Paco Abril. Por Redacción. 23/04/2009

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Paco Abril es director de programas educativos, en la Fundación Municipal de Cultura de Gijón. Ha preparado para esta institución treinta exposiciones de cuentos que, en la actualidad están girando por toda España. Asimismo es el autor de los textos y las fotografías de la campaña "Contadnos cuentos, por favor", promovida por el Ayuntamiento de Gijón. Es el creador de La Oreja Verde, suplemento infantil del diario La Nueva España. Autor, entre otros, de los libros infantiles La niña de la nube, ¿Sois vosotros los Reyes Magos?, Resdán, La pregunta del cuco, Colores que se aman y El espejo de los monstruos (teatro).

 

A través de las páginas de un libro, ¿podemos viajar, sin movernos del sitio, a otros lugares o momentos, viendo por los ojos del autor? ¿Es la lectura un viaje?

La metáfora de la lectura como viaje empieza a desgastarse de tanto usarla. También los drogadictos afirman viajar gracias a las sustancias que ingieren. De todas maneras, lo de viajar podría ser una imagen aceptable para quienes están enganchados a la literatura, pero resulta pretencioso, y nada creíble, cuando se utiliza para intentar promocionar la lectura.

 

¿Consideras que la LIJ es un   género menor, una literatura de segunda?

Sólo hay una literatura de segunda, y esa es la mala literatura. La buena literatura infantil sirve para todos, la mala para nadie.

 

¿Piensas que el cine, la televisión, el vídeo, son una amenaza para la lectura o, por el contrario, se refuerzan mutuamente?

No creo que sean ninguna amenaza. Sí son una amenaza, sin embargo, quienes se empeñan en que son medios incompatibles y emprendenagotadoras y estériles cruzadas contra la “invasión” audiovisual.

 

blankCuando escribes, ¿es posible prescindir de uno mismo? ¿El escritor va dejando necesariamente trozos de su vida entre las páginas de los libros que escribe, o se podría afirmar que es sólo ficción, que el autor y su obra son caminos paralelos?

No nos pongamos trágicos. Nadie puede prescindir de sí mismo. Es como creer que un atleta puede dejar sus vísceras en la línea de salida para correr más ligero. Cuando andas eres tú mismo, aunque camines imitando al pato Donald; cuando hablas eres tú mismo, aunque finjas otras voces y, cuando escribes, por mucho que te empeñes, y por muchas vidas que imagines, toda tu escritura pasará por el tamiz de ti mismo. Todo escritor muestra bastante de lo que es en lo que da a leer. Lo difícil, en los buenos escritores, es saber qué es eso que deja de sí mismo en la escritura, aunque algunos son tan torpes que se les ve todo desde las primeras líneas.

 

En España, según las estadísticas, se lee muy poco. ¿Cuáles pueden ser las causas de ese hecho? ¿Qué habría que hacer para despertar el apetito lector entre los jóvenes?

Es necesario subrayar que no nacemos no lectores, sino que, por diversas y complejas causas, se nos trata de hacer no lectores desde que nacemos. Si pudiéramos rebobinar la película de la vida de uno de esos jóvenes no lectores, comprobaríamos que, lo más probable, es que, de niño, nadie le contó cuentos, que jamás vio a sus padres con un libro en la mano, que en algún momento alguien le afeó que no leyera, que le obligaron a leer obras que no entendía, que le sermonearon diciéndole que la televisión era muy mala y los libros muy buenos… y otros argumentos similares. Lo que habría que hacer es precisamente lo contrario, esto es, contarles cuentos a los niños desde que nacen, y hacer que el libro forme parte de lo cotidiano, al que se recurre desde para preparar una receta de cocina, consultar una palabra, vivir una aventura amorosa o de ciencia ficción, o utilizarlo para subirse en él y coger otro libro que no alcanzamos. Hay que favorecer actitudes positivas hacia la lectura, y sacar al libro de ese callejón sin salida de lo fatigoso, lo obligado, lo excepcional, lo sacralizado y lo tedioso.

 

¿Qué autores han influido más en tu labor de escritor? ¿Qué novelas consideras imprescindibles?

Escribió Nietzsche: “Lenta es la experiencia de los pozos profundos, tardan mucho en saber lo que cayó en su fondo”. Nuestras influencias, para lo que ahora somos, se encuentran en ese pozo profundo. Pienso que, en mi deseo de escribir, pudieron influir unas lecturas determinadas, pero, quién sabe, a lo mejor fue un primer amor frustrado de niño el que me incitó a poner en un papel mi desilusión, y desencadenó el deseo de continuar haciéndolo. Así que, a lo mejor, empecé a escribir para entenderme, no para comunicarme. Entre las lecturas que creo influyeron en mí, o al menos me dejaron una profunda huella, están, de niño: Las aventura de Guillermo, de Richmal Cromptom (los treinta libros que se publicaron fueron más decisivos para mí que toda mi escolarización posterior); Dos años de vacaciones, de Julio Verne; Robinson Crousoe, de Defoe; La isla del tesoro, de Stevenson; Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain; La llamada de la selva, de Jack London… Un poco más adelante: La Perla, de Steinbeck; El viejo y el mar, de Hemingway; El barón rampante, de Italo Calvino; Relatos de lo inesperado, de Roald Dahl, y un larguísimo etcétera en el que incluyo la poesía de Antonio Machado.

 

blankCabe pensar que eso de escribir es siempre algo que resulta agradable, que no supone ningún esfuerzo. ¿Es cierto?

Hay muchas actividades que siendo agradables suponen esfuerzo. Jugar, para los niños, es muy agradable y gratificante, aunque les suponga un gran esfuerzo. Cuando algo nos interesa nos esforzamos en e
llo, ponemos nuestra perseverancia en conseguirlo. Escribir para mí es un esfuerzo, a veces enorme, pero que me compensa, de lo contrario no lo haría.

 

¿Qué características debe reunir, a tu juicio, un buen libro infantil?

Ojalá lo supiera. Nos ayudaría mucho a establecer pautas de lo que es un buen libro infantil el que hubiera una buena crítica de esa literatura. Considero, de todas formas, que tendría que ser, sobre todo, un libro bien escrito (resulta increíble que haya que pedirles a los escritores que escriban bien). Además, un buen libro, tiene que interesar a quien lo lea, pues, como dice un proverbio napolitano, un relato no es nada sino te dice algo sustancioso sobre tu vida. Ahora, cada vez más, se están publicando cuentos para niños que carecen de sustancia. Después de leerle a una niña de cuatro años uno de esos libros, me dijo muy seria: “Ya acabó, y todavía no empezó”.

 

Hay tres problemas relacionados con la Literatura Infantil y Juvenil en que prácticamente todos están de acuerdo: la llamada “invisibilidad”, la excesiva dependencia escolar y la moralina. ¿Qué opinas al respecto? ¿Cómo solucionar estos problemas?

Quien es invisible es la infancia. A todos los efectos, los niños y niñas no existen. Existe una subespecie llamada escolares, que es para la que se dedican esfuerzos y recursos, aunque escasos. Como sólo existen escolares, y no niños y niñas, la literatura que se les ofrece también está escolarizada, es decir, instrumentalizada por la escuela. Se buscan aquellos libros que sirven a los propósitos de la escolarización, no a las necesidades reales de los niños y niñas. La moralina, tan mal vista, ha adoptado un nuevo ropaje, el ropaje de lo que ahora se llama la educación en valores. Sería un tema muy interesante para reflexionar, pues todo el mundo habla de la necesidad de educar en valores y pocos saben explicar lo que eso significa. El problema se resolvería procurando que los niños y niñas leyeran libros que no tuvieran nada que ver con las exigencias escolares

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