Presentación del libro Salones de baile en Castrillón. Siglo XX de Mª Esther García López.
El acto tendrá lugar el 29 de abril, a las 20,00 horas en la Biblioteca Pública de Salinas.
Presentación del libro Salones de baile en Castrillón. Siglo XX de Mª Esther García López.
El acto tendrá lugar el 29 de abril, a las 20,00 horas en la Biblioteca Pública de Salinas.
Noticias relacionadas con los Premio Porticus y Contarella para Yosé Álvarez Mesa.
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http://www.hoy.es/v/20100423/sociedad/yose-alvarez-gana-premio-20100423.html
http://www.menorcadiario.net/actualidad/cultura/5184-yose-alvarez-mesa-gana-el-premio-contarella-2010?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+menorcadiario+%28Menorcadiario+-+%C3%9Altimas+noticias%29
http://www.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=357291
Hay quien se pregunta cómo, gastado el día, por él un poco más consumido, puedo regresar a la personal y desértica cueva dibujando una leve sonrisa, un voluptuoso brillo en los ojos. ¿Cómo podría alguien imaginar que allí, por mágica acción de una incomprendida máquina, mantendré un orgiástico encuentro con camaradas y los frutos de nuestra común pasión, la escritura? ¿Cómo si ignoran que me viene siendo todo más leve desde que puedo, tan libremente, llegar al oasis Literarias? ¿Y cómo no desvelar el secreto en su primer aniversario?
Juan García Campal.
Foto: del autor.
Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. El 2 de mayo de 1964, la señora Soermarni, miembro del gobierno de Indonesia, ordenó prender fuego en una calle de Yakarta a los libros que no eran de su gusto ni gustaban al presidente Achmed Sukarno. Fahrenheit 451 es también el título del filme que, basado en la novela homónima de Ray Bradbury, realizó François Truffaut dos años después de dicha quema, ni mucho menos la única perpetrada por regímenes totalitarios a lo largo de los tiempos.
La historia de esa película es la de una sociedad del futuro en la que está prohibido leer y tener libros. Éstos deben ser eliminados porque, según el gobierno, atentan directamente contra la felicidad de los ciudadanos: la prohibición de la lectura evita la emoción y la reflexión, fuentes de sufrimiento para el individuo. En ese mundo, los bomberos —que en otro tiempo apagaban incendios— son tropas de asalto encargadas de confiscar y quemar libros allí donde se descubran. Uno de ellos, Montag (Oskar Werner), a punto de ser ascendido, conoce a Clarisse (Julie Christie, con pelo corto), una pizpireta joven librepensadora. Poco después, durante la intervención incendiaria a la gran biblioteca clandestina de una anciana (Bee Duffel), Montag asiste, consternado, a cómo aquélla prefiere ser pasto de las llamas antes que dejar atrás a sus libros. La vieja bibliófila muere tal como vivió: junto a lo que hizo más plena e intensa su existencia. Así, perece abrasada, por voluntad propia, al lado de El mundo de Salvador Dalí, de Robert Descharnes; de la autobiografía de Charles Chaplin; de Los negros, de Jean Genet; de las Confesiones de un irlandés rebelde, de Brendan Behan; de Las aventuras del buen soldado Schweik, de Jaroslav Hasek; de la Metafísica, de Aristóteles; de un atlas geográfico; de los Cahiers du cinéma; y de tantos y tantos queridos volúmenes amigos que para ella tenían vida: le hablaban.
La impresión que le produce semejante muerte, unida a la influencia de Clarisse, provoca que Montag se pregunte qué contienen los libros para estar tan tajantemente prohibidos. Y el bombero comienza a leerlos, por más que la Ley imperante proclame que son perniciosos, por más que la Ley vigente predique que la lectura, amén de confundirnos con las perspectivas diversas de los distintos autores, nos hace diferentes, y que la felicidad sólo puede alcanzarse siendo todos iguales, estando todos homogeneizados. Entonces su misma esposa Linda (Julie Christie, con pelo largo) decide denunciarlo, asustada; por lo que Montag huye en busca de los hombres-libro, resistentes culturales dedicados a la memorización de libros a fin de evitar que éstos se extingan. Entre ellos —versiones en carne y hueso de El diario de Henri Brulard, de Stendhal; la República, de Platón; Cumbres borrascosas, de Emily Brontë; El Corsario, de Byron; Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll; Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; Esperando a Godot, de Samuel Beckett; Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens; El príncipe, de Maquiavelo; y otros muchos títulos fundamentales de la literatura universal—, entre los hombres-libro
advertimos, por cierto, la presencia de una mujer española, encargada de la preservación oral de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Cuando Montag asume la identidad de los Cuentos de misterio y de imaginación, de Edgar Allan Poe, entra a formar parte de esa necesaria minoría de bibliotecas vivientes que clama en el desierto; nace de nuevo, quizá a una vida menos confortable, pero sin duda más lúcida y emotiva, más sabia y despierta.
Fahrenheit 451 es el título de un filme de ciencia-ficción rodado como una película de época que, aparte de entretenernos, además de potenciar nuestro instinto lector y aumentar nuestro amor hacia los libros, nos recuerda que detrás de cada libro hay una persona y que detrás de cada persona suele haber más de un libro. Fahrenheit 451 es también la temperatura a la que han desaparecido preciosos testimonios del paso del ser humano por la Tierra; la temperatura a la que bien pudiera estallar el mundo en pedazos por culpa de la ignorancia activa de los hombres.
Aunque basada en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1872), la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton —segunda versión Disney tras la realizada en 1951 por Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Wilfred Jackson— no es una adaptación propiamente dicha de los libros de Lewis Carroll. Su Alicia (Mia Wasikowska), a punto de ingresar en la vida adulta —tiene 19 años y un insulso Lord la pide en matrimonio— debe acudir en socorro del País de las maravillas, ahora oprimido por la tiranía de la Reina Roja (Helena Bonham Carter), un mundo de fantasía del que sólo guarda ya una memoria intuitiva, pese a su visita durante la infancia. En ese mundo mágico la esperan, impacientes, viejos amigos como el Conejo Blanco (Michael Sheen), Tweedledee y Tweedledum (Matt Lucas), la Oruga (Alan Rickman) o el Sombrerero (Johnny Depp), deseosos todos de que Alicia sea verdaderamente la campeona de la Reina Blanca (Anne Hathaway) profetizada por el Oráculo, es decir, el paladín encargado de abatir con su espada al horripilante Jabberwocky de la cruel Reina Roja.
Semejante operación recuerda un tanto la llevada a cabo por Steven Spielberg en Hook (1991), a partir del Peter Pan de James M. Barrie. En dicho largometraje, Peter (Robin Williams), que ha crecido hasta convertirse en un importante abogado, tan atareado que casi no tiene tiempo para sus hijos, apenas recuerda nada de su infancia, hasta que aquéllos son secuestrados por el Capitán Garfio (Dustin Hoffman). Éste se los lleva, sediento de revancha, al País de Nunca Jamás, reino de fantasía cargado de aventuras a donde Peter se ve obligado a regresar. Allí, con la ayuda de los niños perdidos y del hada Campanilla (Julia Roberts), retoma sus poderes —volar, etc.— a fin de enfrentarse con Garfio y, así, lograr el rescate de sus pequeños, recuperando de paso los recuerdos de niñez.
En este sentido, los más puristas objetarán a la propuesta de Burton haber utilizado la clave personal en lugar de optar por la llave maestra que le ofrecía el escritor inglés para adentrarse en su mundo. Gustos individuales aparte, no parece una razón crítica de peso reprochar a un cineasta servirse de una obra preexistente, todo lo célebre y clásica que se quiera, para atraerla a sus propios intereses y erigir un universo propio. Entrecruzando los dos libros más famosos de Carroll a su particular manera, Burton elige presentarnos un País de las maravillas trastocado en País de las pesadillas con fantasmagórica estética de ultratumba —sin renegar, eso sí, de su fauna imposible, su ingenioso idiolecto fudamentado en el nonsense y los acrónimos, la aventura iniciática de la heroína…—, en cuyo seno formula un discurso en torno al problema de la identidad. Alicia, semi amnésica, se pregunta quién es; los demás, si es ella la verdadera Alicia que ellos conocieron trece años atrás y ahora aguardan ansiosos.
Otra cosa muy distinta es valorar los resultados finales arrojados por esas intenciones (re)creativas personales. El trasvase a la pantalla de un gran clásico de la literatura anglosajona a cargo del director de Charlie y la fábrica de chocolate (2005), reinvención ésta de la novela homónima de Roald Dahl, implica siempre la promesa de una enriquecedora reelaboración sui generis. De entrada no parecía una mala transacción artística el maridaje entre las imaginerías fantásticas de Lewis Carroll y Tim Burton. Y en lo que a la imaginería se refiere, el filme del realizador norteamericano cumple el expediente con sus delirios audiovisuales de onirismo barroco, pulsión surrelista y distorsiones espaciotemporales, en virtud de un presupuesto generoso y del avanzado estado de los efectos digitales. El problema es que la película, si bien no aburre, no apasiona; casi sucumbe a esa misma imaginería que propone, exento como está su relato de sorpresas y de emoción, una galería de efectos especiales tecnológicamente admirable, cuasi perfecta (el diseño visual del largometraje es magnífico), pero narrativamente fría, sin alma: 3D sin relieve vital.
Contos, ducia e media d’eles/Contos, duzia e media deles.
Aurora García Rivas
Traduce: Daniel Gouveia
Edita: DG, Lisboa
Edición bilingüe en gallego-asturiano/portugués
Dezaoito contos cortos, editados por Trabe en gallego-asturiano en 2006 e traducidos ó portugués y editados en Portugal.
Distribuye: En Portugal: Chaves-Ferreira/ geral@chavesferreirapublicacoes.pt
En España: Fundación Méjica/ donmejica@hotmail.com /// mejica@uniovi.es
As razóis d’Anxélica
novela en gallego-asturiano
Aurora García Rivas
Trabe, 2010
A mai s’Anxélica vai debullando recordos da súa vida, primeiro chea de calamidades nun hospicio e despóis criando a Anxélica, a filla que tuvo de solteira. Ésta estudia pra médico e, en contra de súa mai, métese monxa e vaise pra África. Aínda qu’a mai nun entende aquela decisión e quer estorbala, Anxèlica vaise o mesmo.
Co tempo, a mai entende as razóis de súa filla e chega a aceptalas. Polo mor de sentimentos personales e dos durísimos acontecementos que vive en África, ésta dalle a súa vida un xiro que nin ela mesme esperaba.
La literatura, desde su más temprano amanecer con el gran poeta griego ya aludido, no ha dejado nunca de enseñarnos el valor incalculable de una mortalidad sin esperanza, de una vida que puede alcanzar tales cotas de hermosura que hace que el mundo de los dioses pierda todo atractivo, de una piedad que no debe descuidarse nunca -ni en las más duras condiciones-, de la posibilidad de que en el mayor de los horrores podamos crecernos y actuar con la máxima nobleza, del amor como algo que puede desbancar, incluso, al unamuniano ansia de inmortalidad (inmortalidad en carne y hueso), de la vergüenza como eje articulador de una vida buena y del respeto que debemos a todo aquel que padece o debe perder. Amar la literatura, conocerla, estudiarla, ejercerla, supone amarnos, conocernos, estudiarnos y ejercitarnos a nosotros mismos, poniéndonos por encima de los mismísimos dioses. Nunca podremos agradecer lo bastante que haya instituciones, como esta Asociación, que fomenten este hermoso acercamiento a la vida. Quisiera expresar mi más sincero agradecimiento, por último, en el aniversario de esta revista en la que me siento como en casa, a sus principales responsables: Javier Lasheras y José Havel. Por su paciencia infinita, por su dedicación, por dejarnos los textos y artículos tan preciosos, por llevar a cabo una revista en la que podemos decir lo que pensamos sin someternos a dictaduras como las de los gremios o lo políticamente correcto, por su buen hacer y mejor escribir, y, sobre todo, por trabajar tantísimo para que todos podamos cada día ver nuestras palabras difundirse a través de la red. Concluyendo, gracias, muchísimas, a toda la Asociación por aunar esfuerzos en la promoción de la literatura, esa maravilla en la que los valores y las Ideas se hacen carne, aunque sea ficticia.
Violeta Varela
Foto: de la autora.