Estética y política: cuando la razón se queda corta, por Violeta Varela. 9/05/09

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Quisiera introducir, en este pequeño artículo, una serie de reflexiones acerca de las relaciones que involucran a la filosofía y a las disciplinas artísticas.
El primero en hacer referencia a la estética como reflexión filosófica acerca del arte fue Baumgarten en sus Reflexiones filosóficas acerca de la poesía (1735). En el siglo XVIII autores como Burke o Kant se encargaron de profundizar en la constitución de la disciplina centrándose en Ideas como las de lo Bello y lo Sublime, legado que recogerá el Romanticismo Alemán.
La Estética no es sólo una disciplina más en filosofía, sino que, a partir de la Revolución francesa, fue concebida como una posible salvadora de la Razón. Tras la Revolución francesa y tras el baño de sangre que trajo consigo la imposición de los ideales ilustrados, autores como Kant acabaron por afirmar la ilegitimidad de la violencia como aliada de la razón ilustrada. Efectivamente, la revolución francesa marcó un antes y un después en la filosofía porque dejó en evidencia que incluso los más altos ideales de progreso y racionalidad necesitaban de la violencia para salir adelante.
Ante esto, autores como Schiller vieron en la estética la mediadora perfecta para la sensibilización de las Ideas filosóficas. La razón ya no bastaba por sí misma, ésta es la fractura que comienza a constatar Kant y que hereda el romanticismo. La razón necesita de medios para prevalecer y triunfar. La pregunta ahora era si estos medios habían de ser violentos, como la historia demostraba, o si estos medios podían ser artísticos, como creerá Schiller, gran defensor, frente a Goethe, de un arte puesto al servicio de ideales o ideas morales.
En el siglo XX asistimos a un panorama complejo en la disciplina. La estética no sólo debe estar al servicio de ideas filosóficas, sino que debe ser política. En este sentido tenemos a Heidegger y su estética al servicio del nazismo pero también a autores como Adorno que propugnaban una estética solidaria que tomase partido frente a los crímenes de los que había sido testigo el siglo XX. Una estética militante comienza a abrirse paso.
Frente a estas interpretaciones encontramos la tendencia opuesta, el giro al arte, que supuso una reivindicación del objeto artístico por sí mismo frente a sus utilizaciones interesadas. La teoría estética de Ortega podría situarse en estas filas.
Dentro de los movimientos de vanguardia, quisiera destacar el surrealismo, teoría estética explicitada por Breton en sus Manifiestos que hundía sus raíces en una teoría filosófica de naturaleza materialista y dialéctica. En esta teoría, sumamente interesante, la estética aparece como la abanderada de toda una renovación filosófica que, partiendo de un contexto nihilista (los valores anteriores no sirven), intentará superarlo. Sus fuentes son Hegel, Nietzsche, Heidegger, Freud, Marx, autores que serán puestos por el surrealismo al servicio de la constitución de la modernidad. Se trata de un movimiento dialéctico: lo anterior no sirve pero es lo único que tenemos para superarlo. La superación del nihilismo filosófico y estético se realizará a través de la implantación política, exigencia absolutamente fundamental del movimiento surrealista. El surrealismo pretende disolver todas esas escisiones que la filosofía moderna ha impuesto al hombre: razón-sensibilidad, sueño-vigilia, consciencia-inconsciencia… Hay que recuperar para la filosofía y para la vida a un hombre íntegro, que desarrolle todas sus capacidades y potencialidades.
Faltan en estas líneas muchos autores y muchas corrientes, pero, más o menos, se trata de ofrecer una visión de conjunto de las teorías estéticas modernas y contemporáneas. La estética se perfila, pues, como una disciplina filosófica que trabaja con Ideas, como las de lo Bello, pero sus pretensiones desbordan con mucho el campo del arte y nos ponen, en el siglo XX sobre todo, ante una exigencia de militancia política y existencial fuertemente implantada en el presente histórico, sin que ello signifique dejar de lado toda la tradición conceptual que la sustenta.
Ya Platón habló del amor como una forma de acceso a la sabiduría (El Banquete), ahora es el arte el que aparece como un posible aliado de la razón, ¿lo será?

 

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