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Underground: Verano, el Reino de la Telebasura. Por Manolo D. Abad (30/07/2009).

Este 2009 nos había traído la buena noticia del descenso, en su primer semestre, de los programas de telebasura. Pero se ve que la mierda televisiva posee un gran potencial de resistencia y reciclaje, así que, con los calores estivales, ha renacido con todo su brillo y esplendor. Y es que no hay manera de quitársela de encima. Resulta paradójico que en un tiempo como el estival donde el ocio se postula como el eje de la vida de muchos, la televisión se degrade más aún, en una espiral que no parece tener fin. Antiguamente era un tiempo donde las cadenas rodaban a algunas de sus teleseries de cara a la temporada otoñal. Recuerdo con especial cariño un desternillante mes de agosto –y creo que parte de julio también— que me pasé hace unos años con "A Medias", una corrosiva teleserie creada por nuestro Tom Fernández y que pudo sobrevivir algunos meses más allá del verano. Los meses estivales también eran el momento para revisar viejas teleseries y aquí se llevaba la palma Verano Azul, claro. Pero, metidos ya de lleno en el nuevo Milenio, los capitostes de las principales cadenas apenas si arriesgan y tan sólo La Sexta se apunta a estrenar la nueva sexta temporada de la magnífica NCIS: Navy Investigación Criminal o la cuarta de Numb3rs, o Cuatro decide que es el momento de la estupenda "Dexter" y su cuarto año, aunque, a las dos semanas, se arrepienten y la cambian al horario de madrugada para castigarnos con un patético biopic de… Michael Jackson. Es, por lo tanto, y al margen de los deportes (TVE sólo se ha atrevido a poner en la 1ª dos jornadas de otro Tour español) el momento para que la telebasura resurja, para que tipos grimosos como Jordi González hagan girar su Noria, llenando de porquería el medio televisivo. Leo en los periódicos la última "hazaña" de sus tertulianos (sic) y no me sorprende: un individuo que un día pudo llamarse periodista deportivo agrede a otro personaje –por cierto, ambos con columna en "Marca", ¡manda guebs! –. Suspendido temporalmente (sic), me imagino que habrá recibido un sobresueldo por un revuelo que, sin duda, aumentará audiencias. Propongo que esas "tertulias" las hagan en un cuadrilátero y así ya se muestran tal como son: un engendro sólo apto para la ignominia, la brutalidad y la ignorancia. ¿Es que no se va a acabar esta porquería nunca?

Con el corazón alterado, por Celia Álvarez Fresno. 29/07/2009.

¡No puede ser!

Me levanto como cada mañana, y doy un bello paseo alrededor de mi casa en el campo, a diez kilómetros de Gijón, para más señas…

Me acomodo en la alfombra verde que aún huele a noche y siento que alguien me mira. Sí, es esa percepción que taladra mi nuca y se adentra en mi interior en forma de miedo.

Me doy la vuelta, así, de esa manera entre… que quiero y no quiero y ¿qué veo?

La familia jabalí al competo. Papá, mamá y sus cuatro retoños.

No. No me moví, simplemente porque mis piernas no me llevaron; sólo nos miramos y nos analizamos. Observé que mis intrusos se sentían en su casa, y una especie de rubor debió de inundar mis mejillas al considerarme yo en casa ajena.

Después de mucho tiempo -así consideré unos segundos- ellos se fueron y me dejaron con el corazón abatido, las rodillas temblando y en mi rostro, el desdén desencajado del pavor.

Llego a casa, cojo el teléfono y hablo con alguien sobre esta  amenaza: que mi vecino de al lado, no tiene que roturar la tierra, porque se lo hace esta familia; que ya no puedo madrugar, porque pasean a mi lado… y mucho menos contemplar la luna en pleno campo, como es mi pasión, porque puedo despertarme al día siguiente en la montaña de enfrente, a causa de la mala leche de estos invitados sin invitación.

Me responden, que son los riesgos de vivir en el campo, pero que tienen tanto derecho a la vida como yo. Que si tengo miedo, debo de permanecer en mi casa porque son animales protegidos y no se les puede tocar.

Y aquí estoy, esperándoles a ver si me adoptan. Por que ¿no me dirán que ser jabalí no es una bicoca?

Viajas sin billete, te adentras donde te da la gana, empujas al contrario si estás de mala leche, todo es tuyo acá y acullá sin pagar un solo impuesto, sin que te pongan multas por exceso de velocidad, con techo que te cobije, y viento que te acaricie…

¿Se puede pedir más?

Brüno, o De la gilipollez yanqui. Por Tanja Pérez Hunte (28/07/2009).

Sacha Baron Cohen, protagonista, guionista y productor, lleva al cine el último de sus personajes televisivos: Brüno, un periodista de moda ultragay, “el Zac Efron austríaco, aunque dos años más joven y completamente depilado”, según él mismo. Detenido por los carabinieri tras torpedear un desfile de Agatha Ruiz de la Prada en Milán o amenazado por el servicio de seguridad de Bill Clinton, Baron Cohen consigue de nuevo lo irrepetible: retratar la cara más oscura de una sociedad que ríe, aunque, a veces, no sabe por qué. Una farsa semidocumental atrevida, virulenta y divertida sobre la gilipollez yanqui, a mayor gloria del alma máter de la broma escato-política, Sacha Noam Baron Cohen, el inglés más borderline de la historia.

Borat y Brüno afrontan el mismo combate desde una fórmula idéntica: la estancia del artista británico en los EE UU, dando vida a un personaje extravagante que nada tiene que ver con el americano medio, sirve para estigmatizar la estrechez (reaccionaria) de miras y espíritu de una nación ignorante que, sin embargo, se considera a sí misma un ejemplo para el mundo. Sus gags-golpes-bajos esconden a menudo un alcance sociológico (véase, por ejemplo, a los mexicanos en posición de taburete sobre los que se sienta La Toya Jackson, que expresan de manera gráfica perfecta la suerte de los inmigrantes).

El inconveniente es que yendo hasta el extremo de su delirio, Cohen no hará sino conformar los puntos de vista de cada uno, sin un término medio que sirva para abrir cerrazones previas. Así, los fans, más abiertos, dotados de verdadero sentido del humor serán conquistados, mientras que los memos incapaces de ver más allá de su nariz pondrán el grito en el cielo ante tamaño sacrilegio moral, ético y, probablemente, religioso. No se sabe a quién se dirige en realidad la propuesta, ni a quién hará reflexionar o cambiar de opinión.

  

BRÜNO. EE UU, 2009. Dirección: Larry Charles. Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Gustaf Hammarsten, Clifford Bañagale, Josh Meyers…Duración: 83 minutos.

Reseña de Cervantes y la mentalidad cómica de su tiempo (y 2), de Anthony J. Close, por Violeta Varela. 28/07/2009.

 

 

 

 

II. Una disputa familiar: lo cómico a debate en la actividad literaria del Siglo de Oro.

Comienza Close por dibujarnos un panorama característico de lo que era el sentido español de lo cómico y que podría ser sintetizado en las siguientes notas esenciales:

  1. Culto a la bravuconería y a la blasfemia.

  2. Gusto por llevar las fantasías absurdas a extremos irracionales.

  3. Admiración por la agudeza.

  4. Explotación de la comicidad de nombres y linajes.

  5. Deleite en lo degradante y en las burlas.

La principal diferencia que podría cifrarse entre Cervantes y sus contemporáneos cultivadores del género cómico es la preocupación por la dignidad de la labor literaria, en concreto de la comedia.

Cervantes, desde una perspectiva teórica de raigambre aristotélica, pretendió introducir criterios preceptivos en la anarquía a que estaba sujeta la heterodoxia cómica. El entretenimiento no ha de estar reñido ni con la calidad ni con las normas que la sustentan. 

Por ejemplo, su insistencia en el respeto a las reglas del arte se debe a su aceptación de que encierran principios esenciales de racionalidad, proporción y armonía y, por tanto, el cumplir con las mismas permite a la literatura llevar a cabo su función primaria, entretener, de una forma más eficiente (Close, 2007: 293).

Desde este punto de vista lo que distinguiría a Cervantes de sus coetáneos es la preocupación por la preceptiva y por la justificación teórica de su práctica literaria. El Quijote supuso, en este sentido, no sólo una hábil parodia de géneros como e caballeresco, sino todo un despliegue reflexivo acerca de cómo debía estructurarse la prosa de ficción de acuerdo a los cánones establecidos.

Las líneas generales de la reforma que propone para los libros de caballerías (respecto a las reglas del arte, supervisión por un censor de la corte) están inspiradas en las premisas comunes de la polémica que estaba teniendo lugar a propósito de la comedia (Close, 2007: 143).

Es este hecho, la excesiva fidelidad a la norma aristotélica, lo que, en opinión de Close, le llevará, curiosamente, a hacer avanzar el género novelístico.

Paradójicamente, la revolucionaria naturaleza de la solución adoptada en la segunda parte de Don Quijote se deriva, de forma lógica, de los escrupulosos esfuerzos que mantiene para respetar el decoro, obteniendo como resultado una narrativa pionera que nace de la semilla de poéticas anticuadas (Close, 2007: 161).

Es cierto que pretendió, como tantos otros, la depuración de los elementos más groseros e irreverentes que caracterizaban el género español de lo cómico, pero también él comprendió que tal dignidad debía ir acompañada de una labor preceptiva. Con Cervantes asistimos al caso de un escritor orgulloso de entretener y causar la risa en sus lectores. Un autor que concibió la risa como un instrumento terapéutico y catártico en la línea de Erasmo o Ravelais, Burton, Huarte, Vives. Un autor profundamente didáctico que, sin embargo, desdeñó el estilo moralizante del púlpito y, acorde seguramente a su propio carácter irónico y desenfadado, prefirió suavizar la sátira de tal forma que cualquier ofensa posible se viese atenuada. Segregó de sus obras la crueldad y la frivolidad para aleccionar sin herir y enseñar sin causar tedio.

Su concepción del poder alentador y terapéutico de la risa lo sitúa más en la línea del humanismo renacentista (Erasmo, Rabelais, Burton) que en la de sus propias tradiciones étnicas, si bien esto es debido, a mi entender, más a su propio carácter que a ninguna influencia literaria (Close, 2007: 400).

Fue, además, Cervantes, el descubridor de una nueva modalidad cómica: la potencialidad humorística de la insignificancia prosaica, de lo cotidiano.

Un autor, por último, consciente de la importancia de su obra y de la calidad de la misma, que anheló el reconocimiento del público y que no dudó en celebrarlo en la segunda parte de su Quijote, cuyas burlas son ejemplo de ingenio, buen gusto, originalidad e inventiva. 

Se trata de una obra sumamente interesante que despliega un hondo saber erudito acerca de la historia de lo cómico en el panorama literario español, con extensos análisis de autores como Pinciano, Úbeda, Alemán, Quevedo y Góngora, entre otros. Una fuente inagotable de conocimientos acerca del tan denostado mundo de la risa, para el que nuestro intérprete desea recuperar el interés hermenéutico que muchos le han negado. Intérpretes admirados por Close como Castro, Spitzer y, sobremanera, Riley, infravaloraron lo cómico dejando así de lado una perspectiva fundamental a la hora de comprender la producción cervantina. Close elabora su monografía para hacer justicia a este aspecto tan olvidado de su producción. El resultado es parte de lo que hemos decidido destacar en esta reseña. Imprescindible.

 

 

Reseña de Cervantes y la mentalidad cómica de su tiempo de Anthony J. Close, por Violeta Varela. 27/07/2009.

 

Cervantes y la mentalidad cómica de su tiempo
Anthony J. Close.
Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 434 pp (2007).
Trad. esp. de Leticia Iglesias Pedronzo y Carlos Conde Solares.
 

El libro que me dispongo a reseñar parte de dos tesis sumamente sugerentes:
la recuperación de Cervantes como sujeto de citerior artísticos firmes y bien articulados en su práctica literaria. En este sentido, es interesante la reivindicación que hace Close de un Cervantes comprometido con los valores de su época, sin dejar de apuntar ciertas reservas personales que pudieron aquejarle. Close trata de recuperar a Cervantes frente a esa visión relativista y escéptica de su persona que tantas veces nos ha transmitido la crítica. Cervantes mantuvo unos criterios firmes, lo cual es importante, independientemente del acuerdo a la hora de retratar tales valores.
 
Respecto a los compromisos de Cervantes, la insistencia en su perspectivismo ha conducido a una situación en la que ha llegado a parecer penosamente inocente y de dudoso gusto sugerir que tuviese alguno, a menos que se trate de alguno de los temas candentes de debate del campus universitario moderno (Close, 2007: 17). 
No podemos entender su poética, ni ningún otro aspecto de su pensamiento a menos que partamos de la premisa de que dentro de sus obras Cervantes expresa, en ocasiones, sus propias ideas (Close, 2007: 26).
 
La consideración de su individualidad en el marco contextual de su época, para apreciar aquélla en toda su originalidad.
La monografía de Close toma como ejes articuladores fundamentales la figura del autor y del lector. Para contextualizar una lectura adecuada de Cervantes es necesario conocer someramente el ambiente social y literario –partiendo del concepto metodológico de socio-génesis, de Norbert Elias, y de la dialéctica individuo-sociedad en cuanto a la conformación del gusto- en el que se enmarcó su producción, en particular la cómica.
Desde este punto de vista, articularé la reseña en torno a dos puntos absolutamente centrales a mi juicio: las reflexiones en torno a la poética cervantina de lo cómico y las divergencias y familiaridades de las mismas con respecto a las actitudes literarias y de recepción que configuraron su momento histórico.
En este sentido Close se revuelve prudentemente contra aquellas interpretaciones que han llegado a descontextualizar tanto las obras de Cervantes que han perdido incluso de vista que se trata de un autor que vivió en una época literaria en la que la comedia, que llegó a conocer la prohibición en tiempos de Felipe II, se hallaba en el centro de la polémica. Una polémica en la que muchos autores como López de Úbeda, Alemán, Quevedo, Góngora, Lope… se involucraron.
También es interesante la relación que postula Close entre Cervantes y Berkeley, que encierra toda una concepción de la espectacularidad y funcionalidad de lo literaria: esse est percipi, principio éste que destaca en la preferencia cervantina por el mostrar antes que por el relatar.
 
Incluso aparentes excepciones a la norma de “esse est percipi”, como algunas de las conversaciones entre don Quijote y Sancho que no son presenciadas por una tercera persona, la confirman de forma implícita. Cuando Sancho, en el capítulo 2 de la segunda parte, expresa su asombro ante el hecho de que el cronista haya sido capaz de averiguar lo que él y su maestro habían dicho en el transcurso de conversaciones privadas, Cervantes no está simplemente bromeando sobre las convenciones que apuntalan la suspensión voluntaria de la incredulidad, sino, sobre todo, implicando la normatividad de esa ley (Close, 2007: 216).
 
 

I. La poética de lo cómico en Cervantes.
 

Fundamentalmente, la poética cervantina es definida por Close como un ejemplo de buen gusto. El decoro, el cuidado del estilo, la evitación de lo lascivo y de toda expresión maldiciente, la evitación de las degeneraciones propias del humor de naturaleza aristofánica, el didactismo sin pedantería, el academicismo implícito, la erudición al servicio del argumento –caso del Discurso sobre la Edad de Oro en la primera parte del Quijote– y la necesidad de dotar de dignidad metapoética a géneros que hasta entonces no la poseían. Una poética que se podría sintetizar en la máxima: cuanto más verdadero mejor.
Es la cervantina una estética limpia, profundamente fiel a los principios del decoro y de la verosimilitud, y absolutamente consciente de la excelencia de su producción literaria, presidida por la propiedad y la ejemplaridad, entendida como la subordinación del entretenimiento a la teoría poética y al buen gusto. Por último, destaca también la capacidad cervantina para la fusión y síntesis de opuestos que podrían acaso parecer irreconciliables, algo muy en consonancia con la concepción de lo cómico en el siglo de oro.
 
Dicho esto, la fundamental es la concepción de lo cómico como existente en una relación simultánea de intimidad parasitaria con, y de oposición simétrica a, lo no-cómico. Esta situación se resume en la dicotomía entre burlas y veras, dos elementos que, aunque opuestos, son concebidos como inseparables, y esta relación paradójica, penetra en los lugares más recónditos de la cultura del Siglo de Oro (Close, 2007: 232).
 
En este sentido, Close considera a Cervantes como un exquisito artífice de la llamada literatura de entretenimiento popular a la que nunca consideró reñida con las reglas del buen arte y del buen gusto.
 
Para simplificar, Cervantes transforma la ficción cómica, bien purgando su materia tradicional –ingeniosas seducciones llevadas a cabo por frailes mujeriegos, astutos engaños, equivocaciones de camas o parejas en habitaciones oscuras, desgracias ridículas en excusados- o bien present&aacute
;ndola desde una perspectiva medular que, aunque cómica, es intrínsecamente lúcida u honorable. De esta modificación radical –por mucho que la crítica cervantina moderna se ha mostrado reacia a aceptar la consecuencia- se deriva forzosamente la ejemplaridad, la cual afecta de forma fundamental a la perspectiva narrativa, la ambientación y el ethos, las connotaciones metafóricas, el matiz retórico, y la caracterización (Close, 2007: 98).
 
Esta depuración de lo cómico la estudia Close en concreto en tres ejemplos cervantinos muy célebres:
 
  1. El acuse de recibo de la influencia de Alemán en escenas como la del encuentro nocturno entre don Quijote y la dueña en la segunda parte de la obra.
  2. El rechazo de la sátira hiriente y sangrante en el Coloquio de los perros.
  3. La postura cervantina en la polémica que rodeó al uso de los motes, que se encuentra solventada en El licenciado Vidriera con una condena de los mismos al reducirlos a la etapa de locura de Tomás Rueda.
Un escritor jovial, de ethos amistoso, que si bien dejó translucir en la primera parte de su Quijote una actitud de resentimiento hacia la nueva poética lopesca, convirtió la segunda parte de su obra maestra en una expresión de júbilo y agradecimiento al reconocimiento que los lectores otorgaron a su obra.
Es significativo que Close pretenda recuperar esa vertiente lúdica que recorre toda la obra cervantina y que la crítica moderna, más preocupada de canonizar a un Cervantes como expresión de actitudes y virtudes anacrónicas, habría dejado de lado.
Close pretende recuperar al autor como hombre, sujeto de preocupaciones artísticas, pero también, y no menos importantes, existenciales, que se dejan translucir en toda su obra.
 
(Continuará mañana, 28/07/2009)

 

Harry Potter y el misterio del príncipe. Por Tanja Pérez Hunte (24/07/2009).

No es mala noticia que la franquicia Harry Potter asuma definitivamente su lado más tenebroso. Envuelto en un ambiente visual que mira de reojo a la tercera entrega firmada por Alfonso Cuarón (El prisionero de Azkabán, la mejor hasta la fecha), Harry Potter y el misterio del príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009) impone una sucesión de imágenes de una belleza plástica que estimula la imaginación gracias a una realización con clase, de David Yates, y a una fotografía extraordinaria, casi burtoniana, debida a Bruno Delbonnel, fotógrafo habitual de Jean-Pierre Jeunet (Amélie).

Más inspirado en el drama que en la fantasía, Yates expide un filme muy respetuoso con la novela, más violento y más negro que los títulos precedentes de la serie, incluso cuando se permite algunas notas de humor refrescantes, relacionadas sobre todo con los embrollos sentimentales que afectan a los alumnos adolescentes del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, casi con toda seguridad los últimos rescoldos de teen movie de la franquicia antes de la traca bélica final –escenas cómicas algo por debajo de la dinámica entre jóvenes alcanzada a través de ellas por Mike Newell en El cáliz de fuego—.

Si en La Orden del Fénix Harry Potter (Daniel Radcliffe) veía cómo se ampliaba su percepción del mundo, sobrepasando las cuestiones familiares y de la vida escolar para tomar conciencia de su universo político e implicarse en la guerra que enfrenta a los discípulos de Dumbledore (Michael Gambon) con el ejército de Lord Voldemort (Ralph Fiennes), la cualidad que debe reconocérsele inmediatamente a El misterio del príncipe es ir más lejos en la exploración del contenido trágico de la saga sin demasiadas intenciones edulcorantes. Apoyada por la partitura elegante de Nicholas Hooper, esta sexta entrega harrypotteriana acaba con una media hora última intensa y transida de algunas visiones poéticas, pero también impregnada de un pesimismo raro para un blockbuster industrial.

Tras las fabulosas huellas de Amélie Poulain. Por José Havel (24/07/2009).

Desde el mismo amanecer, ya sea invierno o verano, Montmartre es un colorido recital costumbrista de cálido bullicio callejero. Allí vuelvo siempre que puedo, pues es la parte de París en la que mejor recibido me siento. Además de poder asistir al espectáculo de cómo despierta el barrio, eso de visitar Montmartre bien de mañana tiene en verano el valor añadido de hacerle un pequeño regate al calor (los rigores estivales parisinos no son moco de pavo). Y es lo que hice en mi última visita al lugar, allá por agosto de 2008, en una mañana de turismo donde el cine, la pintura, la historia, fueron, una vez más, los alicientes principales.

Dicho espectáculo comienza con la llegada a la estación de metro de Abbesses, la misma donde Amélie Poulain (Audrey Tautou) se encontraba por vez primera con Nino Quincampoix (Mathieu Kassovitz), cuando éste recoge fotos desechadas bajo un fotomatón y, tras mirarse, ella se va precipitadamente sin coger el metro, toda nerviosa. Diseñada por Héctor Guimard, es una de las pocas estaciones Art Nouveau originales (¡esa entrada con arcos verdes de hierro labrado y luces de ámbar!). Sus inacabables escaleras llenas de frescos dejan claro, nada más llegar, que estamos en el barrio de los pintores por antonomasia, pese a que hoy quizá sea la película Amelie (Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001) el principal reclamo de Montmartre para muchos turistas.

Acto seguido me gusta encaminarme hasta Square Willette, al pie del Sacré Coeur. Como a cada visita, en esta plaza albergo la esperanza de toparme con Amélie, escondida detrás de una cabina telefónica, junto al tiovivo que allí está todavía, mientras ordena a Nino seguir las flechas pintadas en el suelo hacia el mirador del citado Sacré Coeur, desde donde él la descubrirá a lo lejos. Obviamente, no subo las empinadas rampas a pie como el pobre Quincampoix. Para eso está el funicular. Montmartre, como buena colina, es pura cuesta con escarpadas escalinatas por doquier. (Con permiso de la torre Eiffel, es la cúpula del Sacré Coeur el punto más alto de París.) Por muy temprano que sea, como aquel día de principios de agosto, es raro no encontrarse con una generosa congregación de turistas in crescendo, a cuya caza andan los pintores callejeros con objeto de retratarlos a cambio de unos euros. Las gárgolas de esta basílica iglesia neorromántica imponen con sus formas de dragón casi suspendidas en el aire.

Callejuelas estrechas, flanqueadas por numerosas tiendas de souvenirs, me llevan hasta el animado mercadillo de pintores de la Place du Tertre, tan colorista como un musical de Vincente Minnelli. Y de allí, tras un buen rato, hacia la Rue des Trois Fréres, ya cuesta abajo, con el sol empezando a sacudir. En el número 56 se encuentra Maison Collignon, el comercio de comestibles del “malo” cascarrabias de la peli. Esta tienda de frutas, legumbres, especias y vinos, llamada en realidad Maison “Chez Ali”, conserva su exterior tal cual salía en la película. Por dentro, la verdad es que este angosto establecimiento no desprende encanto alguno. No obstante, como de costumbre entro a comprar algunas tarjetas postales que suelo escribir, pocos minutos después, en el lugar estrella de mis peregrinaciones a Montmartre: el Café Tabac Des 2 Moulins, donde trabajaba Amélie de camarera. Apenas unos metros más allá, Rue Lepic abajo, a mano derecha, se halla el célebre Moulin Rouge, algo más pequeño de lo que uno se imaginaba. Al parecer, lo de tanto Moulin en los nombres responde a que, en el pasado, abundaban aquí los molinos de viento a causa del carácter ventoso de la zona.

En el Café Des 2 Moulins me siento, si puedo, enfrente de lo que sería el estanco (inexistente ya), pegado a la cristalera por donde en la película entra Nino (y que ahora da a la terraza del café), poco antes de que la protagonista escriba el menú del día en un cristal, sin atreverse a hablar directamente con él. (A pesar de los ruegos de los visitantes, los propietarios de este Bar Brasserie no acaban de recuperar aquel vidrio de atrezzo.) Todas las ocasiones en que he ido, siempre de mañana, me ha encantado contemplar desde allí la colorista actividad de esta hormigueante calle de comerciantes. Vida de barrio en estado puro. Algo que agradezco enormemente en París, ciudad hermosa, cortés y cosmopolita, pero tan a menudo fría, seca, distante, un poco a lo Catherine Deneuve. Oteo a mi alrededor, aprovecho para garabatear las postales tomando una cerveza. Entretanto los demás clientes (el número de españoles aumenta a cada año) se retratan, muchas veces con la ayuda de las amables camareras, en distintos lugares del café, sobre todo ante la barra y al fondo del local, junto al cartel original de Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain.

Y, feliz de la vida, de nuevo allí vuelvo a preguntarme por qué estimo tanto a un filme tan alejado del tipo de cine que a mí más me interesa. Vuelvo a pensar en lo mucho que nos gusta pasearnos por los escenarios de la ficción, quizá bajo el impulso de querer borrar las fronteras que la separan de la realidad. Siempre con la sensación de que la pizpireta Amélie Poulain aparecerá en cualquier instante, siempre con el imperioso deseo de regresar aun sin haberme ido todavía de allí.

Tríptico literario portugués, por Ángel García Prieto, 23/07/2009.

 

 
Raúl Brandão.
Los pescadores (Os pescadores)
Ed. del Viento, La Coruña, 2009. 236 págs.
Traducción de María Tecla Portela Barreiro
 
           
Raúl Brandão (Foz do Douro, 1867 – Lisboa, 1930) es uno de los escritores del siglo pasado que han llegado a formar parte en la antología de las letras lusas. Nacido en una familia de marineros de la desembocadura del Duero, estudia el bachillerato en el cercano Oporto, para iniciar allí mismo la carrera de Letras, que cambia a los veinticuatro años por la militar. Desde esa época de estudiante frecuenta los ambientes literarios y forma parte a lo largo de los años de grupos y redacciones de revistas, que se mueven en el ámbito de la moda realista de la época. Algún estudioso ha enmarcado su obra narrativa como “Realismo Irrealista” y destaca Los pescadores, escrito en 1923, como su mayor éxito.
Los pescadores tiene algo de colección de relatos, libro de viajes o crónica costumbrista y hace un precioso canto épico del pescador, a la vez que describe con desgarro su difícil vida en una época crítica de cambio social. Entre descripciones de peces y artes de pesca, la vida cotidiana del marinero y su familia, sus fiestas, costumbres y creencias quedan reflejadas como una escultura realista y áspera y como un canto lleno de poesía y ternura. En el relato, un narrador omnisciente viaja a lo largo de toda la costa portuguesa y acaba en el tremendo finisterre de los acantilados del Cabo de San Vicente, donde parece querer agotar la grandeza trágica de aquellos hombres del mar y los sueños de descubrimientos del Infante Enrique.
 
 
 
Miguel Torga.
Portugal (Portugal)
Ed. Alianza, Madrid, 2005. 150 págs. Traducción del portugués y notas de Eloísa Álvarez
 
El segundo autor de esta trilogía es Miguel Torga, pseudónimo de Adolfo Correia da Rocha, nacido en 1907 en S. Martinho de Anta, pequeña aldea del distrito de Vila Real en Tras-os-Montes y fallecido a los ochenta y ocho años en Coimbra. Hijo de pobres campesinos, conoció muy de niño un trabajo en Oporto, el seminario de Lamego, la emigración a Brasil, donde trabajó como peón en Minas Gerais, para regresar a Coimbra, ciudad en la que estudia el bachillerato y la carrera de medicina, especializándose y trabajando como otorrinolaringólogo. Tiene una extensa obra literaria, entre la que se puede destacar en español la Antología Poética, Bichos, Piedras labradas, Rúa…Y representa uno de los valores más firmes de la literatura lusa, que llegó a ser propuesto en tres ocasiones – 1960, 1977 y 1994 – para el Nobel; en 1989 le conceden el Premio Camões y en 1991 el Vida Literaria de la Asociación Portuguesa de Escritores. Se puede considerar un clásico del s. XX, de ámbito universal.
Portugal
Miguel Torga hace un viaje geográfico, emocional, histórico y sintónico con las perspectivas más humanas del pueblo luso, para desarrollarlo en capítulos casi siempre coincidentes con las regiones históricas – hoy sustituidas por delimitaciones de interés administrativo y turístico, que no se corresponden a esa historicidad. Comienza en la verde región del Miño, para pasar por Tras-os-Montes, el Duero y Oporto, las Beiras, Estremadura —donde añade pequeños capítulos específicos para las Islas Berlengas y Lisboa—, Ribatejo, el Alentejo y Algarbe. Y allí acaba también con una referencia especial para Sagres, como centro originario de los descubrimientos y desde donde hace una reflexión final muy crítica a algunos aspectos fundamentales de los puntos débiles de la trayectoria histórica y la psicología colectiva portuguesa.
Anécdotas populares, referencias históricas, análisis literarios o políticos, descripciones paisajísticas y hasta detalles culinarios y artesanales se dan cita, entre pensamientos profundos sobre los aspectos más humanos y una prosa poética de frases ocasionalmente brillantísimas. En definitiva, una maravilla literaria -traducida y anotada también muy bien – de sintonía con un país rico y magnífico en tantos aspectos.
 
 
Eugénio de Andrade
 A la sombra de la memoria
(A cidade de Garret / Á sombra da memoria)
Ed. Pre–Textos. Valencia, 2005. 141 págs.Traducción de Martín López-Vega
 
El tercero de estos autores es Eugénio de Andrade, pseudónimo literario de José Fontinhas, poeta que nació en 1923 en una familia campesina de Póvoa de Atalaia en el concejo de Fundão, de la Beira Interior Baja. Llevado por los estudios y por su trabajo de inspector de los servicios de salud, vivió además de en la capital de su distrito, Castelo Branco, en Lisboa, Coimbra y Oporto, donde falleció en el 2005 y donde existe una fundación cultural que lleva su nombre. Con una gran cultura y conocimiento de los clásicos, comienza a publicar su obra poética en 1942, con el libro Adolescente y llega a la edición de veintisiete poemarios que han sido traducidos a más de veinte idiomas. Es considerado uno de los poetas más importantes de la literatura portuguesa, aunque en su vida social fue un hombre muy discreto, que por otra parte tampoco estuvo adscrito a tendencias ni movimientos literarios. Su obra poética sencilla y natural, tampoco se influyó por el neorrealismo y surrealismo coetáneos y él se limitó a definirse como discípulo del poeta Camilo Pessanha.
A la sombra de la memoria es una recopilación de textos en prosa hecha en 1993, en la que se incluye el volumen La ciudad de Garret, sobre Oporto y una segunda part
e, que lleva el mismo título del libro y está constituida por diversos escritos de circunstancias, como homenajes, prólogos y presentaciones, a notas sobre pintores contemporáneos y otros dedicados a las Azores, a su tierra natal, al Duero o a Macao. Son escritos muy heterogéneos, pero siempre atravesados por un ingenio agudo y sencillo y muchas veces por la belleza poética, de la que cabe citar un ejemplo: “Llega al final, el río. Viene de lejos solo para morir en manos de las olas. Llega extenuado (…)”, ese río que es el Duero/Douro, “¡El Duero es aún un río, el Duero es todavía una canción!” al que el autor conocía “antes de que se trasformase en sucesivos y largos espejos de agua”. 
                                                                     

 

Underground: (San) Michael Jackson (y 3). Por Manolo D. Abad (22/07/2009).

Neverland se postula como lugar de peregrinación de numerosos fans que acudirán al nuevo culto. En una sociedad descreída, cínica y amoral como la del siglo XXI resulta cuanto menos chocante que se produzcan estas delirantes manifestaciones de nueva fe. Quizás hasta (San) Michael Jackson pueda curar enfermedades o transformar el color de la piel de sus fieles como había sido el principal deseo consigo mismo aun a costa de destrozarse absurdamente como cobaya de las corporaciones dermoestéticas de turno. Al hilo de estas peregrinaciones absurdas, el diario "El Mundo" tuvo la preclara idea de trasladarse al santuario de Lady Di para comprobar el descenso constante y progresivo en el número de visitas. El tiempo, ese inexorable juez que marca los destinos de la historia y de nuestra existencia, demuestra cómo la estupidez mediática nos invade con su irresistible presente, con su voraz hambre de nuevas noticias, de nuevos pedazos de supuestas grandes vidas que son tan miserables como cualquier otra. Los ídolos de barro ascendidos a las alturas vuelven a caer de las torres de Babel de los medios y las palabras se las lleva el viento, aunque siempre nos quede la hemeroteca para avergonzar a los oportunistas, especimen de periodista en crecimiento proporcional al fatuo sensacionalismo de hoy en día.

La máquina pide más y más, mientras continuamos circulando a la deriva, una deriva que desconoce asideros que nos salven, que nos curen del dolor de las tribulaciones de nuestra existencia, que den respuesta a las preguntas de siempre. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Preguntas hoy apagadas por el ruido insoportable de las noticias de primera plana que consiguen evitar ese enfrentamiento cara a cara con nosotros mismos, sin intermediarios ni interrupciones.

Entrevista a María Luz Melcón, por Jorge Ordaz. 21/07/2009.

 

María Luz Melcón nació en Pola de Lena, donde vivió el primer año de su vida, pasando luego a Pravia, Oviedo y Gijón, donde realizó los estudios primarios. Tras el bachillerato en León, provincia de donde procedían sus padres, entró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo. Con posterioridad, residió temporalmente en París, Roma y Goteborg (Suecia), regresando de nuevo a España, a Madrid, para ingresar en la Escuela Oficial de Cinematografía, donde se diplomó como guionista con Los amores de un dandy, guión cinematográfico sobre la vida de Mariano José de Larra. Es también licenciada en Ciencias de la Información, rama Imagen, por la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la que reside.

      Como autora literaria, María Luz Melcón ha escrito poesía, crítica literaria (en diarios y revistas), artículos, guiones cinematográficos, novelas, cuentos y obras de teatro. Obtuvo ex aequo el I Premio Barral de Novela por su obra Celia muerde la manzana (Barral Editores, Barcelona, 1972), visión satírica de la educación en un rígido internado femenino. En su segunda novela, Guerra en Babia (Seix Barral, Barcelona, 1993), ofrece una visión objetiva y no maniquea de la guerra civil sobre un episodio de la misma en los límites de León y Asturias. Es autora asimismo de obras dramáticas, entre ellas la trilogía Catalina de Cervantes, compuesta por las obras Boda en Esquivias, En casa de Quijada y La mujer del manco (Word & Image, Madrid, 1996), sobre la vida de recién casado del futuro autor de El Quijote. El mismo tema de esta trilogía lo ha tratado en forma novelesca en La mujer de Cervantes (W&I, Madrid, 2006).


Usted empezó escribiendo poesía; sin embargo, a partir de un momento determinado su interés se centra en la narrativa. ¿A qué obedeció este cambio?

En los comienzos de mi vocación literaria, en efecto, empecé escribiendo poesía. Incluso ya en la Universidad de Oviedo, recibí en 1967 una Mención Honorífica en el Concurso de la Facultad de Filosofía y Letras por mi colección de poemas Adiós al alba. Más tarde, también publiqué algunos sonetos en la revista Cuadernos del Norte. Posteriormente he seguido escribiendo poesía; pero es cierto que casi siempre sólo he publicado obras en prosa.

Su primera novela, Celia muerde la manzana, fue ganadora ex aequo del I Premio Barral de Novela en 1971. ¿Qué supuso para usted este premio?

Fue la primera constatación de que mi vocación literaria podía llegar a tener una cierta proyección en el entorno cultural. Había empezado esa primera novela a los 25 años y el tema se centraba en un mundo del que yo conservaba aún recientes vivencias en uno de los internados religiosos en los que principalmente se educaba a las chicas “de buena familia” en aquella época de la Dictadura. Como apuntaron luego algunos críticos, me salió una especie de AMGD en femenino, pero sin que yo hubiera leído aún entonces esa emblemática novela de nuestro paisano Ramón Pérez de Ayala. Otro asturiano, el poeta Ángel González, al que frecuentaba en aquel tiempo, me aconsejó que enviara esa primera novela al I Premio Barral, que se convocó entonces. Y así lo hice, aunque sin grandes esperanzas, porque pronto supe que en el jurado iban a estar literatos de tanta relevancia como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan García Hortelano, José María Castellet, el mismo Carlos Barral… Finalmente, las votaciones resultaron tan reñidas que el desempate entre mi novela y la de Haroldo Conti no se produjo y las dos resultaron ganadoras ex aequo, aunque el montante económico fue para él. Sin embargo, Celia muerde la manzana me proporcionó la gran satisfacción de haber sido unánimemente muy bien acogida por la crítica. Igualmente, el público la consideró una novela muy divertida, y la primera edición se agotó a los dos meses. En resumen: Celia muerde la manzana supuso para mí entrar por la puerta grande en el ámbito de la literatura española.

De la publicación de la citada novela a la siguiente, Guerra en Babia, transcurren 21 años. ¿A qué se debió este largo período de silencio?

Aparte de razones de índole personal, entre ellas la maternidad, tan largo espacio de tiempo, efectivamente, se debió sobre todo a la problemática que conllevó la elección del tema de esta novela, centrada en la guerra civil. En Guerra en Babia pasé a analizar la raíz de las causas de la Dictadura misma, obviamente bélicas y políticas. Así que me zambullí en los libros y periódicos de antes, durante y después de la II República y de la guerra civil, a fin de hacerme más o menos una cabal idea. Al final resultó no ser la que yo al principio tenía, sino otra idea mucho más matizada acerca de cómo pudieron haber sido en realidad las cosas. Ello fue consecuencia de que, a la hora de empezar a escribir Guerra en Babia, me adentré, con toda la empatía del novelista, en la psicología de los personajes tanto de derechas como de izquierdas, para tratar de comprender a unos y otros desde dentro de su supuesta dinámica psicológica. El resultado fue tan relativo y tan crítico con ambos bandos que, durante años, ningún editor quiso publicar Guerra en Babia, porque no iba dirigida a halagar el parti pris ni de la derecha ni de la izquierda. Pero, por suerte, al fin encontré un editor tan inteligente como Pere Gimferrer que la editó en Seix Barral.

A la hora de escribir sobre la guerra civil, ¿por qué escogió la comarca leonesa de Babia? 

Le elegí, primero, porque allí, en Babia, se localizaron los combates finales de los milicianos de León y de Asturias contra los militares nacionales sublevados, que en tres columnas avanzaron hacia dicha comarca para cruzar a Asturias, en los prolegómenos de la formación del Frente Norte. Por otra parte, de la frase hecha “estar en Babia” traté de extraer en el título significaciones metafóricas: la guerra civil en si misma como algo que habían decidido, por ambas partes, quienes estaban “en Babia” al no haber visto lo absurdas que eran las sinrazones que llevaron a los su
blevados a desencadenar y a los republicanos a mantener aquella sangrienta contienda fratricida.

La mujer de Cervantes, su última novela, pertenece al género histórico ¿Cómo afronta dicho género?

En cierto modo, creo que también Guerra en Babia podría considerarse una novela histórica, en cuanto que recrea novelescamente los hechos históricos de un pasado reciente que yo directamente no conocí. En La mujer de Cervantes, deliberadamente traté de recrear unos hechos biográficos históricos de finales del siglo XVI, en este caso relativos a Cervantes y a su estancia en Esquivias, en los tres primeros años (1584-1587) después de su rápida boda con la joven hidalga Catalina, durante los cuales el matrimonio Cervantes vivió en casa de un pariente de ella apellidado Quijada. Respecto a la novela histórica, en general, podría decir que se trata de un género en el que tanto se recrea de forma novelesca una época pasada como se convierte a personajes del pasado histórico en personajes literarios actuales y vivos, asequibles y cercanos a través de la lectura de la novela, que ha de ser, además, lo más fidedigna posible a la Historia.

¿Qué tipo de relación mantiene con la literatura que se escribe actualmente en Asturias?

No mucha, lamentablemente. En Asturias viví sólo hasta los nueve años, aunque luego regresé para cursar estudios universitarios en Oviedo. Luego, he residido la mayor parte de mi vida en Madrid. Pero siempre he sido una entusiasta de los grandes autores asturianos que son clásicos de la literatura española: Jovellanos, Campoamor, Clarín, sobre todo, a quien considero el primer gran novelista español después de Cervantes; y también Palacio Valdés, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, etc.

¿Cuáles son sus futuros proyectos literarios?

En este momento estoy ocupada en la edición de dos revistas culturales que se editan en Madrid, una de ellas, Hispania Mundi, es de ámbito hispano mundial y trata a fondo temas de Ciencias y Letras. En cuanto a mi propia obra de creación literaria, tengo en vías de publicación una novela, En la esfera celeste, parte de cuya acción, de trasfondo internacional y espacial, se sitúa en Asturias, como lugar de origen del innovador ingeniero aeronáutico protagonista. También tengo el proyecto de editar mi poesía completa y de reescribir una obra dramática sobre Elena de Troya.