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Asamblea General Extraordinaria del 23 de febrero de 2013

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 Se convoca Asamblea General Extraordinaria de la AEA con el siguiente
Orden del día:

Día 23 de febrero de 2013, sábado, a las 11,00 horas en primera convocatoria y 11,30 horas en segunda, en el Colegio de Médicos, Plaza América, s/n, Oviedo.

Candidaturas.
Atendiendo al acuerdo tomado en la Asamblea Ordinaria del día 2 de febrero último,
deberán presentarse «Candidaturas de equipo a la Junta Directiva» con un número de entre cinco y siete miembros, señalando los nombres de los cargos de Presidente, Vicepresidente, Secretario y Tesorero así como de los vocales correspondientes.
 
Delegación del voto.
Asimismo, aquellos socios que lo deseen pueden delegar su voto comunicando el nombre del socio en quien delegan al Secretario de la AEA en la siguiente dirección de correo electrónico: amuribi@gmail.com antes de las 17 horas del jueves 21 de febrero de 2013.

El presidente, Mariano Arias.

La literatura erótica: presentación de Omara la trapecista, de Manuel Herrero Montoto. 29/01/2013

Literatura Erótica

 

 

El próximo jueves, 31 de enero a las 20:00 horas, en Literatura de Invierno: los jueves literarios de la Vinoteca La Consistorial (junto al Ayuntamiento de Oviedo), tendrá lugar la tertulia «La literatura erótica: presentación de Omara la trapecista.» con Manuel Herrero Montoto.  Acompañarán al autor Javier Lasheras y Marta Magadán.

La casa en ruinas, de Manuel García Rubio. Por Javier Lasheras. 28/01/2013

La casa en ruinas
 
 
 
La casa en ruinas
Manuel García Rubio
XVI Premio de Novela Ciudad de Salamanca.
Ediciones del Viento, 2012.
 
 
Cuando se cuenta la Historia de un país o la historia de una persona, se corre el riesgo, entre otros, de caer en la falsificación.  Y ésta, ya sea por presbicia, interés, indigencia intelectual, hipocresía o manipulación ideológica al servicio del poder, acaba por convertirse en un factor de distorsión de la realidad: El temblor de la falsificación, escribió Patricia Highsmith, en una novela brillante. El Uso y abuso de la historia, nos legó a los estudiantes universitarios Finley. Valga este introito para señalar que la última novela de Manuel García Rubio (Montevideo, 1956) se emplea a fondo para mostrar, a través de sus personajes y de su ambientación, los engaños y adulteraciones que suelen aparecer en cualquier viaje al fondo del pasado. En La casa en ruinas (ganadora del XVI Premio de Novela Ciudad de Salamanca) el narrador pregunta: «Pero, cómo recordar y, al mismo tiempo, saber que los recuerdos son ciertos?» He aquí el nudo gordiano a partir del cual esta novela aborda las implicaciones que conlleva el hecho de afrontar el pasado y toda la materia que arrastra.
 
 » García Rubio se emplea a fondo para mostrarnos
los engaños y adulteraciones que aparecen en cualquier
viaje al fondo del pasado.
 
El protagonista de la obra es Ricardo Tremp, un directivo de mediana edad apodado Mister Programa, atractivo y en pleno éxito profesional, que se ve obligado a regresar a Saucedal y a la casa paterna en donde ha ocurrido un accidente. Saucedal que «era su pueblo; en realidad el pueblo en el que había nacido y vivido toda su infancia y una parte de su juventud, pero ya no tenía allí ni familiares ni amigos. Cuando lo abandonó para quedarse en Madrid, lo hizo decidido a olvidarlo para siempre». Sin embargo, se trata de un Saucedal a cuyo presente resulta inútil mirar desde el hoy del propio Ricardo «porque en la propia mirada había un nexo que lo comprometía con quien él había sido allí, el niño sin madre, el hijo de don Gustavo, el ingeniero borracho, el muchacho que un mal día enterró a su padre y se fue con lo puesto, sin otro equipaje que el odio y unas ganas abrasivas de olvidar». Añadamos que Ricardo odia la vida de castas de ese espacio cerrado que es Saucedal, un lugar determinado por las costumbres lentas y preceptivas en contraposición a las dinámicas y ejecutivas de la ciudad a las que él está habituado. Pero cuando Ricardo abra la puerta de su antigua casa —esa frontera que lo transporta al pasado a través de un inquietante mensaje en el contestador automático—, se desatará toda la acción de la trama con sus peripecias y diversas ensoñaciones.
 
» La obra transita por un mundo fantástico
en el que realidad y ficción juegan a la verosimilitud.
 
Los quince capítulos de la novela, narrados con un estudiado estilo coloquial, funcionan como un desplegable en miniatura de la sociedad española de los últimos cuarenta o cincuenta años. Sin duda un notable ejercicio de comparación —y de síntesis dado el carácter casi de nouvelle de la obra— que sirve de marco a la historia de Ricardo Tremp y de Melita, la niña casi adolescente —y luego ya una muchacha— y también personaje principal de la novela. Por cierto, todos los personajes secundarios (Gustavo, Pepelu, Pacho Hernández, Tita, Joserra, Edurne Mendizabal, etcétera), están tratados con una fina ternura, que tal vez pueda resultar excesiva para los lectores que visiten por vez primera la obra de García Rubio. Pero en este caso, debemos dar por descontado que se trata de una marca de la casa, pues la narrativa de García Rubio es siempre consciente tanto de las grandezas como de las debilidades, de las contradicciones y complejidades que habitan el ser humano.
 
La meticulosa cercanía que refleja la voz del narrador, presenta también texturas y temperaturas más altas y el lector hará bien en detenerse en algunos pasajes. Así, por ejemplo, en la página 49 al describir el olor de los momentos felices; las páginas 65 y 66 para narrar esa brecha física, psíquica y moral que luce Ricardo Tremp a lo largo de la obra; la reflexión sobre Melita en las páginas 97 y siguientes o el diálogo que conforma el capítulo 11.
No sería conveniente olvidar en este breve apunte que la obra transita por un conmovedor mundo fantástico en el que la realidad y la ficción juegan a la verosimilitud, y en donde el autor expone sutilmente su maestría para realizar las transiciones temporales que la narración exige. En este sentido, tal vez García Rubio se acune en fuentes platónicas —en tanto que la trama gira en torno a dos mundos— y utiliza recursos narrativos (como el contestador y el teléfono) que pudieran recordar, por sorprendente que parezca, al Matrix de los Wachowski.
Destacan también las puntadas con que el autor remata la hechura general de la obra, acudiendo a guiños y menciones literarias que nos traen a primer plano la presencia de Clarín, Mann, Eliot u Onetti entre otros. Sin embargo, no es la literatura sino la música la que corona esta obra. Creo que es muy afortunada la elección y presencia de la ópera Orfeo y Eurídice de Gluck, verdadera banda sonora que bien puede acompañar al lector a través de toda la lectura. En la página 108 se puede leer: «Absorto en la música, tuvo la impresión de que el curso del tiempo se había desviado en un bucle que lo envolvía para arrobarlo, sin dejar por ello de avanzar».
 
» El autor utiliza recursos narrativos que pudieran recordar,
por sorprendente que parezca, al Matrix de los Wachowski
 

Manuel García Rubio teje una novela rápida y eficaz —piezas de un puzle que ordena el pasado y fija la alquimia del presente— que navega por las aguas complejas de las relaciones paterno-filiales, las no menos difíciles —tiernas, morbosas y dubitativas— del vínculo con una menor (el capítulo 10 sirve de reflexión sobre el asunto y hasta es probable que exista alguna reminiscencia dostoievskiana: el Stavroguin y la Matriosha de Los demonios), los paraísos secretos y esos bocadillos «envueltos en melancolía» que todos hemos de comer y aprender a digerir si somos capaces de arrostrar sin falsificaciones esa tierra del pasado so pena de que acabemos convirtiéndola en la tierra de nadie. Aunque, ¿quién sabe?: lo posible y lo imposible son líneas que afloran cuando nos acercamos a ese abismo que es el pasado y García Rubio, en La casa en ruinas, las escribe para que el lector las evoque.

Javier Lasheras.

 

El lado bueno de las cosas, de David O. Russell. Por José Havel. 27/01/2013.

 

Locura de amor

El lado bueno de las cosas, de David O. Russell

Por José Havel

 

Adiós a las armas, adiós a los cristales. Optimista irreductible, Pat Solitano (Bradley Cooper, lejos de su habitual registro de tipo encantador) tira por la ventada cerrada de su habitación el ejemplar de la novela de Hemingway que lee antes de irse a dormir. Le ha indignado el triste desenlace del relato, porque el mundo ya es bastante duro de por sí como para permitirnos no ser positivos o negarles finales felices a las historias. Así se lo hace saber a sus ya acostados padres (Robert De Niro y Jacki Weaver, la macbethiana abuela de Animal Kingdom), atónitos en su dormitorio ante la intempestiva soflama literario-vital: son las cuatro de la madrugada.

Pero más que un carácter estrafalario, Pat padece trastornos bipolares. Ha pasado ocho meses en un psiquiátrico tras perderlo todo: casa, trabajo y pareja. Ahora debe vivir con sus progenitores; aunque anhela reconducir su vida y recuperar a su ex mujer, a quien no puede acercarse a menos de 150 metros según reza la orden judicial solcitada por ella misma. Claro que Pat quiere conseguir sus objetivos sin tomar medicación. Además, contará con la imprevista ayuda de la joven Tiffany (Jennifer Lawrence, reciente Globo de Oro), viuda ninfómano-depresiva tan fuera de órbita como él.

Después del clasicisimo de alta gama de The Fighter (2010), David O. Russell retoma con El lado bueno de las cosas (Silver linings playbook, 2012) la senda de la comedia excéntrica, en la línea indie de Extrañas coincidencias (2004), aquella menospreciada rareza, con reparto estelar, donde unos estrambóticos detectives existenciales investigaban la interconexión causal de las casualidades.

El lado bueno de las cosas descansa casi totalmente sobre el personaje principal, continua fuente de duelos verbales, si bien David O. Russell muestra asimismo interés por su entorno familiar, un poco al modo de The Fighter. De ello se sirve para introducir en el relato dos líneas de fuerza complementarias: una relación paterno-filial desordenada (De Niro está estupendo en la ambigua progresión de su papel de apostador supersticioso) y un romance anticonvencional. La primera de ellas presenta mayor relieve dramático, pues la historia de amor acaba perdiendo fuelle, igual que el filme en su tramo final, un tanto disueltos ambos en la molicie. Sin embargo, que la gestión de los momentos álgidos diste de ser óptima (se antojan excesivas ocho nominaciones a los Oscar), no resta simpatía ni honestidad a esta agridulce comedia romántica, obra de un cineasta aún a la búsqueda de equilibrio en su discurso. 

 

La buena novela, de Laurence Cossé. Por Ángel García Prieto. 21/12/2013.

Una original narración sobre la novela 

La buena novela, de Laurence Cossé 

Por Ángel García Prieto  

 

 
Laurence Cossé
La buena novelaEd. Impedimenta, Madrid, 2012

Traducción del francés de Isabel González Gallarza
416 páginas
23,95 euros
 
 
Laurence Cossé (Boulogne-Billancourt, 1950), trabajó como periodista en Le Quotidien de París y en la emisora de radio France Culture. Desde que en 1981 publicó su primera novela, Les chambres du Sud, le han seguido cinco más; una de ellas, Le coin du voile, galardonada con el Prix du Jury Jean Giono de 1996. La novela que reseñamos ahora, publicada en Francia en 2009, es la que le ha dado más reconocimiento, con la traducción a varios idiomas.
 
La buena novela (Au bon roman) es una original narración sobre la novela y las pasiones que desata, sobre su comercialización, sobre las editoriales y distribuidoras, los premios literarios, los autores, los críticos, los libreros y los lectores; y sobre los excesos y peligros de la desmadrada producción literaria actual. La historia está protagonizada por una pareja que constituye la noble y fascinante italiana Francesca Aldo-Balvelli, que reside en París, casada con un gran empresario y que se convierte en la mecenas de un proyecto de librería de elite y un hombre de edad mediana llamado Van Georg, librero que tras diversos trabajos acaba por ver en esa nueva y ambiciosa actividad la realización de su sueño profesional.
 
La librería “La buena novela” pretende llegar mucho más allá de la mera venta de libros de narrativa y lo consigue, tras una reacción mediática amplia, beligerante y variopinta. Gracias al establecimiento comercial que lleva ese nombre, abierto en una zona chic del centro parisino, en el que solo se venden ejemplares de un fondo de unas cuatro mil novelas de gran calidad literaria, elegidas por ocho escritores de prestigio, que mantienen en completo secreto, incluso entre ellos mismos, su pertenencia a ese comité de selección. La novela, además se vale por una parte de una trama de intriga, ya que algunos de esos escritores sufren atentados con potencialidad mortal y por otro lado aparecen los directos sentimientos amorosos del librero Van hacia una extraña joven universitaria y ambiguos hacia su socia. Además, la novela acaba siendo un canon de la autora, que cita una pléyade –chauvinista, pues el noventa por ciento de autores y obras son francesas– de buenas novelas clásicas y modernas.
 
Novela interesante, bien escrita, con tensión narrativa, sensibilidad y elegancia. Recomendable. 

La transición española y la literatura, con Armando Murias Ibias y Javier García Cellino. 20/01/2013

El próximo jueves, 24 de enero a las 20:00 horas,

en los jueves literarios de la Vinatería La Consitorial

(junto al Ayuntamiento de Oviedo) acogerá la tertulia

«La transición española y la literatura»


con Armando Murias Ibias y Javier Garcia Cellino

y la presentación de las novelas

Nómadas y El día que me quieras de Armando Murias

Círculos de tiza de Javier García Cellino.


Os esperamos 

Presentación de Noctuario de Thomas Ligotti, a cargo de Jesús Palacios. 14/01/2013

Noctuario
 
 
El próximo viernes 18, a las 20.00 h., en La Librería de Bolsillo de Gijón, sita en la Calle Adosinda nº 3, tendrá lugar la presentación, a cargo de Jesús Palacios, del libro Noctuario de Thomas Ligotti, recientemente publicado por Editorial Valdemar, con prólogo de Jesús Palacios. 
 

El síndrome Kalashnikov, de Natalia Menéndez. Por Javier Lasheras. 14/01/2013

 
 
 
 
El síndrome Kalashnikov.
Natalia Menéndez
Trabe, Uviéu, 2012.
 
 
 
Por Javier Lasheras.
 
Lo primero que destaca en este nuevo libro de Natalia Menéndez (Avilés, 1973) es su título, pues remite de inmediato a uno de los más valorados fusiles de asalto, si no el que más, creado por el coronel ruso Mijail Kalashnikov. Y como el tema general del libro va de combates, de los combates públicos y privados ante los que a diario debemos hacer frente, será de justicia afirmar que el título es tan preciso como acertado. Al menos en las distancias cortas.
 
 
» Toda pérdida de la compostura implica un desacato,
un descaro o un desacuerdo y, al fin, una valiente impostura.
 
El libro consta de 43 poemas. El primero, Irreverencia, es un breve que proclama una idea de rebeldía íntima o revelación que se desea expresar a los demás y que se anticipa a manera de lema de la casa antes de adentrarnos en las cuatro partes del edificio restantes: El síndrome Kalashnikov, Cartografía del frente, Zonas comunes y Epílogo. No en vano se emplea la expresión «perder la compostura» que habla por sí misma y que podría imbricarse en la condición o la poética del fingimiento de Fernando Pessoa, en tanto que toda pérdida de la compostura implica un desacato, un descaro o un desacuerdo y, al fin, una valiente impostura. Una impostura, un aviso, una irreverencia y una rebeldía que el sujeto poético sueña y desea compartir con el lector.

Ciertamente, Natalia Menéndez ha conseguido con este libro alcanzar una línea de expresión reconocible y ya vislumbrada en poemas de libros anteriores. Una línea que ahora ha emergido a la superficie sobre todo si atendemos a los poemas de mayor extensión, manifestando un tono coloquial ajustado, sin derivas en exceso narrativas, cincelando el verso para que la palabra poética no pierda su función. A este grupo pertenecen, entre otros, poemas como «Arder» (Aquí ardían siempre las calles y / crujían las hojas bajo las suelas / encendidas de los zapatos.); «Grietas I» (Y, ahora, la memoria es tan sólo una grieta, / y nosotros somos otros, un proyecto fallido, / acomodados cadáveres de aquellos sueños.); «Grietas II» (Si alguien viene a buscarme / que lea las cicatrices que dejé / en cada página escrita.); «Crudo invierno» (Que digan lo que quieran de nosotros / porque a pesar de la humedad de la costa, / a pesar del hielo, yo estoy decidida a incendiarme / … / a que estalle en mil pedazos mi cuerpo, / … ); «Aves de paso» (Los hoteles de Europa conservan nuestras huellas, / reproducen nuestros miedos, / y tras el regreso ya no somos los mismos.).

 » Natalia Menéndez ha logrado con este libro una línea de expresión reconocible y ya vislumbrada en libros anteriores.

Parece que la autora ha utilizado en general una versificación menor para poemas más breves y son estos los que pueden llegar a resultar más herméticos, oscuros o áridos como son los titulados Selva, Rojo, Destellos o Telón. Sin embargo, se compensan con la levedad de otros o el resplandor de algunos Instantes cuando Natalia Menéndez escribe: «No sé si aprendimos algo / cuando llegó la noche, / pero en cada fotografía / que guardo / se revela un mundo.»

Y dentro de este mundo revelado por la autora cobra una especial preeminencia la selección de un léxico que representan dos líneas simbólicas. Una aparece como un goteo sutil: es ese muro, esa piedra, la roca, al fin las ruinas de metal y de palabras. Otra surge como una ráfaga incesante y sirve para imprimir en el lector esa idea de que la vida —la pública y la privada— está llena de combates a veces menesterosos y a veces aterradores, pero de los que nunca se sale indemne. La guerra, la herida, el combate, las balas, el incendio, las cicatrices, la derrota sólo son las palabras que brotan del fusil de asalto que Menéndez cuelga al hombro o porta entre sus manos, pero que nunca deja abandonado. Un fusil que apenas guarda silencio. A veces, entre bala y bala, con un tono de melancólica sensualidad y otras, entre palabra y palabra, con una inquietante nostalgia como en el poema La vuelta a casa cuando dice «Lo que esconde este poema acaricia la niebla / y la piel no compartida.»  

Al fin, es de agradecer que este libro esté escrito con músculo y con cabeza, llegando a alcanzar notas de belleza en sus momentos más excitados y paroxísticos, un libro que toma partido de manera inteligente por el combate y la lucha como forma de entender esa construcción / deconstrucción que es la vida, pero a través de un uso cuidado tanto del lenguaje (por cierto, dicho sea de paso, también hay poéticas a lo largo del libro que encuentran su cenit en el logrado  Al amanecer, la poesía estaba de mi parte) como de la imaginería y que empasta bien con el mensaje, mostrando así un sabio alejamiento tanto de las improvisaciones y las pulsiones de la inmediatez como de los vacíos afinadores y obispos de la poesía del crucigrama.

El AK-47, el kaláshnikov, es un fusil que apenas se encasquilla y es famoso por su seguridad en diferentes condiciones climáticas. Puestos a ponerle alguna pega, dicen los entendidos, parece que le falta algo de precisión en las distancias largas. Bueno, nadie es perfecto y, además, conociendo el ingenio ruso, no será muy difícil que en el futuro se mejore todavía más. Pero supongo que Natalia Menéndez esto ya lo sabe. El futuro, hoy por hoy, es un lugar tan inhóspito como el presente. Así pues leamos y disfrutemos este libro y ya veremos lo que el tiempo le depara.

Leyenda vs. Realidad: El Hombre de las Sombras (The Tall Man). Por José Havel. 11/01/2013.

 

Leyenda vs. Realidad

El Hombre de las Sombras (The Tall Man)

 

Por José Havel

Durante tres años su popularidad ha sido tal, que algunos dieron como auténtica la historia del Hombre Delgado (The Slender Man) u Hombre Alto (The Tall Man). El inquietante asunto había comenzado a raíz de una fotografía recuperada entre los escombros del incendio de una de las bibliotecas de Stirling, California, en 1986. En tal instantánea, tomada el 1 de junio de dicho año por Mary Thomas, puede verse a un grupo de niños jugando en un parque. Junto a ellos, al fondo, bajo la sombra de un árbol, se aprecia una figura extraña, muy flaca y alta, toda de negro, con extremidades filiformes.

Ese mismo día, todos aquellos críos (catorce) desaparecieron sin dejar rastro ninguno; dos semanas después, también la fotógrafa. Sólo se halló el cuerpo de uno de los chiquillos, al cabo de cinco meses, en un pantano cercano. Su cadáver presentaba un relativo buen estado de conservación: había permanecido vivo al menos cuatro meses desde que desapareciera. Tétrico, si nos paramos a pensar un poco. Pero… ¿qué fue del resto de  los pequeños? ¿Se los llevó el Hombre Delgado? La historia de tan raro ser no paró ahí. Se hallaron más fotografías; se descubrieron testimonios gráficos antiguos, incluso.

Afortunadamente, todo resultó ser una leyenda urbana propalada por Internet. Ahora conocemos hasta la fecha exacta de su origen. El mito viral del Hombre Delgado empezó el 8 de junio de 2009 con el concurso de fotografías paranormales del foro Something Awful. La premisa era transformar, mediante manipulación digital, imágenes de la realidad ordinaria en escalofriantes documentos sobrenaturales que pareciesen verdaderos.

Convertido en un fenómeno sociológico, el bulo del Hombre Delgado u Hombre Alto ha inspirado relatos, falsos documentales (Marble Hornets), videojuegos y, cómo no, un largometraje de ficción: la coproducción franco-canadiense El hombre de las sombras (The Tall Man), protagonizada por Jessica Biel a las órdenes de Pascal Laugier, realizador de la alucinada El internado (Saint Ange) (2004) y de la espeluznante Martyrs (2008), vista en el último FICXixón. El cineasta francés firma un filme de terror atípico en virtud de su temperamento racional, una versión libérrima de la leyenda como nivelación lógica de la misma. No sin sorprendernos con alguna pirueta narrativa, de esas que descolocan por completo dejándonos perplejos, Laugier juega a saber lo que de verdad pudiera haber sucedido; porque nada de fabuloso tienen las dolorosas desapariciones de niños que, a millares y para siempre, se producen en el mundo real.