III ENCUENTRO ESTATAL DE ASOCIACIONES DE ESCRITORES
1.2.3.4.5.
6.7.8.9.10.11.12.
proyecto, de tener en consideración las observaciones realizadas a lo largo del III Encuentro.
La Federación no sólo sería un paso importante en la coordinación de los escritores y sus asociaciones en el conjunto del Estado, sino para lograr una interlocución con las administraciones, especialmente con el Ministerio de Cultura y Deportes a la altura de los más de 7.000 autores que en el Encuentro estaban representados. Si el lema "la unión hace la fuerza" tiene una vigencia permanente, la tiene aún más si cabe en lo que se refiere a nuestro sector, un sector especialmente propenso a la dispersión y a la individualidad extrema derivada de la naturaleza del trabajo literario.
NOTA: En la página web de ACE (www.acescritores.com) se pueden descargar los dos documentos analizados en la reunión.
Poema de Aurelio González Ovies, leído en el acto de entrega del XIII Premio de las Letras de Asturias
NECESITAMOS POESÍA
Necesitamos poesía,
poesía desprendida, entrañable y bendita
como una casa abuela
y el temblor de sus manos.
Poesía que nos lleve a entendernos
por dentro, día a día,
a sopesar qué henchidos andamos de excesos,
y de hondura, qué escasos.
Necesitamos poesía que no borre jamás
el nombre
de las cosas humildes de la vida,
las que son esenciales para amasar el pan,
para apagar la sed,
para pedir un beso,
para no agarrotar el corazón ni el pulso,
para sentir a diario:
palabras como padres, respeto, tolerancia,
memoria, flor, camino;
palabras como cómplice y honestidad y obrero
y gracias
y perdón y resistencia y pájaro.
Poesía que nos calme la prisa que nos frena
y nos enferma tanto
y nos pida sentarnos a recibir la luz
de cuanto nos alumbra,
a respirar el aire de cuanto nos rodea,
y desear ser hierba, corriente de un arroyo,
firmeza de árbol.
Poesía que nos mida la ambición desmedida
por acumular nadas y más nadas
por encima de todo,
y nos conciencie, al fin, de que somos efímeros,
frágil carne de un tiempo
muy de paso.
Necesitamos poesía,
poesía que nos infle los odres de la felicidad,
poesía que emocione como un encuentro intenso,
que nos respingue el alma
como una gran noticia
de salud permanente
y nos muera los muertos menos años,
y ahuyente soledades y miserias
y abusos
y entregue en cada verso
el calor de otro cuerpo,
el amor de un abrazo.
Poesía y belleza
desde aquí hasta el último poro
de la tierra,
porque necesitamos mirar lo que no vemos,
ver lo que no miramos.
Porque debemos acercarnos, de nuevo,
al semejante,
leernos cara a cara,
decirnos a los ojos,
y menguar relaciones con tanta frialdad,
con tanta cobardía
de tantos aparatos.
Poesía que nos realce entre los animales
y que nos diferencie de la piedra.
Poesía que nos haga
más sabios,
más libres,
más sinceros,
más dignos,
más piadosos
y más únicos.
Poesía que nos haga
irreparablemente
más humanos.
Aurelio González Ovies
La última novela de Fulgencio Argüelles
El otoño de la casa de los sauces
Fulgencio Argüelles
Editorial Acantilado. Barcelona, 2018
Por Marcelo Matas de Álvaro
Podría considerarse casi un subgénero literario aquellas obras en las que, transcurridos unos años, se reencuentran unos personajes que tuvieron una relación en el pasado. Suelen convocarse para celebrar un acontecimiento o una efeméride, dedican unos primeros momentos a recordar los tiempos vividos y, después de desvelarse algún secreto o surgir una cuestión no resuelta o que parecía ya olvidada, normalmente todo acaba como el rosario de la aurora. El esquema se amolda bien con la estructura de las obras dramáticas, ya sean en forma de representación teatral o cinematográfica.
Esa cualidad dramática parece estar en el origen de “El otoño de la casa de los sauces” (Acantilado, 2018), obra que Fulgencio Argüelles (Aller, 1955) escribió primero para ser representada y que ahora nos ofrece en forma de novela. La diferencia con ese tipo de obras que podríamos llamar de “reencuentro” es que el conflicto que va a surgir entre los personajes y que de forma inevitable desembocará en un desenlace plagado de disputas, aparece ante el lector ya en el primer capítulo, cuando se nos presenta a Zígor –el hombre que ha invitado a sus antiguos compañeros a pasar el fin de semana en su casa señorial- como un enfermo terminal y a los convocados como viejos camaradas de un comando terrorista. De ahí que, desde el principio, asistamos a esa dramática condición que une a los personajes y al anuncio de la sorpresa -no desvelada hasta el final de la novela- que les tiene preparada el convocante que ya ve cercana su muerte. La situación, sumergida bajo una sospechosa atmósfera acotada en un tiempo y un espacio muy determinado, es propicia para que los personajes, lejos de ser presentados como héroes de tiempos convulsos, se sientan obligados a exteriorizar, junto a la íntima traición a su pasado infame, las miserias que acarrea el cotidiano vivir y el sobrevenido horror de tener que enfrentarse de repente a su propia muerte. Personajes que, encerrados en un forzoso psicodrama, deben dejar a un lado “el bálsamo de los deseos” para traer también a la memoria aquello que no quieren recordar, asumiendo que, a pesar de que por pura supervivencia “el dolor no se recuerda”, sí permanecen el tiempo y el espacio donde surgió, y sobre todo “las manos que lo provocaron”. Se les revela entonces, cuando la amenaza de la propia muerte despierta en ellos aquellas voces que durante años permanecieron en la sombra, la obligada expiación de la culpa por el sufrimiento causado, imperiosa necesidad a la que cada uno de ellos se enfrentará de desigual manera, pero al final cayendo en la certeza, expresada en la agonía de Zígor, de que “morir es un fracaso, pero matar es un fracaso más grande”.
Entrega de los XVIII Premios de la Crítica y el XIII Premio de las Letras de Asturias

Pésame
Se fue nuestro V Premio de las Letras de Asturias
La Asociación de Escritores de Asturias premió a Juan Cueto en 2010 por su carácter "incómodo, libre e independiente" que le ha permitido "auscultar la sociedad y sus mitos con el rigor del saber literario, filosófico o cinematográfico"
XIII Premio de las Letras de Asturias

Aurelio González Ovies
La Asociación de Escritores de Asturias, vistas las propuestas y votaciones de los socios, concede el Premio de las Letras, a Aurelio González Ovies, por unanimidad, por la calidad, fuerza y prestigio de su obra poética y por llevar las letras asturianas fuera de nuestras fronteras.
Breve biografía
Aurelio González Ovies nace en Bañugues (Gozón) en 1964. Es doctor en Filología Clásica y profesor de Filología Latina en la Universidad de Oviedo.
Es también reconocido articulista en el periódico La Nueva España y primeramente en La voz de Asturias y colaborador como crítico literario en numerosas revistas literarias. Su obra esta traducida a otros idiomas y presente en numerosa bibliotecas y centros culturales y educativos.
Aurelio es el poeta del amor, amor a todo lo que le rodea, amor sentido en una poesía dulce y clara, llena de lirismo y de imágenes intensas, donde están presentes todos los aromas y sabores de nuestra tierra, de su tierra natal, donde la mar y el paisaje y su propio mapa interior, son referentes constantes en su obra. Su voz es en sí belleza y luz.
XVIII Premios de la Crítica de Asturias
Novela en castellano: Mariano Antolín Rato
Mariano Antolín Rato Silencio tras el telón del sueño
Novela n’asturianu: Xabiero Cayarga
Xabiero Cayarga El cuentu atrás
Poesía en castellano: Javier G. Cellino
Javier Cellino Famélica legión
Poesía n’asturianu: Xaime Martínez
Xaime Martínez Hibernia
Con Javier Lasheras
Hablamos con Javier Lasheras, a propósito de su libro de poemas EL CIELO DESNUDO, que ya va por la segunda edición
El cielo desnudo. ¿Debería estar vestido?
Como ya he dicho en otras ocasiones, este libro habla de un tiempo pasado sin ajustar ninguna cuenta, del presente —con una clara intención crítica— y de algo que suele transcurrir al margen de esos tiempos: el amor y el eros. En ese tiempo presente me acerco, entre otros asuntos, a la moral de los poderosos, la calumnia permanente, la decepción con los partidos políticos -¡ojo, no con la política!-, o la justicia. Y también me pongo en la piel de los desahuciados, los inmigrantes o las mujeres maltratadas. En definitiva, repaso una sociedad, y un sistema, que se parece a un muro recio de hormigón pero cada más agrietado. Por lo demás, yo nunca he visto un cielo vestido y, en cualquier caso, corresponde al lector soberano mirar y decidir si estos poemas y cada uno de sus cielos están bien o mal así desnudos o, por el contrario, deberían estar vestidos. Pero sea cual sea el veredicto, no está de más recordar a León Felipe cuando se preguntaba por la estrella remota y la rosa deshecha. Yo espero que al lector le quede la emoción del brillo y el aroma.

El amor y el paso del tiempo son dos conceptos presentes en tu libro, son dos ideas universales en el tiempo y en el espacio. ¿De qué fuentes bebes y qué aguas detestas?
Pues para ser breve y no mentar una lista interminable de autores, le diré que para escribir de esos temas -al igual que de tantos otros- he agitado mis conocimientos y mi experiencia con los autores de la tradición española y la de los clásicos. A la mezcla le he puesto un punto de autores vivos y otro de autores extranjeros más o menos contemporáneos. Para finalizar, siempre le pongo a estos temas mi sello personal -mi vida, mi mirada y mis propias palabras- así como unas gotas de un elixir secreto que me transmitió el poeta Martín Huarte, el cual heredó la fórmula de su padre Horacio Martín y éste, a su vez de Abel Martín, poeta y filósofo de quien, le recuerdo, Juan de Mairena fue alumno aventajado. Por lo demás, hablando de estas artes, jamás he detestado nada ni a nadie. Me gustarán más o menos, pero detestar es un verbo que no conjugo en estas lides. Sé bien que hay soldados y generales. O, si lo prefiere de otra manera, como dijo Julio Cortázar, «uno puede elegirse genio cuantas veces quiera; lo difícil es acertar». Y yo añadiría que lo difícil también es demostrarlo.
En los poemas queda un poso de cierto pesimismo con el amor (el amor era una quimera, pág. 24) y con el paso del tiempo (Fue hermoso vivir aquel tiempo / y ahora triste verlo todo en el aire. Pág. 13). ¿Queda hueco para el optimismo?
Esa es una forma algo peculiar, y tal vez restrictiva, de leer el libro. En cuanto al primer ejemplo que usted pone, se trata de una imagen de juventud, por cuanto uno está en una fase iniciática, mirando, tentando, nombrando todo lo que va encontrándose en el camino, pero en este libro el amor triunfa y se convierte en uno de los hilos conductores que junto a los demás temas del libro contribuye a ese carácter de celebración de la vida, con mayúsculas y con minúsculas. Y en cuanto al segundo ejemplo, aunque soy consciente de que la vida se va estrechando, busco, encuentro y disfruto con lo esencial. En este sentido el libro está moteado, afilado, con versos que hablan sobre el ineludible paso del tiempo. Y así uno acaba comprendiendo varias cosas. Por ejemplo: que ya nada es o sucede en vano, que es buena esta vida, que la vejez va a estar llena de posibilidades y no habrá Estado que lo soporte ni estado físico que lo aguante. Y, al igual que en la vida uno se va deshaciendo de lo superfluo, también la poesía se hace más ligera y exacta y, tal vez, más humana. Ya lo digo en unos versos: «Lo que yo quiero ahora, en esta edad / antes del frío y la ceniza, es la orgía / constante, el vino ligero, el beso / ya encontrado, leve y largo, girando / en contra de la aguja del tiempo.» Con estos mimbres, como usted comprenderá, sería un desagradecido, un irresponsable y un quejica si antepusiera el sentido nihilista que pueda desprenderse del fin de la vida con el optimismo contenido que rezuma esta inmensa fortuna que es estar vivo, disfrutar y celebrar la vida y vivir para contarlo. Uno puede tener motivos para estar enfadado o mostrarse pesimista a lo largo de su existencia, pero tomada en su conjunto, estar descontento con la vida es no haber entendido nada.
En el poema «Para vivir» escribes sobre la soledad, a la que hay que violar sin contemplaciones. ¿Es necesario?
Bueno, esa es una de las posibilidades que se apuntan. El poema también dice que a la soledad puedes cuidarla, acariciarla o tocarle los pechos. Pero lo más importante, lo necesario, es conocer que en el cómputo individual de la vida, en esa carrera contra nosotros mismos, estamos abocados a fracasar, a la manera de Beckett cuando en Rumbo a peor decía «Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.» Y es conveniente aprender bien la lección porque de lo contrario, el engaño está garantizado. Al fin, de eso va este poema, de aprender a vivir y saber que «sólo los falsarios regalan rosas sin espinas», tal y como reza el último verso. Con todo, a pesar de que al final solo hay fracaso, en tanto en cuanto desaparecemos, el ser humano ha desplegado un sinfín de tácticas y estrategias que han servido y seguirán sirviendo de resistencia para continuar a pesar de todo. Beckett lo decía mejor con otra frase: «Debes seguir, no puedo seguir, seguiré». Así que fracasamos individualmente porque, entre otras cosas, morimos, pero la vida es una fortuna: aprovecharla contribuye al éxito de todos y pincharnos con las espinas de la rosa hace que aprendamos a mirarla, cogerla y apreciarla. El fracaso nos hace seguir, avanzar, amar más y, al fin, quién sabe, tal vez vencer.
Armando Murias Ibias
Con Jorge Ordaz
LITERARIAS entrevista a Jorge Ordaz con motivo de su reciente publicación de la novela Memorias de un magnetizador
Después del último y reciente libro LA MARIPOSA EN EL MAPA, que puede considerarse una reflexión ensayística, sacas a la luz una novela. ¿A qué se debe este cambio? ¿En qué género te sientes más a gusto?
Básicamente me considero un narrador. Empecé escribiendo relatos cortos. Más tarde, a mediados de los años ochenta, pasé a la novela con Prima donna. Desde entonces he escrito siete novelas. Mi incursión en el ensayo es más reciente, y representa un inciso, una especie de descanso en el camino narrativo. La mariposa en el mapa es una obra ensayística, pero en rigor no puede hablarse de ensayo académico o convencional. Se trata de una obra un tanto híbrida, básicamente de no ficción, pero con elementos autobiográficos e incluso de ficción.
-En tu narrativa aparecen lugares periféricos en la zona de influencia española, antes era Filipinas, ahora Puerto Rico. ¿Tienen alguna explicación estas ubicaciones?
Siempre me han interesado las antiguas colonias españolas, sobre todo Filipinas. He escrito tres novelas ambientadas en Filipinas en el siglo XIX. Creo que desde el punto de vista literario las colonias españolas ofrecen un marco histórico y unos escenarios exóticos que no han sido suficientemente aprovechados por los autores españoles desde el punto de vista de la ficción. Al menos hasta tiempos recientes. De mi curiosidad por estas literaturas periféricas se puede decir que nace mi interés por situar una parte de mis novelas en dichos escenarios. En el caso de Memorias de un magnetizador uno de los escenarios geográficos por el que discurre la trama es la caribeña Borinquen.
Ciencia y superstición están presentes en MEMORIAS DE UN MAGNETIZADOR, una novela ambientada en el siglo XIX. ¿Ha cambiado algo en nuestro tiempo?
Reconozco que siento cierta debilidad por las llamadas fronteras de la ciencia, este tipo de conocimientos y especialidades en los aledaños o extrarradio de la ciencia estricta, es decir, la experimental y racional. El magnetismo animal y la frenología, son las dos facetas que practica Dimas Pons, el protagonista de la novela. Ambas tuvieron su momento de esplendor en la primera mitad del siglo XIX, y hubo gente que las consideró un avance científico, mientras que otros las tildaron de mera superchería. Tanto una como otra acabaron desapareciendo o, mejor dicho, transformándose en lo que luego sería el hipnotismo y la neurología. Creo que a algunas de las teorías e hipótesis actuales les pasará lo mismo. ¿Cuándo dejó paso la alquimia a la química? ¿En qué momento la astrología se convirtió en astronomía? La historia de la ciencia tiene muchos ramales y callejones sin salida. Una cosa sí ha cambiado: hoy en día tenemos muchos más medios para discernir lo que es ciencia de lo que no lo es.
Algunos episodios de la novela ocurren en funciones de ópera o teatro. ¿Se puede considerar una novela con estructura teatral?
Yo no la calificaría de esta manera, aunque es evidente que hay un par escenas que transcurren en teatros y varias citas extraídas de obras dramáticas. Además, al protagonista de la novela le gusta el teatro y su mentor en París, Monsieur Domergue, es un dramaturgo aficionado que no conoce el triunfo. Mi idea era aprovechar algunos recursos técnicos propios de los dramas decimonónicos, así como determinadas actitudes y situaciones de carácter folletinesco, propios de la época. Siempre, eso sí, bajo un prisma irónico, incluso paródico, y con sentido del humor. Otra cosa es que la novela posea una estructura teatral, no pretendida de antemano. En este sentido Memorias de un magnetizador puede verse como una pieza en tres actos (Barcelona, París y Baltimore), con un prólogo y un epílogo en Puerto Rico.