Con Jorge “Ilegales”

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Por Lauren García

 

Jorge Martínez es un cráneo privilegiado, protagonista y testigo de excepción de la música española en las últimas décadas. Ilegales han sobrevivido a modas, al atroz paso de los años y a las tempestades de los excesos, para degustarse como una preciada bebida añeja. Jorge Martínez ha edificado su leyenda sobre las ruinas de la calma con robustos conciertos y poderosos discos. Un toque de siniestra belleza a la batalla campal de la vida; las botellas rotas quedan por el camino.

 

-¿Cumple perfectamente el documental “Mi vida entre las hormigas” el papel de resumir algo tan intenso como la historia de Ilegales?

-El documental dura una hora y media, Ilegales llevamos 34 años. Creo que ha sido un gran proeza por parte de Juan Moya y Chema Veiga al conseguir hacer una especie de radiografía de Ilegales que se extiende al mismo rock and roll. Me parece un documental muy interesante.

-Siempre has sido muy crítico con esa visión tan idílica y nostálgica que se ha difundido de la Movida…

-Me posiciono con Le Luhtiers en que cualquier tiempo pasado fue anterior, no mejor. La movida es una creación por exceso de miopía de los locutores de moda, que solamente atendían a lo que tenían al lado en Madrid. Yo, como viajaba y recorría España desde los años 70 viendo cosas, no me cansaré de repetir que lo que se estaba gestando era  el rock radical vasco, el rock humorístico de bandas como Siniestro Total muy gallego, en Cataluña estaba todo el rock layetano que impedía desarrollarse a los grupos de rockers y mods, un poco hartos de todo aquello. En la zona de Levante nada más había música para maricones de fin de semana, bandas horteras  Andalucía había quedado exhausta por su gran aportación del rock andaluz, que imperó desde el 74 en adelante con bandas como Triana o Alameda. En la zona centro estaba Cucharada y cosas interesantes. Pero esta gente solamente contemplaban lo que querían ver por miopía. Inmediatamente todo ello entra en colapso porque no hay combustible para alimentar la máquina ni ninguna industria alrededor y entonces empiezan a nutrirse de grupos periféricos y ahí es donde entramos nosotros desde Asturias.

-El hecho de que cantaras boleros con Los Magníficos sorprendió a muchos, ¿es una función primordial del rock and roll el romper esquemas?

-La canción bandera del rock de garaje psicodélica que es “Louei Louei” en realidad es un mambo, entonces es un poco de ignorancia. En los Beatles hay canciones muy influidas por este tipo de cosas,  de hecho los acordes  introductorios de “Michelle” son de un tumbao, que es música cubana, luego ya lo mezclan con más cosas; en ellos se nota que han oído muchas cosas de bossa nova sin saber tocarla porque supera la capacidad rítmica de los Beatles. Puede que haya gente que se sienta escandalizado por este hecho, pero es una música que yo he respetado mucho. No puedo con las rumbitas flamencas ni con los pasodobles.

-¿Es la música cualquier cosa menos  aburrimiento y adocenamiento?

La música puede ser muchas cosas, hasta aburrida de cojones, e incluso repulsiva e infame y hacer que la vida sea indigna de ser vivida. Luego hay cosas maravillosas que podemos encontrar con facilidad. Hay que ejercer como minero y buscar ese material sonoro, a pesar de toda esa maraña de cosas abominables.

Ilegales siempre ha mostrado en sus letras la vida con toda su carga de crudeza no exenta de belleza, en ocasiones, frente al universo perfecto que presentan otros artistas… 

-Sí , siempre se me ha dado mal mentir. La verdad a la larga es menos peligrosa que la mentira. Todas las canciones de Ilegales llevan una carga de verdad tremenda e inevitable. Funcionamos como espejo circundante de la realidad. En otros momentos hay cosas más oníricas con experiencias con el mundo de los sueños y drogas; son canciones que pueden resultar más amables, ese punto surrealista que determina, a veces, la inclusión de la escritura automática en los textos de Ilegales, que vienen del subconsciente, la parte más inteligente de todos nosotros. Sería un desperdicio no utilizarlo.

-¿A quién le robarías una letra?

-En este momento a  Bob Dylan no, no me gustan sus letras. Me han influido mucho más que los músicos gente que viene del mundo de la literatura: desde los clásicos antiguos como Marcial o Juvenal, no digamos ya Quevedo que se basa mucho en ellos. Son mejores letristas los antiguos poetas y escritores como Catulo que cualquier Dylan que se paseé por ahí.

Musicaste unos versos de “El caballero de Olmedo” de Lope de Vega y eres un gran admirador del mundo grecolatino. ¿Qué hay del Jorge Martínez lector?

-Esos versos siempre me fascinaron, justo en esa época estaba escuchando mucha música española antigua, de la poca que ha sobrevivido a esa pátina enorme tan corrosiva que es el flamenco, que parece que devora todas las subvenciones y presupuestos del estado aunque vaya de marginal. Parece que en España solamente existiera el flamenco cuando hay muchas otras músicas interesantes Todo ello fue el detonante con los acordes que en la onda del siglo XVII con la letra que se ha encontrado. Es muy interesante poner el cerebro en marcha con el estimulo de las lecturas de primer orden, la visita a museos: aconsejo darse un paseo por el Prado ya que hay un monográfico de Fortuny qu
e veré. El cerebro hay que estimularlo salir de la zona de confort, incluso en asuntos que nos son hostiles. Veo muchos documentales de materias que no me manejo cómodamente para sumergirte en materias valiosas como gastronomía  o medicina. Todo ese proceso te hace más inteligente y creativo.

 

 

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