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El señor K, por Nieves Viesca. 19/07/2013

  1. http://www.kafkamuseum.cz/ShowPage.aspx?tabId=-1
  2. http://www.kafka-online.info/
  3. http://www.kafka.org/

 

El señor K.

 El pasado 3 de julio se cumplían 130 años del nacimiento de Franz Kafka (Praga, 1883 – sanatorio de Kierling, cerca de Viena, 1924) uno de los grandes escritores del siglo XX. Parafraseando a Borges puede decirse que todo gran escritor no sólo modifica la concepción del presente y del pasado que conocemos sino también la del futuro. En el caso de Kafka resulta casi una obviedad decir que nuestro modo de pensar nunca fue el mismo después de sus aportaciones a la literatura: buena prueba de ello es la incorporación del término Kafkiano al lenguaje coloquial. 

» Sus obras nos sitúan ante
una existencia desencajada.
Ese universo extremo, sobrecogedor y negativo que nos propone Kafka en obras como El procesoEl castillo o La metamorfosis —cuyo inicio sin preámbulo alguno «Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto»—nos sitúan ante una existencia  desencajada, en una especie de inmensa grieta en el espejo de una modernidad espeluznante y desoladora ante el planteamiento de un mundo plagado de absurdos, sin esperanza ni salida tras el cual se esconde para el ser humano el vacío rastro de la nada.

 

Los personajes de Kafka no son piezas del cuerpo o el alma del escritor, como algunos críticos han intentado hacernos creer, no, sus personajes (ya nuestros) encarnan los problemasvividos por su autor. De ahí que los individualice hasta convertirlos en un único personaje: el joven Karl de América, Josef K. de El proceso o K. de El castillo. 
 
» Los personajes de Kafka encarnan
problemas vividos por su autor.
Si desean perfeccionar sus vidas al calor del verano les propongo que lean o RElean, sumergidos en aguas con olas de trapecio, los cuentos o novelas del Señor K. y, tal vez, los próximos colores del otoño sepan mostrarnos la sombra de una luz con insignificante trascendencia.  
 
Nieves Viesca
www.nievesviesca.com
 

Cieno, de Ernesto Colsa, o la peripecia que ha de ser crónica de nuestro tiempo. Por David Fueyo. 09/07/2013.

 

Cieno, de Ernesto Colsa

La peripecia que ha de ser crónica de nuestro tiempo

Por David Fueyo

 

Con la publicación de Cieno por la editorial asturiana KRK en su cuidadísima colección Valkenburg, Ernesto Colsa culmina una obra en la que ha estado inmerso durante la última década. Lo que en un principio fue concebido como una novela por entregas, ve la luz obteniendo una buena acogida en público y crítica, que ha destacado sobre todo el protagonismo de la palabra con que el autor impregna toda la obra. Cieno no es una novela fácil de escribir pero sí de degustar por el lector, quien, según va pasando páginas e introduciéndose en ella, terminará por darse cuenta de que hacer fácil lo difícil resulta una de las claves más socorridas pero menos llevadas a la práctica por parte de las editoriales, y habitualmente sinónimo de éxito en este complicado mundo de las letras. 

Según la sensibilidad propia del lector, Cieno puede tratarse de una novela humorística, irónica, desenfadada, ligera y surrealista en su contenido, o bien triste, comprometida, crítica, densa e hiperrealista, e incluso una mezcla de todos estos adjetivos, ya que provoca un sinfín de sensaciones. Si se define el término de “novela total” como aquella que trata sobre todos los aspectos de la condición humana, sin duda estamos ante una obra a la que puede atribuírsele este término, pues el largo monólogo interior que vertebra la novela sugiere un abanico de actos y emociones que transitan del amor al odio, de la carcajada al llanto y de la erudita explicación de la estructura de una administración local a un docto tratado en desgaste de suela de zapato.

“En el Ayuntamiento la contabilidades pura artimaña. Aun obviando mi formación exclusivamente jurídica, al poco tiempo de llegar deduje que la forma de proceder al respecto constituye una completa aberración, si bien desde un punto de vista práctico he de reconocer lo ingenioso del método. Como es sabido, los ingresos de estos ridículos consistorios provienen en su mayoría de otras Administraciones, de modo que el primer día del año, cuando debe entrar en vigor el presupuesto, existe total incertidumbre sobre la disponibilidad económica que habrá a lo largo del ejercicio, lo cual no ha de confundirse con la liquidez de las cuentas bancarias, también con endémicos saldos exiguos”. 

» Cieno no es una novela fácil de escribir
pero sí de degustar por el lector 

La novela versa esencialmente sobre la peripecia vital de un funcionario con un pasado disperso al que acaban de asignar a su primer destino como secretario de ayuntamiento en un remoto pueblo llamado Antojanuela. Partiendo de este hecho, con el cual pueden identificarse médicos, maestros interinos y en general el funcionariado destinado lejos de su residencia habitual a lugares que en ocasiones parecen destierros forzados, el protagonista sin nombre, postrado en una cama de la UVI, alterna en cada capítulo un monólogo interior con el que va alambicando una especie de reflexión propia sobre su condición vital (quién soy, quién fui, qué soy, a dónde voy, por qué a mi…), el cual precede al desarrollo de los acontecimientos inmediatamente anteriores a esa postración. Los avatares del funcionario en un pueblo con una idiosincrasia tan diferente de lo que estaba acostumbrado a vivir sin duda darían para un libro a todo aquel que hubiera pasado por una experiencia semejante; sin embargo, en Cieno hallamos un tratado bien documentado y contrastado sobre la existencia en el ámbito rural, sobre los despilfarros que en otros tiempos más boyantes produjeron la crisis que ahora sufrimos, sobre el amor y la soledad, pues el protagonista no deja de ser un solitario, una especie de Clint Eastwood en la trilogía del dólar con quien comparte la carencia de nombre, el aislamiento social y sentirse un extranjero al que todos miran con lupa y del que todos hablan a sus espaldas, urdiéndose así el halo de misterio con el que Colsa impregna toda la historia. Aún así, y pese a que nuestro personaje anónimo resulta ser pornófilo, drogodependiente, obsesivo compulsivo, cleptómano y rencoroso hasta la médula no puede dejar de caernos bien, de conseguir que el lector empatice con su desgracia y siga con simpatía sus desventuras en Antojanuela, puesto que todos podemos convertirnos de la noche a la mañana en un tipo de antihéroe como él. ¿Quién nunca ha temido que el mundo se vuelva en su contra? ¿Quién no se ha inquietado pensando en un futuro en la más absoluta soledad rodeado de sanguijuelas como las que Colsa describe en su novela?   

“Observa el dinero con incredulidad. Se debate entre su avaricia y el desprecio que me profesa; entre las ganas de negarme lo que inexplicablemente necesito con tanta urgencia y la posibilidad de obtener numerario fácil. Al final vence la mezquindad a la satisfacción, como ocurre con los espíritus reaccionarios. Aparentando parsimonia coge el billete, saca la guía de un cajón y la posa con desdén sobre el mostrador; después vuelve a la mesa donde estaba viendo la televisión con su mujer, una recia y obtusa aldeana digna de él.”

» ¿Por qué para esta época no ha de ser
esta novela el referente perdurable? 

La carcajada también tiene su lugar en la historia, bien por el descaro con que el protagonista se enfrenta como burócrata a administrados y compañeros de ayuntamiento, bien por su torticera actuación en la trama amorosa, bien porque en el fondo todos podemos sentirnos identificados con ese personaje sin nombre, con sus situaciones y sentimientos.   

“Uno de los tipos de las mesas, un robusto pulgasari, se levanta con tal ímpetu que tira su banqueta al suelo; me agarra y con una sola zarpa me coloca la cabeza sobre el mostrador. Acerca la bocaza a mi oreja y con su infame acento de
cateto empieza con esa tabarra que ya me va sonando familiar: que si los niños pijos de fuera, que si he venido al pueblo a violar limpiadoras, que si tan poco me gusta esto vuelva a mi puta ciudad y bla, bla, bla… Con un hilo de voz le mando a tomar
pol culo, y él me agarra del pelo y me suelta tal revés a continuación que por poco acabo descoyuntado. Caigo sobre una mesa donde unos ancianos juegan al mus, desparramando orujos y amarracos.”

Resulta difícil encontrar hoy en día una novela que aúne tantos alicientes, que abarque tantos segmentos de lectores tipo y que deje tan buen sabor de boca al ser degustada. Toda generación necesita sus trovadores, sus escritores, sus cronistas literarios. ¿Por qué para esta época no ha de ser esta novela el referente perdurable? Adéntrense en el mundo de Ernesto Colsa, en su Cieno, y déjense llevar por esta novela fascinante y llena de lirismo desde sus primeras páginas, con una factura perfecta y una indiscutible calidad literaria que convertirá a su autor, si no lo es ya, en una referencia para una generación, la nuestra, la que ha vivido (y aún vive) la crisis de los 2000 en sus propias carnes y que lucha con todo su empeño por salir de ella sin renunciar a mostrarse crítica, incluso corrosiva, con los causantes de cuanto ahora sufrimos. Porque de aquellos polvos vienen estos lodos.   

 

Los señores de Wall Street no comen pescado crudo, de Javier García Cellino. 1/07/2013

Los señores de Wall Street no comen pescado crudo

 

 

 
 
Los señores de Wall Street no comen pescado crudo
Javier García Cellino
Septem Ediciones
Oviedo, 2013.
 
 
Leer un capítulo pulsando AQUÍ
 
 
Sinopsis:

Julio Colinas, antiguo comisario de policía de Nalón, convertido en un detective privado que reside en Madrid, asiste a una conferencia en los salones de la Federación de Empresarios Madrileños sobre las recientes medidas económicas adoptadas por el gobierno. Mientras el presidente de la Federación va desarrollando su discurso sobre el alcance y el significado de esas medidas, es asesinado de un disparo al corazón.

A partir de ese momento, y con la ayuda de un cuadernillo de poesía que recibe al día siguiente en el buzón de correos, y que lleva por título “Los señores de Wall Street no comen pescado crudo”, Julio Colinas se dedicará a investigar una sutil trama, aderezada con toques humorísticos, donde se darán cita las ideologías, el negocio de las drogas, las estrategias sindicales o las influencias de la Red, entre otras cuestiones de actualidad.

El desenlace nos mostrará un abigarrado calidoscopio humano, en el que se irán proyectando las distintas tensiones que vertebran la sociedad.

Historia golfa de las monarquías hispánicas: Diego Medrano o el ensayo afterpunk, por Ernesto Colsa. 17/06/2013

Historia golfa de las monarquías hispánicas
 
 Historia golfa de las monarquías hispánicas:
Diego Medrano o el ensayo afterpunk

 

 

 

 Después de un montón de novelas, varios poemarios, un par de colecciones de relatos, un libro de correspondencia —que le ha llevado a declarar en los estrados— y un quintal de colaboraciones en prensa que, según sostiene, no se molesta en conservar, Diego Medrano se ha atrevido a abordar en esta ocasión el siempre exigente arte del ensayo.

 

» Ilustra un catálogo de extravaganias

de las coronas hispánicas

 

Además, lo ha hecho mediante un voluminoso trabajo cuyo objeto de estudio, a pesar de la heterodoxia del planteamiento, no puede resultar más ajeno a la iconografía patibularia con que se identifica el universo del autor, quien trata de ilustrarnos ahora con un catálogo de las extravagancias en que han incurrido los sucesivos titulares de las coronas hispánicas desde los godos a la actualidad. Pero Medrano falla en su empeño, y es precisamente en este fallo donde radica la genialidad de la obra, porque nada más rebasar el primer párrafo uno comprende que en su caso la adscripción a un género deviene irrelevante, pues el estilo, potente y siempre reconocible, lo trasciende, y eso significa haber logrado un carácter como escritor al que todo aquel que se tenga por tal tiene la obligación de aspirar. El lector no primerizo en la obra de nuestro reseñado reconocerá de inmediato esa prosa lenguaraz y alambicada que supura erudición por todos sus recovecos, un ejercicio de manierismo retórico que nunca deja de sorprender por mucho que la lectura continuada de la obra medraniana termine por hacer que uno identifique sus resortes.

 

» El verbo de Medrano es tan torrencial

como disparatado su discurso

 

Medrano denomina «Historia-Punk» a este tratado de anacronismos que se vende como ensayo pero no quiere serlo, entreverado de citas -como suele ser en él habitual-, diálogos de taberna, agresivas metáforas y unos cuantos hallazgos más que por sí mismos justifican la lectura. Pero lo verdaderamente punk, aunque él no lo sepa, es el método de afrontar su trabajo, disciplinado a machamartillo, pues nunca sale a emborracharse por las tascas de su barrio sin haber escrito sus cinco folios diarios, al modo en que otro, en sus propias palabras, se tortura en la bicicleta estática. Y cuando uno conoce al autor solo puede asombrarse de que semejante hombretón rubicundo, repeinado y con un atuendo que diríase diseñado en el más sórdido seminario encierre a un verdadero hombre de las tabernas. 

 

» un autor reconocido no solo puede permitirse el lujo de desbarrar,

sino que la clientela así se lo demanda.

 

El verbo de Medrano es tan torrencial como disparatado su discurso, pues yo, cuando lo leo, no quiero que me haga una exégesis de la batalla de Las Aljubarrotas, sino que me hable rijo desmedido de Fernando VII, de las taras de El Hechizado, de la brutalidad de la dinastía goda o de las «debilidades» de la Casa de Borbón. Solo así, obviando esa verosimilitud que tampoco se le exige, llegan a comprenderse las boutades del autor, como esa en la cual afirma que solo por su participación en el golpe de Estado el actual monarca ya se merece su salario. ¿O me equivoco y Medrano se adhiere a la tesis oficial? Mas ya nada sorprende desde que Dylan se convirtió al cristianismo, y uno concluye que, si el prestigio logrado tiene sólidos cimientos, un autor reconocido no solo puede permitirse el lujo de desbarrar, sino que la clientela así se lo demanda.

¿Qué será lo próximo, Medrano? ¿Vidas de santos, un manual de urbanidad, una monografía de Derecho administrativo…? Sea como fuere, allí estaré yo, igual que siempre, dispuesto a recrearme en la hermosura de tus dicterios.

 

Ernesto Colsa es escritor.

 

Trance, de Danny Boyle. Por José Havel. 14/06/2013.

 

Muñecas rusas

Trance, de Danny Boyle

Por José Havel

 

El cineasta inglés Danny Boyle, ganador del Oscar al mejor director gracias a Slumdog Millionaire (2008), obra premiada con ocho estatuillas en total, ya había trabajado antes con el guionista de Trance (2013), John Hodge, en dos de sus primeros éxitos: Tumba abierta (1994) y Trainspotting (1996), cuya secuela se espera para 2016. Como estos títulos primerizos, la última película de Boyle, remake de un oscuro telefilme británico sin gloria realizado en 2001 por Joe Ahearne, se erige en placentero juguete más allá de la dura peripecia que atraviesan los protagonistas.

Perito en arte, Simon (James McAvoy) roba El vuelo de las brujas de Francisco de Goya mientras se subasta, en connivencia con una banda de malhechores liderada por el mafioso Franck (Vincent Cassel). Pero durante la operación recibe un violento golpe en la cabeza. El percance le hace olvidar dónde ha escondido el lienzo español. Ni las amenazas ni la tortura le hacen recuperar la memoria. Para resolver el asunto, escudriñando los intrincados laberintos de la mente del amnésico Simon, Franck contrata a Elizabeth (Rosario Dawson), especialista en hipnosis, figura axial del relato a la postre. Entonces todo se confunde y resulta difícil hacer pie en una realidad cambiante, arremolinada, sin nitidez, difuminadas las fronteras entre la consciencia y el subconsciente.

Danny Boyle retoma el cine de entretenimiento puro en forma de rompecabezas gigante. Así se presenta este thriller lúdico, un heist film que pretende dinamitar desde dentro el subgénero de las películas de atracos con su caligrafía febril, en busca de elevarlo al clímax. El paroxismo formal, soporte de una mixtura de géneros de sorpresivo rumbo, corre vecino a la matización emocional de la narración. Al contrario de lo que sucede habitualmente en las gangster movies, en Trance los personajes son fueras de la ley inexorablemente solos. Seres en pleno triple salto mortal sin red, ninguno tiene un plan B, familia o estructura que sustente sus acciones.

Prima hermana del Origen (2010) de Christopher Nolan, esta pesadilla soñada con ojos abiertos nos invita a un alucinado juego de muñecas rusas, servido conforme al estilo característico de Boyle: montaje chisporroteante, ritmo adrenalínico, música en apoteosis. No hay aquí el sustrato espiritual de las obras inmediatamente precedentes del autor: Millones (2004), Sunshine (2007), Slumdog Millionaire, 127 horas (2010). Pero tampoco procede ponerse grave ni trascendental. Trance palpita, por voluntad propia, como vistoso espectáculo hecho de sensuales fuegos de artificio. Esa es su ambición prioritaria.

  

Parodia que algo queda, por Javier Lasheras. 13/06/2013

Club la Sorbona de Luis Artigue
Parodia que algo queda.
 
 
 
 
En la portada de la última obra de Luis Artigue (León, 1974) se puede leer en un apunte entrecomillado que se trata de «una novela negra, psicológica y de alterne». Bueno, es una forma de verlo, porque para quien suscribe, una vez llegado al final del libro se me impone la certeza de que el aviso es inexacto. Y esto me parece así porque Club La Sorbona (reciente Premio Miguel Delibes de Narrativa 2013) contiene sin prejuicios ni tapujos todos los elementos sustanciales de una parodia carnavalesca que se demora, y caracolea, en una burla constante. La imitación como recurso, en manos de Luis Artigue y para este caso, consigue elevarse por encima de la propia historia que dibuja con una larga voluptuosidad, hasta lograr ensañarse sutilmente con las claves nigérrimas que conforman el núcleo del propio género negro. Ya sea con la crítica a la sociedad, la hipocresía social, las trampas de las mujeres fatales o los antihéroes, la vuelta de tuerca en Club La Sorbona está asegurada hasta el final, o precisamente en el mismo final. Aunque otra cosa es que la tuerca se ajuste bien al tornillo y éste funcione, asunto que lógicamente queda en manos de cada lector.
 
» Club La Sorbona es una novela diseñada
para una ejecución conspicua. 
 
Con todo, Club La Sorbona es una novela diseñada para una ejecución conspicua —en ocasiones morosa— donde los personajes, tomados en bloque, juegan un papel secundario si los comparamos con ese otro gran personaje que conforma el paisaje, el ambiente y el significado de Violincia, trasunto geográfico de un territorio global que, en esencia, pretende ser casi cualquier lugar de la civilización occidental y que el autor llena de complementos descriptivos en cada ocasión que se le presenta, ya sea a través de Lauro Arrabal o de cualquier otro personaje: malditismo y culpabilidad social (p.141), pueblo de la salud (p. 202), cainita y precario en urbanidad, de gente fascinante y empleos inverosímiles (p. 237), un pueblo venial que es un resumen del mundo (p. 233).
 
» La verborrea lúdica es un recurso más
para mayor resalte de Violincia
 
En cuanto a los personajes, parece que la verborrea lúdica de alguno de ellos —Arnau, Mr. Tatel, el Alcalde o el propio Lauro Arrabal— constituye un recurso más para mayor resalte de Violincia, quedando algo desprotegido el flanco femenino, ya sea por la voz del narrador o por las líneas menos firmes aunque más llenas de peripecias afectivo-sexuales que el autor les dedica, en comparación con sus compañeros de reparto.
 
Si bien el resultado general complace (el uso valiente de diversas técnicas narrativas, los flecos poéticos, la urdimbre inicial, la alegría léxica, etcétera), conviene advertir —sin entrar en juicios o valoraciones— un gusto por el exceso en la enumeración, en las interjecciones y en la adjetivación. Además, ciertas derivas argumentales ya sean de carácter psicosexual o sociológico (p.120) así como idealizaciones en la función social de las meretrices en la salud pública, pueden resultar ingenuas en exceso. Es posible entender que ello esté justificado por la necesidad que se deriva del recurso paródico que Luis Artigue domina y expone sin complejos (por ejemplo en la p.209, primer párrafo: la mofa de la historia sin contar y el caso sin resolver a estas alturas de la jugada), siguiendo o al menos teniendo en cuenta la tradición paródica: desde la griega hasta Cervantes y el siglo de Oro, pasando por todas las influencias que el propio Artigue esté dispuesto a declarar. Al fin una historia que puede resultar desconcertante (p. 274) tal y como le parece a ese detective privado que es Mr. Tatel, pero que satisface por el riesgo refinado que el autor asume al tratar de dotar a la ficción de una verosimilitud que se ancla en una realidad múltiple.
 
» Más sutil que desopilante, más rica en matices que en verdades
y más consistente en el lenguaje que en verosimilitudes o peripecias. 
 
Ciertamente no es un libro para todo tipo de lector, pero si alguien desea encarar este verano con una entrada fresca y ligera hará bien en transitar sus páginas con la levedad que la estación aconseja. Así, Club La Sorbona se define mejor como una novela más sutil que desopilante, más rica en matices que en verdades, más consistente en el lenguaje que en peripecias o verosimilitudes. Al fin, la industria de ese vaivén febril entre la realidad y la ficción que unas veces llamamos entretenimiento y otras imaginación y literatura, según. Y al cabo, el delirio, que al igual que ocurre con el relato de ciertas fantasías, es un error necesario, tal como apuntara y demostrase Carlos Castilla del Pino, que de estos asuntos sabía un rato.
 
Javier Lasheras es escritor
 

Entrevista a Carlos Iglesias Díez. Por David Fueyo Fernández.07/06/2013.

 

Entrevista a Carlos Iglesias Díez
 
«Me gustaría reflejar una mínima parte de la belleza
que late oculta detrás de las pequeñas cosas cotidianas»
 
Por David Fueyo Fernández
 
 
Encuentro a Carlos Iglesias de domingo por la mañana en el rastro de Oviedo. Es el primer domingo soleado en un par de meses y los dos tenemos mono de revoltijo de libros en la zona más anárquica del rastro ovetense. Ante nuestros pies un amasijo de cables, ropa vieja, juguetes, películas en VHS y libros. Libros y más libros, aunque no tantos como nosotros quisiéramos, bibliófilos casi convertidos en bibliómanos por falta de tiempo. Mi botín hasta el momento es escaso. Una novela de Villena ya leída y el curioso Fragmentos de pocas líneas de Torrente Ballester en el que leo: “Tienes que aprender mucho si quieres ser un hombre de tu tiempo” [p. 145]. Mientras, Carlos ojea un libro de haikus. He leído su poemario, El niño de arena (nº 33 de la Colección Deva del Ateneo Obrero de Gijón) y surge la conversación.
 
—Carlos, ¿quién es para ti un poeta?
Tal y como afirma Luis García Montero, creo que el poeta es alguien sensible, y a la vez muy curioso, a quien le gusta intentar percibir aspectos poco transitados de la realidad.
 
—Aunque has aparecido en diversas antologías, has ganado premios y publicado plaquettes, ¿ha sido difícil para ti como escritor joven publicar tu primer poemario?
Más que difícil yo diría que ha sido “accidentado”. No fue difícil en la medida en que, al final, pude publicarlo después de todo. Eso sí, hasta llegar a donde ahora está, el libro pasó por una editorial que intentó “regatear” conmigo para poder sacarlo con un precio asequible; por las manos de un editor que casi sin leerlo me dijo que no le interesaba; por las de otro que me pedía casi 1000 euros para editarlo… En fin, que es cierto que el panorama editorial es complicado.
 
El niño de arena son varios poemarios concentrados en uno. ¿Qué te inspira de lo que ves o sientes a tu alrededor para llevarlo a la poesía?
Cada una de las tres partes del libro, de hecho, pertenece a un momento y a una época distinta. No creo mucho en la inspiración, pero a la hora de escribir, lo que más me gustaría es llegar a reflejar una mínima parte de la belleza que late oculta detrás de las pequeñas cosas cotidianas.
—He visto en tu obra influencia de la poesía basada en la naturaleza, incluso en algunas partes se deja ver el tempo de los haikus clásicos. ¿Son para ti una clara influencia?
Sin duda. Esto, de hecho, entra en relación con la pregunta anterior: lo que más me gusta de los haikus, y de la poesía oriental en general, es la capacidad para concentrar en tres líneas, para esencializar en suma, toda la belleza casi invisible del mundo.
—¿Cómo es tu cocina como escritor? ¿Buscas los poemas o vienen sin quererlo?
Pues vienen cuando siento que estoy viviendo algo que me hace vibrar o que me emociona; esa vivencia se matiza luego con algunas lecturas, y creo que es de ahí de donde puede llegar a surgir un poema. Lo que no consigo es separar esa sensación de sentirme vivo del hecho mismo de escribir. Por eso es por lo que a veces creo que me falta suficiente “oficio”, pero, en cualquier caso, es algo que espero ir puliendo con el tiempo. 
 
—¿Es el poeta diferente al resto de los mortales? ¿Pasa para nosotros el tiempo de forma distinta?
Creo que el tiempo, lamentablemente, pasa igual para todos los mortales, incluidos los que escriben. En esa medida, no creo que haya tanta diferencia. Quizá la haya en el sentido de que un poeta, como un fotógrafo, puede aspirar en algún momento a captar y a apresar algunos instantes de la realidad que quizá de otro modo se perderían.
 
—En tus poemas se ven obsesiones similares a las del poeta asturiano Pelayo Fueyo. Niños, arena, tormentas… incluso unos versos del poeta cierran tu poemario. ¿Es cierto este influjo?
Sí, es cierto. Siempre me sentí muy identificado con el mundo simbólico de Pelayo Fueyo, con su memoria llena de espejos, niños abandonados, juguetes rotos, mujeres evanescentes…siempre con un fondo nocturno y con luna llena.
 
—¿En qué situación ve a la literatura asturiana un joven poeta como tú?
Veo que, a pesar de la crisis y los recortes, no se escatiman esfuerzos para mantener una vida literaria activa, tanto en lo que se refiere a la cantidad de publicaciones como a la organización de recitales, presentaciones y otros actos literarios.
 
—¿Cuáles son tus planes de futuro en el ámbito literario?
No tengo planes a largo plazo. De momento, me gustaría seguir promocionando el libro, y tal y como hago siempre, seguir leyendo.
 
Después de nuestra animada charla nos despedimos. Sabemos que volveremos a encontrarnos, en el revoltijo de la vida, en el de las letras o ante un puesto del rastro, aunque en las letras será donde, espero, tengamos los dos mucho que contarnos. Regreso a los fragmentos de Torrente Ballester, abro al azar y leo: “En este país, dedicarse a la poesía es apuntarse a pobre, pero a lo mejor los tiempos cambian” [p. 325].  

 

El niño de arena
Carlos Iglesias Díez
Ateneo Obrero de Gijón
Colección Deva, nº33
Gijón, 2013

 

Cieno, de Ernesto Colsa. 4/06/2013

  

Cieno

Ernesto Colsa

KRK Ediciones. Colección Valkenburg.

Oviedo, 2013

 

Cieno es una atroz diatriba contra el bucolismo, la vuelta al terruño y la presunta bonhomía del labriego. Cieno se alza como una excrecencia envenenada en contra de este y otros lugares comunes, mas la novela dispersa sus andanadas hacia cualesquiera puntos cardinales, pues no hay grupo que escape a la vehemencia del exabrupto: médicos, funcionarios, toxicómanos, representantes públicos, clerigalla, juventud alternativa… La mugre, el oropel y la impostura inherentes al ejercicio de las potestades públicas conforman en Cieno una ceremonia de atavismos que solo merecen la más furibunda denuncia. Para ello, el autor se sirve de la hermana pobre de las administraciones españolas, los ayuntamientos de pueblo, entidades donde quedan al descubierto en toda su crudeza siglos de chapuza nacional y despilfarro de caudales, ocho mil y pico corporaciones de exorbitantes atribuciones gestionadas por unos representantes de lo más inepto a quienes asisten adocenados burócratas que ni siquiera se cuestionan lo absurdo de sus tareas. O por lo menos eso opina el anónimo protagonista. 
Paradigma de novela de la crisis, Cieno transcurre en el lapso previo a la debacle económica, cuando la holgura presupuestaria de las administraciones daba pie a financiar los mayores dislates sin que nadie exigiera explicaciones por ello. Cieno se cisca en las convenciones, en la ética profesional y, sobre todo, en las bondades de la vida sencilla, incompatibles para quien pretende exprimir la existencia solo para deleitarse con la voluptuosidad de la venganza, «el único lujo del proletariado». Porque quien se erige en abanderado de la lucha contra estas corruptelas no lo hace por algo remotamente parecido al altruismo; el narrador no es, ni mucho menos, un burócrata de intachable conducta, sino el sujeto más ruin, torticero y descreído que hayan generado siglos de función pública, un secretario municipal recién incorporado cuyo puesto no es que le venga grande, sino que desborda por completo las endebles costuras de su bisoñez. Pornófilo, drogodependiente, obsesivo compulsivo, cleptómano, rencoroso hasta la exasperación… ninguna neurosis de nuestros días le resulta ajena. Y si presentaba tales credenciales antes de llegar a su destino profesional, diversos episodios vergonzantes y un abrupto desengaño amoroso terminan por convertir su miserable existencia en una verbena de dipsomanía y disparates. Con tal andamiaje, el desenlace de la peripecia dista mucho de la catarsis… 

Presentación de La Regenta de Clarín en edición digital. 03/06/2013.

 

 
Presentación de La Regenta de Clarín
en edición digital
 
 
Lunes, 03 de junio de 2013, 20:00 horas
Club de Prensa Asturiana (La Nueva España), Oviedo
 
 
Participan: 
Andrés Amorós, autor del prólogo y notas
José Luis García Martín, crítico y director de la revista "Clarín"
Liz Perales, editora de Bolchiro