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Malos tiempos para los monstruos, por David Roas. 20/12/2010

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Malos tiempos para los monstruos
 
El vampiro anda de capa caída. Películas, series de televisión y novelitas estúpidas se han empeñando en castrarlo, domesticarlo. Aquel monstruo fantástico que metaforizaba nuestro miedo a la muerte y, al mismo tiempo, nuestro deseo de inmortalidad, aquel ser que representaba el principio del placer, la noche, el desorden, se ha convertido en una figura ridícula, banal, incluso cómica sin pretenderlo. Porque han convertido al vampiro en un ser normal, una especie o raza más de las que habitan el mundo. Tan normal como otros seres susceptibles de causarnos terribles daños: serial killers, abogados, programadores de televisión… El vampiro ha dejado de ser un monstruo, un ser más allá de la norma.
Dos ejemplos sangrantes de un proceso que se percibe imparable.
 
 

1. Blade y Buffy, de oficio exterminadores

 
Aquí el asunto central radica en el enfrentamiento entre dos razas o comunidades: vampiros y humanos. Pero dicho enfrentamiento no tiene que ver con la dimensión fantástica (imposible) del vampiro, sino que lo esencial de la trama es la batalla por el poder, por la exterminación de unos u otros. El mismo conflicto que podemos ver en un western (blancos contra indios), en una película sobre ataque extraterrestres, en cualquier película de guerra (yanquis contra nazis, yanquis contra vietnamitas, yanquis contra iraquíes… siempre hay alguien a quien exterminar), o incluso en El planeta de los simios (monos contra humanos)…
Por tanto, ¿qué más da que sean vampiros? Su dimensión monstruosa pierde todo su valor. Y encima en esas historias el ridículo se impone por K.O. al terror.
 
 

2. Crepúsculo o qué bello es ser mormón

 
En este caso, iconográficamente el vampiro se identifica con el arquetipo del enrollado peligrosillo de instituto. Aunque en lugar de llevar chupa de cuero, meterse de todo y conducir una Harley, ahora tienen pinta de tristones paliduchos que han escuchado demasiado a Radiohead.
Aunque lo que hay detrás de esa fachada es peor: un peligroso mormón. Porque los vampiros buenos que protagonizan Crepúsculo (sí, también hay algunos malos) son “vegetarianos” (no toman sangre humana), forman una familia que se quiereCrepúsculo-Bella- mucho y, lo que es peor, no follan si no están casados.
Pongámonos serios (y psicoanalíticos) por un momento: el vampiro es un fantasma de la mente liberado por el Ello, que es el lugar donde habita el deseo de placer y destrucción, el lugar donde las sombras del inconsciente adquieren presencia y muestran lo que el sujeto quiere ocultar. Pero en Crepúsculo todo eso choca con la hipermoral mormona: Edward, el vampiro protagonista, no quiere acostarse con Bella, la humana protagonista, sin que estén casados, porque si lo hacen ella perderá su alma inmortal…
¿Un vampiro preocupado por el alma de un humano? ¿Un vampiro que renuncia a un revolcón? Sólo en la perversa mente de un mormón (o de cualquier fundamentalista religioso) ese argumento puede funcionar. Puro y duro conservadurismo.
De nuevo, lo mismo: ¿qué más da que sean vampiros? Podrían ser una banda de Hell’s Angels y la trama funcionaría igual. Sin olvidar que toda esa sarta de tonterías es terreno abonado para el humor involuntario.
 
En fin, a la vista de estos ejemplos (dejo más en el tintero: Underworld, True Blood y demás engendros) el futuro no parece muy halagüeño para el vampiro. Sometido a ese proceso de domesticación, lo hemos convertido en uno más de nosotros. La peor de las maldiciones…
 
David Roas es escritor y profesor universitario.
                                                                                   
 
 
 
 
 
 
                                                                                     

Una vieja hospitalidad, por Ramón Ortega. 20/12/2010

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Una vieja hospitalidad

En la actualidad se ha perdido casi por completo la buena costumbre de acoger a los forasteros. Las sociedades actuales, cada vez más individualistas, no son dadas a abrir las puertas de sus casas fácilmente. De ser posible, nada de “amiguetes”, visitas sorpresa, gorrones y, no se diga, desconocidos aventureros que sólo traigan consigo las noticias de un tipo de vida diferente a la nuestra. "La economía y la inseguridad no están para acoger a cualquiera", dirán aquellos que quieran buscar justificación. Pero esto no siempre fue así, afortunadamente hubo una lejana época en la que los forasteros bienaventurados, o aquellos que llegaban tras algún terrible incidente, eran bien recibidos. Remontémonos unos dos mil ochocientos años atrás para echar un vistazo a una de las aventuras más conocidas de la literatura universal. Tal vez, después de revisarla, coincidamos en ver a la Antigua Grecia como uno de los mejores sitios del mundo recibiendo a los extranjeros.

Hablemos, pues, de los cantos de Homero en La Odisea. A lo largo de esta obra se puede apreciar la cortesía que tenían los naturales de un lugar cuando alguna persona llegaba a su hogar. Al extranjero no se le pedían cuentas de su procedencia y ni siquiera de su nombre. Primero se buscaba que descansara, comiera y bebiera hasta quedar satisfecho. Ya una vez complacido se podía charlar con él para averiguar quién era, de dónde venía y cuáles eran las razones por las que había llegado a esa tierra.

Odisea - HOMERO NSNo sólo con Homero, también con otros autores, estos recibimientos se exponen a través de fórmulas ya establecidas. En La Odisea existen muchos ejemplos del acogimiento de la época hacia los viajeros avenidos a las tierras patrias. Uno de ellos es cuando Telémaco, hijo de Odiseo, intenta acoger a Atenea quien se hace pasar por Mentes, caudillo de los zafios. Cuando Telémaco se encuentra con él, sin titubear, le dice lo siguiente: "Bienvenido, forastero, serás agasajado en mi casa. Luego que hayas probado el banquete, dirás qué precisas".
 
Una vez que los forasteros se alimentaban, pasaban a contar su procedencia y la razón que los llevaba a aquellas tierras; de ser honrosos, se les hacían regalos. Continuando con el mismo ejemplo, después de que Atenea aconseja a Telémaco ir a averiguar si su padre seguía con vida, éste último le pide: "… Quédate ahora por muy deseoso que estés del camino, para que después de bañarte y gozar en tu pecho marches alegre a la nave portando un regalo estimable y hermoso, que será para ti un tesoro de mí, como los que hospedan a sus huéspedes."
 
Cabe especificar que los recibimientos no sólo se hacían entre la aristocracia griega. No se tenía que llegar siempre a un palacio, ni tenían que llevarse ropas finas y llamativas para ser bien acogido. Odiseo llega a Ítaca disfrazado, gracias al poder de Atenea, de un viejo mendigo y es acogido por su siervo, el porquero Eumeo, sin éste saber que era a su amo a quien recibía. Eumeo es pobre y lo único que puede ofrecerle a Odiseo es la carne de los cerdos que cuida para su amo y de los que tiene control; pero aún así no duda en ningún momento en darle la bienvenida: "Pero sígueme, vayamos a mi cabaña, anciano, para que también tú sacies el apetito de comer y beber y me digas de dónde eres y cuántas penas has tenido que sufrir". Una vez que su huésped se encuentra saciado es cuando Eumeo se atreve a preguntarle su procedencia. Al igual que con los recibimientos, esta indagación se hace a través de fórmulas que durante todo el canto se repiten: "Vamos, cuéntame ahora, anciano, tus propias desgracias y dime con verdad para que yo lo sepa: ¿quién y de dónde eres entre los hombres? ¿Dónde se encuentra tu ciudad y tus hombres? ¿Cómo te han traído hasta Ítaca los marineros y quiénes se preciaban de ser? Porque no creo que hayas llegado hasta aquí a pie". 

Estos modelos de recibimiento son habituales en los cerca de quince mil versos que tiene el canto de Homero. Pero ¿por qué eran tan hospitalarios? Si buscamos la explicación en la literatura, la esencia de su cobijo, se debe a tres razones principales. La primera es que muchos son los aventureros que solían recibir las atenciones como huéspedes y que al volver a su casa sentían un compromiso (de honor) el devolver el buen recibimiento que obtuvieron de otros a lo largo de su viaje. Un ejemplo es cuando Néstor increpa  a Eteoneo, porque éste último duda si es menester dar un buen acogimiento al forastero (Telémaco) que acaba de llegar a su tierra, Macedonia: "Antes no eras tan simple, Eteoneo, hijo de Boeto, mas ahora dices sandeces como un niño. También nosotros llegamos aquí los dos, después de comer por mor de la hospitalidad de otros hombres".  Otra de las razones es que era un gran honor recibir a extranjeros; una obra que sería considerada por los dioses: "Todos los huéspedes y mendigos proceden de Zeus, y para ellos una dádiva pequeña es querida". Y por último, porque dentro de la mitología griega, los dioses suelen disfrazarse al bajar del Olimpo en hombres, guerreros, mendigos o niños. Una persona no sabía cuando acogía a un hombre común o a un dios. Era su responsabilidad no ofender ni a uno ni a otro. Pero no sería extraño que se cuidaran especialmente de no tratar mal a una deidad.
 

En la actualidad las cosas son muy diferentes. El principal forastero es el turista o el inmigrante. En el caso del primero, éste paga para ser bien recibido; en correspondencia al dinero que quiera gastar, será la calidad de su acogimiento. El caso del inmigrante es más complicado. Hay excepciones, pero en general no se ve en la inmigración un signo positivo de progreso, sino un fenómeno del que hay que escapar. Sin embargo, todavía existen lugares donde el buen hábito del recibimiento continúa. No sé por qué muchos de estos sitios suelen caracterizarse por su humildad y escasez. En las llamadas sociedades de bienestar las cosas van cambiando. Quizá se ha perdido el honor de los antiguos griegos. Por lo menos, gracias a Homero, quedaron inmortalizadas las buenas costumbres. Espero que conforme evolucione éticamente la humanidad se pueda ver otra vez, en
el forastero, al honorable aventurero que nos viene a enseñar cosas que desconocemos o a recordarnos otras que sabíamos, pero ya no teníamos presentes. Con suerte podamos acogerlos y volver a ser bien acogidos.

 
Ramón Ortega es profesor universitario y escritor.

 

 

The Tourist, de Florian Henckel: Una desvaída copia. Por J. de Oxendain (20/12 /2010).

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Para reponerse de una ruptura sentimental, Frank (Johnny Depp), un simple profesor de matemáticas americano, decide hacer un poco de turismo por Europa. En el tren que lo lleva de París a Venecia, se cruza con Elise (Angelina Jolie), una mujer despampanante que lo aborda y seduce. Pero lo que parece comenzar como un flechazo en una ciudad de ensueño enseguida se transforma en una persecución sin tregua tan enigmática como peligrosa…

Sobre el papel, el primer encuentro cinematográfico entre Johnny Depp y Angelina Jolie resultaba cuanto menos atractivo, viniendo firmado como venía además con la rúbrica del realizador alemán Florian Henckel von Donnermarck —realizador de la sobresaliente La vida de los otros— este thriller, remake del filme francés El secreto de Anthony Zimmer (Jérôme Salle, 2005), protagonizado por una espléndida Sophie Marceau e Yvan Attal. Sin embargo esta historia de un docente que cae bajo los encantos de una mujer misteriosa, que lo manipula y embarca en una aventura nada inocua, no transcurre ahora en la Costa Azul sino en Venecia. Desgraciadamente, el director no llega a implicarnos como debiera en esta película de intriga sin verdadero suspense, pareciendo no saber manejar con solvencia el juego entre sus dos estrellas, que en no pocas ocasiones se nos antojan abandonadas a su suerte en medio de la función.

Sin duda, el título del filme, The Tourist, viene de perlas para calificar la estancia parisina y veneciana de dos turistas americanos de lujo, Depp y Jolie, más de vacaciones ambos que verdaderamente trabajando, a la vista de los resultados. Ella, en plan modelo inexpresiva de alta costura, como salida de una sesión de compras; él, en su papel de corazón roto elegante, está encantador, si bien ausente. Ambos —nosotros también— son víctimas colaterales de una nadería hollywoodiense —otra más— de tomo y lomo, desvaída copia de un eficaz y entretenido thriller francés como El secreto de Anthony Zimmer, historia de amor entre una espía y un estafador de altos vuelos transformada aquí en arrítmica comedia carente de misterio, con escenas de acción para echarse a llorar de risa, sólo aptas —al igual que el largometraje entero— para crédulos sin remisión. Francamente, esperábamos algo más.

Cuervos, novela gráfica de Richard Mazarano y Michel Durand. Por David Fueyo Fernández (14/12/2010).

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Richard Marazano y Michel Durand

Cuervos

Glénat, 2009

  

Si en los 60 La naranja mecánica de Anthony Burguess marcó un antes y un después a la hora de retratar la violencia en las calles (en aquellos momentos bautizada como ultraviolencia, y, no olvidemos, esta obra está basada en hechos reales ocurridos en los años 40 al propio Burguess y a su esposa, brutalmente violada por cuatro militares del ejército estadounidense), quizá hoy en día nos falte un referente literario que retrate los múltiples tipos de violencia que se producen a diario en nuestro mundo.

Posiblemente los telediarios o las páginas de sucesos nos hayan acostumbrado a masticar con sangre, muertos y vísceras, injusticias de a diario, por lo que a muchos y muchas la naranja de Burguess nos parezca poco más que un recreo adolescente de nuestros días, adornado, eso sí, por las imágenes que el genio Kubrick filmó cuando adaptó la novela a la gran pantalla.

Ante la falta de ese referente literario, o quizá ante la sobreexposición de la violencia en los medios, poco o nada nos sorprenden algunas novelas que con mejor o peor suerte tratan el tema, (me viene a la cabeza un título, también referente en el ámbito de la violencia, como es El club de la lucha de Palahniuk)  y que usualmente no llegan a presentar nada nuevo más allá de lo que muestran los noticiarios cada día.

Encontrar Cuervos  de Richard Mazarano con dibujos de Michel Durand ha sido para mí encontrar este referente violento acorde a nuestros días, ese paso más allá de lo que cuentan los telediarios, ese referente literario en forma de novela gráfica que habría de perdurar en el tiempo como retrato de una época convulsa en la que la que vemos de todo y para todos, sin pensar que en ocasiones sólo nos muestran la punta del iceberg de grandes dramas con la violencia y la corrupción como protagonistas principales. Su acción se desarrolla muy lejos de donde escribo esta reseña, es verdad, pero no por ello la siento lejana, no me considero cómplice pero si partícipe de un mundo cada vez más global y globalizado. Lo que cuenta está ahí y debiéramos conocerlo.

La obra se presenta en cuatro capítulos, en su momento editados de forma separada y desde principios del año 2010 recogidos en un solo volumen por la editorial Glénat, especializada en manga y novela gráfica. Si bien el primero de estos formatos puede ser quizá demasiado lejano a nuestra realidad (caballeros de 15 metros disputándose el escudo de la inmortalidad y demás epopeyas visuales), la novela gráfica en sí es un género muy a tener en cuenta para reflejarnos lo que acontece a nuestro alrededor con la ventaja de poder hacerlo desde un punto de vista literario aderezado con imágenes que en ocasiones hablan por si mismas.

Tras quedar enganchado al género gracias a novelas como Inolvidable o Estafados, de Alex Robinson o Pyonyang, de Guy Delisle, llega ahora este torrente de violencia que forman las 190 páginas de las que se compone Cuervos, la historia de Juan, un niño de la calle de Medellín que poco a poco va tomando relevancia en el cártel de Medellín gracias a su falta de ética y remordimientos en un mundo en el que le han enseñado a carecer de este tipo de principios.

La historia no está magistralmente (ni mucho menos) dibujada. Durand gusta de la viñeta breve, pequeña, incluso confusa, y de utilizar sucesiones de las mismas para retratar espacios muy cortos de tiempo en los que, (teóricamente), entre la confusión no ocurre nada. En Cuervos, hay que leer entre líneas, hay que intuir entre las viñetas qué es lo que realmente está pasando, porque, eso sí, la ultraviolencia se retrata con apenas unas pocas gotas de sangre que ni siquiera es roja, sino de un color marrón oscuro. Es esa sutileza, esa ausencia de cuajo sanguíneo lo que más llama la atención en una historia en la que la violencia, las mutilaciones, la muerte, están presente de forma abundante en toda la obra.

Juan parece carecer de todo tipo de sentimientos, asesina hasta a miembros de su propia familia con tal de llegar a una cúspide social, política y familiar que ni siquiera intuye que es su propio declive como persona, no como ser humano, diferenciando ambos conceptos en la ausencia o no de una ética que inhibe a las personas de efectuar determinados actos, y sobretodo, de tener remordimientos. La personalidad del niño sicario es compleja, y a medida que pasan los capítulos y va creciendo (hacia un Juan adolescente, hacia un Juan joven y hacia un Juan anciano), esa madeja de sentimientos que guarda muy adentro va aflorando hasta convertir su existencia en un auténtico infierno que en algún momento ha de explotar. Es ese viaje a la sima moral el que cuenta la obra, mostrando la contradicción de un hombre que se da cuenta de que alcanzándolo todo al final no tiene nada.

Los autores tratan de una forma escalofriante el problema de los niños sicario, de cómo las mafias van buscando esos niños olvidados de toda gran ciudad, esos que ni siquiera se esconden para esnifar pegamento y que viven entre las ratas. Son los propios cuervos del título (muy bien elegido, por cierto), los que al final acaban comiendo sus ojos cuando son arrojados sin contemplación en cualquiera de los múltiples vertederos de la Colombia profunda. Con una escalofriante escena relacionada con los córvidos termina el primero de los capítulos que conforman el volumen, sin duda el más notable. A medida que transcurren las páginas encontramos un protagonista que a ratos se asemeja al Tony Montana de Scarface, aunque también los autores beben del mito sionista del Sansón que no ha de cortarse el pelo. A cada cambio en su cabello Juan va un paso m&aac
ute;s allá en su crueldad, en su locura. Juegan también un importante pa
pel los “padrinos” de estos niños-sicario, por un lado los que encarnan el lado noble de esta historia que bien pudiera estar ocurriendo ahora mismo, los que pretenden sacarlos de las calles y hacer de ellos hombres de provecho, también hay otros “padrinos” con no tan buenas intenciones, los niños asesinos son sus hijos, nietos, ahijados, lo que sea mientras hagan falta, luego, una vez que el trabajo está cumplido, los niños o desaparecen o les hacen desaparecer. Otro habrá posteriormente que siga esnifando pegamento y que supla a los primeros.

En definitiva, el relato gráfico que nos ocupa es muy recomendable como retrato de una época, esta en la que nos ha tocado vivir, y de la que, a pesar del exceso de información que de ella poseemos, apenas conocemos nada. 190 páginas que servirán también para, como dice la canción de los pamplonicas El columpio asesino, ser alpiste del bueno para el cuervo negro que habita en nuestro corazón. 

Experiencia poesía, por Eva Vaz. 13/12/2010

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Experiencia poesía
 
  
 
Pocos escritores pueden dedicarse exclusivamente a la literatura. Y si hablamos de poetas, el número se queda en anécdota. Pero hay muchos que, ajenos a la enseñanza reglada, nos dedicamos a ofrecer talleres donde enseñar lo que en ellos algún día aprendimos, manteniendo el entusiasmo y la pasión por la poesía. Claro, sin derecho al paro, a una baja por enfermedad, sin sueldo fijo a fin de mes, sin pagas extras; pero a gusto con la profesión. Me entusiasma transmitir eso que a mí me da la vida. Y no importa que seamos profepoetas de provincias o profepoetas de capital. Enseño lo que amo, “vendo” mi propio entusiasmo. Quince años dedicándome, entre otras muchas cosas y siempre relacionadas, a enseñar literatura y creación literaria a todo tipo de colectivos: niños, mujeres de infinitos perfiles, jóvenes, mayores, presos… Incluso impartí creación literaria en una asociación de afectados por el parkinson y otra, a mayores analfabetos (creo que fueron los que más aprendieron sin saber escribir sus nombres). Estas personas disfrutaron de la literatura… esos extraños códigos.
 
Vale, sí: cuando la crisis entra por la puerta, la poesía salta por la ventana. Pero la poesía puede ser necesaria y útil en estos “malos tiempos para la lírica”.
 
No voy a entrar en el sempiterno debate de qué es lo “útil” según qué perspectivas filosóficas lo definan. Útil es un término demasiado ligado al utilitarismo, a la eficacia, al poder. Mejor decir que la poesía es necesaria.
 
Igual que la realidad existe porque existen palabras para nombrarla, la poesía es fundamental para denominar de una forma estética al mundo externo e interno. Ahí está su necesidad, su utilidad, su poder.
Mi experiencia profesional me ha desvelado una nueva forma de comprender la utilidad y necesidad de la poesía.
 
Y confieso que al principio me faltó confianza en la poesía como herramienta. Que alguna vez pensé que la literatura jamás podría ser placer, terapia, pan y agua. Sí, alguna vez pensé que la prosa de los calendarios devasta toda lírica posible. No pude imaginar el alcance y las consecuencias de introducir poesía en las vidas de otros hombres y en la mía propia, no supe medir la dinamita sin pólvora de las palabras, el poder, incluso, que ostenta la poesía, porque es más poderosa que toda la industria farmacológica, más poderosa que cualquier discurso electoral, más necesaria que cualquier titular, más fulminante que un narcótico. Hay palabras como balas sin sangre. Palabras como piedras y palabras como besos. Palabras que vacunan. Palabras que salvan.
 
Confieso que cuando empecé a impartir clases de creación literaria y a utilizar la poesía como recurso para activar la creatividad oxidada por la cotidianeidad descubrí el tremendo poder de la poesía. Los alumnos que se ensuciaron y se limpiaron con las palabras, los alumnos que nombraron el mundo y su mundo, entendiéndolo mejor gracias a la poesía propia y ajena me han devuelto la confianza en el verbo.
 
La poesía causó hermosos estragos en la vida de los que nos acercamos a ella. Introdujo esperanza y entusiasmo, placer y comprensión en nuestras vidas sucedáneas, vidas que no ofrecían más que su escasa circunstancia, un respirar famélico, un movimiento indolente hacia ningún sitio: la poesía también hace más leve este viaje inconsciente e involuntario hacia la muerte.
 
La poesía entró en la vida de estas personas para hacérsela más comprensible, para enseñarles a transformarla. He vivido la expectación del niño en ese bendito juego de letras que es para ellos la poesía. He sentido la excitación de los jóvenes al nombrar su extraño y vertiginoso código emocional. Con las mujeres viví la liberación que entraña la maravillosa terapia de domesticar el verbo. He visto como los mayores guardaban todo su pasado en una minúscula cajita de palabras, porque en el viaje deben ir “ligeros de equipaje”…
 
He visto cómo mis alumnos y yo, como alumna constante, gracias a la poesía, hemos entendido este mundo inextricable y hemos intentado cambiar a palabras lo que no queremos en él. Hemos sido más libres, hemos reivindicado otro presente. Hemos habitado otros poetas, otros mundos. Hemos sembrado versos en nuestras familias y hemos comido el pan de nuestra creación. Hemos rezado al diccionario y nos hemos confesado ante el folio en blanco. Hemos luchado sin violencia: hemos reivindicado el mejor de los mundos posibles que no, que no era el que nos decía Leibniz.
 
La poesía no cambia el mundo pero sí cambia “nuestro mundo”. Y ése es el comienzo de todo comienzo. El principio de todo…
 
Eva Vaz es poeta.
 
 
 
 

 

A la gueta l’amor, de Esther García López. 13/12/2010

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A la gueta l’amor

Mª Esther García López

Ilustraciones de Neto

Editorial Trabe

Barriga, de David Barreiro. 13/12/2010

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David Barreriro presenta su libro
 
Barriga
 
13 diciembre, 20’15 h. Librería Tipos infames. C/ San Joaquín, 13 – Madrid

 

Pilar Sánchez Vicente: con pan y chocolate. Por Javier Lasheras. 9/12/2010

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Pilar Sánchez Vicente:
con pan y chocolate.
 
 
Llega a la cita con la lengua medio fuera, pero contenta, dispuesta a no perder ningún metro. Coge aire, bebe agua y sus ojos grandes —tan grandes que quieren verlo siempre todo— se hidratan, brillan y miran de frente. Habla con fuerza, ríe con franqueza y pelea hasta casi donde haga falta para conseguir lo que desea y defender lo que piensa. Ha sido presidenta de la Asociación de Archiveros , Bibliotecarios, Documentalistas y Museólogos de Asturias (AABADOM), y también de la Asociación Profesional de Especialistas en Información (APEI). Esta jefa de servicio, a cuyo cargo está la publicación del Boletín Oficial del Principado de Asturias, acaba de publicar su última novela, Operación Drácula. Una incursión en el género negro para variar el paso de quienes creían que lo daba todo a otro palo. Me encantaría decirles que es la primera vez que hablo con la autora y que me he leído todas sus novelas. Pero mentiría. Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961) ha mostrado su querencia por la literatura desde hace al menos veinte años. Si de algo ha presumido siempre es de lectora voraz y de los ripios y pareados que le piden a cientos para fiestas y celebraciones.
 
Y, a bote pronto, con qué literaturas rima Pilar Sánchez Vicente.
Con las que llegan a la gente.
 
¿Qué guarda en la memoria de Comadres, su primera novela?
Mi infancia, la de Reyna. Y mi primer experimento con una trama negra. Es una novela muy especial para mí.
 
¿Se sabe mejor de la vida económica a través de los medios de comunicación o a través del Boletín Oficial del Principado de Asturias?
A través del BOPA, sobre todo en la sección V, Administración de Justicia: embargos, impagos, EREs… Si quieres conocer el alcance de la crisis, consulta el BOPA.
 
Le haré una pregunta que seguro nunca le hace nadie. ¿En el caso de la novela histórica, en la que usted se ha movido como pez en el agua, cuánto pesa la documentación?
Al cincuenta por ciento. En cambio en la negra, la trama tiene un peso mayor, ochenta a veinte.
 
Después de tres novelas históricas, se adentra en el género negro con Operación Drácula. Le ha visto los colmillos al género histórico o es usted sencillamente insaciable…
Completamente insaciable ja,ja,ja. Básicamente, me aburre escribir siempre sobre lo mismo, dejo la piel en cada obra, por eso no repetí ninguna época en la histórica. Además, me encantan los retos, y la negra, precisamente porque soy una devoradora compulsiva de ese género, era el mayor. Es muy difícil escribir sobre lo que se ha leído y conoce tanto, queriendo aportar algo nuevo.
 
Operación Drácula. Género Negro. Pero ¿acaso hay algún tipo de literatura que no sea negra?
Todo es según el color del cristal con que se mira…
 
Permítame la intromisión: ¿Qué significa para usted esa cosa llamada estilo?
El sello propio, la marca de la casa. Más allá de las definiciones convencionales, el estilo es algo personal, que caracteriza al autor en todas sus obras.
 
Sus personajes femeninos suelen contar con una dosis muy alta de inconformismo y abiertamente asentadas contra los poderes de facto.
Siempre existieron mujeres así, sólo pretendo darles voz. Si mis protagonistas fueran hombres tendrían idénticas características, pero su actitud no llamaría tanto la atención ¿verdad? Así es el mundo y así nos va…
 
¿En qué ha cambiado la situación de la mujer, pongamos desde la Edad Media?
¿De la rica o de la pobre? Desde luego, hemos mejorado, pero hay que tener clara la distinción. Las ricas y nobles tenían el monopolio de la cultura –mecenazgo de particulares y fundación y patronazgo de monasterios y scriptorium incluidos-, del arte de amar, de la belleza… para la época gozaban de todos los lujos imaginables. Detentaban además el poder y el control sobre vidas y haciendas, dado que los maridos, fruto de matrimonios de conveniencia y entregados a las guerras, pasaban poco tiempo en el hogar. En cuanto a las pobres, como no alcanzaban ni a soñar, se conformaban con sobrevivir con sobrevivir en unas circunstancias tan extremas que su esperanza de vida solía ser menos de la mitad que las anteriores. Y dudo que las envidiaran, pues, salvo las criadas, no sabían de su existencia, no estaban el Hola y le TV para refocilarles el lujo por la cara…
 
Le ocupa el saber cuántas entradas tiene su blog o, a la manera de Houllebecq, lo que se cuenta de usted en la red.
Por supuesto, consulto Analytics y tengo activadas las alertas para ver lo que se publica en mi nombre. Y tengo un ego en la red de 8 sobre 10, no está mal…
 
Literatura como necesidad personal ante la vida o como forma social de entender la vida. ¿Cómo aliña usted la ensalada?
Como necesidad personal de expresión de una forma de entender la vida.
 
¿Le queda tiempo, después del trabajo y de la crianza para leer a sus colegas?
A lo
s amigos, siempre. ¡Y espero que ellos hagan lo mismo!
 
¿Qué opinión le merece la generación nocilla?
Aunque por edad entraría entre las madres de esa generación, no me siento identificada con ella, yo soy más de pan y chocolate.
 
¿Y a qué autores le gustaba y le gusta leer con pan y chocolate?
 Ahora leo a palo seco. Con pan y chocolate, Enid Blyton, Richmal Crompton, Stanley Gardner, Agatha Christie, Selecciones del Reader Digest, La Isla del Tesoro, El Conde de Montecristo, La cabaña del tío Tom, Los tres mosqueteros… 
 
¿Le apetece decir algo sobre los derechos de autor?
Me apetece más hablar sobre los 115 cables que confirman las presiones de EEUU sobre España para acabar con las descargas y la piratería en Internet. Con la Ley Sinde, convertida en disposición final segunda de la Ley de Economía Sostenible, mis derechos de propiedad intelectual no se si quedan salvaguardados, pero las libertades públicas han sido mermadas, con consecuencias imprevisibles. Profesional e ideológicamente, soy del movimiento de libre acceso (Open Access Initiative) Y me declaro fan de Assange. Por lo demás, gano un euro por libro vendido.
 
¿Qué tal se lleva su forma de leer con la última tecnología?
Estamos asistiendo a un cambio mucho mayor dimensionalmente del que supuso la aparición de la imprenta. Autores, editoriales, librerías…estamos inmersos en un proceso vertiginoso de cambio del que somos incapaces de predecir el final. No es contradictorio, es complementario, adaptativo, evolutivo. El soporte electrónico permite acceder a tal cantidad de documentos, conocimientos e información, que ya no concebiríamos la vida sin él. Y la literatura no queda al margen. Tal vez seamos la última generación con querencia por el papel. A veces, agarrada a un libro, me siento como Peter Pan en el país de Nunca Jamás.
 
Y si usted tuviera que realizar una operación, cuál sería la que llevaría a cabo de forma urgente en el mundo, en Europa y en España.
Sajaría los bancos, les extirparía los intereses y reinvertiría los beneficios de la operación en salud y educación. En cuanto a la corrupción, políticos, especuladores y eclesiásticos, todos a prisión y que les caiga el jabón en la ducha…
 
¡Uf, la pucha…!

 

Literatura anónima, por Ramón Ortega. 6/12/2010

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Literatura anónima
 
 

Como profesor de Literatura Española trato de explicar a los alumnos las principales características de los distintos periodos culturales que se han desarrollado en la historia de la península Ibérica. A través de los textos que se van leyendo, busco que ellos mismos hagan un razonamiento crítico de los elementos más significativos de cada corriente. Me ayudo, por ejemplo, de las desventuras de Lazarillo para mostrar la crisis de los valores propios de la Edad Media durante el Renacimiento, de los ensayos prolijos de Feijoo para mostrar la importancia que se le dio a la razón en la Ilustración, de las enamoradizas rimas de Bécquer o de la rabia escupida en los poemas apócrifos de Espronceda, para hablar de la trascendencia de los sentimientos en el Romanticismo, del pesimismo y la crítica social de los autores de la Generación 98… Ayer terminábamos de leer dos relatos: Los de la tienda de Ana María Matute y La lengua de las mariposas de Manuel Rivas. Aproveché para centrarme en la literatura contemporánea: la ausencia de historias cerradas, la complicidad que se busca con el lector para completar los relatos, etc. Hacia el final de la clase un alumno me interrumpe para soltar la inocente pregunta que motivó este artículo: “Muy bien esto de la literatura contemporánea, pero ¿qué es lo que va a pasar con la escritura en los próximo años? ¿Cómo lo clasificarán los estudiosos del futuro?”
 
La curiosidad es de agradecer, pero ¿cómo puede responderse a dicha preguntita? En todo caso, no quise esquivarla, así que me aventuré formular una hipótesis: Lo que se nos viene encima, contesté, es un periodo que tiene como personaje principal al autor anónimo y osadamente continúe con una improvisada disquisición:
 
Internet ha revolucionado nuestra sociedad: la transmisión de la información, el acceso al conocimiento, las comunicaciones, etc. Pues bien, la forma de hacer literatura, por supuesto, no es la excepción. Cada vez es más habitual que aquella persona que tiene inquietudes literarias diseñe un blog y lo alimente con entradas que pueden explorar todos los géneros existentes o incluso confeccionar algunos nuevos. Poesía, teatro, narrativa, todo al alcance tanto de los creadores como de posibles lectores. Ya no hace falta esperar a que una editorial apueste por la obra de estos literatos; si lo que el escritor quiere es comenzar a divulgar sus textos, Internet se lo permite de forma gratuita, eficaz e inmediata. Y no sólo hay que hablar del plano literario, cualquier artista puede subir sus creaciones. Fotografías, vídeos, música o incluso una mezcla de todo. Las personas tienen una oportunidad con la que no se contaba antes: Un radio de acción amplísimo, casi universal.
 
No es que vayan a desaparecer los libros tal y como los conocemos ahora. Quizá cambien su forma; hay quien asegura que se dejará de usar el papel. En cualquier caso esto sólo atañe al soporte de las obras y no al modo de ser producidos; el proceso editorial detrás de las creaciones literarias persistirá. O sea, que nos guste o no, autores al estilo de Ken Follett seguirán cosechando grandes ventas. Pero a la par, otro grupo de artistas alcanzarán un grado de independencia que bien utilizado puede llegar muy lejos. Antes, sin Internet, esta posibilidad era extremadamente limitada y costosa.
 
Todo tiene sus desventajas. Hay cientos de miles de entradas, lo que hace sencillo desorientarse y extraviarse en el ciberespacio. Se tiene que ser muy crítico y sobre todo selectivo a la hora de lanzarse a una búsqueda. Sin embargo, no es imposible, e incluso es probable, llegar a buen puerto. Tengo muchos amigos que al igual que yo tienen su propio blog. Ya no me sorprende que sean más las personas que me invitan a visitar sus páginas de Internet cuando les cuento mi afición por la escritura. Lo que sí que me asombra es la calidad que encuentro en los textos que leo en dichos espacios. Escritores argentinos, mexicanos, peruanos, españoles… (por citar sólo autores de la lengua española); de cuentos realistas, fantásticos, policíacos, románticos…; de poesías de la vida, el amor, la soledad, la muerte …; de artículos, reflexiones, opiniones y debates… Una pluralidad estilística y cultural. Pero si tuviera que encontrar una característica común, es que en casi todos los casos, los autores carecen de una repercusión mediática. Dicho en otras palabras, son casi todos tan desconocidos como el que escribe esta reflexión. Pero ahí están, escribiendo tenazmente; mostrando día a día su calidad, su creatividad y su talento. Anónimos todos, pero su voz tiene una fuerza más importante que cualquier nombre. No habrá manera de acallarlos; así que sentémonos enfrente del ordenador y dediquemos unos minutos a explorar. Con suerte, terminaremos maravillados.
 

 

Ramón Ortega es escritor mexicano, profesor de literatura (Universidad Nebrija) e investigador en la Universidad Complutense. Actualmente realizando la tesis doctoral: Perspectivas y fundamentos filosóficos en la fisiología de Walter Bradford Cannon

Ha publicado artículos de diversos temas (literatura, filosofía, divulgación científica, etc.) en distintos medios. Ha escrito una compilación de relatos llamada Un gran salto para Gorsky que puede descargarse en: http://sites.google.com/site/ungransaltoparagorsky/ 

Ahora está terminando un segundo libro de cuentos llamado Anecdotario de un Breaking up, cuyo  primer capítulo ya es posible descargárselo desde el mismo sitio.

 

Foto: Monumento para un escritor húngaro anónimo pero famoso, de Juliane Jacobs (borrador)