Animación a la lectura. Diez principios básicos (y necesarios). Reseña.

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Juan José Lage Fernández

“Animación a la lectura. Diez principios básicos”

Editorial Laberinto

288 páginas. También en ebook.

Por David Fueyo

En tiempos de superficialidad, prisas y pantallas habrá quien dice que nuestra sociedad se ha vuelto más lectora. Ya desde el mismo prólogo de esta obra necesaria para estos tiempos el profesor y animador a la lectura Juan José Lage nos saca del equívoco de manos de Pedro Salinas, que diferenciaba en su obra El defensor ya en los años cuarenta del pasado siglo, entre “leedores y lectores”.

Los “leedores” serían aquellos que leen por conveniencia. Lo hacen de forma superficial, sin apenas reflexión y sin disfrute estético, es decir, entre este grupo no habría verdadera literatura.

Juan José Lage

Sin embargo son los “lectores” aquellos que leen por el gusto de la literatura, que aprenden, que gozan y que no buscan ningún tipo de ganancia material de la lectura, sino que se sirven de sus lecturas como objeto para mejorar su vida, para alcanzar el conocimiento y la reflexión. Para disfrutar de la LITERATURA, así, con mayúsculas.

Y es en esta aparentemente sutil diferencia donde incide con contundencia la obra de Lage, que busca en un principio hacernos reconocer los errores de nuestra cultura actual (la cultura del zapping según el filósofo Fernando Savater), en la cual la falta de esfuerzo, de cierta disciplina y la sobre estimulación por medio de las pantallas lo que está consiguiendo es que los jóvenes estén perdiendo la sensibilidad lectora a pasos agigantados.

Es el prólogo de esta obra el que presenta esta problemática apoyándose en grandes pensadores y filósofos como Rodari, Pennac, Soriano o Llorens mostrando las vergüenzas de un sistema educativo en el que el profesorado apenas lee, en el que en las Escuelas de Magisterio no se estudia literatura infantil y juvenil (LIJ), en el que ni políticos ni pedagogos se preocupan más allá de en imponer su ideología sin tener en cuenta el bien común y en el que este tipo de literatura sigue estando sistemáticamente maltratada a base de recortes horarios, de recursos o incluso con la imposición de tediosas lecturas obligatorias. Es por ello por lo que este volumen además de proporcionarnos los diez principios básicos para animar a leer en el fondo es un sonoro y rotundo basta ya al maltrato de la LIJ y un constructivo alegato a su respeto y cuidado cara a las generaciones presentes y futuras.

Entre los diez principios que el autor presenta hay multitud de listados, decálogos, artículos y experiencias útiles para todo aquel que se interese por el trasfondo de la obra. El autor explica cómo excitar la curiosidad y despertar la sensibilidad del lector que “no nace no lector, sino que se hace no lector”. Da pistas sobre cómo crear hábito y educación temprana literaria, dota de una importancia suprema a la narración oral, denostada y olvidada en los currículums oficiales y en el día a día de las aulas y los hogares a causa de las prisas y en muchas ocasiones siendo sustituida por las pantallas, muestra con maestría la forma de ser un modelo lector tanto como docente como en el ámbito familiar. Me gusta especialmente el capítulo cinco, dedicado a la importancia de la ficción, de lo maravilloso, lo mágico, lo bello que se va formando en la infancia y que florece en la etapa adulta dentro de aquel que desde niño es lector. El texto defiende la unión entre lectura y escritura a la cual, en teoría, la administración educativa suma la investigación aunque con poca aplicación práctica en la realidad del aula.

Muchos de los principios que Lage lleva a cabo como animador a la lectura en su revista “Platero” con la cual fue galardonado con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura en el año 2007 se ve en el capítulo siete, en el que incide en que quien incita a leer no debe pedir ni ofrecer nada a cambio, es decir, debe mantener puro el espíritu de la libertad lectora. La palabra ha de ser encuentro y herramienta. No se ha de entender la lectura al modo de una competición, al contrario; ha de ser promesa de placer presente y futuro, siendo este un goce que no se puede comprar con dinero en cuanto a lo que a la literatura se refiere. También se explica cómo desescolarizar, desmitificar y desdramatizar la lectura, tratándose de que todo esto no tenga sentido solo en las aulas como camino para una nota final, sino como germen o poso para el futuro del lector. Habla también sobre el fondo de las lecturas, siendo necesario educar tanto en libertad como en diversidad como reflejo de la sociedad, como libro de instrucciones de la vida, denostando en el noveno capítulo las lecturas obligatorias y el verbo imperativo cuando se une a todo lo que tiene que ver con la lectura.  Termina el autor pidiendo a animadores y maestros que respeten los ritmos, las épocas y la intimidad lectora. Que propicien el momento del encuentro entre el libro y el lector sin forzarlo que “la magia de la lectura no sea víctima de un contrahechizo”, en palabras de José Antonio Marina y, sobretodo, nos alerta en este último capítulo del “picoteo” lector propiciado por pantallas y artefactos de lectura con poco o nulo valor literario que no conlleve ni esfuerzo ni reflexión, siendo esta una especie de “gaseosa literaria” en la que la fuerza de los textos sea la misma que la de una breve y débil burbuja azucarada.

Frente a esa “sociedad gaseosa”, tal y como la ha denominado el profesor Royo está la propuesta de L´Ecuyer de “educar en el asombro”. Este libro tiene como máxima fundamental esta misma, y lo hace de manos de citas, aforismos, sentencias o extractos de libros de los grandes. Por el libro desfilan los grandes entre los grandes, aquellos que tienen o han tenido algo que decir realmente interesante. Lage recopila concienzudamente este tipo de citas e ilustra al lector con muchas de ellas, las más pertinentes, creando así con la lectura del libro un tiempo de reflexión y de renovación de ideas y pensamiento que hace, sin duda, que no sea el mismo animador a la lectura el que comienza este interesante ensayo que el que lo acaba. El autor busca precisamente eso: nuestra propia reflexión y acción; el que todo cambie si es posible.

En definitiva, ediciones Laberinto propone claridad en tiempos ruidosos con una propuesta que va más allá de ser una mera herramienta para formadores o animadores a la lectura. El texto es una reflexión crítica y constructiva que va más allá de toda la pomposidad de las teorías pedagógicas haciendo hincapié en nuestros errores, pidiéndonos una reflexión sobre ellos e incitándonos a conjugar en la realidad verbos de acción tales como animar, incitar, excitar, divertir, alentar y alegrar. Un libro necesario del que todos aquellos que nos encargamos de la animación a la lectora debemos tener a modo de referente insustituible para esta compleja labor.

 

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