Reseña de La plaza del silencio, de Rafael Herrero, por Ramón Ortega (tres).

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La plaza del silencio

Por: Ramón Ortega (tres)

 

“Perdonar y olvidar significa tirar por la ventana experiencias compradas a buen precio.”

 Arthur Schopenhauer, Aforismos sobre el arte de saber vivir

 
La muerte de Franco significó el fin de un poder absoluto ejercido desde el fin de la Guerra Civil. Una época atroz donde se vulneraron derechos humanos y en la que el miedo implantaría una atmósfera de silencio e impotencia. Un mutismo que en apariencia jamás se rompería, pues la esperanza por la obtención de un nuevo régimen, plagado de libertades y garantías, acallaría el sufrimiento, la extenuación y el abuso vivido por tantos durante aquel período. Borrón y cuenta nueva. La transición y la paz bien valían la ofrenda de una justicia, de facto o simbólica, que parecía no ser capaz de devolver la dignidad que tiempo atrás había sido arrebatada. Muchas injusticias durante el Franquismo quedaron amordazadas, pero son los meses de octubre y noviembre de 1975, durante la enfermedad y agonía de Franco, cuando tiene lugar una de estas historias en la que el miedo paraliza a Chema, protagonista de La plaza del silencio.
 
Una noche solitaria Chema presencia el asesinato, a manos de un grupo de fascistas, de un homosexual en la Plaza de Chueca. Las imágenes de la brutal paliza le martirizan, pero la consternación que le causa pensar que lo puedan descubrir, ocasiona que sea incapaz de denunciar el homicidio. Los remordimientos y la vergüenza por lo que él considera una cobardía hacen mella en su integridad y su vida se convierte en un calvario. Sin embargo, como cualquiera de los españoles de aquella época, sabía que estos grupos fascistas contaban con influencias a todos los niveles sociales. Hablar con la policía, no sólo no conseguiría llevar ante la justicia a los asesinos, sino que podría significar el fin de su vida tal como la conocía. Pero por otro lado, no hablar del suceso tampoco permite a Chema volver a su cotidianidad; su profesión de actor y director de teatro se ve completamente trastocada por este negro acontecimiento.
 
Aferrado a la idea de no contar a nadie su infortunio, finalmente encuentra consuelo en dos mujeres: Paloma, su novia y Elena, una amiga a la que Chema considera el amor de su vida. Con distinta determinación, estos tres personajes afrontan una situación que resulta ser más compleja de lo que esperaban. Los asesinos son parte de un grupo organizado que se dedica a dar caza y muerte a homosexuales. Su idea es limpiar la sociedad de lo que ellos consideran la escoria del país. Además, una serie de contingencias hacen que todos ellos confluyan en un punto en el que ya no puede haber marcha atrás.
 
Con esta emocionante y conmovedora novela, Rafael Herrero, autor de La Plaza del Silencio, nos sumerge en el fin de la dictadura de Franco. Años en los que un grupo significativo de personas añoran un cambio, pero otro, no menos significativo, recrudece su brutalidad aferrándose a un régimen de intolerancia y represión. Muchas voces que pugnan por el mantenimiento o fin de una era. Unos desde sus plazas con voces altivas y alaridos estentóreos y otros desde la sombra con susurros apenas perceptibles.
 
No cabe duda que esta novela se une a una larga lista de libros que pretenden devolver la voz a los silenciados. La Guerra Civil y el Franquismo siguen siendo una herida abierta de España que la literatura y el arte pretenden cicatrizar.
 
“—Esta vez va en serio, Charo me ha dicho que La Paz se está llenando de gente importante. ¡Ojalá se haya muerto de verdad y todo cambie de una vez!
—Demasiado tarde ¿no? —Y lo digo con una intención mezquina y calculada, para que Paloma no pueda disfrutar con la noticia, para pillarla en un renuncio. No sé por qué lo hago, pero lo hago.
—Sí, ya lo sé… Pero… ¿es que tú no te alegras? Es algo que hemos esperado mucho tiempo. No digo que nos olvidemos de nada, ni de nadie, sólo que intentemos respirar un poco. Nos estamos ahogando, Chema.”
 

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