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exto y más texto porqu entonces era cuando inarmos por la avenida en medio de la noche con mir isa y mi llanto, no puedo.

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Visionarios De Rafael Cortina Canal, por Paula Pérez

 Visionarios De Rafael Cortina Canal (Por Paula  Pérez)

Sinopsis

La novela narra la historia de un contador de historias, Kul, un antiguo líder de los rebeldes que, años antes del momento en que transcurre el relato, se habían enfrentado a las tropas coloniales del Imperio. En su periplo ambulante por el desierto lo acompaña un joven, Tsin, de pasado desconocido y carácter más propio de un sabio anciano que del muchacho que es. Con la historia de estos dos personajes se entrelaza el relato de episodios pasados y vidas abandonadas, traídos a la memoria por sus protagonistas a modo de melancólica ensoñación, además de encuentros casi oníricos con seres fantásticos y las historias de los personajes que, antes de la guerra, formaban su comunidad, fundada en unos lazos tribales ahora destruidos.

Las escasas referencias al tiempo y el espacio en que se desarrolla la historia permiten imaginarla en un momento y un lugar indefinidos que dan al relato un cierto tono irreal, soñado, pero no por ello menos realista.

 

Léxico

Uno de los rasgos más llamativos del texto es la abundantísima adjetivación: a cada sustantivo acompañan secuencias de dos y tres calificativos, que permiten al autor ofrecer descripciones que, mediante la gradación de los términos, abarcan tanto las características externas o primarias como los aspectos menos evidentes de cada una de las realidades a las que se refiere. De manera similar, la descripción de las acciones suele contar con sucesiones de formas verbales. En algunos puntos, sin embargo, esta insistencia puede ralentizar el desarrollo del relato.

También resultan llamativas las asociaciones semánticas que el autor establece entre términos que no se relacionarían en la lengua común, y que, por ello, contribuyen a crear en el lector una cierta sorpresa y hacer más llamativo -más efectivo, quizás- el mensaje literario.

 

Morfosintaxis y estilo

En el texto se observa una tendencia a la construcción de oraciones de estructura sencilla, mediante las que se expresan ideas de manera concreta y finita (a cada frase corresponde, a grandes rasgos, una idea, que se desarrolla y concluye en los límites marcados por esa frase). El uso de la subordinación no es excesivo, y predominan las oraciones explicativas, que ayudan a concretar la idea de la principal de forma somera pero clara. 

Teniendo en cuenta los rasgos valorados hasta ahora, puede decirse que el estilo no es recargado en cuanto a la sintaxis. No obstante, como ya se ha dicho, la tendencia a la yuxtaposición de elementos (adjetivos, verbos) hace que, en ocasiones, el ritmo del relato se vea ralentizado y el estilo narrativo resulte algo complicado de asimilar.

 

Público objetivo y potencial comercial

Dadas las características de la obra, parece dirigida a un público capaz de comprender la sensibilidad y el alto grado de simbolismo que en ella se expresan, quizás no demasiado amplio.

 

Conclusiones

La relativa inmovilidad de la acción y las detalladas descripciones, junto con la ausencia casi total del diálogo y la combinación de la narración externa con la expresión de los sentimientos y pensamientos de los protagonistas, hacen del relato un conjunto algo denso pero armónico, que se sitúa en un plano aparentemente irreal y ajeno. Sin embargo, esta indefinición permite al lector participar de la creación del mundo en el que se mueven los personajes, ampliándose así los límites espaciales y temporales de la ficción, que cada lector puede establecer según su propia comprensión del texto.

Por lo que respecta a su potencial, quizás estas particulares características hagan difícil que la novela llegue al gran público.

 

Título: Visionarios

Autor: Rafael Cortina Canal

Lengua original: castellano

Género: Novela

La memoria individual y colectiva en “Yo estaba allí” de María Esther García López, por Lauren García

Desde la primera a la última línea hay en “Yo estaba allí” de María Esther García López (ediciones Trabe)- versión en castellano de “Yo taba ellí”- hay un ansia imparable de retener el tiempo. Una conversación con un anciano abre el libro en legítima valoración humana de rescatar esa pérdida del mundo rural que asola nuestra tierra, mientras tanto “la aldea enmudece por momentos”.  Instantáneas  y recuerdos a los que la escritora  asigna un baúl “de lágrimas oxidadas”.

“Yo estaba allí” conserva términos en asturiano, que prueban la excelsa riqueza de nuestro idioma. Sus historias de pueblo y sus devaneos del azar sonsacan mitos y  leyendas, la palabrería popular solidificando la tradición. Todo ello será tratado por Esther García López con encomio y prudencia. La superchería y la superstición de la muerte ensañándose con la vida dará lugar a la doble vertiente: bodas y entierros.

Por la prosa de la escritora asturiana transitan la soledad de estar sola en la folixa, lo apremiante de sentir la rasgadura de la vida como el efecto de unos zapatos nuevos, el rito de la queimada sobre la hoguera, el poder curativo de la gaita desenredando telas de araña, la sidra tatuando la piel, como la flor del agua en forma de nuestra identidad amamantando nuestra forma de ver la vida… Pasajes que no dan lugar a equívocos para sentenciar: “Otra vez me engañó el tiempo”. 

Desde el elemento popular que tienen las fiestas populares como El Bollo y San Mateo se añade una comicidad muy asturiana para proyectar sus casualidades disparatadas.  Memoria íntima y colectiva como un barco de papel en manos del mar. “Yo estaba allí” es más que un documento, sino memoria viva de lo que es Asturies como pueblo: la  sabiduría de las fuentes y la señaldá de la nieve. Una foto roída en blanco y negro de  una romería donde tropieza la memoria. 


-Lauren García

Entrevista de Lauren García a Julio Rodríguez

 

El escritor asturiano publica la novela “Una mala racha”

  

Con infalible y perspicaz olfato Julio Rodríguez sabe discernir perfectamente la realidad de la ficción, el humor de la seriedad y la genuina literatura del edulcorado producto comercial.  Todo esta plasmado en “Una mala racha”, (menoscuarto ediciones),  la tercera novela del escritor asturiano. Un libro de aire marino torrencial como el barco que modela uno de sus protagonistas. La prosa de Julio Rodríguez se sitúa en medio de las desgracias: una receta contra el aburrimiento.

El protagonista de “Una mala racha” es escritor. ¿A la hora de contar una historia no se puede prescindir a veces del factor autobiográfico?

– Para bien o para mal, no es posible deshacerse de uno mismo a la hora de escribir. Nuestra visión del mundo, nuestro sentido del humor, nuestras obsesiones, nuestros prejuicios están ahí. En realidad, y mira que lo intentamos, no podemos dejar de ser nosotros nunca. Nunca. Ya puedes beber hasta desfallecer, que el borracho seguirás siendo tú; incluso puede que seas más tú que cuando estabas sereno… Pero esa es otra historia, claro. En definitiva, uno escribe, con sus fortalezas y sus limitaciones, a partir de todo aquello que uno es, desde lo que conoce e intuye. Después, claro, intentas meterte en la piel de los otros para contar, incluso en primera persona, sus historias, por muy ajenas que te sean. En el caso de esta novela, el protagonista es escritor no porque yo lo sea, sino porque me interesaba tocar, como tema de fondo, la fascinante dicotomía entre hacer literatura y vender libros.

-Al hilo del argumento de la novela, ¿Piensa que el fracaso es un punto de partida a la hora de escribir?

-En la literatura, como en la vida, el fracaso es un punto de partida y también un punto de destino. Pero no nos engañemos, el fracaso y el éxito son conceptos absolutamente subjetivos. Es probable que donde tú veas un fracaso mío, yo vea un éxito. Y viceversa. En todo caso, el “éxito” me interesa más bien poco desde el punto de vista narrativo (solo hay que echar un vistazo a mis libros). Y no te digo nada desde la perspectiva de la autoayuda, el coaching, la psicología positiva y toda esa vaina: esa impuesta obligación de ser feliz y tener éxito a toda costa (y a costa de todo). Es terrorífico. Hay un tipo que ha publicado un exitoso libro titulado “Psicología del éxito”; se trata, en sus propias palabras, de un “manual de instrucciones para ser un ganador”, una “guía del desarrollo integral” cuya lectura promete “dar un giro radical a tu existencia” (que, por supuesto, es una mierda), “aumentar tu atractivo, alcanzar niveles superiores de salud y energía y obtener más ingresos”. Claro, claro. En fin, solo se me ocurre decirle una cosa a su exitoso autor: “Chaval, vete a la mierda”.

-¿Cómo se traslada ese sentido del humor suyo tan presente en la novela?

-El humor, que, como decía Schopenhauer, es la seriedad que se esconde tras la broma, nos permite afrontar la realidad tomando la distancia suficiente para hacerla digerible. Nos ayuda a vivir y a disfrutar de la vida. En último término, es probable que sea lo único que nos salva: el humor frente a todo lo demás. Por tanto, no entiendo la vida ni la literatura sin humor (blanco, negro; fino, grueso; estúpido o inteligente, cada uno tiene su lugar y su momento). Eso sí, a la hora de escribir hay que andarse con ojo con el humor; así se lo advierte al protagonista de “Una mala racha” su pragmático editor: «Desconfía de una novela sin humor, es como una casa construida en terreno pantanoso, una ruina segura. Pero si solo tiene humor, entonces tendrás un buen solar, una finca no edificable; no será literatura, será otra cosa».

-¿Se pueden escribir las mejores o peores historias sobre la familia?

-La familia es una fuente inagotable de conflictos. Probablemente la primera con la que nos encontramos, y también la última. Y siempre está a mano en el camino. Por otro lado, el elemento esencial de la novela es el conflicto; a la hora de contar una historia podemos prescindir de casi todo, salvo del conflicto. Así que haga cuentas.

-El editor también aconseja al protagonista que dejé sus ambiciones literarias para escribir libros comerciales, ¿Una realidad palmatoria y triste?

-En concreto le sugiere que abandone la literatura y se ponga de una vez a escribir en serio. Y fíjese: lo hace. Ahí es donde entra esa dicotomía que le comentaba al principio: hacer literatura; vender libros. Me interesaba mucho hablar de la frustración como una parte esencial de la escritura (y de la vida) y, de paso, abrir fuego contra la escritura únicamente comercial: la divulgación mal entendida y, sobre todo, la autoayuda, que vende tantos libros como motos.

– ¿Para cuándo otra entrega del poeta que lleva dentro?

-El poeta que llevo dentro se ha empezado a desbordar hace ya un tiempo, con lo que a buen seguro tendrán noticias suyas en breve. Así que, ya lo saben, vayan ahorrando. Sé que está feo pedir, pero peor sería tener que pasarse a la autoayuda. ¿O no?


Lauren García

CARTA DE LA CAMPAN(i)A de Manuel Quiroga, por Isabel Díez Serrano

Portada CARTA DE LA CAMPAN(i)A

 

“CARTA DE LA CAMPAN(i)A DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

                        ¿LA POESÍA DE VIAJES ES UN GÉNERO?

 

Este autor, madrileño, afincado en Madrid, viajero por el mundo y amante de los paisajes cántabros de San Vicente de la Barquera y de la Galicia paterna, nos inunda con sus versos de viaje. Su libro “Carta de la Campan(i)a” (Aebius, Madrid) con una bonita dedicatoria “Para Claudia. Si Italia nos acoge la inspiración despierta” nos lleva a una pregunta: ¿La Poesía de viajes es un género?. A la vista de las páginas de su libro diríamos que sí, sobre todo al ver que el autor eligió ese singular camino o subgénero lírico que, precisamente, da para mucho pues Manuel Quiroga Clérigo además de buen poeta y buen narrador siente una gran curiosidad por conocer nuevos lugares, genes distantes, mundos diferentes. De ello habla en este libro, por ejemplo “En Trapani”, “la noche tiene olor a nostalgia” o cuando dice “Desde lejos el mundo se siente más cercano” o al hacer constar que en ese universo, de repente, las “Carreteras perdidas con su fulgor de plata/nos siguen conduciendo al continente alado”.

Así es capaz de describirnos para de una ciudad, mostrarnos un rincón, hablar de algo que le llamó la atención o pellizcó un pedacito de su corazón porque, el poeta, no nos hace una mera descripción de lo visto sino que le infunde ese soplo, ese lirismo que hace de su viaje algo casi íntimo. De esa manera lo sentimos al leer y nos invade un halo mágico que nos envuelve y nos llega a un lenguaje diferente al de la novela o el relato. Es el lenguaje de la Poesía, la cual se viste de magia o de misterio, embelleciendo la palabra que llega de muy dentro y al tiempo de muy lejos.

Esta “Carta de la Campan(i)a” nos muestra un bello recorrido por Italia, la Italia visitada y siempre recordada que el poeta visita con esa sensibilidad de cualquier ser humano al coleccionar los recuerdos del paso por los años y por la existencia: “De madrugada, sigo recordándote toda”. Y ese recordatorio, ese afán continuo, de seguir almacenando en la memoria todo lo bello que encuentra a su paso es lo que impacta al lector, pues continúa en su retina hasta maridarlo con la palabra, ese utensilio del poeta que se convierte en su mejor y más valioso tesoro.

Manuel Quiroga Clérigo tiene la virtud de escribir el verso largo, perfectamente sonoro, unas veces rimado y otras no pero siempre con ese peculiar ritmo de arte mayor como son el alejandrino o el endecasílabo, tan amigos de los poetas clásicos y de los buenos creadores pero a los cuales no tienen acceso de una manera tan agradable. En la página 15 de este libro leemos “Milán bajo la lluvia”, un poema extenso, una delicada prosa poética repleta de belleza y de musicalidad. Van apareciendo versos que se cortan en alejandrino, un endecasílabo, un heptasílabo… Nos referimos a ese ritmo tan ideal del metro italiano para el cual el autor tiene un oído fino y educado: es que escucha, más que oye, la cadencia del verso lo cual sucede no cuando se pretende sino cuando el poeta posee la experiencia y el gusto apropiados; no precisa, pues, crear formas nuevas sino adaptarse a lo ya conocido y darle continuidad porque está escribiendo, recordando, sintiendo, el ritmo de su propio corazón. Diríamos que Manuel Quiroga es un poeta viajero pero también del interiorismo porque penetra en el alma de las cosas, se asombra ante ellas y las ama desde todos los comienzos: lo hace con ese lenguaje siempre poético y nunca cabalístico de su propia intuición.

“Es que Milán a solas es un mundo inventado, el lugar de los sueños, ese trozo de vida que alguien está esperando, el tapiz restaurado al que las primaveras regresarán constantes. Quedan los horizontes rodeados de espíritus, los caminos pausados de la lluvia temprana, las historias recientes de tranvías, balcones. Milán bajo la lluvia es un mundo de imágenes”.

¡He aquí la poesía de un poeta!.

 

Isabel Díez Serrano

Tertulia Escurialense (San Lorenzo del Escorial, 16 de Febrero de 2017.

Oviedo, libro abierto

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En esta obra literaria, Oviedo, libro abierto, un grupo de 31 autores pertenecientes a la Asociación de Escritores de Asturias se inspira en la ciudad y su entorno.  
Podréis  disfrutar en esta obra  de  textos muy variados, tanto en prosa como en verso. Textos unidos  por  un hilo conductor, la vinculación sentimental  y literaria de sus autores con  la ciudad de Oviedo, sus rincones y su  idiosincrasia. Infancia, adolescencia, juventud, experiencias, vivencias y recuerdos  en torno a esta capital, que el tiempo va archivando en nuestro corazón.  Emociones  vividas en sus calles, a veces, regadas por  la lluvia, con luz de espejo; a veces, sedientas  y  de color seco. Calles por las que pasean la ilusión  y el amor, la alegría y la tristeza, la incertidumbre, la esperanza,  el miedo, la soledad… Calles y rincones que alimentan nuestras plumas. Memoria dulce o amarga, memoria  de  nuestro ir y venir por  el lugar donde nacimos o donde pasamos un tiempo  que marcó nuestro trayecto. 
Sentimientos  traducidos a palabras con eco de vetusta, distintos cielos, distintos soles, distintas lunas, distintos amaneceres. Colores   y formas, árboles, edificios y esculturas,  monumentos emblemáticos, paisaje, sensaciones. El presente. El pasado que  memorizamos y permanece en nuestro subconsciente para siempre. Señales y señas, lugares reales e imaginados desde los que acertamos a descubrir las entrañas de la urbe y el paso del tiempo. Las entrañas de la ciudad que duerme y despierta con  ritmo acelerado.  Ciudad por la que paseamos, pensamos, dudamos, temblamos,  imaginamos y sentimos, mientras nos asomamos a las ventanas  mágicas que se abren   a la esperanza de los días.
La palabra, la voz  de Oviedo os llegará a través de estos textos ilustrados con imágenes de  Miki López, que completan las distintas miradas  de los autores; fotografías que desde otra mirada artística interpretan el tiempo, la realidad y  la memoria.

Mª Esther García López

Poemas del siglo XX (1965-1970): Mientras Occidente agoniza, de María Luz Melcón. Por Manuel Quiroga Clérigo

MARIA LUZ MELCÓN:“NO CABÍAN LAS PREGUNTAS/EN AQUEL SILENCIO”.

“POEMAS DEL SIGLO XX (1965-1970): MIENTRAS OCCIDENTE AGONIZA”.

Mujer inquieta, Guionista titulada por al Escuela Oficina de Cinematografía (EOC) y Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, María Luz Melcón nacida en Pola de Lena (Asturias), pero de ascendencia leonesa, ha vivido desde joven en Madrid. Es notoria su labor como periodista, su dedicación a Cervantes y su mundo y su incursión en la novela con obras como “Celia muerde la manzana” (I Premio Barral de Novela, ex aequo 1971”, una irónica visión de la educación religiosa femenina que antes de ser publicada por Barral Editores fue severamente recortada por la censura franquista de la época, y “La guerra en Babia”, excelente documento en torno al conflicto creado por la insurgencia de 1936 en los preciosos, y doloridos, paisajes de esa tierra leonesa siempre castigada.

Poemas del siglo XX (1965-1970): Mientras Occidente agoniza”, pulcramente editado por Ediciones Libertarias, Madrid, noviembre de 2015, ofrece más de doscientas páginas de inspirados momentos de una escritora preocupada por su mundo y su propia incursión en una sociedad siempre preocupada por las crisis existenciales de todos los tiempos, aunque sus versos tengan unas fechas concretas: (“Los niños”: Están ahí, frente a mí./Me miran y se preguntan./Ellos-pobres pequeños,/abocados a un horizonte sin respuestas-/no saben lo que yo hago. Me miran/y se preguntan./¡Pobres pequeños,/arrojados a un sueño/del que han de despertar nunca!”). Los suyos son versos nítidos, llenos de ritmo, musicales, vehementes. En ellos apura su dolor, indaga en las conciencias, analiza el entorno, sufre. En la introducción, después de recordar que los ha “tenido guardados, en el cajón del olvido”, manifiesta que transcurrido medio siglo de su iniciación poética en Madrid y menos desde que en 1970 terminara este recorrido lírico precisamente en París, pienso que estos versos quizá merecían ser publicados…”Ser publicados como testimonio poético de un tiempo histórico muy significativo de aquel agónico Occidente, precedente de este mundo occidental nuestro del momento actual, en el que, aunque por razones distintas a las de entonces, quizá debamos aún pensar que estamos viviendo mientras Occidente agoniza”.

Y en eso estamos, acompañados por esas sutilezas capaces de despertar algunas conciencias, sólo algunas: “Los pájaros/que antaño/alegraban/el parque/huyeron/con sus trinos/a la región/del sol./Huyeron…/El parque/ está triste./(Sin pájaros,/ni niños,/ni flores.)/El alma/-si es que el alma existe-/se quedó vacía”, escribe en “Los niños de ayer vacíos”. Su poética, cercana a de otros creadores preocupados por su historia y por el futuro de todos, recuerdan la orfandad en que todos nos encontramos gracias a las indignidades de políticos torpes, banqueros hijos de Satanás, empresarios desaprensivos y corruptos de todo tipo. ¿Qué puede hacer el poeta en este panorama?. Todo lo demás denunciarlo: “Una mañana despiertas con revolucionarios deseos entre las cejas y descubres que podrías ser una asesina/que podrías clavarle al tirano un puñal en el corazón/sin que te tiemble el pulso/y degollar con placer/las cabezas descollantes que se cruzan en tu camino”. Desheredados de todo tratamos de “Volver al pasado”, como recuerda María Luz Melcón, y lo hacemos seguramente para no recordar un presente imposible, un devenir enfangado: “Estoy sola/y no soporto la soledad/pero aún así no quisiera volver/al vientre de mi castradora madre/ya no estoy sola/y no soporto a quienes me rodean/y me evado cerrando los ojos/negándome la realidad/y veo el mundo frío y materno/que me acusa desde el fondo de mis párpados/y siento un desabrigamiento en la piel/comparable a la desnudez del invierno” (“Regresión”). Es que muchas veces la escritora pretende incluso huir de su entorno, buscar el mejor refugio en el todos seamos capaces de edificar sociedades más justas, entornos apacibles:”Era un ansia/de destruirse contra el Cosmos,/de integrarse en la vorágine del Universo./Era el intento feroz de la carne por hacerse eterno”, escribe la fémina siempre presente en los universos editoriales, en los exilios de la cultura. Ella recuerda que “en el Occidente ultra pirenaico en el que me autoexilié en 1967, si bien sus regímenes políticos sí eran formalmente democráticos, en cambio en el ánimo colectiva occidental tampoco habían calado lo suficiente todavía ni el espíritu científico- al que nos exhortaba Bertrand Russell-; ni el humanismo evolucionista- tras un siglo darwiniano y relativista-; ni tampoco la libertad de pensamiento, ésta sobre todo como antídoto del adoctrinamiento, e incluso como vacuna contra el pertinaz virus del marxismo-leninismo, ya estatalizado e internacionalizado, cuyos tanques totalitarios, llegando luego a las calles de Praga, a las mentes occidentales iba a llenarlas de zozobra”. Aunque hemos avanzado poco en cuanto a sentido común y aunque las democracias no son capaces de acoger a los proscritos del mundo, herencia de guerras instauradas por los poderosos, mantenidas por el fanatismo o auspiciadas por las bolsas de comercio, la poesía sigue teniendo su lugar, su espacio para cierta protesta, pese al abandono de editores o capitalistas del mundo unidos. María Luz Melcón, por ejemplo, escribe: “A veces me pregunto/por qué he tenido que nacer/y vivir y soñar/y vagar por el mundo/como un perro perdido y sin amo”. Esas conjunciones copulativas, ese dolor por el entorno, ese pensamiento repleto de angustia forman un tablero repleto de ansiedad y de zozobra. El suyo es un alegato a favor de la piedad, algo que rara vez escucharán los forjadores de este siglo XXI desamparado: “Una mañana despiertas con revolucionarios deseos entre las cejas y descubres que podrías ser una asesina/que podrías clavarle al tirano un puñal en el corazón/sin que te tiemble el pulso/y degollar con placer/las cabezas descollantes que se cruzan en tu camino”. La poesía no es sólo un estado de ánimo. A veces se trata de abrir una ventana al mundo, a los sentimientos, a la concordia. Seguramente si la poes&iacut
e;a entrara en los presupuestos de algunos estados Occidente respiraría mejor. María Luz Melcón dice “Sembraron el odio donde la tierra daba sólo tempestades y recogieron tempestades sólo./Ojo por mirada; por mordisco, diente./Diente de plata o colmillo de elefante./Estrella enterrada en el desierto./Fuma la pipa de la discordia/y con el humo/haz señales de paz a lo lejos:/el enemigo va a asustarse/y abandonará su lecho de faquir”. No nos equivoquemos, ser poeta puede convertirse en una biografía innecesaria, sí, pero llena de humanidad y vitalismo.

Manuel Quiroga Clérigo,

San Vicente de la Barquera, 20 de Junio de 2016.

Entrevista a Andrés Moutas: “La literatura siempre es un experimento”

 ANDRÉS MOUTAS: “LA LITERATURA SIEMPRE ES UN EXPERIMENTO”

 –El autor da cuenta de su novela “El club de los cinco minutos”

 -Lauren García

 Andrés Moutas, (Bilbao, 1979) debuta en la novela arriesgando en cada línea y curva  con “El club de los cinco minutos” (Pez de Plata), ilustrada por Pedro Arrojo con la  habitual imagen pormenorizada de la editorial asturiana. Nos quedamos con sus  palabras para averiguar los intríngulis de la obra como una foto develada. Pirotecnia lista para arder en las manos del lector.

 -A la hora de definir el libro, ¿es la literatura un modo de experimentar?

 -Creo que la literatura es un experimento. Hay quien parte de una idea fija, en mi caso el  tiempo; y a partir de ahí uno da vueltas, busca caminos y puertas que den sentido a  dicho eje. Hay muchas formas de hacerlo, a través del lenguaje, a través de la fantasía,  el individuo, todo junto. También hay quien no tiene ese eje. Unamuno hablaba de  nivolas, un sentarse a escribir, un no planear y dejarse caer, toparse con la existencia, el absurdo.

 -¿Se aprecia en la obra que ficción y realidad tienen más puntos en común de lo  que parece?

 -Ficción y realidad siempre tienen puntos en común. Son polos opuestos, y como tales  se atraen y complementan, pero a menudo la realidad supera a la ficción. Si por ejemplo  alguien empieza una novela diciendo “En el mar mediterráneo flotan más de quinientos  cadáveres todos los días” y se diera esa novela a un marciano, dicho lector se llevaría  las manos a la cabeza y suspiraría fascinado por la imaginación del escritor, pero es algo  que sucede a diario y así dicho y leído parece ficción, porque no estamos cerca, no  estamos ahí. La palabra escrita apenas duele, y la imagen cada vez menos. El año pasado hice amistad con un chico sirio que cruzó la frontera turca bajo una lluvia  de balas sin que le diera ni una. Luego tuvo que cruzar más de doce países y pagar el  impuesto revolucionario a las mafias para llegar a Alemania. Hablaba de su vida como  una odisea con solo veinticuatro años, y si respetamos el argumento del libro aún le  queda un largo viaje de vuelta, pero no todos los viajes son circulares. Yo, en mi caso, parto de una ficción absoluta, el tiempo, entidad abstracta que no existe  más que en el intelecto como una convención. A partir de hoy me voy acercando a la  realidad. Eso no significa que las cosas sean así o tengan que ser así necesariamente. Es  sólo un experimento, un acercarse a la posibilidad de una realidad mezquina, a la cual  estamos tan acostumbrados que a nadie le choca demasiado. Me acuerdo a menudo de  los viajes de Gulliver, ese grupo de ciudadanos que colocan los huevos cocidos hacia  arriba contra aquellos que los colocan en sentido opuesto. Eso crea conflictos,  discusiones políticas, guerras. Es una idea aparentemente estúpida, pero muy  comprensible, muy identificable. Somos estúpidos por naturaleza, además de muchas  otras cosas maravillosas.

 -¿Cuestionar el poder político es apremiante en estos tiempos?

 -En absoluto. No hay nada apremiante en estos tiempos ni en otros. No hay un tener o  un deber, sino un debería o tendría que… Sin embargo la política ocupa mucho espacio  en la vida del ciudadano. No es su vida diaria. El ciudadano medio no está tan  politizado, no lo necesita para llevar a cabo sus gestiones diarias. Por el contrario la  política busca a los ciudadanos, se expone y muestra como lo que es: un deporte de  perdedores, un anuncio de lavavajillas. No hay un partido que se muestre lo suficientemente convincente como para atraer a la mayoría, sino una gestión nefasta que  hace que el partido vigente pierda las elecciones y deje paso al siguiente. Al menos así ha funcionado hasta hoy. Ahora resulta que hemos dejado el bipartidismo a un lado, que  han surgido nuevas fuerzas con propuestas interesantes, pero no saben ponerse de  acuerdo, no saben negociar ni dar su brazo a torcer. Supongo que es falta de  entrenamiento, pero eso no justifica estar donde estamos, eso no es ocuparse de los  asuntos de la polis, ni hacer democracia. Deberían obligar a los políticos a pedir un  crédito personal para pagar las nuevas elecciones. Así iban a ponerse las pilas.

 -¿Cómo ha modelado la extravagancia de los personajes?

 -No sé muy bien. Supongo que me sale de dentro, mi forma de ser, quizás también  extravagante, un poco sentimental, un poco chiflado. En cuanto a los nombres, todos  parten de la realidad: alumnos del instituto en el que trabajaba, compañeros

Ve la luz en castellano “Yo estaba allí” de Mª Esther G.L. Por Manuel Quiroga Clérigo

 MARÍA ESTHER GARCÍA LÓPEZ: “¿HABÍA PASADO REALMENTE EL TIEMPO?”.

VE LA LUZ EN CASTELLANO “YO ESTABA ALLÍ” (ED. TRABE, OVIEDO 2016)

El mismo día que María Esther García López cumple años, pocos y muy bien llevados, publica un precioso libro de relatos titulado “Yo estaba allí”. Se trata de veintiún textos que la Profesora, Experta de Filoloxía Asturiana y Miembro de la Academia de la Llingua Asturiana escribió en su lengua (“Yo taba ellí”) y ahora ella misma ha traducido, aunque en la versión castellana se advierten algunos giros y modismos típicos del habla y las tradiciones del Principado. Es un libro testimonial, divertido y lleno de poesía y de datos pintorescos que harán las delicias de los asturianos y de los amantes de aquellos paisajes y paisanajes, pues son los asturianos los protagonistas de los mundos que la escritora, poeta y actualmente Presidenta de la Asociación de Escritores de Asturias y socia de la Asociación Colegial de Escritores de España, ACE, recrea el mundo intimista de su tierra, pues ella nació en La Degollada (Valdés) y es una gran conocedora de la Asturias rural y de su pasado lleno de esplendor y de vitalidad literaria. Dedicado “A Ernesto, que estaba allí conmigo”, el primer episodio “La boda” del apartado “Yo estaba allí, en las Güelgas” es todo un guión cinematográfico con cuestiones jocosas, con enredos amorosos, con buena alimentación, defunciones varias y un final, digamos, escalofriante. Todo ocurre gracias al ingenio de Pacho, cronista de un tiempo y unos hechos muy bien reflejados por la autora. “Y les aseguro- leemos.- que nadie olvidó esta historia en el pueblo”. Luego llega una fiesta, con diversión a porrillo, con “música de GAITA, con RISAS, con BAILES, con olor a comida por todos los rincones” esos invitados que disfrutan de lo lindo en Piedrasblancas, el hermoso pueblo en que vive Esther García “Vivo nun llugar que me presta”, explicaba años en una completa entrevista que la hicieron en su lengua para la revista que editaba entonces Biblioasturias, antes de Álvarez Cascos. “Oigo sonar una GAITA,/oigo sonar un TAMBOR,/baila la xente del pueblu,/ya le fiesta del patrón…”. Después la cita es en el parque pero con “Mis pies lastimados”, cuestiones de la existencia también importantes a la hora de relatar lo cotidiano: “Coloqué los zapatos con cuidado, a mi lado, y me puse a contemplarlos”. Cuando llega la queimada todo se transforma: “Que no se vayan, que vengan todos y que la queimada llegue hasta el cielo. ¿Qué se avive el fuego! ¡Magia para la queimada!”. “Yo estaba allí, cavilando” dedicado a “La estrena” es un relato entre memorístico y gratamente erótico, habla de la juventud alborotada, de un amor que parece retornar…”Y con los trapos de antaño en la memoria, nos fuimos y estrenamos otra vez la primavera, escondidos de la luna que nos miraba envidiosa desde lo alto, con los ojos bien abiertos”. La música suena de nuevo, porque se dice que “La gaita es para tocarla”, aunque- mira por donde-resulta que una familia de arañas quieren participar en la fiesta y ya veremos qué pasa….La jocosidad llega “En la romería” cuando “El vaso de sidra” relata su propia vida de cosa material pero con su corazoncito:”Echái sidra nesti vasu/que yo quiero beber más,/porque cuando yo toi “juna”/toles penes se me van(…)”. Estamos ante páginas que, en algunos momentos, nos recuerdan al mejor Steinbeck, a García Márquez, a Leopoldo Alas, a Borges, a Julio Ramón Ribeiro, a Cortázar, a Eduardo Mendoza, a poetas como Gonzalo Rojas, Antonio Colinas, Gamoneda…

En la entrevista citada a la pregunta de para qué sirve la literatura Esther contesta: “Pa enanchanos l´horizonte, pa suañar, pa divertinos, pa deprender, pa conocer otres cultures, pa viaxar…”. Su biografía es amplia, desde “El tatuaxe”, de 1998, uno de sus primeros libros hasta “Quiero ser  Arcu Iris” de 2014 y otros títulos de interés, amén de participación como coordinadora autora en libros colectivos, conferencias, artículos en la prensa, como los de “La Nueva España”, y estudios sobre la llingua y su recuperación, por lo que el Centro Asturiano de Madrid le concedió en 2007 el “Urogallo de Bronce”. Ha obtenido además números premios, menciones y galardones tanto por su trabajo docente como por su labor de creación. Notoria fue la presentación en Luarca del libro “Faraguyas (haikus)”, que demuestra su amplia dedicación a la literatura en todas las facetas. En 2015 fue nominada como “Vaqueira de honor” del Festival Vaqueiro y la Vaqueirada.

Delicioso es el relato “Volvieron al Bollo”, de “Yo estaba allí, en Avilés”, con un fotógrafo desmañado, una cámara estropeada, un accidente en medio de la fiesta…Pero la diversión llega cuando se trata de “Reservar sitio en el campo” para las fiestas de “San Timoteo, eo,eo,eo,eo…” que recuerda las de San Emeterio en Pimiango cuyos prado y ermita José Luis Garci retrató con talento en la película “El abuelo”, basada en la obra de Pérez Galdós. En “El chambrón”· sigue la fiesta y en “Oscurecer” donde la sidra nos sale hasta por los ojos: “¿Un culín, amigos? ¿Queréis un culin? ¡La sidra pide más sidra!”. Los barredorios, que podríamos traducir como los últimos de la fiesta, los trasgus de los prados, los cuélebres, las xanas, los enamorados clandestinos, los borrachines divertidos van desfilando por allí como cuando llegan los “Cabezudos” y surgen algunas dudas, cuando se dueña con un “Barco de papel” o al rememorar una juventud escolar y reidora en “Examen de ingreso”: “Toda la calle riéndonos sin saber de qué nos reíamos”. La tristeza de “El entierro” que un petirrojo volando, la aventura de “La plaza del paraguas”, “El vivir la nieve” con otro ¿o el mismo? petirrojo llamando a la ventana, la soledad de “¡Nadie…!”, el juego con los tritones, la historia un tanto cruel de la “Deshonrada” y, al final, esa bella rememoración de “Yo estaba allí, en la Fontanica”, parte de una biografía que despierta tiempos pasados, juegos del asombro,  esas “imágenes en movimiento”, en definitivo los inocentes “Juegos de niños…”. La autora que, confiesa, ha estado en muchas partes, ha vivido agradables momentos en su tierra asturiana, ha disfrutado de la sidra y los bailes, ha escarbado en la memoria suya y en la de los demás, h
a hecho perfectos relatos psicológicos de sus personas y ha penetrado en los espacios de la soledad, la tristeza y la muerte pero que, aún, puede seguir y seguirá narrando las leyendas y vivencias de ese mundo rural repleto de vitalidad, se pregunta: “¿Había pasado tanto tiempo?”.

Pues tras haber disfrutado con la lectura de estas 119 páginas de “Yo estaba allí” únicamente nos quedaría decir: “Asturies que guapina yes”.

Manuel Quiroga Clérigo. (Secretario de la Asociación Colegial de Escritores de España)

                       Majadahonda, 8 de Diciembre de 2016.

Yo estaba allí, de M.ª Esther García López. Por José Antonio Pérez Sánchez

 LA VOZ DEL CENTRO

DICIEMBRE, 2016

 

Yo estaba allí, de M.ª Esther García López

 

Así se titula el último libro de esta escritora valdesana, cuya obra literaria: poesía y narración está escrita en lengua asturiana. Yo estaba allí es una traducción de la autora del original Yo taba ellí, publicado en 2015, ambas en la editorial Trabe. Acaba de llegar a nuestras manos este libro de relatos de M.ª Esther, autora premiada en su ya larga trayectoria literaria, miembro correspondiente de la Academia de la Llingua Asturiana, profesora de larga y fructífera experiencia, que reparte su vida profesional y familiar entre Piedras Blancas y La Montaña de Valdés.  Perdura desde hace muchos años mi amistad hacia ella, pero sobre todo el reconocimiento a su trabajo literario, y no menor a su labor social y cultural en el entorno en que se mueve. Sus libros, o sus centenares de artículos de prensa nos dejan cada vez el eco fiel de un modo de hablar, es decir, de pensar y de vivir, de esa collada o paso entre las sierras de Panondres y Buseco, donde siempre se ha levantado su casa, en La Degollada.

Cuando cada año, en el primer domingo de octubre, acudo con mi grupo de Montaña, Estoupo, a la Fiesta de Belén, encontramos a Esther, engalanada con el traje regional, entre sus vecinos de toda la Parroquia, podemos ver en cierto modo su papel de mujer necesaria para que la vida de un pueblo, tan solo a veces, continúe. Porque, no nos engañemos, también existe la soledad y la tristeza.

Y en este libro de estampas costumbristas, M.ª Esther nos da un poco de su vida, pero sobre todo de la personas que la rodean, de los animales que la acompañan y del paisaje que la envuelve. Ella cuenta las historias que ha escuchado o que ha vivido. Nos narra cómo, por ejemplo, las familias de La Casona, en el pueblo de Las Güelgas, dos mujeres fallecen de indigestión tras una comida-cena de boda, el mismo día y con el mismo intervalo de tiempo con el que habían nacido hacía 88 años. O en La fiesta, un relato tocado levemente por el efecto narrativo de la anagnórisis, la autora nos hace creer que nos encontramos ante un mendigo, al que todos dan la espalda en un día de fiesta. Un pobre solo, que nos apena y ganas nos da de llevarlo a casa. La palabra “ladridos”, al final de la historia, nos saca del equívoco. Estamos ante un perro, pero la soledad y el desprecio se hacen tan insoportables para ellos como para nosotros. Pasan los relatos por nuestras manos y cada uno lleva un mensaje implícito: unos zapatos, por ejemplo, que son la definición de las personas que los calzan; o los espíritus invocados en una queimada que llegan para estar un momento con nosotros, sin ocupar sitio. Y esa sensación, maravillosa, que una mujer tiene cuando estrena la ropa que le gusta. Un vaso de sidra, en fin, que siente los latidos del corazón a través de la mano que lo sostiene, en una bellísima y original personificación.

Pero también está la muerte, un tema importante en la narrativa de Mª. Esther, aun siendo ella de carácter tan jovial y expansivo, que se recuerda en ese bello cementerio avilesino de La Carriona, en el que unos amigos de una pareja de enamorados, fallecidos en un accidente, no podrán celebrar ya nunca más el día del Bollo. Llegan los relatos de sus hitos vitales: desde su primer viaje a Oviedo, para hacer el examen de ingreso en el Instituto Alfonso II, a la iniciación sentimental de la adolescencia en las fiestas de San Timoteo.

Es este libro, por tanto, una crónica de su gozoso y dolorido sentir y, también, de una nostalgia que casi nunca cesa. Como esa nevada que obliga a su padre a construir los primeros zancos, para ella y su hermano,  para no hundirse al salir de casa. O ese tremendo frío de la infancia que se llevó para siempre a su vecino Xusto, muerto en la soledad de su casa.

-Pero no nos engañemos  -parece decirnos la autora-: la soledad es patrimonio de un alma, no de un lugar. Porque se puede acudir al multitudinario Bollo de Avilés y pasear entre las gentes que llenan El Parche y encontrarse solo entre la felicidad de los otros. Eso es lo que se nos dice en el titulado Yo estaba allí, sola…

Los veintiún relatos del libro hablan de ella, pero sobre todo de sus circunstancias. Por la casería de La Degollada, junto al Río Negro, en toda La Montaña de Valdés, la vida puede ser difícil, y es evidente que mueren más personas que nacen. El libro se cierra con una clave de esperanza: a la muerte siempre le sucede el canto del petirrojo, anunciando la vida.

 

                                                                       José Antonio Pérez Sánchez