¿Qué es Dios?: ¡Qué verde era mi valle!, de John Ford. Por José Havel. 18/08/2013.

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¿Qué es Dios?

¡Qué verde era mi valle!, de John Ford 

Por José Havel

 

«¿Qué es Dios?», me preguntó mi hermana pequeña Thais, por aquel entonces con apenas seis años de edad, mientras peinaba su muñeca Barbie y yo la cuidaba en ausencia de nuestros padres.

Podría haberle respondido, para empezar, que ante el tema de Dios el ser humano adopta dos posturas fundamentales: pensar que Dios ha creado al hombre, o bien creer que fue el hombre quien inventó a Dios. Pero, la verdad, me pilló totalmente en fuera de juego. No supe qué contestar, estupefacto y perplejo como me quedé. Además, siempre me ha gustado respetar la libertad de los niños, no condicionarlos ni liarlos con respecto a temas complejos sobre los que aún no pueden tener formada una opinión propia. Aunque tampoco me parece bien dejarlos sin respuestas cuando las piden. Detesto la socorrida evasiva fácil del «ya lo entenderás cuando seas mayor».

Así que, para salir de tan peliagudo trance, lo único que se me ocurrió en aquellos momentos fue que Thais viese inmediatamente ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941), porque lo más cercano a la idea de Dios que conozco son ciertas películas de John Ford.

Y la película comenzó, en un glorioso verde y negro de belleza estremecedora. Ante nuestros ojos desfilaron los Morgan, una familia que se desintegra poco a poco en un valle minero de Gales —que bien pudiera haber sido asturiano—, asimismo a punto de extinguirse. Reímos y nos emocionamos, mucho. Imposible no hacerlo con el pequeño Huw (Roddy MacDowall), cuya sentida mirada en pasado rememora un mundo desaparecido que ya es sólo un sentimiento. Cómo no apenarse cuando la hermosa Angharad (Maureen O’Hara), sale de la iglesia de la mano de su marido, el rico patrón de la mina, y su velo de novia ansía volar cual cometa al viento, mientras que el hombre que la ama y ella quiere (Walter Pidgeon) se convierte en sombra al fondo, bajo un gran árbol que lo empequeñece. Qué momento cuando el pueblo entero rinde respetuoso homenaje a la convaleciente mamá Morgan (Sara Allgood), cantándole a la puerta de su casa, y ella llora, y nosotros con ella (¡esas madres fordianas!). Cómo no sufrir con los adioses y muertes de esos personajes con los que nos acabamos encariñando tanto. La verdad de la condición humana hecha arte. El sublime cine de Nunca Jamás.

Años después, creo que no me equivoqué al mostrarle a mi hermana ¡Qué verde era mi valle! cuando ella me preguntó acerca de Dios. Hoy, ya toda una mujer, es licenciada en filosofía por la Universidad de Oviedo, le encanta el cine y tiene buen gusto para las películas. Nunca hemos vuelto a hablar de lo divino, sí de lo humano. Tengo la ligera impresión de que, como yo, Thais opina que a Dios lo creó el hombre (y no al revés), pero que, efectivamente, existe: a veinticuatro fotogramas por segundo.

 

José Havel es analista y realizador cinematográfico. 

 

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