Entrevista a Juan José Téllez: «No estoy dispuesto a acatar el toque de silencio». Por Lauren García. 14/09/2012.

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 Entrevista a Juan José Téllez

 
«No estoy dispuesto a acatar el toque de silencio»
 
 
Por Lauren García
 
El mar de Cádiz propaga la literatura de Juan José Téllez que se ha difundido en múltiples libros de narrativa, poesía y ensayo. Este periodista andaluz que ha sabido verter el amor por su tierra en sus libros está curtido en el periodismo que lucha contra el inmovilismo; todo un acicate en nuestros días. Juan José Téllez que ha impulsado proyectos culturales de todo tipo y lugar conoce el peso de la palabra desde la admirable luna del sur.
 
 
—¿Es la literatura el remedio infalible para defenderse del mundo?
 
Sin duda la literatura nos defiende. Sin embargo, no sólo del mal exterior sino de nuestros propios demonios personales. Creo que la poesía, por ejemplo, me ha supuesto un formidable ahorro en psiquiatras a lo largo de mi vida. Nunca la literatura es pura, como se engañaba a sí mismo Juan Ramón, porque los escritores no somos ángeles. También él, cuando tuvo que hacerlo, metió las palabras en barro. En los momentos actuales, la posibilidad de encerrarnos en una jaula de oro ha dejado de existir. El oro lo han vendido los usureros y la razón y el corazón nos dicen que debemos aprender a volar y abandonar la jaula.
 
—¿Es casi un milagro sacar adelante una revista cultural hoy en día?
 
Sin duda, lo es. Quizá internet abra espacios más sostenibles para dicho empeño pero, sobre todo en el último siglo, las revistas culturales no sólo han supuesto un cúmulo de palabras y diseños sino que el papel jugaba una clara baza estética que la red no permite plenamente. Al menos, hasta que se puedan oler los posts en un blog, como se puede percibir el remoto olor a madera de un libro o de una revista. Una publicación impresa no sólo debe contemplar los costes de edición sino los de distribución, que suelen ser astronómicos. Tal vez, en ese sentido, sería bueno recobrar las distancias cortas, recurrir a los antiguos envíos postales a suscriptores o distribuirla en el entorno más próximo. Frente a la globalización entendida a la medida de los mercaderes, yo creo en la globlocalización, ese universo que empieza a lo mejor en un pequeño confín que ni siquiera existe como Macondo. Tal vez esta profunda crisis, no sólo económica sino social e ideológica, nos pueda servir para redimensionar el mundo. Probablemente sea bueno llenar estadios, pero es más importante llenar los corazones.    
 
» La cultura es un camino de iniciación
que cada cual emprende a su modo y manera
 
—¿Ha de salvar el periodismo cultural el obstáculo del elitismo?
 
¿A qué le llamamos elitismo? Mi vecino, el tendero de mi infancia, era prácticamente analfabeto pero ponía a sus hijos a escuchar discos de ópera los domingos, de lo que me beneficié grandemente porque las paredes eran muy delgadas y Verdi y Wagner entraron sin pedir permiso en mi vida de hijo de albañil, que tan sólo era alfabeto como dicen ahora los sociólogos y los antropólogos. La cultura es un camino de iniciación que cada cual emprende a su modo y manera. La generación más preparada culturalmente de España no ha sido precisamente la que ha brillado por su entusiasmo hacia las músicas no comerciales o la difusión y disfrute de la poesía. El periodismo cultural tiene que someterse a las reglas del periodismo que, no lo olvidemos, también es una forma de escribir literatura. 
 
—Con toda la saturación de información rosa y deportiva, ¿está el periodismo humano desvirtuado y arrinconado?
 
El periodismo humano existe pero está en vías de extinción. Resiste en algunas reservas como la formidable revista on line Periodismo Humano, que dirige nuestro único Pulitzer, el fotógrafo asturiano Javier Bauluz, y condimenta mi paisana Patricia Simón. Hay otras webs donde este periodismo fieramente humano, como diría Blas de Otero, sigue alentando. Sin embargo, también podemos percibirlo en periódicos convencionales, a través del testimonio de algunos de sus profesionales que son capaces de capear el temporal de los recortes presupuestarios y de lo que es peor, los recortes ideológicos que está sufriendo la democracia y el pluralismo en nuestro país. Creo que la información rosa y la deportiva cumplen un papel, y algunas de sus crónicas me resultan especialmente atractivas. El problema es que constituyan un canon, una supremacía aplastante que se usa como maniobra de distracción para que las noticias de la bolsa o de la política no nos conduzcan a sublevarnos.
 
  » El periodismo humano existe
pero está en vías de extinción 
 
—¿Es la militancia cultural una forma de coherencia para cualquier escritor?
 
Debo confesar que yo soy más de bares que de bibliotecas. Si es un bar con libros, mejor que mejor. Mi militancia es vital. Soy antes vividor que escritor. Claro que para vivir es necesario la justicia. Ya Oscar Wilde opinaba que era complicado concebir la felicidad propia sin luchar por la felicidad colectiva. En ese sentido, milito en todo aquello que parece conducir a la felicidad, aunque tal vez me equivoque en semejante apreciación. Milito en el amor y en el afecto, en el alcohol y en la cannabis, en los derechos civiles y en los humanos, en la ecología y en las conquistas sociales, políticas y sindicales. También, claro, no hay justicia sin belleza ni belleza sin justicia. Así que adoro la música y las artes plásticas, el cine y la literatura, el teatr
o o la danza. Y estoy dispuesto a defender todo lo que considero justamente hermoso, desde la salud universal y gratuita a la educación pública, la industria audiovisual, los libros electrónicos o impresos, el óleo, las acuarelas, el plié, el replié y el allegro molto vivace. Lo único que no estoy dispuesto a acatar es el toque de silencio.
 
Ha publicado ensayos sobre Carlos Cano o Paco de Lucía. ¿Es el flamenco arte puro y una manera de entender la poesía?
 
No hay arte puro, como no hay razas puras. Somos afortunadamente mestizos y el flamenco, también. Lo que algunos llaman pureza flamenca es un imaginario ancestral tan discutible como la unidad de España o los colores de los clanes en los kilts escoceses. El flamenco es una cultura, que no sólo una música, de sedimentación, que viene de siglos y que ha contagiado hasta la amalgama a pueblos tan diferentes como, principalmente, la etnia gitana pero también quizás a los sefarditas, a los moriscos o a los propios castellanos que repoblaron Andalucía tras las capitulaciones de Santa Fé. Quizá, como advirtiera Blas Infante, la palabra flamenco provenga de la voz árabe "felah menghu", que en una de sus acepciones significa "campesino fugitivo". Bajo el absolutismo monárquico que en nuestro país duró casi cinco siglos, o eras un campesino fugitivo, un buscavidas o un tirano. El flamenco, de eso estoy seguro, no lo inventaron los déspotas sino quienes los sufrían y, aún hoy, su quejío es capaz de llevarnos a la rebeldía de las emociones, lo cual también es una forma de poesía, incluso cuando el cante no lleve letra. Con el debido respeto a otras cultural del Estado español, creo que la forma más alta de expresión lírica popular en nuestro país habita en las letras flamencas de los dos últimos siglos.
 
—¿Cómo se sintió en el homenaje que recientemente le tributaron en su tierra?
 
Una exageración. En cierta medida, desde entonces, me considero un poco póstumo. Partió de Izquierda Unida, una coalición con la que comparto abundantes ideales aunque siga sin firmar exclusivas, esto es, afiliaciones. Yo asumo la vieja condición política de Jaime Gil de Biedma, la de compañero de viaje.   

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