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La exactitud del instante , de Alejandro Fernández-Osorio. Por Herme G. Donis. 27/01/2009

Alejandro Fernández-Osorio

La exactitud del instante
Ediciones Vitruvio, Madrid, 2008
 
VIVIR ES TIEMPO
 
Es poco frecuente encontrar poemas tan sólidos y maduros como nos ofrece el joven poeta asturiano (Villallana, 1984) Alejandro Fernández-Osorio en su primer libro recientemente  publicado La exactitud del instante. Desde el principio de su lectura y según uno se va adentrando en el mundo poético de este autor, podemos apreciar que nos encontramos con un poeta curtido en muchas lecturas y que sabiamente sabe huir de los tan frecuentes balbuceos primerizos que inundan buena parte de la poesía más joven de hoy.
 
Estructurado en tres partes con los respectivos títulos de “Instantes”, “Con- secuencia” y   “Tempus fugit (en primera persona)”, los poemas fluyen en torno a esos temas universales eternos, pero que nunca dejan ni dejarán de inspirar a los poetas para crear la poesía verdadera, la más íntima, la que más nos conmueve. Y entre todos esos temas de los que hablamos, ninguno tan tratado en la poesía  como el del tiempo.
 
Alejandro Fernández-Osorio, por su juventud, apenas si tiene días que se le hayan ido entre los dedos de la vida, pero aún así ya sabe de ausencias, de esos instantes que ya pasaron, que ya perdió y de los que sólo conserva diminutos cristales rotos, primeras ruinas de la aurora: “Apenas se oyó el aleteo del alma / la noche en la que un cuchillo / hizo de su pecho un manojo de cristales. / Un frío dolor de entrañas / repicó hasta la muerte como el eco / de un glaciar que arde, / abandonado en medio de la acera, / bajo el despertar de las persianas / y el merecido morir de las farolas.” (Pág. 32).
 
La exactitud del instante es un compendio de poemas lúcidos enraizados en un presente que no olvida atesorar los pequeños aconteceres e improntas cotidianas -siempre irrecuperables- para guardarlos en la memoria y fijarlos en ella como una especie de defensa contra el desposeimiento que el paso del tiempo produce en todo lo que está vivo.
 
De esta forma, Alejandro Fernández-Osorio no duda en poner de manifiesto la fragilidad de los seres y las cosas mediante la brillante captación de esos pequeños actos y detalles con los que confluimos diariamente y que no siempre apreciamos como únicos: una sonrisa furtiva, un remolino de soledad, un dulce sabor de café en los paladares, el temblor de las ramas de un ciprés  al que aquél le llega por sorpresa, la palabra que tras el silencio viene a liberar, la voz del amor, único aliento entre tantos metales y ruidos, las hojas de un magnolio vencidas sobre la acera gris… Esta esencia de lo efímero obliga al poeta a fundirse con todo lo que le rodea y a ser consciente de que la fugacidad es la certeza de cualquier existencia: “Si por descuido me abres la camisa de fieltro / verás un lirio tiritando en la absoluta indiferencia / del pudrir de la madera, / como si a este cuerpo agotado / sólo le quedara matar mientras muere…” (Pág. 43).
 
La exactitud del instante marca con manecillas invisibles el tiempo de un poeta que, por mucho que se revele, ya es consciente de que, inevitablemente, será reo de él hasta que la muerte los haga uno y ninguno: “…Me quedo con la congoja hasta entonces, / hasta que cruces la ventana / y me una a ti como aire.”
 
Mientras tanto, sea bienvenido este libro de Alejandro Fernández-Osorio en donde ha arracimado con buen pulso y oficio todos los instantes de su reciente pasado, sabedor de que ésta es la mejor forma de hacerlos eternos.

Hipótesis sobre Borges. Por Antonio Merayo. 26/01/2009

 

“He cometido el mayor pecado que puede cometer un hombre: no he sido feliz”, afirmó un Jorge Luis Borges entrado en años. Su infelicidad quién sabe si pudo estar influida de alguna manera por algo de lo que, con carácter hipotético, se esboza a continuación. Él no pudo tener como maestro a Jorge Luis Borges, salvo en la medida en que uno puede ser maestro de sí mismo. Imposible para él leer sus libros como cualquier lector que se adentra en ellos sin el condicionamiento de ser el autor. Borges no pudo leer en la adolescencia el Aleph como tantos lo hicimos y descubrir en la relectura, muchos años después. enjundiosos aspectos anteriormente inadvertidos. Pese a manifestar haberlo intentado —“los imitadores son siempre superiores a los maestros; tanto que yo, ahora, cuando escribo, trato de no parecerme a Borges, porque ya hay mucha gente que lo hace mejor que yo”, manifestó—, jamás pudo escribir como si no fuera Borges. Borges fue el autor de una obra literaria memorable de la que acaso le hubiera gustado ser solamente lector.

 

El mundo de Luis Buñuel. Por Alejandro Cuesta. 23/01/2009

Para empezar podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la producción cinematográfica de Luis Buñuel, es como una joya rara y exótica dentro del Cine Español. Al pronunciar este aserto, nos basamos en el peso real que ocupa su filmografía. Dentro de las tres etapas o áreas espaciales más clarificadoras de su obra: Española, Mejicana y Francesa, no ha dejado de invadirlo todo con un suave espíritu surrealista. Desde su ya lejano Un perro Andaluz (1.928 ) hasta el sorprendente Ese oscuro objeto del deseo ( 1.977 ), transcurren cincuenta años, y el autor todavía se nos muestra ya en su senilidad, como un juguetón pero fiel surrealista, cuando ya el Movimiento Artístico ha pasado por las consabidas deserciones, hasta llegar a su punto de ruptura. Es pues de remarcar que el aragonés sordo tiene un timbre de curiosidad que se escapa de los postulados de lo corriente, y va por libre en la creación de todo un mundo en imágenes que le ha caracterizado, en la irrupción de una estética – a nuestro juicio -, irrepetible. Porque, seamos sinceros. ¿ Quién podría ser el sucesor de una estilística fílmica como la de Buñuel ? ¿ A quién le ha preocupado tanto el fetichismo sexual, la necrofilia, el onanismo, la ruptura de los tabúes sociales y religiosos ? Y aquí no queda dicho todo, sino que cobra una gran altura con su manera particular de expresarlo en imágenes. Incluso podemos valorar su importancia como documentalista, con su soberbia  Las Hurdes, tierra sin pan ( 1932 ) que sin ánimo de exagerar puede colocarle al nivel de Flaherty , Grierson o Murnau, ya clásicos en estas lides. Todas estas preocupaciones conforman la entereza de un cineasta, que no ha dejado de aventurarse en los más complicados esquemas cinematográficos durante medio siglo.

 

Para muchos, Buñuel  representa unas indignantes cotas de irreverencia, y todo esto porque ha mantenido a lo largo de su trayectoria una postura valiente y sin mojigaterías, para irrumpir muchas veces en la herida abierta de sus fantasmas personales. Se ha paseado por la miseria más intelectual que física, pero no lo ha hecho como un espectador ocioso, ni con la observación del pintoresquismo que considerarían las clases dominantes. Siempre, a nuestro entender, nos ha dado una dimensión bastante exacta del dolor humano ( véase el caso de Los olvidados ( 1.950 ), y por ello se honra con un lugar preferente entre los cineastas sociales. Por otra parte, se incide con frecuencia en su gran preocupación por denigrar sistemáticamente a la Burguesía, pero Buñuel  no sólo ha hecho eso a lo largo de su carrera, sino que la ha utilizado como plataforma de lanzamiento, para poner su dedo detector en otras muchas cosas. Dignos ejemplos de ello serían sus inimitables:  El ángel exterminador (1.962 ), Belle de jour ( 1.966 ) El discreto encanto de la burguesía ( 1.972 ), sin olvidarnos de la inefable  Viridiana ( 1.961 ), en donde se aúnan tanto los condicionantes de clase como los componentes fetichistas y necrófilos, principio y fin de sus obsesiones personales. 
Al incidir de nuevo en sus comienzos, podemos indicar que  Un perro andaluz ( 1.928 ), es como el muelle que le lanza, posteriormente confirmado en  La edad de oro ( 1.930 ), aunque a nuestro juicio aquí todavía no está el Gran Buñuel, la “ rara avis “ apartada del resto del mundo cinematográfico. Nada más que es la subida por estos escalones para hacerse con una especie de dignidad, que sirva como carta de presentación a los Surrealistas, pero todavía no ha elegido un camino decididamente firme y original. El filme triunfa entre estos y provoca el escándalo en su estreno; con  La edad de oro ( 1.930 ), despierta la admiración de los adalides de la Literatura, recibiendo opiniones que le colocan a la altura artística de: Goya, Quevedo, Valle Inclán …, para determinar su paso en la línea negra de lo genuinamente español. Pero puede creerse que aún este esquema es excesivamente rígido para encuadrar su cinematografía, porque su contexto en mucho más universal, y por ello abundan los ejemplos: Ella se llama Aurora ( 1.955 ), La fiebre sube al Pao ( 1.959 ), La joven ( 1.960) …
 
En Buñuel, asistimos a un curioso proceso; sus raíces son íntimas, posesionadas de una educación deformante y estrecha, pero él es un cosmopolita, un gratamente considerado “ciudadano del mundo “, y por ello su expresión artística no puede darse sólo de una vez y atendiendo a un único y localista enclave. Este es quizás el secreto del relativo triunfo de Buñuel; y decimos relativo, porque su Arte no es un relumbrón comúnmente aceptado …, tal vez tengan que venir los reconocimientos oficiales a confirmarlo.
 
En lo tocante a su filme iniciático: Un perro andaluz ( 1.928 ), podemos apuntarnos como nuestras las palabras de Raymond Durgnat, en su libro: “ referentes a los 17 minutos de pura imaginación que nos brinda  Buñuel; una imaginación escandalosa, soñadora; como un torrente de imágenes que pueden conducir a darles un sentido racional que estaba rigurosamente excluido “. Tal es la catadura del filme, en donde todo ocurre con gran precipitación. Se ha sugerido que  Un perro andaluz ( 1.928 ), sólo admitiría una explicación psicoanalítica, aunque no es nada fácil por estar elaborado por dos mentes ( Buñuel-Dalí ), aunque ambas imaginaciones sean muy afines en este momento. Un perro andaluz ( 1.928 ), es el punto de partida de Buñuel, pero se convierte en un producto altamente sugerente que no se acaba en si mismo, y da pie para redondear las iniciales pero aún inmaduras expresiones de un cineasta atípico, que siempre contagia al espectador con un simple y escueto esbozo, contenido en su ya peculiar y multiforme obra, plena de originalidad simbolista. He aquí su fuerza y también su inestimable honestidad.

Entrevista a Antonio Valle. Por Manuel D. Abad. 22/01/2009

 

Antonio Valle (Oviedo, 1969) es uno de esos escritores que acompaña su vocación con el mundo de la enseñanza. Hace unos pocos meses venció en el Concurso de Cuentos Lena, uno entre una larga lista de ellos. Buen momento para conversar con él.
-Escritor: ¿Vocación? ¿Necesidad? ¿Oficio?
Necesidad, después de muchas lecturas empecé a desear leer historias que no estaban escritas. Luego se convirtió en algo necesario.
-¿Cuándo descubres que quieres ser escritor, que escribir es lo tuyo?
A los veintitantos descubrí­ que tenía algo que contar y que no lo hacía mal. Pero me lo tomé con calma, y sigo haciéndolo.
-¿Qué significado tiene para ti escribir?
Es una forma de estar en el mundo, verlo, recrearlo; una vía de escape y de contacto con la realidad; un magní­fico entretenimiento intelectual; un compromiso con ciertos principios personales; un reto, un mar de posibilidades. Una forma de estar en el mundo.
-¿Cómo se desarrolla el proceso creativo de tus obras?
Hay de todo. Normalmente intento escribir de un tirón lo principal y luego retoco. En general corrijo mucho. Estoy de acuerdo con aquello que decí­a Borges, los escritores publicamos libros para poder dejar de corregir. Me gusta dejar los textos reposar un tiempo (en la fresquera) y luego releerlos, esa es la primera criba.
-Has vencido en multitud de concursos literarios, ¿qué opinas de ellos?
No, no, yo he ganado unos pocos. Esta pregunta deberí­as hacérsela a Pepe Monteserí­n o Pablo Rodrí­guez Medina, por decir algunos. Creo que son una buena forma de darse a conocer, dar salida a las creaciones, descubrir las propias posibilidades y conseguir algunos ingresos.
-¿No te da la sensación de que para vencer en la mayorí­a de los concursos literarios hay que ceñirse a determinadas normas de "corrección"?
Estoy absolutamente convencido de ello. No sé si es exactamente corrección, pero sí­ un determinado registro que no disguste a nadie. Todos tenemos prejuicios, los miembros de los jurados también. Otra cosa es que seas capaz de escribir de esa forma. Quiero decir que yo no soy capaz de ponerme a escribir "para ganar un concurso". En mi caso, las ideas van llegando, surgiendo y tomando forma, sea relato, poema, artículo, rareza. Luego ya se verá si son o no "concursables".
-¿Has cultivado mucho los microrrelatos, por qué?
El microrrelato es adictivo. Para los afanes del creador es maravilloso, porque plasmas rápidamente la idea. Además permite muchas posibilidades, tonalidades, juegos, malabarismos, trucos; puede ser contundente, sugerente, impactante. El problema es que puedes acabar dejándote llevar por esa medida, enmarcando las ideas que van surgiendo con esa mí­nima y efectiva expresión. Y cuando intentas desarrollar algo más extenso se hace pesado.
El microrrelato requiere gran participación del lector, que es quien completa la obra. También esto puede dejar al lector insatisfecho o simplemente cansarle. Pero sin duda para el escritor puede ser pura adicción.
-El relato es el "pariente pobre" de los géneros literarios, ¿a qué crees que es debido?
Parece que es necesario escribir una novela para ser reconocido y aceptado en sociedad. O bien ser poeta, que aunque no da dinero sí tienes un prestigio y una aureola. Tal vez no dé dinero ni prestigio, pero el relato es el género narrativo por excelencia.
– ¿Cuál es tu asignatura literaria pendiente?
Supongo que deberí­a escribir una novela. Algunos amigos me lo dicen, yo lo pienso y creo que puede ser un buen reto. Pero me falta tiempo.
– ¿Eres de los escritores que se encierran en su torre de marfil o de aquellos que comparten sus experiencias con más gente?
Me gusta hablar de lecturas, de libros, de autores, pero escribir es un acto de soledad.
-¿Existe algún tipo de literatura que te desagrade?
Me desagrada que llamen "gran literatura" a lo que es entretenimiento. Y lo digo con toda admiración por el entretenimiento.
-¿Cuáles son tus favoritos?
Rulfo, Carver, Calvino, Walser, Kafka, Tomeo, Stevenson…
-¿Cómo ves el momento actual de la literatura en Asturias?
Creo que es magnífico. No sé si se debe a las crisis económicas, al paro, al éxodo de jóvenes por todo el mundo, lo que está claro es que hay un gran número de creadores y, lo que es mejor, mucha diversidad.
-¿Hasta qué punto llega tu realidad personal y dónde empieza la ficción en tus narraciones?
No me obsesiona reflejar la realidad, menos aún la mí­a. Me interesa la verosimilitud. A veces tomo sucesos reales para desarrollar una historia pero no pretendo ser fiel a la verdad. Muy al contrario, en cuanto la realidad no me interesa para la narración, la cambio. Es todo ficción verosí­mil. La realidad.
-¿Tus ambiciones como escritor?
Mis ambiciones cercanas son acabar un libro de relatos, escribir más cuentos infantiles, darle forma a un poemario y escribir un libro de leyendas viajeras. Eso en unos meses. En algún momento deberí­a ponerme con la novela. Pediré una subvención para que mis dí­as tengan 29 horas. Pero ambiciono sobre todo escribir libros dignos, poder seguir haciéndolo muchos años
y por supuesto hacerme multimillonario, precisamente por eso estoy con el poemario.
-Como profesor que eres, ¿aplicas cierta didáctica a tus relatos?
No me gustan los relatos con moralina de fondo (mira, ese podrí­a ser uno de mis prejuicios como jurado). Otra cosa es que las narraciones puedan utilizarse para introducir o tratar determinados temas, pero no llevar una lección intrí­nseca.
-¿Cuáles son las aficiones que ocupan tu tiempo libre?
Leer, ver la tele, cuidar de mis hijos, tomar algo con amigos
 

 

Poema de Ada Menéndez, de su libro El desvestir del pulgar. 21/01/2009

De El desvestir del pulgar, de Ada Menéndez. Ediciones Vitrubio, 2008

HIDROPOETRÍA (poemario inédito)
III
Letra: Trazo tus curvas y ángulos
E intento continuar el océano congestionado
VI
Soy alumna de los piratas
A quienes agradezco sobre la hoja
Mi destreza con el sable
 
XIII
Imagina
Un mar
Donde flotan pescados viejos
 
XIV
Imagina
Un pescado viejo
De escamas muertas
 
XV
Una escama
Renace
En el mar podrido