jugador de fútbol del instituto cuya muerte llora la comunidad del centro educativo en que suministraba peyote adulterado.   

Sin tratarse ni mucho menos de un logro de primer orden dentro del cine fantaterrorrífico, este divertimento refrescante que es Jennifer’s Body  se permite algunos pasajes notables. El gran plano general aéreo que nos muestra a Jennifer, asimilada iconográficamente a ciertos avistamientos de Nessie, nadando en medio de un lago inmenso, acierta a expresar la naturaleza monstruosa de la joven mejor que cualquier inserto de sus colmillos ensangrentados. Un mal presagio se desprende de esa toma en la que, ante la impotencia de su amiga Needy, la puerta de la furgoneta del grupo de rock indie se cierra sobre el rostro asustado de la joven Jennifer. Cierta poesía siniestra, tributaria de Twin Peaks, irradia la secuencia del ritual satánico junto a la catarata de Devil’s Kettle, que da nombre al pueblecito de Minessota donde se desarrolla la acción y desde la que el agua se cuela por un agujero para no volver a salir ya nunca más a la superficie. Nada que ver, pues, con fruslerías insípidas como Crepúsculo y similares.     

   

JENNIFER’S BODY. EE UU, 2009. Dirección: Karyn Kusama. Guión: Diablo Cody.Música: Theodore Shapiro y Stephen Barton. Fotografía: M. David Mullen. Intérpetres: Megan Fox (Jennifer Check), Amanda Seyfried (Needy Lesnicky), Johnny Simmons (Chip), Adam Brody (Nikolai), J.K. Simmons (Sr. Wroblewski), Amy Sedaris (Toni), Chris Pratt (Roman Duda), Juno Ruddell (Warzak), Kyle Gallner (Colin Gray)… Duración: 105 minutos.

Berlín Friedrichstraβe o la vida en vena. Por Javier Lasheras (24/09/2009).

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1.- A media tarde de un día casi otoñal y desde unos dos mil pies de altura, antes de aterrizar en Tegel, la ciudad se contempla con un aire de geografía apacible, con parques y jardines por doquier. Destaca el río Spree: penetra como una flecha por el sureste, se agita en meandros casi infantiles a su paso por el centro de la ciudad y se pierde en el Havel, afluente a su vez del Elba. Parece una vena, pienso. El color de una vena bajo la piel. Las venas son musculosas y llegan a todas partes. Por dentro circula la sangre.

2.- Uno sabe que la ciudad fue borrada del mapa con saña inmisericorde pero no sabe ni cómo imaginarlo. Algo escribió Sebald sobre el asunto en Sobre la historia natural de la destrucción. Sebald relata, se pregunta, da información, pero tampoco sirve de mucho. A la hora de recordar las palabras sirven de poco, pero para matar son excelentes. En las palabras hay que creer hasta que se deja de creer: el tejado de la torre de la iglesia del Káiser Guillermo se convierte en una muela cariada, la torre hexagonal que se yergue junto a la antigua en un pintalabios y la iglesia nueva, en una polvera. Ya digo, hay que creer lo justo.

3.- La urbe muestra señales de heridas profundas, sutiles cicatrices maquilladas como las de una vieja dama y al mismo tiempo despliega una descarada belleza arquitectónica que indica y remarca su identidad de polis nueva. Ave fénix. Les ha costado un riñón y parte del otro, pero ha merecido la pena, a pesar de la corrupción y de los errores. Berlín es una mujer joven que sabe de ciencias y letras: La Charité y la Universidad de Humboldt, muchos premios Nobel y la Literaturhaus. O mejor: una mujer que escribe su propia historia, que a veces se equivoca e incluso se traiciona. Es probable que termine haciéndose daño. Pero se trata de vivir.

3.- Berlín también conserva un rostro invisible. Y aunque me gustaría verlo —sin morbosidad—, parece que nadie recuerda. Es algo reservado sólo para iniciados, pienso. Sé que Ignacio del Valle se empapó hasta las cachas para escribir Los demonios de Berlín. Caminando por sus calles, atravesando sus puentes, mirando sus plazas o deteniéndose ante el río, el rastro del rostro fantasmagórico se hace más visible todavía. Y la novela también. Ese rostro invisible es como una ausencia que pertenece a todos los europeos. Los europeos también estamos ausentes. ¡Cuánto fantasma sin descanso!

4.- Berlín alberga edificios magníficos. Para que lo sean es necesario sentir la belleza dentro de ellos. No recuerdo ninguna otra ciudad en la que la simbiosis entre diferentes estilos sea tan acertada. En arquitectura el espacio es como la visibilidad a la literatura. El imponente Reichstag —diseño neorrenacentista de Paul Wallot, sufragado con dinero francés en pago de daños de guerra— está rematado por la hechizante cúpula de cristal de Foster. En Postdamer Platz, a pesar de la multitud, tuve la sensación de gravitar en un espacio muy ligero. Es el lugar preferido para manifestar los desacuerdos actuales. Flashmob, partido pirata, verdes, naranjas… Suena bien. Suena a necesario. Seguramente no tengan nada que hacer, como casi todo lo que resulta necesario. Soy un optimista con información de primera mano y no me desagrada jugar con ventaja. Perdonen si les defraudo.

5.- Berlín tiene junto al río bares, restaurantes y terrazas donde los berlineses se encuentran al atardecer. Hubo tardes en que me mezclé con ellos. Un día, muy cerca de la Bertolt Brecht Platz y del Berliner Ensemble, tomé un denso y delicioso aguardiente de pera. Después cené un tafelsplitz, carne cocida y marinada, que según dicen sigue la receta de la última mujer de Brecht, Helene Weigel. Por su parte, Brecht siempre tuvo problemas con todo el mundo. Todo el mundo político, quiero decir. En Europa y en EE.UU. Algunos escritores, y en primer plano poetas y dramaturgos, son así. ¡Qué gente!

6.- Berlín tiene una calle donde viví y donde lloré como no lo he hecho en casi ninguna otra ciudad. La edad hace estragos y acaba por colocarte las hormonas en la garganta: bienvenidos sean los años. Friedrichstraβe. Una vez conocida, mi identidad no cambia, pero se expande como el aceite. Pero, ¿cuál es la identidad alemana? Rüdiger Safranski apunta al romanticismo. Añade que los ideólogos del NSDAP pronto se dieron cuenta de que el romanticismo tradicional era muy blando y por ello quisieron alcanzar un romanticismo de acero basado en el biologismo, el darwinismo social y el racismo. Hoy en Berlín se pueden palpar los movimientos antisistema que tal vez sean, en parte, herederos del romanticismo. Espero que la rueda se pare.

7.- Cada mañana, en Friedrichstraβe, desayunaba junto a la ventana, mirando a la gente vivir y pasar por el puente de Weidendamm. Más tarde tomaba el tren en dirección al lugar elegido. Después de comer, o algo más tarde, regresaba a Bahnhof Friedrichstraβe para descansar en el hotel. En esta estación hay muchas lágrimas que ya no se ven, ojos rojos en el alma, rímel corrido por los andenes, desgarros del tamaño de un chirrido de tren, úlceras de vagón, tristezas de hierro e ingenuas esperanzas. Vidas perdidas para siempre. Mierda de mundo. Y para colmo, el tren a veces llegaba con retraso.

8.- En esta ocasión no fui a ver ninguna tumba. No visité ninguna casa de pensador, científico, político ni artista. No presenté mis respetos a nadie. A cambio, no me perdí el altar de Pérgamo ni la puerta del mercado de Mileto o la puerta de Ishtar de Babilonia. Tampoco dejé de visitar la antigua sede central de la Gestapo y de las SS, la Bebelplatz en donde un 10 de mayo de 1933 los nazis quemaron más de 25.000 libros, el cuartel general de la comandancia alemana ni tantos otros lugares que emocionan y enervan. Hubo noches en que me dejé llevar por la vida en la Oranienburger Strasse, con sus animados cafés, restaurantes, pubs, galerías de okupas y prostitutas del este a menos de 50 metros de la Nueva Sinagoga. Tampoco me perdí a Funk Delicious en la sala Quasimodo. En Berlín parece que casi todo convive. No es conveniente aceptar el engaño. Igual que en cualquier otro lugar.

9.- En la pantalla aparece una máquina de escribir: recibe el frío, la lluvia y la nieve. Un antiguo proyector de cine se encarga de que la imagen se repita hasta la saciedad. Frío, lluvia, nieve… una máquina de escribir inútil. El proyector instalado en el centro. Uno se pregunta qué hace ahí, mirando en la oscuridad un par de máquinas inservibles, en la antigua estación de Hamburger Bahnhof, hoy reconvertida en un museo de arte moderno que alberga piezas de la prestigiosa colección Flick. Podría derivar sobre la imagen, pero el asunto se repite hasta el vómito, incluso en la novela actual. Voy a otra sala. Oigo los gritos de un hombre. No me alarmo. No es extraño. No estoy en una cárcel y se supone que no soy un preso. Supongo que se trata de una instalación. Los gritos continúan. Se suceden, se instalan en mi mente, me desesperan. En efecto, dentro de una gran sala, sobre la pantalla, un descerebrado no para de gritar. Me alejo. Sigue gritando. El torturado soy yo. Pensemos…

10.- El viajero no suele descubrir nada nuevo. Es el lugar quien descubre al viajero, quien le arranca un trozo de su existencia. Somos de muchos lugares, pero no de todos. Somos las vueltas que da la vida, como el río Spree a su paso por Berlín, como una vena que llega y da la vida. Una vena es musculosa y lleva sangre y es hermosa y se adentra y se ramifica y es azul y fría como el cielo de Berlín, verde y líquida como las tardes junto al río Spree, roja como el fuego de su historia o el fin de un capítulo que invita a escribir y leer el siguiente. La vida en vena.