La expedición de Villasur: Un western español verídico. Por José Havel. 13/09/2013.

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La expedición de Villasur

Un western español verídico

Por José Havel

 

Sucedió el 14 de agosto de 1720, cerca de la actual Columbus (Nebraska), hace 293 años. 

Al amanecer los indios pawnee y ute se acercaron, ocultos entre la hierba alta que allí crecía, al campamento español situado en un prado junto al río Río Lobo, mientras sus miembros aún dormían. 

La fuerza hispana, al mando de Pedro de Villasur, se componía de 45 dragones de la frontera españoles (los conocidos “dragones de cuera”, llamados así por su característico abrigo de cuera sin mangas) y 60 indios pueblo auxiliares, más el intérprete de origen francés, aunque naturalizado español, Jean L’Archevêque. Estos expedicionarios habían salido de Santa Fe el 16 de junio, atravesando territorios de Nuevo México, Colorado, Kansas y Nebraska durante varias semanas de marcha.  

Pero ¿qué hacía en tales latitudes, casi el centro geográfico de los actuales EE UU, la expedición de Villasur? 

 

Comanches, franceses

Aún reciente la recuperación de la provincia de Nuevo México, que había costado trece años tras la rebelión de los indios pueblo en 1680, las autoridades españolas allí destacadas habían recibido –vía apache— inquietantes noticias del desplazamiento, desde las Montañas Rocosas hacia las llanuras del este y del sur, de una nueva tribu agresiva y audaz: los comanches (la palabra “comanches” es la deformación española del vocablo utoazteca kohmats –“los que quieren guerrear”—). Los apaches de El Cuartelejo informaron a los españoles de que los comanches mantenían contactos con hombres blancos que les facilitaban clandestinamente mercancías y armas de fuego (esto último es algo que España jamás había hecho con los indígenas norteamericanos).  

Esos intrusos blancos llegados a las planicies eran comerciantes franceses, quienes habían construido dos poblados entre los indios pawnee, al oeste del río Missouri, armando a los indios y vejando los españoles de la zona siempre que tenían oportunidad. A la amenaza comanche se sumó, pues, la francesa. En guerra con España a partir de 1719 (la Guerra de la Cuádruple Alianza enfrentó al reino de Felipe V contra la coalición formada por el Sacro Imperio Romano Germánico, Francia, Gran Bretaña y las Provincias Unidas), los franceses, procedentes del área del Mississippi, buscaban introducirse en Nuevo México de modo paulatino, ganándose a las tribus próximas con presentes que incluían armas de fuego. 

 

La expedición, el ataque

Ante semejante coyuntura, el virrey marqués de Valero ordenó al gobernador Antonio Valverde y Cosío que crease un fuerte en el asentamiento apache de El Cuartelejo y enviase una expedición en busca de los enclaves franceses entre los indios pawnee. 

Así, Pedro de Villasur y sus algo más de cien hombres penetraron en tierras ignotas en su avanzada hacia el norte, hasta alcanzar territorio pawnee con el objetivo de establecer negociaciones con las tribus pawnee y ute. Los indios, muy numerosos, no se mostraron precisamente amistosos, por lo que Villasur ordenó vadear de nuevo el Río Lobo y acampar.  

Con el alba del 14 de agosto de 1720 los pawnee y ute, ayudados de franceses armados con rifles, atacaron a los españoles, poco antes de que éstos comenzaran a levantar el campamento. 

El combate, feroz, duró apenas unos minutos. Villasur y L’Archevêque fueron de los primeros en caer. Rodeados tanto de aulladores guerreros pintados de rojo y negro como de soldados franceses, los españoles todavía vivos formaron en círculo, estableciendo un perímetro de defensa, según puede verse en la piel de búfalo sobre la que un artista anónimo recreó un momento de la emboscada, y de la que hay una réplica expuesta en el museo de la Sociedad Histórica de Nebraska: los dragones de cuera aparecen representados con sus sombreros negros de ala ancha –prototipos de los sombreros de los cowboy— y sus largas cueras de piel, frente a los coloreados indios y a los franceses que, tocados con tricornios al uso en la época, empuñan mosquetes. Del grupo cercano de españoles a cargo de los caballos sólo unos pocos lograron ensillar, de los cuales nada más que tres pudieron acudir en socorro de sus compañeros rodeados, siendo abatidos dos de ellos. 

 

Las consecuencias

De los 45 soldados españoles únicamente 13 sobrevivieron a la masacre, uno de ellos con nueve balazos y sin cuero cabelludo. Mejor suerte corrieron los indios pueblo auxiliares, con 49 supervivientes (11 bajas sobre 60 unidades) al no sufrir un ataque tan intenso por hallarse acampados aparte de los militares hispanos. Unos y otros, acompañados de todos los apaches de El Cuartelejo, regresaron a Santa Fe el 6 de septiembre, veinticuatro días después de la
batalla, culpando de la derrota a la intervención francesa.
 

Tras la matanza no quedó en todo Nuevo México más de un centenar de soldados españoles, a causa de lo cual el gobernador Valverde no pudo vengar a sus muertos. Así y todo, acostumbrada España a controlar con una fuerza militar mínima extensiones inmensas de lo que hoy son los EE UU, las naciones rivales europeas no consiguieron superar su frontera norteamericana en más de doscientos años. 

 

José Havel es analista y realizador cinematográfico. 

 

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