El invierno a Martín López Vega le pasa como una bendecida anunciación reposando en la enredada espiral de los libros. Con paciencia de labrador ha ejercido de todo en el mundo de la literatura: escritor, traductor, editor, crítico, antólogo y librero. Actualmente traduce con tiento y sin pausa, aguardando que un verso propio le suscite el terremoto sereno de la poesía. Sus versos conocen cercanía y lejanía, están cercados por un sentido de la observación que apuntan hacia la proximidad de la ternura. López Vega se siente participe del mundo y sabe que las palabras mueven su eje y conducen a los paraísos saludables en los que se reconoce todo ser humano.
—¿Está su poesía nutrida de la fuente de la tradición y del viaje de la vida?
Eso es lo que me gustaría. Me gusta la poesía que me ayuda a vivir mejor; la poesía sin la vida no vale de nada (puede ser un buen refugio, pero soy de los que prefieren la intemperie), y la vida sin la poesía es como el café descafeinado, la cerveza sin alcohol o la leche deslechada.
—¿Se siente un poco coleccionista de poetas y lugares?
Me gusta guardar conmigo las cosas que me hacen mejor y ser más feliz, y entre ellas, claro, hay unos cuantos poetas y unos cuantos lugares. Cada uno tiene los suyos, pero entre los míos no faltarían ni Brodsky, Herbert, Milosz, Amijai o Carson, del lado de los poetas; ni Roma, Oporto o Madrid, del lado de las ciudades.
—Ha sido editor, ¿es un oficio tan enrevesado y costoso de alegrías como el de escritor?
Depende de lo que uno le pida. Nunca me he tomado ser escritor como un oficio, y creo que, al menos en mi caso, tiene dos partes bien diferenciadas. Primero, escribo poemas porque me ayudan a entenderme y a subir escalones vitales. Con eso me basta. Luego, además, como soy muy lector y me gustan mucho los libros, incluso como objeto, me gusta que mis poemas se editen entre los que me gustan. He sido muy afortunado y mis libros se van publicando según los voy escribiendo, pero esa es toda la alegría que uno espera. Las demás (tener lectores, que a uno le inviten a leer aquí o allá…) son de regalo. Siendo editor uno entiende el otro lado: que no siempre se puede publicar todo lo que a uno le gustaría, que este es un negocio ruinoso casi siempre, que hay que agradecer a los editores de poesía que lo sean jugándose sus cuartos…
—¿Qué tienen de polo de atracción países como Portugal e Italia?
Para mí son dos casos distintos. Cuando era muy joven y tenía ganas de conocer otros países, otras lenguas, otras tradiciones… Portugal resultó ser el extranjero más barato (en mi caso, el único que podía permitirme). Luego, además, resultó menos extranjero de lo que pensaba. Objetivamente, para un poeta, la tradición portuguesa es esencial, mira sólo el siglo XX: Fernando Pessoa, sí, pero también Sá Carneiro, y luego Eugénio de Andrade, Sofia de Mello, Jorge de Sena, Rui Knopfli, Rui Cinatti, Mário Cesariny, Fernandes Jorge… Y podía uno seguir y no parar, incluso entre poetas jóvenes sigue siendo un país del mayor interés. Italia es muchas otras cosas. También la tradición poética, pero sobre todo esas ciudades en las que parecen convivir todos los momentos de la historia. Personalmente, Roma es la capital de mi alma, ese lugar que todos tenemos en el que todo lo que ocurre parece más intenso y en el que nunca hay un momento de aburrimiento.
—¿La traducción exige todavía más reposo que la propia escritura?
La diferencia entre escribir un poema y traducirlo es que cuando lo escribes el borrador está en tu cabeza y cuando lo traduces, en otro idioma. Pero la atención a cómo debe funcionar es la misma. Traducir es la mejor forma de estudiar poesía, y una oportunidad para creer, aunque sólo sea por unos segundos, que uno ha escrito alguno de sus poemas favoritos…
—¿Escribir en asturiano es volver al hogar de las palabras?
Escribir es volver a ese hogar, ver las palabras, reconocerlas, sopesarlas de nuevo, da igual cuál sea la lengua. En mi caso, la primera es el castellano, porque era el idioma que se hablaba en mi casa, pero el asturiano es el otro idioma del lugar en el que he nacido y vivido muchos años, así que el proceso es similar.
—¿Qué proyectos estás acometiendo?
Las próximas cosas que publicaré serán, primero, un libro de ensayo sobre algunos poetas predilectos del siglo XX, que saldrá primero en asturiano en Un mar de duldes, el nuevo proyecto editorial de Xuan Bello, y después en castellano en la editorial Eclipsados de Zaragoza. Y lo siguiente será un nuevo tomo de versiones de otras lenguas, que editará La Bella Varsovia.
—En este momento de crisis global, ¿la literatura debe ser un medio para humanizar el mundo?
La literatura siempre es un medio para que el hombre recuerde aquello que tiene de más humano, para que se reconozca en sí mismo, para que recuerde cuáles son las cosas que en verdad importan.
Después del ciclo dedicado a Darío Argento, el giallo y el poliziesco italianos, el CICA (Centro de Interpretación de Cine de Asturias, sito en 4ª planta del Casino de Asturias) da un giro de 180 grados y ofrece, a lo largo del mes de noviembre, la retrospectiva más amplia que se haya realizado en España de la obra de Clint Eastwood como director. 30 películas que cuentan la trayectoria del hombre con la pistola más poderosa del mundo, el hombre sin nombre, de mirada sobrecogedora, que demostró no sólo ser un actor de rostro impasible, sino uno de los grandes directores de nuestro tiempo. 30 trabajos desde Escalofrío en la noche" (1971) hasta Hearafter: más allá de la vida (2010). Además, el ciclo se completa con 8 conferencias donde críticos, ensayistas, músicos, escritores y columnistas abundarán en las razones por las que sienten una gran pasión por este director, actor, productor y compositor.
El lunes 14, a las 19:30 h., después de la proyección de El jinete pálido (1985) y antes de la de Bird (1988), el escritor JESÚS PALACIOS pronunciará la charla “Eastwood, alégrame el día”. Buen conocedor de la influencia de Eastwood en el western y el cine negro, abordará la difícil tarea de defender aquellas películas menores del director como Ruta suicida (1977), Firefox (1982), El principiante (1991) o Space Cowboys (2000). No por nada los buenos aficionados al cine suelen decir que no hay película mala de Clint Eastwood, porque hasta sus peores películas guardan momentos rescatables o, al menos, dejan entrever la maestría de su director.
El miércoles 16, a las 19:30 h., después de la exhibición de Cazador blanco, corazón negro (1989) y antes de la de Sin perdón (1988), el crítico y realizador cinematográfico JOSÉ HAVEL impartirá la conferencia “El western, paisaje de Clint Eastwood”, desde la que penetrará en el silencioso páramo del western, a través de los ojos de un ángel exterminador. Sin lugar a dudas, el western es el espacio natal de Clint Eastwood y todo lo demás es la traslación de ese ambiente y de esas reglas al mundo urbano. En western conocimos a un tipo duro, ágil con el revólver y resolutivo, sin necesidad de pronunciar muchas palabras. No sabemos si toda la vida de Eastwood comenzó en un desierto de Almería pero sí podemos decir que basta con su aportación al género para pasar a la historia.
Presentación de
Rubén Lardín ha coordinado un nuevo libro, que también ha escrito en colaboración con varios amigos, hombres de conducta ejemplar, ilustrados, sabios y eruditos. Se titula VEN Y MIRA. EL CINE FANTÁSTICO Y DE TERROR EN LA ZONA PROHIBIDA y se pretende un recorrido por el cine fantástico y de terror en sus encarnaciones más “problemáticas”. En sus páginas los autores alzan la voz y se ríen un poco mucho del clima de hiperprotección y censuras que está haciendo por estabularnos para los restos. Por no llorar, efectivamente. Es un libro de cine, pero en él se habla de más cosas, una lectura estimulante no sólo para aficionados.
El texto de contraportada dice así:
«Tras el cristal, La naranja mecánica, Irreversible, Holocausto caníbal, A Serbian Film… El cine fantástico y de terror cuenta con docenas de títulos que, en su momento, por ser capaces de posar la mirada sobre lo impensado o lo insoportable, se entendieron como nocivos para la sociedad en que se gestaron.
A partir de las obras y los nombres propios que se han permitido mirar lo que otros ni siquiera vislumbran, VEN Y MIRA sitúa, gestiona y analiza ese cine considerado amoral, molesto y a contracorriente, al tiempo que trata de responder cuáles son las prerrogativas y las obligaciones de los artistas y si es legítimo, desde la otra parte, prohibir y condenar una obra de ficción.
VEN Y MIRA es un completo recorrido por las sendas vedadas del cine a partir de sus imágenes y discursos más extremados, aquellos que lo han hecho grande y “peligroso”».
Y los autores de los diferentes artículos que componen el volumen son:
Jesús Palacios
Daniel Ausente
Jorge de Cascante
Jordi Costa
Rubén Lardín
Joan Ripollès Iranzo
Nelson de la Rosa
Frank G. Rubio
En una entrevista promocional concerniente a esa nada desdeñable película de romanos que es La Legión del Águila (Kevin Macdonald, 2010), Jamie Bell, el actor que presta voz y apariencia física —vía captura digital de su cuerpo— a Tintín, decía que Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (Steven Spielberg, 2011) se ha nutrido del gran sentido de la acción y de la aventura que hay en los álbumes, así como de sus muchos enigmas y misterios. Y que eso se ha hecho en motion capture, una técnica ya vista en Avatar (James Cameron, 2009), gracias a la cual ha podido controlarse la estética del entorno y permanecer fieles a los dibujos de Hergé, los cuales —subrayaba Bell— han hecho a Tintín tan genial, con sus imágenes cinemáticas, sus colores y su época. Jamie Bell, a quien siempre recordaremos por Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), concluía que por eso mismo la gente estaría muy ilusionada con la película, pues han guardado fidelidad a la esencia de Tintín, y que el mismo Hergé había dicho que si alguien quería adaptar Tintín al cine, ése debería ser Steven Spielberg.
En efecto, Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio demuestra un buen conocimiento de los álbumes de Hergé a través de los elementos de los decorados, ciertos gags y los lances del guión (contrariamente a lo que deja presagiar su título, el largometraje no es una adaptación sin más del álbum homónimo de Hergé, sino la combinación de componentes de tres álbumes, El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y algunos fragmentos El tesoro de Rackham el Rojo, más 25 minutos de peripecias inéditas). Ahora bien, ello no implica que esta transposición en tres dimensiones respete la esencia del universo de Tintín, definitoriamente bidimensional conforme al estilo de la escueta “línea clara” belga que lo plasmó creando estilo.
Medio siglo después del filme en acción real El misterio del toisón de oro, 40 años tras el largo de animación El lago de los tiburones, 36 desde la aparición del último álbum (Tintín y los Pícaros), y 20 tras la emisión de aquella segunda serie de dibujos animados cuya música permanece en todas nuestras cabezas, este Tintín de Steven Spielberg (y Peter Jackson, quien ahora rueda El templo del sol) viene a ser una entrega más de las aventuras de Indiana Jones. Por medio de la inflación de una serie de presuntos aspectos comunes con la saga de Indy —a saber, el espíritu de la aventura, el exotismo, el humor—, Tintín se ha visto americanizado. Como los tres mosqueteros y tantos otros hitos del patrimonio cultural de la vieja Europa, Tintín se ha transformado en una estrella más de superproducción hollywoodiense (véanse la parcial destrucción en dominó de la ciudad norteafricana de Bagghar, o la pelea de grúas portuarias a lo Transformers), quedando difuminada esa idiosincrásica pátina europea suya que lo hace tan auténtico y lo imbuye de encanto.
Cierto es que el relieve de las 3D y el vértigo, a veces histeria, de la versión spielbergiana comulgan más bien poco con la estética y narrativa definitorias del sobrio universo bidimensional de Tintín. Así y todo, es de justicia reconocerle el valor cinemático añadido que la animación digital aporta, pues permite virtuosismos imposibles de filmar en live action. Dignos del mayor elogio son los raccords de montaje, deslumbrantes transiciones a tono con el genial sentido del montaje de Spielberg: la cámara empequeñece un bote de remos a fin de mostrárnoslo a merced de la inmensidad del océano y asimismo para dar paso a la siguiente secuencia, convirtiendo la embarcación en una miniatura sobre el coloso marino a su vez transformado en charco urbano que alguien pisa; una mano que deviene duna de arena; el desierto que se metamorfosea en mar tempestuoso… Aliando atmósfera y ritmo, misterio y dinamismo, serie negra y relato de aventuras, se nos embarca, con la cámara como atlética protagonista de una función formalmente vibrante, en un viaje non-stop durante cuyo transcurso visitamos inhóspitas estancias góticas, nos lanzamos al abordaje de un navío en plena tempestad o, por citar un tercer ejemplo, se nos abandona en las dunas del Sáhara bajo un sol abrasador. Y cada de uno de esos entornos está trabajado al detalle, hasta alcanzar una sensación de autenticidad hiperreal; un trabajo de fotografía que apabulla, de pura brillantez.
LAS AVENTURAS DE TINTÍN: EL SECRETO DEL UNICORNIO (The adventures of Tintin: The secret of the Unicorn). EE. UU., 2011. Dirección: Steven Spielberg. Producción: Peter Jackson, Kathleen Kennedy y Steven Spielberg. Guion: Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, a partir de los cómics de Hergé. Fotografía: Janus Kaminzki. Música: John Williams. Montaje: Michael Kahn. Dirección artística: Andrew Jones y Jeff Wisniewski. Intérpretes: Jamie Bell (Tintín), Daniel Craig (Sakharine), Andy Serkis (capitán Haddock), Simon Pegg (Hernández), Nick Frost (Fernández), Tony Curran (Teniente Delcourt), Toby Jones (Silk), Mackenzie Crook (Tom)… Duración: 107 minutos.
[Versión ampliada del texto publicado en El Comercio y La Voz de Avilés — 28.10.2011]
Sentido y referencia en las obras literarias.
TODAS LAS ACTIVIDADES SON GRATUITAS Y CON AFORO LIMITADO
La dantesca estética de la violencia
Lo acabamos de ver en las últimas imágenes de Muamar el Gadafi agonizante. Esa muestra del final ensangrentado donde la realidad se confunde con la ficción, y donde el miedo se vislumbra en las miradas convulsas de los últimos instantes. Y lo vimos hace unos años con el ahorcamiento de Sadam Husein, el derrocado presidente de Irak, otro gesto barbado ante el lazo impronunciable de la muerte colgando ante sus ojos vidriosos por el terror irresuelto. Lo venimos viendo desde hace muchos años con los muertos provocados por ETA. Esa variada presentación maligna de las víctimas en diferentes posturas, lugares, momentos y circunstancias que nos ofrecía la televisión cada cierto tiempo, siempre sin aviso para prepararnos ante el colapso emocional que nos provocaba ese instante de muerte asaltando los telediarios de cada día a cualquier hora.
El próximo día domingo 23 de Octubre, en el escenario incomparable del Museo Romántico de Madrid (Calle San Mateo, nº 13), a las 18.30 horas, tendrá lugar, dentro de las actividades de la Semana Gótica, la mesa redonda: "La influencia de la literatura en el nuevo cine gótico", moderada por Jesús Palacios y en la que participarán los expertos en el género Roberto Cueto, Óscar Mariscal y Juan Ángel Laguna Edroso.