La buena música. Por Manuel D. Abad. 18/02/2009

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No lo puedo evitar: cuando escucho la expresión buena música, nosotros tocamos (otros prefieren decir hacemos) buena música, habrá una sesión de buena música, un respingo de malos momentos me recorre de la cabeza a los pies. Si para gustos hay colores, lo mismo de una forma aterradoramente más acusada, se produce con la música. Es más, no creo que haya una disciplina artística que separe tanto (y, por extensión, una) como la música.
 
Volviendo a la terrorífica frase buena música ésta suele incluir un acusado matiz de ignorancia puesto que no sólo define un espectro tan amplio como, posiblemente, inabarcable sino que sitúa el matiz, el concepto bueno definiendo un gusto del que desconocemos si está debidamente formado. Quien habla de buena música puede, perfectamente, no haberse comprado un disco en su vida, no haber asistido a un concierto ni tampoco haber escuchado dos estilos musicales diferentes. El supino ignorante que habla de buena música carece de criterio porque no se ha preocupado en formarlo. Pero uno no le acusa de ello sino de querer imponer su parámetro (buena música) que, dada su ignorancia, no sólo sería incapaz de defender sino que le sería imposible explicar. Le gusta porque le gusta, valga la perogrullada -su mejor argumento, claro- pero, ¿por qué la califica de buena?
 
Otros adictos a la frasecita de marras conforman un colectivo bien distinto, en el otro extremo de la línea. Hablamos, en este caso, de personas muy bien formadas, de músicos en muchos casos, tan enfrascados en su disciplina musical que no sólo desconocen todo de otros ámbitos estilísticos, sino que desprecian todo aquello que no se corresponde a su cuadrícula de intereses o, inclusive, a lo que es su profesión. Cómodamente habituados a su recorrido cotidiano por músicas que les son familiares, han renunciado a cualquier otro atisbo de curiosidad, a ver más allá de sus ojos, a tratar de comprender qué se esconde más allá de los muros de su castillo. Porque, intramuros, se vive muy bien, en una placidez en la que el resto del mundo no es buena música, tan sólo porque se escapa a los límites impuestos por su sensibilidad.
 
 
Supongo que alguien deseará preguntarme: Entonces, ¿cuál es la buena música? Y, entonces, hay que partir de la propia base: La pregunta está mal planteada, la frase, en sí misma, es errónea. Porque no son los estilos -como en literatura, cine, arte- los que merecen ese calificativo de buena sino que, dentro de cada estilo, habrá composiciones sobresalientes, notables, mediocres o malas. Y, aún así, todos estos calificativos pueden ser reversibles. A nadie se le ocurre decir que el arte barroco es mal arte y el arte clásico es buen arte. Pues en música lo mismo.

 

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