Inicio Blog Página 30

Libro póstumo de nuestra compañera Tina García

 En Quirós, su tierra, se presenta el libro póstumo, SENTIMIENTOS, de nuestra compañera Tina García, fallecida hace unos meses. 

El acto, este 16 de agosto, será presentado por nuestro compañero David Fueyo, paisano suyo.

Poemario de haikus

 UNA NUEVA VEREDA HACIA EL HAIKU EN CASTELLANO:

HAIKUSNORA, DE Mª ESTHER GARCÍA LÓPEZ[1]

Por Fernando Cid Lucas

Nos dice la escritora canadiense Catherine L’Ecuyer, autora del muy conocido libro Educar en el asombro[2]:

 

“¿Por qué la luna no es cuadrada?, preguntan los niños cuando se asombran. Se asombran ante la luna, que es redonda y no cuadrada, porque no dan por supuesto la forma de la luna. Estrenan el mundo, se sorprenden ante todo lo que van descubriendo. El sol que deslumbra, la hierba que pica, el rojo intenso de una manzana. Todo les sorprende y eso les motiva a conocer (…).[3]

 

Y es que, el haiku, tal y como lo encauza Mª Esther García López (La Degollada-Valdés) en su último libro y también en otros anteriores, es precisamente eso: conocimiento. El conocimiento brindado a los niños que tienen árboles, montañas, ríos, aves o flores ante sus ojos y que nuestro vertiginoso y apretado siglo XXI no les deja ver. Esther hace de “guía”, de gustoso índice que señala hacia lo que sucede, hacia lo que vuela o lo que nada mientras las máquinas siguen sin saber respirar.

Esther quiere y mima esta estrofa, yo la he visto tomar notas, leer en alto, emocionarse con Bashō o con Shiki… así que, por favor, no nos volvamos tan quisquillosos, que no es sino señal de edad provecta mal afrontada, no pongamos los dedos para contar sílabas por delante de los ojos que deben ver el soma del haiku. Los que traen las páginas de Haikusnora son haikus porque su autora respeta la estrofa, son haikus porque son un reflejo de lo que los ojos de una Esther niña recoge en su día a día, con una labor pormenorizada de amar y sentirse inserta en la naturaleza, pero de manera sencilla, cómo, por ejemplo, cuando escribe:

Flor de cerezo,

los pétalos volando

entre mis dedos.[4]

 

Lector, poco más es un haiku, una imagen, una estampa de una estación precisa del año, algo que sucede en ella, sin pretensiones, con la emoción de quien ve llover o huele una flor, con el regocijo de quien toma la inspiración para un poema en algo tan efímero como una cascada de pétalos rosados que atraviesan una mano por dos o tres segundos. Pasa el momento, queda el poema:

 

Una gaviota

nos mira sorprendida,

Dormidos al sol[5]

 

Vuelve a estar el haijin[6] en la naturaleza, bajo el sol (como todos, dirán unos, y es cierto, sólo que la poeta se da cuenta y lo dice), con una gaviota como improvisada espectadora de una apacible siesta.

Un libro Haikusnora delicioso, fruto de una colaboración deliciosa: una abuela (que escribe) y sus nietos (que ilustran), que han puesto forma y color a raudales a unos poemas con los que (con)viven en perfecta simbiosis. No son haiga, no son la retórica del crítico de arte o de literatura, no son un prontuario de las ideas estéticas del haiku, es algo mucho más sencillo y más útil: un diálogo, pequeño y sincero, con el lector, a quien Esther le regala la mejor de las poéticas:

Ruidos y trinos.

El pájaro del agua

silba en la rama.[7]

 

Pájaro del agua que no es sino, según el dibujo de Nora, el lucífero Martín pescador, y que en asturiano se puede nombrar con dos palabras que son validísimas para la construcción de haikus en esta lengua: verderríos y picapeixe; pájaro ubicado en un poema en donde no faltan las llamadas auditivas o visuales, cumpliendo con la premisa de lo sensorial en el poema[8].

 

Para ir terminando ya se me va haciendo costumbre -o vicio- declarar abiertamente mi o mis poemas favoritos en las antologías que me mandan o me mando reseñar. En el pequeño libro de Esther hay un haiku que a mí me habría gustado escribir, o, al menos, pensar, aunque no lo hubiera alumbrado nunca, una flor bonita que no se apaga por mucho que la leas:

El petirrojo

dormido en mi ventana

sueña con hojas.[9]

 

Poema que me recuerda al machadiano:

 

La cigüeña absorta,

sobre su nido de ramas,

mirando la tarde roja.[10]

 

Porque “sueño” y “contemplación” son a veces compañeros de piso, porque un petirrojo fantasioso es como una cigüeña ensimismada en la tenue ecuación del haiku.

 

Enhorabuena, pues, Esther, por tus nuevos haikus, pero también a los pequeños Nora, Deva y Leo, por sus dibujos y por seguir el camino de la güela y del güelo, que en eso Ernesto y tú sois maestros. Y enhorabuena, lector, por poder entrar de forma tan limpia en la naturaleza, usando tan sólo la docena y algo de palabras de los haikus que trae Haikusnora.

   
   
   

 

 


[1] Oviedo, Setentayocho Editorial, 2019.

[2] Barcelona, Plataforma Editorial, 2012.

[4] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Haikusnora, Oviedo, Setentayocho Editorial, 2019, p. 6.

[5] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 30.

[6] Compositor de haikus.

[7] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 18.

[8] Véase para esto la primera parte del libro del profesor RODRÍGUEZ-IZQUIERDO Y GAVALA, Fernando, El haiku japonés: historia y traducción, Madrid, Hiperión, 1999.

[9] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 22.

[10] En: https://terebess.hu/english/haiku/machado.html (última consulta: 03/08/2019).

Prólogo del libro EL COLOR DE LOS DÍAS (Mª Esther García López)

  Prólogo del libro EL COLOR DE LOS DÍAS (Mª Esther García López)

 

PASEANTES DEL TIEMPO

 por Aurelio González Ovies

Si uno  pudiera dar respuesta a todas las preguntas que Esther García nos plantea en este libro, tan cercano como intimista, si acertase a vislumbrar algunas de las claves  para compensar ese vértigo entre  el paso del tiempo que se convierte en constante vital y poética de los versos de este libro …, entonces sería posible volver, porque existirían caminos  de vuelta; y posible no sufrir de añoranza  por lo perdido , por lo que queda atrás, esa materia encendida  inertemente, suma de muchos ayeres acumulados que hace del presente un mero relato de memorias.

 

Pero bien sabemos que no es así. Sólo queda el recuerdo. Que nada retorna, como bien dogmatizaron ya los clásicos. Que toda luz  vuelve  y las horas decoloran. Por eso la voz cobra tanto valor, porque a través de ella permanecen y se actualizan recuerdos y vivencias, seres queridos y fechas señaladas. Al través de la palabra, de estas palabras, laten incesantes el cariño y la ternura, esas dos formas de rebelión contra lo que nos apesadumbra y de reafirmación de la belleza genuina, de las vidas humildes. 

 

La poesía de Esther, serena, sugerente e indagadora, contiene esa  tristeza horaciana ante lo transitorio y lo destinado a terminarse. Todas sus composiciones llenan  con la certidumbre de finitud, son constatación de un momento que acoge todos los momentos, profecía de un final inevitable, pero, primero de todo, testimonio de diferenciación  entre el yo que fuimos y el yo que nos pesa, el antes y el ahora, y biografía, por lo tanto, del mundo rural y de la ciudad moderna y ciega, de los luminosos días en la infancia y las aceleradas noches en la urbe. Contraposiciones bien frecuentes y de un altu valor poéticu: el mendigo que se cobija en los  portales, los que duermen a la intemperie sin abrazos, frente a la sombra del cerezo  nos amamos tanto, tanto…

 

Su obra nos encanta y nos fortalece. Lo primero porque nos identifica con  su particular manera de decir, con un lirismo comprometido y un hondo convencimiento que da sentido a la existencia y rebaja el  dolor mismo de vivir y los desasosiegos cotidianos. Lo segundo porque nos cobija, nos vincula  a un ámbito venturoso, a un pasado feliz en el que siempre va haber sol en el  amanecer de los sueños; y son precisamente los sueños los únicos que nos dejan, aunque solo sea un instante, coger lo vaporoso, abrazar a los padres agotados,  recorrer los parajes ilusorios.

 

E. García  se acerca con frecuencia al tópico del ubi sunt o a interrogaciones retóricas – donde vamos, a qué venimos, cuánto pesa el amor– que, aunque a veces  quisiera desentrañar, no esperan ser resueltas, si no que le  sirven de punto de partida para, como lo confesara  siglos atrás Rosalía de Castro, entablar diálogo con sus sombras, para aliviar  el sufrimiento de las ausencias irreparables (infancia, juventud, la madre…). Pero también para celebrar el amor. Su poética está marcada por fogonazos amatorios, esperanzada en el amor, en su otro yo, su agarradera necesaria, su estancia más entrañable, pues el amor  salva, el amor ampara, por eso lo invoca, por eso- y ruega: ábreme, amor, la puerta / del silencio… la puerta… de tu  casa

 

Lo más grande de la poesía es la comunicación honda del alma para el alma y Esther García lo consigue desde sus  primeras publicaciones. Voz de poeta, bien en femenino, por eso su  verbo, como en los orígenes, cimbla y se hace carne de nuestra carne, porque habla de lo común y de lo individual, de lo de todos los días, pero expresa lo humano, lo universal, lo de tola vida. Persigue la transparencia. Nos la alumbra. Su palabra enciende sensaciones, aviva la intensidad, de ahí  que El color de los días es sello y crédito del poder evocador y la capacidad de esta creadora asturiana que todavía se embelesa con la naturaleza que la rodea, con el canto del petirrojo, la luna, por más que el  vacío y la maleza vayan apoderándose de los espacios familiares y la añoranza. Porque ya que sale, Esther es Occidente, en todos sus escritos bate el nordeste y  huele a sebe. El occidente, el agua, los charcos, la lluvia, los pájaros, las olas están como un horizonte en Esther. 

 

La vida es camino y el camino es  ir dejando y dejándonos lejos; l’autora recorre serenamente esas sendas del pasado, echa la vista atrás, cata el  consuelo, pero la realidad es invencible y, llena de soledad y olvido, consciente de que solo somos / paseantes del tiempo, encuentra  la verdad desnuda, la nada definitivo: el color del silencio, el color de lo que somos: 

 

                     Nadie

                              Nadie. 

                                       Nadie… 

 

Y gracias a eso, al frío y al apego, a los a romas y a los sinsabores…, surge el canto. Un canto emotivo y llano cuyo objetivo es nombra
rlo todo, amar tolo que está sobre la tierra. Un canto verdadero, positivo, musical y certero, el de Esther García, que bien demuestra que el amor  vence a la muerte. 

 

Aurelio González Ovies

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Felicitaciones

 

 

La AEA se congratula con nuestro compañero José Herrero, que acaba de ser nombrado Doctor honoris Causa por la Universidad de Antioquia, en Medellín (Colombia)

Pésame

Tina García Alonso
Amanecía. En la calle desfigurada
me dejó, con una especie de despedida
esfumándose al sonido de la trompeta.
T.S. Eliot

Tenemos que dar otra fatídica noticia en este año que tanto le cuesta levantar el vuelo.

Ha fallecido nuestra compañera Tina García Alonso.

Descansa en paz, te acompaña la Poesía.

Svejk, elogio de la irreverencia

 Existen biografías que se salen de lo común. Son pocas porque el lazo de la rutina aprieta con fuerza a aquellos que se salen de las líneas que les marcan las normas de la sociedad del momento. La mayoría cae en el olvido, y solo un puñado de ellas entra en el rutilante universo de las estrellas que deslumbran al resto de los mortales. Una de estas vidas es la del escritor checo Jaroslav Hasek, autor de la novela inacabada El buen soldado Svejk, publicada en los años 1921 y 1922, en la que el protagonista es un vivo retrato de su autor.

Jaroslav Hasek nació en Praga en 1883 en una familia humilde. Su padre, matemático, murió joven debido al exceso de ingestión alcohólica. La vida del huérfano se vuelve heterodoxa cuando abandona los estudios en el colegio, aunque más tarde falsificó un título académico para poder sobrevivir. Esta veta falsificadora la continuó en una revista científica de temática zoológica cuando escribía artículos sobre animales que solo existían en su imaginación.

Más tarde, en 1911, se presenta a las elecciones con el llamado Partido del progreso moderado dentro de los límites de la ley. Pudo haber sido el fracaso en los resultados electorales lo que le empujó a tirarse desde un puente al río Moldava. No se mató en el intento, pero ese mismo año, con 30 años, finge su propia muerte por lo que lo encierran en un manicomio.

En los círculos de la bohemia literaria ya era conocido por sus escritos de todo tipo, sobre todo en la revista Komuna, de carácter anarquista. Eso no le impide alistarse en el ejército austrohúngaro en la Gran Guerra. En tierras polacas es hecho prisionero por el ejército imperial ruso, pero con la retirada de este después de la revolución bolchevique de octubre llega a ser comisario del Ejército Rojo, que acababa de poner en pie León Trotski.

Es probable que los procesos revolucionarios que se estaban produciendo en Europa fueron los que determinaron que se convirtiese en bígamo al casarse con una mujer rusa. O también es posible que se hubiera olvidado de que estaba casado con otra mujer en Praga, con la que tenía un hijo.

Cuando regresa a su país, lo encuentra cambiado, se llamaba República de Checoslovaquia y Praga era la capital. Con la experiencia que trae de la guerra empieza a escribir El buen soldado Svejk, aunque no puede acabar la obra porque una tuberculosis que trae de la guerra le quita la vida en 1923 con 39 años.

El buen soldado Svejk se puede poner en relación con El Quijote porque en ambos protagonistas existe una falta de cordura en sus acciones por una causa justa, siempre teñidas de idealismo. La figura de los dos protagonistas es risible, lo más alejado de los cánones y códigos que pretenden seguir, un caballero andante en el caso del manchego y un militar en el checo.

A través de un soldado gordinflón, patoso, lisiado y con cara de idiota, el checo está criticando el militarismo ciego del imperio austrohúngaro que acababa de saltar por los aires en aquel momento. También critica la opresión del individuo por parte de un Estado omnipresente que cierra todas las vías de escape del que quiere trazar su propia trayectoria.

Esta critica lo empareja también con su vecino Franz Kafka. Aunque vivieron en la misma ciudad y en los mismos años (Kafka murió un año más tarde, también a causa de la tuberculosis), no se tiene constancia de que hubieran coincidido en algún momento. Y es que la vida bohemia, tabernaria y pendenciera de Hasek poco tenía en común con el carácter intimista y culto de Kafka. Mientras que el primero realiza la crítica a través de la parodia y lo grotesco, Kafka manifiesta ese mismo grito de rebeldía por medio de angustiosas pesadillas literarias.

La estela de El buen soldado Svejk sigue visible hasta nuestros días. No solo es la novela más popular entre los checos, a diferencia de la narrativa de Kafka que, entre otras cosas, escribió su obra en alemán.

Por otra parte, el dramaturgo alemán Bertold Brecht afirmó que la novela estaba entre las tres más importantes del siglo XX, y además la llevó al teatro en 1928 de la mano del escenógrafo Erwin Piscator. Más adelante, el gran novelista checo Bohumil Hrabal, que se sintió influenciado por la obra, escribió: "Hasek me enseñó a preferir la vivencia al saber puro".

Actualmente, la novela está traducida a 60 idiomas y en España dos editoriales han sacado en 2016 el libro traducido del checo (Acantilado y Galaxia Gutenberg, con los dibujos originales de Josef Lada).

La oscuridad volvió a quedarse quieta (José Herrero)

El poemario en sí es desgarrador, directo y emotivo. El lenguaje se acerca al popular y la retórica es propia de un escritor preocupado por el mundo que le rodea, la sociedad en la que está inmerso y de la que no puede salir pero en la que tiene que desenvolverse y cómo no, por el prójimo.

La sed, la luz y la oscuridad —como el título ya nos indica— son algunos de los elementos que permanecen en la constante visita que hacemos al mundo lírico que ese yo que cuenta nos quiere enseñar, mostrándonos que a través de la poesía y el verso puede uno ser más solidario o al menos, reconocer las maldades de las que somos capaces los hombres. Esa misma retórica preocupada por el otro y los demás, lleva a convertirse en algunos textos, en una poética del desamparo, confiándonos el autor unos cuantos versos tristes dignos de antología.

Pésame

0

 Se nos va nuestro Premio de Columnismo Literario 2002

En 2002 la Asociación de Escritores de Asturias le concedió a Alberto Piquero el Premio de Columnismo Literario por sus excelentes artículos publicados en el diario el Comercio.

Descanse en paz