Presentación de Neonoir. Cine negro americano moderno, de Jesús Palacios (editor). 8/06/2011
A la sombra de la Puerta del Sol, por Alberto Piquero. 8/06/2011
Jacob y el ángel o el credo poético sostenible de José Luis Rey. Por Lauren García (06/06/2011).
Es José Luis Rey (Puente Genil, Córdoba, 1973) una voz indiscutible y premiada en la poesía española contemporánea. Libros como Barroco, La luz y la palabra y La familia nórdica ratifican a un poeta cuyo dominio del lenguaje erige una palabra natural y bella. Recientemente ha publicado el ensayo Jacob y el ángel (La poética de la víspera), todo un credo poético de una manera de tratar al verso y de concebir el oficio meditativo de acentuar las metáforas.
Desde la introducción José Luis Rey manifiesta su fe grande en la poesía, lo que le impulsa a una negación que se reconvierte en duda para mirar alto con el lenguaje. Se reclama la anulación de un silencio al que el poeta se enfrenta como a un enemigo que acorrala la misma vida; pretensión que da cuerpo al verso, que corre hacia un paraíso que es una consabida meta final donde aparece Jacob: “Yo quiero cantar allí donde el lenguaje acaba. Yo quiero hablar allí donde se deja de hablar”. Para el poeta cordobés los pesados lastres del lenguaje han de caer como un desquite que llega con los años. Se refiere al sentido de la poesía frente al tremendo vacío del ser humano: “el hombre lleno de sí murmura palabras de hipo y hartazgo”; la propia injusticia humana debe remedarse con el acto poético, que se infla de tesón al conocer. Igual que en un poema de Emily Dickinson los versos se atreven a retar a la muerte y sus cotas totalitarias.
Las diversas teorías que encauzan el libro se hilvanan con ejemplos de poetas como Juan Ramón Jiménez para ser rematadas con frases sentenciosas: “la poesía es el exorcismo del lenguaje. En Jacob y el ángel se aprecia la condición del poeta con una perspectiva larga y encorajinada; el destino del escritor radica en un enfrentamiento con las avaras tinieblas de la existencia igual que en una súbita iluminación de Rimbaud. El verso es una herramienta contra el estancamiento y la monotonía: “la poesía es el gigantesco esfuerzo de la realidad por ser algo más que el lenguaje”. Hay una intención preclara de rebasar la palabra “porque también es necesaria la terrible belleza”; el sobrecogimiento que golpea el alma para derrotar el silencio para situarse “en una zarza ardiente en la que culminan todos los lenguajes”. Ha de optarse al paraíso bienhallado como en el verso de Rimbaud: “al amanecer entraremos en las espléndidas ciudades”. Rey alude a la conciencia del poeta para contrarrestar el abigarrado silencio metafísico del lenguaje: la única medicina y tabla de salvación posible frente al poder omnímodo de la muerte. La poesía tiene el poder de invadir la realidad en contraposición a la utilidad y al mero decoro. Uno de los poetas de cabecera del libro es Mallarmé, que figura con el innegable recurso de poseer “un tizón, otra vez de la palabra que conservamos, un tizón superior sin duda, pues ardió en el sueño de la poesía, pero que una vez quemado, tal vez no pueda nunca iluminar la sombra”.
José Luis Rey constata lo inaprensible del lenguaje para dejar que ese ángel huya, la rigidez de la muerte no deja otra alternativa: “yo no amé la luz por ser luz, sino por caer sobre mi víspera oscura”. Jacob y el ángel cita a Juan Ramón Jiménez, que logra después de muchas etapas su verdadero fluir poético reconocido en “la fusión de esencia y sustancia”. En el ensayo se muestra la poesía como una renuncia voluntaria como Rimbaud: “el precio de la poesía tal vez sea convertirse en nadie”. Rey cita la necesidad de amar la víspera, lo efímero que se nos ha dado y que se desprenderá de nosotros. Ese peregrinaje poético que ha de resplandecer hasta en las cosas más humildes rebelándose contra lo cotidiano y mediocre como se aprecia en los versos de César Vallejo. El escritor cordobés defiende la ironía como respuesta a que la categoría poética no ha de estar siempre de la mano de la solemnidad. Se proclama la mística de la poesía derribando el muro del lenguaje; el verso es respuesta válida y contundente.
Todo será quedar ante las puertas y aguardar que la poesía se encarne como meta última y proclive al hombre antes de que se desvele la pregunta radical e indescifrable que atenaza al hombre, como señalan los versos de José Luis Rey: “cisnes en llamas persiguiendo al ángel”. Es Jacob y el ángel testimonio de la palabra de un escritor cuyos versos son lienzos que tienden hacia la belleza.
Presentación de Llorar lo alegre de Rafael Saravia, por Guillermo del Pozo. 30/06/2011
Intervendrán el autor y el poeta Guillermo del Pozo.
Presentación de Llorar lo alegre de Rafael Saravia, por Guillermo del Pozo. 30/06/2011
Foro Abierto, Cervantes Librería y Intervendrán el autor y el poeta Guillermo del Pozo.
Presentación de La mirada aliella. La mirada atenta de Antón García. 29/05/2011
De Orihuela a Collioure, por Pedro Antonio Curto. 29/05/2011
DE ORIHUELA A COLLIOURE
Semblanzas de los poetas Antonio Machado y Miguel Hernández
por Pedro Antonio Curto
Jueves, 2 de junio a las 20:00 horas
Plaza de la República s/n
Bogart, de Stefan Kanfer. Por José Havel (01/06/2011).
Bogart
Lumen, Barcelona, 2011
La gran Katharine Hepburn, su compañera de reparto en La Reina de África (1951), dijo de él que era alguien divertido, un actor generoso, un hombre extraordinariamente bueno, aunque travieso. Bigger than life, genio y figura. La mayoría del equipo de rodaje del citado filme de John Huston cayó enfermo durante el rodaje. La disentería y la malaria eran compañeras cotidianas. La ya de por sí enjuta Hepburn adelgazó casi diez kilos, vomitando como vomitaba entre toma y toma. Los únicos que se libraron fueron Huston y Bogart, que sólo bebían cerveza y whisky. Incluso se limpiaban con éste los dientes, lo cual les valió un forzoso cambio de dentadura.
Doméstica, de Julio Rodríguez. Por Rubén Rodríguez (27/05/2011).
El tercer capítulo bajo el título un tanto misterioso de “ARN” (fórmula química) se encuentra la reflexión sobre el paso del tiempo y el oficio del escritor, las dudas que nos asaltan a los hombres a la hora de tomar un camino y sus consecuencias, unos asuntos ya tratados en libros precedentes. Muestra de lo dicho es su poema “Las primeras filas”, un alegato poético en contra de la oscuridad estética de la poesía. («Terminó la lectura y unos jóvenes / de la primera fila / aspirantes a viejos o a poetas / —no es relevante el dato— / vinieron, cómo no, a recriminarme: / “Su poesía es muy clara”, / se quejaron. “Es demasiado fácil / de entender. Su poesía carece de misterio”. / “Muchas gracias”, les dije (y fui sincero). / “La idea es que se vuelva transparente”»).
Doméstica confirma lo que ya muchos sabíamos: el encuentro de una voz propia, personal y poderosa. Un libro recomendable para acercarse de manera directa a eso de la poesía sin complejos; sencillos y celestes son sus versos, versos que, en los apagones y tormentas vitales que todos alguna vez hemos experimentado, se convierten en refugio perpetuo o luz del día a día ante la realidad que nos contempla atroz y descarnada. Ante esto, Julio Rodríguez nos da las armas perfectas para iluminar de forma tenue nuestras vidas, y conseguir así sobrevolar con cierto éxito el tedio y todas nuestras amarguras imperfectas. («Era mi casa, mi casa de toda la vida, / la que aparece todavía en mi DNI / (González Besada, 4, 11B, Oviedo). La casa en la que, a veces, / llovía de un costado / mientras, del otro, el sol se entretenía / sacándonos la lengua. / La casa de los mil poetas terribles / y las cien toneladas de infancia. / La casa con baldosas que eran teclas / de piano, y radiadores / como abrazo, y ventanas / de madera donde el viento soplaba /
en los carrillos hinchados de Chet Baker…).