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¡¿ SE VENDEN LIBROS ?!. 13/03/2009

 

Desde hace ya algunos años, todos los actores implicados en el mundo de la literatura —especialmente en la novela y algo menos en la poesía— vienen asomando sus voces y sus plumas al debate sobre la saturación de nuevos títulos en las librerías.
No cabe duda de que ha sido un debate interesante y enriquecedor, aunque hoy por hoy se continúe sin conocer su verdadero propósito, a no ser que los criterios estrictamente comerciales hayan contaminado, cuando no domesticado, a los criterios literarios; y más todavía, a no ser que los intereses individuales disfrazados por cualquier aporte ideológico anden sueltos argumentando a diestra y siniestra con fines advenedizos. Sea como fuere, parece que ese debate, para algunos ya muerto antes de empezar, está llamando a las puertas del cementerio en busca del sueño eterno. Aunque también en el más allá pueda existir el debate: casi siempre hay gente para todo.
Como en otros debates, aquí se han mezclado otros temas que aunque distintos tienen relación entre sí: el fin de la novela y la repercusión de Internet en la literatura y el libro.
Entre tantas y tan variadas opiniones han destacado las de quienes, hastiados por las escasas aportaciones de estos últimos años, apelan a la renovación o a la muerte de la novela. Otros, mayoritariamente escritores, viendo cómo sus gustos —lejos de imponerse—, se disuelven en esa saturación o apreciando cómo menguan sus ventas o sus contratos y ante la avalancha de títulos y autores en las mesas de novedades sugieren medidas drásticas tanto contra los malos y mediocres escritores como contra los autores noveles, los editores desprevenidos y las grandes superficies: cualquier cosa con el fin de parar la sangría. Sin embargo, los datos no confirman nada de ese tenor, ni sobre la muerte de la novela de sofá ni sobre el fin de la novela de salón ni sobre el fin del libro. Tampoco sobre el derrumbe de la poesía, ya sea silenciosa, estridente o barrio bajera. Al fin, cada día se lee más.
 
Como en la base de todo arte que depende del comercio para llegar a su destinatario, parece que en este asunto faltara algo de esa materia a veces no tan intangible y sustancial que es la confianza en los lectores. Por eso, no estará de más recordar que estos son inteligentes per se y no solamente cuando lo dice el autor, el editor, el crítico o el librero de turno con el único fin de adular a determinados lectores y/o sectores para obtener así un interés crematístico o, más allá, otro de carácter vergonzante e inconfesable. Pero añádase que, además de inteligentes, los lectores son, a día de hoy, más libres y soberanos que nunca para elegir aquellas lecturas que consideren propicias tanto para dar placer a su conocimiento como gusto a su entretenimiento. Desde esta perspectiva, ningún escritor ni título sobran. Por supuesto, quien lo desee puede ejercer el saludable derecho a tachar títulos o nombres de la pizarra, aunque mejor para todos si lo hace por cuestiones temáticas, estilísticas, argumentales o meramente de gusto personal. Allá cada cual con sus intenciones de curvar la realidad y con el crecimiento de su nariz.
 
Lo cierto es que la literatura ha aportado, aporta y seguirá aportando a cada sociedad en su conjunto y a cada lector en particular una alta dosis de diálogo y crítica, reflexión y consuelo, imaginación y entretenimiento, y al fin, de vida vivida también. Obviamente, los valores de estos elementos no llegan por igual desde todos los libros a todos los lectores, pero permanecen agazapados a la espera de que cualquiera extraiga, desde sus diversos géneros, esa capacidad que tiene la literatura para regenerarse, clásica y poliédrica, vanguardista e intemporal, original y actual, plúmbea y pesada, leve y múltiple. En definitiva, es esa red que van tejiendo todos los autores con la connivencia necesaria de los lectores y en la que unos y otros sobreviven yendo de aquí para allá sin tener que transitar siempre y necesariamente por los mismos paisajes.
Otro asunto es cómo los críticos —y también los medios de comunicación en los que escriben— van a encarar esta abundancia en las mesas de las librerías y, dentro de muy poco, en las pantallas de las librerías y editoriales electrónicas. Sirva como aviso para navegantes que el gigante Barnes & Noble, la mayor cadena de librerías del mundo, ha adquirido recientemente la editorial electrónica Fictionwise.
 
Porque se diría que los que están desbordados son ellos, los propios medios y los críticos, que todavía no han conectado eficazmente con sus lectores y a quienes se deben a través de sus revistas y suplementos con el fin de proporcionarles esas críticas y reseñas tan necesarias para sugerir y propiciar un acercamiento creíble a la lectura y a la compra de cada libro comentado. Nadie les pide —¿o sí?— que sepan de todo ni que señalen con el dedo acusador lo que sobre: ya va siendo hora de que sepan mucho de algo y lo demuestren fehacientemente con coherencia, rigor y una ponderada generosidad.
 
Tampoco deberá orillarse cómo los distribuidores y libreros optimizan su logística y sus recursos con el fin de acercar y mostrar a los lectores, del mejor modo posible, los libros que se publican.
Y más acá, el propio escritor enfrentado con honestidad a su propio éxito y a su propio fracaso, conocedor de que cada vez que escribe una palabra tiene tras de sí una tradición que pesa sobre sus hombros con la misma levedad y densidad que el primer átomo del Universo. También le espera implacable e inapelable la sentencia justa de cada lector anónimo y siempre se encontrará ante sí mismo con la aventura de su propia existencia. En esta tesitura, es condición sine qua non para todo escritor el conocer y reconocer no sólo qué puede aportar y con qué talento cuenta, sino si tiene la valentía, la vanidad y el vuelo necesarios como para templar y arrostrar lo que venga en el envite. No todos los escritores tienen la fortaleza física y psíquica suficiente para sortear con un sano egoísmo ni las tribulaciones del mercado ni las desventuras editoriales. Esto no impide ninguna incursión en el territorio de la república de las letras, siemp
re y cuando, sepa uno entrar y salir como si de una razzia se tratara. Al fin, cada uno debe tener siempre en cuenta, como anunció Witgenstein, que “lo difícil es detenerse”. Cuatro cabales palabras equiparables a las que nos recuerda el personaje amnésico de Patrick Süskind: “¡Debes cambiar tu vida!”. Con tres palabras ya es más difícil, pero tal vez se podría pensar en Herman Melville y su “Preferiría no hacerlo” de Bartleby, el escribiente. Con dos palabras basta aplicarse la última frase del cuento y con una sírvase cada cual un humilde pero contundente no.
 
Y claro, tampoco deberíamos perder de vista la idea simplista de la contraposición o el equilibrio entre el fondo y la forma, el estilo y el argumento, impuesto por una concepción sesgada y partidaria de una literatura “dura”. Esta concepción debe ser revisada, que no anulada, para ayudar a entender la compleja urdimbre de la sociedad actual. No hacerlo significará concebir la literatura desde postulados llenos de prejuicios que terminarán por arrumbarla en un desván cerrado. Hay que abrir las ventanas para ver las múltiples aristas a las que todos los actores implicados en esta ruleta rusa deben enfrentarse, sea cual sea el género literario del que se trate y el ámbito profesional desde el que se aborde.
Por otro lado, pero al hilo de todo esto, hace pocos días Antoine Compagnon, catedrático de Historia de la Literatura, acertaba al mostrarse cauto ante la actual encrucijada entre la revolución digital y la cultura impresa, “porque está claro que las nuevas tecnologías resultan muy útiles a la hora de una búsqueda concreta o de una lectura fragmentada (…) ahora bien, está por demostrar que sea más cómoda la pantalla que el papel impreso cuando se trata de un libro de gran volumen”. Y añade: “En realidad, un libro implica de algún modo un paisaje, un territorio a explorar. En ese sentido, una pantalla no permite una representación espacial del texto”. Sin embargo, cabría apostillar al profesor que la adaptación, la evolución del cerebro humano se revela sorprendente cuando no prodigiosa ante este tipo de retos tecnológicos.
 
El pronóstico no es fácil si contamos que los jóvenes muestran cada vez un menor interés por la lectura, si valoramos que existe una literatura infantil y juvenil excelente, si, como mencionamos anteriormente, se lee más que nunca y si también contamos que en Internet hay posiciones dominantes. La estadística, con el valor que quiera otorgársele, ya advierte que en determinados casos la Red ofrece a los lectores un mayor grado de influencia que las páginas impresas de los suplementos culturales. Tal vez todo sea una discusión bizantina. Puede que el libro tradicional esté herido y vaya desangrándose lentamente durante muchos años. Sin embargo, hay otro libro que todavía está en la placenta electrónica, madurando a base de ceros y unos muy despacio, pero que será libro al fin y al cabo. El Diccionario de la Real Academia debería empezar a contemplar una nueva definición.
 
Tal vez la solución pase, como escuchamos ya hace algunos años al muy kafkiano —dicho sea en el mejor sentido del término— Juan José Millás, por dar subvenciones para desescribir novelas. Ergo, también subvenciones por descriticar los libros desescritos y finalmente, subvenciones por no publicar y desmontar este invento de varios siglos de antigüedad. El mundo seguiría existiendo, pero sin duda alguna, sería completamente distinto al que hoy conocemos.

 

Breve aproximación a la LIJ en Asturias. Por Juan José Lage Fernández. 16/03/2009

 

En realidad puede afirmarse con certeza que la LIJ contemporánea en Asturias comienza de la mano de una persona tan entrañable y humilde como era Carmen Pérez Avello (nacida en Cadavedo en 1908 y fallecida en Oviedo el dos de septiembre de 1999), con la que tuve la fortuna de charlar en repetidas ocasiones en su retiro físico y espiritual de Latores, y que siempre se mantuvo al margen de eventos y homenajes.
Religiosa y docente –su dedicación a este tipo de literatura le vino precisamente de su dedicación al magisterio–, colaboradora del desaparecido diario Región con breves y bellas narraciones de temática asturiana, su novela de carácter histórico Un muchacho sefardí recibió el Premio Doncel en 1965, que volvió a recibir dos años más tarde por Unos zuecos para mi, libros que felizmente aún siguen editándose.
 
CLÁSICOS
 
Hay que hacer mención también de otra coetánea suya, Dolores Medio Estrada, también docente, que aunque no dedicó al completo su vocación literaria a escribir expresamente para niños, hizo sus incursiones en el género, quizás tanto por su profesión de maestra como por su mentalidad abierta e inquieta, que mantuvo hasta el fin de sus días, en el año 1996.
 
Nacida en Oviedo en 1911, recibe el Premio Nadal en 1953 por Nosotros los Rivero.
Muchos de los protagonistas de sus libros eran niños, aunque en obras dirigidas   para el público adulto, y sólo se conoce un libro suyo especialmente concebido para los jóvenes: El milagro de la noche de Reyes (primera edición en 1948 por la Editorial Hijos de Santiago Rodríguez de Burgos, y última en edición facsímile por KRK en 1994, con prólogo de Carmen Ruiz–Tilve, una de las personas que mejor conoce su obra). El libro lo componen 54 cuentos encadenados de carácter maravilloso y que surgen a partir de su experiencia como contadora y sus preocupaciones didácticas, aunque desprovistos del carácter pedagógico propio de la época, siendo más bien lo lúdico y poético lo que los define.
 
También más o menos contemporáneo era José García Nieto (Oviedo,1914–Madrid, 2001), Premio Nacional de Literatura en 1951 y 1957 y Premio Cervantes en 1996, y autor de dos libros para jóvenes: uno recopilatorio –Leyendas de la dulce Francia (1958)– y otro creativo –Pipepaco en la selva (1960)–, que narra las aventuras de un niño que monta en la selva un circo para salvar a los animales.
 
Hasta aquí, poca cosa. De Leopoldo Alas “Clarín” (1852–1901) pueden citarse dos cuentos protagonizados por niños, que sin duda resisten una lectura voluntaria juvenil: Adiós, Cordera y Pipá. Éste último engarzado con la picaresca y con un final trágico comparable tan solo al final de Marcelino Pan y Vino, aunque quizás, como decía Carmen Bravo-Villasante “demasiado triste para los niños”.
 
Ramón de Campoamor (1817–1901), político y académico, colaboró en varios periódicos infantiles como “Los Niños”, editado en Barcelona, donde colaboraban también Zorrilla o Hartzenbusch, y donde escribió poemas y fábulas dedicadas expresamente a los niños.
 
Armando Palacio Valdés (1853–1938), escribió algunos cuentos protagonizados por niños, aunque de todos ellos parece que El cachorrillo, incluido en el libro La novela de un novelista –cuyo protagonista es un niño que compra una pistola creyéndola de juguete y se le dispara en clase– es el único que creó pensando en una lectura juvenil, como se deduce de la dedicatoria: “A vosotros, niños de hoy, dedico estas páginas porque sois tal vez los únicos que con ellas se diviertan. Quisiera terminar mi vida haciendo meditar un poco a los grandes divirtiendo a los pequeños”. Creo que también pensaba en los niños cuando escribió Misterios dolorosos, El viaje de la monja o El pájaro en la nieve.
Jaime García Padrino dice de su estilo: “cultivaba un humorismo adecuado a cualquier tipo de lector, así como una expresión fluida y fácil y un tono melodramático que encanta a los niños”.
El puente entre estas dos generaciones lo hizo Alejandro Casona o Alejandro Rodríguez Álvarez (1903–1965), fallecido precisamente en el año en que le concedieron a Carmen Pérez Avello el Premio Doncel de novela juvenil.
Nacido en Besullo (Cangas del Narcea), maestro e hijo de maestros, muy vinculado por tanto a la enseñanza y preocupado por la lectura de los jóvenes, fue en su primer destino como maestro en un pueblecito de los Pirineos leridanos en 1928, donde comienza su preocupación por la lectura de los alumnos, fundando un grupo de teatro infantil al que bautizó como “El pájaro pinto”.
 
En 1934 recibe el Premio Nacional de Literatura por Flor de Leyendas, recopilación y adaptación de 14 leyendas de todas las culturas dirigidas a los jóvenes.
En una entrevista concedida después de la concesión del premio dice: “Yo creo que en España nunca se habían abordado las verdaderas exigencias de la literatura infantil con aplicación escolar. Se echaba de menos, a mí entender, los correspondientes españoles a una Selma Lagerloff, de un James Barrie o de un R. Tagore. Aquí la Literatura infantil sólo se concebía de estas tres maneras: como un pastel insípido y reblandecido, como una antología –algo que no empieza ni acaba– o acogiéndose al fácil recurso de contar argumentos. Al parecer he acertado en mi concepción de que el niño es una entidad tan respetable que no puede ofrecérsele una seudoliteratura acéfala y amerengada”.
 
También hizo incursiones en la poesía para jóvenes, publicando La flauta del sapo, con 15 poemas narrativos, y naturalmente en el teatro, con cinco piezas teatrales.
Su estilo se caracteriza por el optimismo, el humor y la fantasía, la preocupación por las cuestiones humanas, el lenguaje cuidado y el espíritu heroico de sus personajes.
 
 
LA LIJ CONTEMPORÁNEA
 
De la generación actual, cuando ya la Literatura infantil y juvenil se consolida y escribir para jóvenes se hace oficio, la más veterana es, sin duda, Mercedes Neuschafer–C
arlón
, nacida en Oviedo en 1931, afincada en Alemania por su matrimonio con un profesor alemán y de soltera Mercedes Carlón Sánchez. Su primer libro –Una fotografía mal hecha– data de 1976, año en que nace la nueva Literatura infantil y juvenil en España, y sus temas preferidos son ambientes de misterio y suspense en situaciones realistas. Un capítulo de una de sus novelas más personales, ambientada en Oviedo y otros pueblos de los alrededores –La acera rota–, y de la que Carmen Bobesdijo que “es un clásico de la novela sobre la guerra civil”, fue adaptado por la TV alemana.
Carmen Gómez Ojea nace en Gijón en 1945. Premio Nadal en 1981 por Cantigas de Agüero –como Dolores Medio– su prosa, aunque cultiva también la poesía y el teatro, se define por la riqueza de su lenguaje y sus temas prefieren las adolescentes rebeldes y atípicas. Decantada ya por la LIJ, ha ganado varios premios, entre otros el Premio de la Crítica de Asturias en 2005 por Bailaremos en el río y es una de las autoras más prolíficas.
 
Tina Blanco –Placentina Pérez Blanco- nació en Grandas de Salime y estudió Periodismo y Ciencias Políticas, ejerciendo en Madrid y en Valencia. Hasta la fecha, ha publicado cuatro libros juveniles: Los cien ojos del pavo real (Everest), Y montaré caballos salvajes (Edelvives), El árbol de las campanas azules (Bruño) y Háblame del fantasma del faro (Edelvives, 2003).
 
Jorge Bogaerts, otro docente, nació en Avilés en 1954 y compagina sus tareas profesionales con las de escritor. Ha publicado cuatro libros infantiles, aunque lleva años sin publicar, pues su último libro data ya de 1989: El día que hizo mucho viento (Anaya).
 
Blanca Álvarez (1957) es una de las autoras más prolíficas del actual panorama, con libros para todas las edades y cubriendo todas la temáticas. Recientemente ha obtenido el Premio de la Crítica de Asturias en 2003 por su libro El puente de los cerezos (Anaya).
 
Pepe Monteserín Corrales (Pravia, 1952), muy conocido por su faceta de escritor de adultos y de colaborador en la prensa, ha hecho hasta el momento dos incursiones en la literatura juvenil, con dos obras ambiguas de carácter familiar cargadas de humor y filosofía: La mano entera (KRK), Premio de la Crítica de Asturias en 2002 y su continuación Ignorolitos (Laria, 2006).
 
Ángel Guache (Luanco, 1950) es un artista–poeta originalísimo y atípico, de humor disparatado e iconoclasta, que ha escrito un libro de poesía para niños publicado en Hiperión: Piano, Piano, con su tono habitual que define así:
 
“No soy santo ni sabio ni cura
Ni erudito ratón de biblioteca.
No hago al verso sesión de manicura.
Mis versos no son versos de manteca
Ni del rollo de la poesía pura.
Yo escribo como un terco karateca”.
 
Tino Pertierra, periodista de “La Nueva España”, nació en Gijón en 1964. Autor, hasta el momento, de dos novelas protagonizadas por jóvenes y publicadas en colección juvenil: El secreto de Sara y Jesse James estudió aquí. De la misma temática, es coautor de otra novela: Románticos.com.
 
Eduardo Alonso, profesor de Secundaria en Valencia y colaborador de prensa, nacido en 1944, especialista en adaptaciones de clásicos para adolescentes (El Quijote, El Lazarillo…), ha escrito hasta el momento dos novelas para jóvenes: El gato Troya, publicado en ediciones Alba y Un año irrepetible, publicada en Algar.
Habría que mencionar también a Juan Noriega Álvarez (1932)inspector de Educación durante muchos años, autor de textos didácticos y del libro El okupa, publicado en el año 1997 en Edelvives.
 

Angeles Caso (Gijón, 1959), hija del que fue Rector de la Universidad José Angel Caso, escritora y periodista, escribió hasta el momento un libro: El verano de Lucky (ALFAGUARA, 1999), la historia de un perro que pasa por diferentes y duros avatares, hasta el reencuentro con su familia adoptiva.

 
ESCRITORES NACIDOS FUERA DE ASTURIAS
 
Nacidos fuera de Asturias pero afincados en esta tierra, hay que destacar a seis escritores.
Jorge Ordaz Gargallo, nacido en Barcelona en 1946, aunque viviendo en Oviedo desde 1972, donde ejerce como profesor de la Universidad. Finalista del premio Nadal con La Perla de Oriente, ha escrito hasta ahora una novela juvenil de carácter histórico: Perdido Edén, publicada en Edelvives.
 
Gonzalo Moure Trenor, el más prestigioso y conocido entre nuestros autores, nació en Valencia en 1951, aunque de ascendencia asturiana. Periodista de profesión, pero dedicado por entero a su vocación de escritor, ha ganado varios premios, entre ellos dos veces el de la Crítica de Asturias: en 2001 por la novela juvenil de carácter histórico Yo que maté de melancolía al pirata Francis Drake (Anaya) y en 2007 por En un bosque de hoja caduca (Anaya). Entre sus extensa producción, pueden destacarse: A la mierda la bicicleta (Alfaguara), Los caballos de mi tío (Anaya) o Maíto Panduro (Edelvives), inspirado en una historia real de un niño gitano contada por la maestra Covadonga Molero, colaboradora de la revista PLATERO.
 
Carmelo Fernández Alcalde nació en Palencia en 1959. Maestro preocupado por las lecturas de sus alumnos, ha escrito artículos de investigación y guiones de cuentos para la TV regional. Ha publicado tres libros de literatura infantil-juvenil: Sácame de aquí (Cálamo), El policía García y el caso de la extraña epidemia (Casals) y La desaparición de Azul (CCS).
 
Francisco Abril Berán nació en Teruel. Personaje polifacético, pero quizá su cara más conocida sea la de cuentacuentos. También destaca su labor como crítico –recibió en 1979 el premio Nacional a la mejor labor de crítica de LIJ– y articulista. Desde 1989 es director del suplemento infantil “La Oreja Verde”. Su incursión en la Literatura infantil ha sido reciente, con títulos como Las preguntas del cuco, Resdán, Colores que se aman o El espejo de los monstruos, todos publicados en Everest.
 
Nacida en Madrid en 1965, traductora, Cristina Macia Orio es autora de una obra para jóvenes: Una casa con encanto, publicada en Edebé en 2001.
 
Y por último, dentro de este apartado está José Luis García Martín, nacido en Cáceres en 1950. Doctor en Letras y profesor de la Universidad de Oviedo, crítico literario en el suplemento Cultura del diario La Nueva España y director de la revista CLARÍN, que recibió en el año 2001 el Premio Nacional al Fomento de la Lectura, es autor de La trama de Argel, un libro–juego publicado en la ya desaparecida editorial afincada en Gijón JUCAR (1989) y de una antología de poesía amorosa para jóvenes, El amor en poesía (Júcar, 1986).
 
 
 
DEL ASTURIANO
 
Debe considerarse también a los autores que, procedentes de la llingua, han escrito en castellano.
En primer lugar puede mencionarse a Miguel Rojo Fernández, nacido en Tineo en 1957, vinculado a la enseñanza como profesor de Secundaria y cuyo primer libro escrito en castellano fue Raitán, el petirrojo (Everest, 2003), una bonita y documentada historia sobre la vida de un petirrojo. Traducidas del asturiano, se han publicado en 2008 dos libros en formato álbum: ¿De qué estará hecha la Luna? y El viaje de Tin y Ton, ambos publicados por la editorial asturiana PINTAR–PINTAR.
 
Vicente García Oliva, nacido en 1944, autor de dos libros recientemente publicados: Relato de las aventuras de Inés Saldaña y de cómo ayudó a Colón a descubrir América -premio CCEI 2007- y El barco de los locos, ambas obras en la editorial Pearson.
Milio Rodríguez Cueto, nacido en 1962, docente y escritor en ambas lenguas. Premio Edebé de novela juvenil en 2000 por Mini al volante, tiene otros dos libros en esta editorial: Laura contra el tiempo y La piedra de la culebra, de ambientación asturiana, Premio de la Crítica de Asturias en 2004.
Por último, debe hacerse mención también de la conocida poeta Berta Piñán (1963), que se ha incorporado a la LIJ en castellano con dos títulos publicados en la nueva editorial HOTEL PAPEL: Las cosas que le gustan a Fran y El extranjero.
 
TEXTO E ILUSTRACIÓN
 
Dentro de este campo reseñar a una autora que procedente de la ilustración de libros infantiles, ha combinado la producción artista con la creación literaria, en una difícil combinación. Se trata de Violeta Monreal Díaz, nacida en Oviedo en 1963, aunque residente en Madrid, con un estilo de ilustración, basado en collages, muy reconocible y personal.
 
 
NUEVAS INCORPORACIONES
 
Entre las recientes incorporaciones, debe
mos destacar a Mónica Rodríguez Suárez, nacida en Oviedo, que desde el mundo de la Física ha escrito hasta el momento cuatro relatos, entre otros: Los caminos de Piedelagua (Everest), novela para jóvenes galardonada con el Premio Villa de Pozuelo de Alarcón y el Premio de la Crítica de Asturias 2007, situada en un pueblo marinero asturiano que nos recuerda Tazones; y dos relatos para niños a partir de 7 años: Marta y el hada Margarita y Ula y el país del revés, ambos en la editorial Pearson.
Podemos citar también a Antonio Valle, nacido en 1969, autor de Tino y la alfombra mágica, libro sobre la fantasía y los buenos modales que en edición bilingüe castellano –inglés y formato álbum ha editado la nueva editorial HOTEL PAPEL.
También en esta editorial ha publicado Irma González (Turón, 1967), autora del libro Laura aprende a volar.
 
EDITORIALES

 Debemos citar también a una editorial dedicada preferentemente a la edición de libros infantiles, fundada en el año 2005 y que obtuvo el Premio Nacional al mejor libro editado en 2007, concedido por el Ministerio de Cultura. Se trata de la editorial PINTAR–PINTAR, anteriormente citada y que se ha especializado en la edición de libros-álbum traducidos del asturiano. Como ejemplo, sirven los poemas narrativos de Aurelio González Ovies (1964): El poema que cayó a la mar, El caracol y Chispina, aparte de las mencionadas obras de Miguel Rojo.

 

Underground: Sordos. Por Manolo D. Abad. 12/03/2009

 

Seguro que los habrán visto deambular por las calles, incluso puede que ustedes sean algunos de ellos. Sí, hablo de esa gente que camina por las calles, ensimismada, bajo los efectos de un ruido que penetra en los oídos por unos auriculares mínimos. Hagan la prueba: Intenten escuchar por semejantes aparatos música mientras pasean por una calle transitada y se darán cuenta de la estupidez que representa semejante actividad. Automóviles que rugen, perros que ladran, una obra municipal no terminada, ese extraño murmullo de fondo que envuelve a las grandes ciudades… Muchos son los obstáculos que surgen en medio de la deficiente audición. Entonces, ¿por qué afanarse en envolver el mundo exterior con una sintonía de deficiente calidad sonora? Más bien parece uno de esos subterfugios que inventamos los humanos para no vérnoslas a solas con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Le he dado muchas vueltas y no hallo otra explicación convincente. Es más fácil sumergirse en nuevos ruidos que nos anestesien en nuestro transitar por las calles y nos eviten mirar alrededor, contemplar a esa mujer que, a duras penas avanza con dos bastones, a la madre que soporta la actividad incesante de sus niños, a esos hombres con la mirada caída por tanta derrota, al vendedor de cupones que ha de buscarse la vida haciendo la ronda, a tantos y tantos. ¿Cómo si no explicar que cada nuevo artefacto para -me niego al empleo del verbo escuchar– oír música tenga cada vez menos calidad sonora? Sí, son más pequeñitos, de bolsillo, pueden almacenar (la palabreja también se las trae, como una especie de silo donde se arrojan todo tipo de melodías de usar y tirar) cada vez más música y… ¡cada vez suenan peor! Nos vendieron la revolución del compact-disc (cd) como lo más de lo más, en una nueva falacia de la industria para cargarse el vinilo, que ya sobraba y ocupaba demasiado espacio. No se podía "almacenar", vamos. De ahí a todo tipo de artilugios y todos ellos en una progresión aritmética de menor tamaño-peor calidad. Es curioso que cuando más accesibles son las grabaciones en los estudios dedicados a tal menester, peor sea el interés en la calidad del resultado final. Lo único e importante es el soniquete que nos persigue como una destructiva plaga, otro síntoma de estos tiempos retorcidos que nos ha tocado vivir.

 

Exposiciones

Jueves 12 de marzo, inauguración de la exposición LIBROS, COLORES Y LETRAS, de la editorial Pintar-Pintar en el Café Español de Oviedo.

Presentaciones de libros.

  • Jueves, 12 de marzo, a las 19:30 horas, en el Foro Abierto de la Librería Cervantes, Rubén D. Rodríguez presentará el libro Sobrevivir puede ser muy divertido (Ed. Difácil) de Diego Medrano.

 

  • Lunes, 16 de marzo, a las 19:00 horas, en el Club de Prensa de la Nueva España de Oviedo, Pelayo Fueyo presentará el libro La exactitud del Instante de Alejandro Fernández-Osorio.

Geografías. Entrevista a Julio José Ordovás. Por Hilario J. Rodríguez. 11/03/2009

 

Hay gente que escribe sobre lo que nunca ha escrito. Lo hizo Alejandro Rossi en Manual del distraído, Marcel Bénabou en Por qué no he escrito ninguno de mis libros y George Steiner en Los libros que nunca he escrito. Algo así es también lo que suele hacer Julio José Ordovás, cuya obra se expande en múltiples direcciones. Su dietario Días sin día (Xordica, 2004) o su recopilación de columnas periodísticas Papel usado (Eclipsados, 2007) demuestran que la mejor literatura a veces puede ser la híbrida, la que sólo se insinúa, la que nos prepara para lo inesperado, la que uno preferiría no escribir pero, sin embargo, escribe.
 
—Del mismo modo que el escritor tiende a especializarse (en poesía, narrativa o ensayo), hay lectores que caen en la misma trampa y sólo leen cosas concretas que les impiden hacer descubrimientos inauditos. W. H. Auden, en los años cuarenta, decía que lo mejor que se escribía en Estados Unidos eran las críticas de cine de James Agee.
No es una boutade aunque lo parezca. Seguramente uno de los mejores escritores españoles de ahora mismo es Andrés Ibáñez, pero no el Andrés Ibáñez de La sombra del pájaro lira sino el Andrés Ibáñez de los Comunicados de la tortuga celeste, no el narrador sino el columnista. Sin embargo, me niego a aceptar que la mejor prosa de hoy se escribe en los periódicos. La mejor prosa puede estar en cualquier parte, por eso es preciso estar abierto a todo.
 
—Tú cultivas muchos géneros, y ninguno te define.
Cuando es un género el que define a un escritor, y no al revés, mal asunto. Yo creo en aquella tesis de Walter Benjamin en la que insinuaba que toda literatura imprescindible funda su propio género.
 
—Entiendes el periodismo como una forma de diario, la poesía como un álbum de bocetos narrativos, la crítica como un paisaje formalista y el dietario como una crónica emocional.
Hace unas semanas leí un reportaje sobre unos tipos que visten de calle con pijamas. ¿Por qué no? Sin riesgo no hay emoción. Y sin emoción no hay literatura. De la misma forma que a ciertos libros los caracteriza su vigor, a ciertos autores los caracteriza su escasa pleitesía hacia los géneros predefinidos. Es preciso servirse de cuanto hay a nuestro alrededor, sin obedecer reglas ciegamente. Los escritores no somos esclavos, y si lo fuésemos tendríamos que parecernos a Espartaco.
 
—La novela se te resiste.
Espero que no por mucho tiempo. Si con algo sueño es con ser un escritor de novelas del Oeste. No como Cormac McCarthy sino como José Mallorquí. Más que la literatura artística, me interesa el arte de escribir. La novela requiere una energía y una intensidad para las que estoy preparándome.
 
—Diría que, más que escribir o leer, te gusta la literatura en general, todo lo que la atañe.
Yo ya no distingo entre vida y literatura. Tampoco entre escribir y leer: leer es una forma de escribir, y al revés, escribir es una forma de leer.
 
Nomeolvides (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008) es un itinerario sentimental, Días sin día cubre varias ciudades, e incluso tienes un libro viajero, Frente al cierzo (BArC, 2005). De algún modo, me recuerdas a los directores alemanes de los años setenta (Wenders o Herzog) que salieron en busca de un nuevo paisaje cultural y que lo encontraron en los paisajes míticos del cine norteamericano.
No sé. Herzog tiene un libro que es un maravilloso disparate:Del caminar sobre hielo. La idea de buscar nuevos paisajes culturales me gusta. También me gusta el cine norteamericano, desde John Ford hasta Francis Ford Coppola. Y lo que más me gusta es el viento, la rapidez, el sol, incluso el cierzo, los ríos… Desde un coche. Desde un folio en blanco.
 
—Eres un poco apátrida, una voz disidente (cálida y airada) que, no obstante, habla desde el mismo sitio: Zaragoza.
TEXTO
 Higiene sentimental
    Lo único que conservo de ella es su cepillo de dientes. Cogí los dos, el suyo y el mío, el día en que me fui de casa. Hubiera podido coger cualquier otra cosa, un lápiz de labios, su esponja, su depiladora, una media negra, un calcetín rosa, el conjunto de ropa interior que le regalé después de nuestra primera discusión, la goma con la que se recogía el pelo cuando se sentaba a dibujar, un zapato, un lápiz, un libro, un cd, una postal, un pendiente, un anillo, un reloj, la foto que le hice en el funicular de Capri, la tijera con la que nos cortábamos las uñas de los pies, el cofrecito en el que guardaba sus joyas. Pero sin pensarlo y sin dudarlo cogí el cepillo. Fue lo último que metí en la maleta.
   Me gusta ver los dos cepillos juntos, en el mismo vaso, cuando me lavo los dientes por la noche. Es como si nada hubiera cambiado: todos los espejos son el mismo espejo. Luego no está ella en la cama, pero da igual. Antes tampoco estaba, aunque estuviera.
No volveré a usar su cepillo. Lo he tirado a la basura después de utilizarlo por última vez. Jamás me había cepillado los dientes con tanta violencia. Tengo la boca llena de sangre. Mi sonrisa está hoy más sucia que nunca.

Catuxa la bruja de Maria Luz Pontón y Ángela Fernández.

Cómic manga
ISBN: 978-84-96984-14-1
Madú Ediciones. Oviedo (España)
Medidas: 11,5 x 17 cm
Encuadernación: Rústica
Páginas: 134
PVP: 8 euros
 
 
¿Cómo reaccionaría cualquier persona que descubriera que todas las mujeres de su familia han sido brujas?
 
La adolescente Catuxa, después de ocho años viviendo con su madre en Madrid, regresa por primera vez a casa de su abuela para celebrar su 16º cumpleaños. Y lo hace dispuesta a conocer el terrible secreto que han guardado durante mucho tiempo las mujeres de su familia. Sin embargo, no sospecha que está a punto de vivir la más arriesgada aventura de su vida, que la embarcará en un fantástico viaje al pasado para descifrar el estigma que pesa sobre su familia.

La ley de la calle de Susan E.Hinton. Por Santiago Bertault. 10/03/09

Susan E.Hinton
La ley de la calle
Editorial Alfaguara Serie Roja
128 páginas
 
Susan E. Hinton desconocida para el gran público actual, fue uno de los más precoces talentos de la literatura norteamericana. Erróneamente tachado como uno de los mejores libros para jóvenes, La Ley de la Calle es un compendio de cómo escribir una novela corta: diálogos coloquiales, personajes intensos y una aparente sencillez narrativa. Con reminiscencias a clásicos indiscutibles, no se limita a una revisión de las tramas clásicas para traspasar a escenarios modernos.
 
En sus escasas páginas confluyen temas tan universales como la marginación, la desubicación o la locura. Sirva de ejemplo:, “¿Sabes?, si vas a guiar a la gente, tienes que tener adonde ir”
 
Dos amigos de la infancia, tan distintos como complementarios, sobreviven en la jungla de la vida por un sentimiento de fidelidad muto hasta que el tiempo dicta sentencia. Y en medio de todo, una serie de personajes dignos de pasar por el psicoanalista: el padre borracho, el hermano rey sin corona….
 
Esta novela que por desgracia casi nunca se incluirá en las listas de lecturas para adultos ni en los clásicos imprescindibles (el mismo error se cometió con el Principito de Saint Exupery, por poner sólo un ejemplo) dio lugar, gracias a su fuerza visual, a una de las mejores películas de Francis Ford Coppola.
 
Disfrutar con esta novela es un placer para el que no hace falta mayores esfuerzos que abrir su portada y pasar a leerla.

El día de hoy de Alejandro Gándara. Por Israel Paredes. 09/03/2009

            “Creo que el poder de las palabras se refiere a que comprometen con la realidad. No son dogmas, sino manipulaciones que dejan al descubierto el lugar en el mundo”. 
Alejandro Gándara, La media distancia
         
    Para Ángel Santiesteban el 5 de junio de 2007 no es un día cualquiera. Tiene planes. También miedo a ellos. Sin embargo, todo a su alrededor, en apariencia, se desarrolla como cualquier otro día. Iniciada a las siete y veinte de la mañana, El día de hoy, la última novela de Alejandro Gándara, transcurre a lo largo de un día y es narrada por el propio personaje a través de un estilo que busca tanto la introspección de sentimientos/pensamientos como cartografiar la realidad colindante del personaje, eso sí, desde una mirada subjetiva –y, por tanto, condicionada por las emociones de Ángel– que al final deviene en una descripción minuciosa de la zona de La Latina en donde se desarrolla la novela. Ángel se mueve por sus calles mientras intenta organizar sus pensamientos y su vida, algo tan complicado como entender aquello que acontece a su alrededor, una cotidianidad que no oculta –no puede hacerlo– los cambios sociales y urbanos de la ciudad de Madrid. Sin embargo, El día de hoy no es una novela realista –al menos no intenta que ésta sea su naturaleza– sino una novela de introspección –y que no asuste el término– de un personaje que debe comunicar algo a su hijo y afrontar la vida que le espera desde ese día en que todo debe cambiar a tenor del cul de sac en el que se ha visto inmerso. Divorciado, desempleado, medio arruinado, Ángel atiende a las horas de día como única manera lógica de organizarse, agarrándose a ellas como si fuera la única constatación de que la vida puede, en general, poseer un orden.
            Autores como James Joyce (Ulises), Saul Bellow (Carpe Diem), Virginia Woolf (La señora Dolloway, Las olas, Between the Acts), Heinrch Böll (Billiard at Half-Pas Nine), Don Delillo (Cosmopolis), Ian McEwan (Sábado), Malcolm Lowry (Bajo el volcán), Alexander Solzhenitsyn (Un día en la vida de Ivan Denisovich), Michael Cunningham (Las horas), entre otros, concentraron la acción de su novela a lo largo de un solo día, cada cual con unas intenciones, acotando la acción y determinando de una manera u otra el comienzo y el final de la misma. Gándara recoge el relevo para organizar El día de hoy, elección que potencia el desasosiego de Ángel al comprobar cómo las horas se suceden y el momento de hablar con su hijo se hace eminente a la par que intenta encontrar trabajo, comprar comida ajustándose al poco dinero que lleva en el bolsillo, hacer recuento del pasado a través del recuerdo de momentos que, de una manera u otra, poseen una relación directa con la situación presente en la que vive y dejarse llevar por un entorno que le resulta cada vez más hostil. No es El día de hoy la historia de un mal día, sino la historia de un día que supone, o debe suponerlo, un punto de inflexión en la vida de un personaje, Ángel, para quien la vida se ha convertido en un pasadizo cuya oscuridad cada vez es más envolvente.
            Aunque Ángel es el personaje principal –y narrador de la historia a través de su monólogo interior–, se tiene la impresión de que la ciudad de Madrid y, en particular, el barrio de La Latina –que de alguna manera sirve de espejo de la ciudad– y aquellos que la habitan, posee el mismo protagonismo o más que el propio Ángel. O bien se podría ver que desde la personalización de la narración Gándara busca transmitir una imagen general del hombre de hoy en día en el interior de una sociedad en cambios. Hay algo real, casi tangible, en sus descripciones, aunque todo queda tamizo dado que el paisaje viene condicionado por una mirada concreta, la de Ángel. Gándara desea combinar, y lo logra, lo interior y lo exterior del personaje asumiendo que uno está intrínsecamente relacionado con lo otro, como si negar nuestro entorno, como si al desoír nuestra realidad circundante lo que estuviéramos en realidad haciendo es negarnos nuestra presencia en el mundo que es, al final, quizá el tema que vertebra la novela de Gándara, como también lo hacía en algunas obras precedentes como La media distancia, Ciegas esperanzas, Últimas noticias de nuestro mundo o Cristales. A lo largo de los años, Gándara ha demostrado no ser tan sólo un gran escritor y un estilista sino también estar atento a lo que sucede a su alrededor, transmitir que un escritor debe estar en todo momento en contacto con el mundo, algo que no le convierte especialmente en un escritor realista sino en un escritor atento a la realidad, que la trabaja para, a partir de ella, llevarla al terreno de la ficción, introduciendo elementos de ésta en su visión de lo real.