Muchas cosas guapas: Unas poucas cousas guapas, de Xuan Bello. Por Alfonso López Alfonso (07/05/2011).
“La idea vieno a cenciel.las, pero vieno, pola pruída empluma de la intuición. ¿Ya se deixaba nunos escritos la solombra d’unas poucas cousas guapas, cousas dacuando nunca vistas por outros ya la mayoría compartidas, d’esas que nunca s’esqueicen ya qu’apetecía, se fora posible, enterralas xunto a los tesouros aquel.los de la infancia? Sí, esa podría ser la primera cousa guapa: aquel tesourín que deixemos, Zoilo ya you, enterráu xunto al carbayu aquél, no camín de San Frichoso”. Así empieza, y lo transcribo aquí porque tengo la seguridad de que quien comience a leer estas palabras se verá obligado a leer el libro entero, Unas poucas cousas guapas, de Xuan Bello.
La buena literatura, o al menos la literatura que a mi me interesa, transcurre muy pegada a la emoción. Lo decía no hace mucho el escritor Pablo Andrés Escapa, “la intensidad es una magia que habita invisiblemente en las palabras”, y de esa magia que nos conduce a la emoción está repleta la obra de Xuan Bello, una especie de milagro de las letras asturianas que refulge prácticamente en solitario más allá de nuestras fronteras como digno representante del maremágnum de una literatura que tiene como base una lengua marginada. Poeta antes que prosista y, sin embargo, seguramente el mejor narrador asturiano vivo, Xuan Bello alarga en Unas poucas cousas guapas el camino emprendido con Historia universal de Paniceiros y Los cuarteles de la memoria, la mezcla entre lo universal y lo local, esos puentes íntimos que van del viejo de Bustavil al de Brooklyn, esas historias entre amigos que pasan en Lisboa, en Oviedo o Madrid, ese deambular por los recuerdos y aventuras de la infancia en Paniceiros, de la mano del bisabuelo Padrín, de Zoilo la Fonte, del abuelo, de los vecinos del lugar, o esas caladas a las ciudades que ama: Nueva York, Roma, Coimbra: “Outra vez taba you na Praça da República ya echéi a correr, subiendo las Escadas Monumentais. Al chegar a lo alto, vilu: el sol desangrándose sobre los teyaos de la ciudá, el sentimientu del mundu escul.lando en tódalas palabras qu’escribiera, nas qu’iba escribir”. Hay en este libro como un remedo y una confirmación, una orgullosa vuelta a los orígenes de una visión original y personal tras los desvíos que supusieron incursiones narrativas genéricamente más puras como las novelas La cueva del olvidu o La confesión xeneral. Hay como una vuelta íntima a lo propio, palpable en la lengua, pues el libro está escrito en la variante occidental del asturiano.
Pocos autores, vivos o muertos, han sabido manejar la emoción con la gradación de registros de que es capaz Xuan Bello, pocos tienen su capacidad para mezclar lo de casa y lo de fuera, lo que habla del yo y habla del nosotros, lo que habla de mí y habla de vosotros, pocos su capacidad de seducir, de encantar al lector. Nos hable del rumor del río, de detallados mapas que contienen islas de la imaginación –“dantes que los l.libros, améi los mapas”-, de Álvaro Cunqueiro o de Jorge Luis Borges, de Paniceiros o Gettysburg, siempre hay en sus palabras un soniquete sabio y seductor, un hilo tenue de dulce melancolía, una emoción verdadera. Se decía de los grandes actores del cine clásico: Robert Mitchum, Humphrey Bogart, John Wayne, que su presencia ante la cámara era suficiente para apropiarse de cualquier personaje que encarnaran. No necesitaban actuar. Aplicado a Xuan Bello puede decirse que da la impresión de que él, para encandilar al lector únicamente tiene que ponerse a escribir, hable de lo que hable a eso que llamamos mundo real le brota otra dimensión, aparentemente tan real como las que conocemos, aunque algo más repleta de magia. Ese aura que envuelve todo lo que escribe no se compra ni se vende, no se hereda, ni siquiera –al menos en su totalidad- se aprende. La produce ese insondable misterio al que llamamos talento.
IX Noche de culto de Jesús Palacios: Brit Trash Cinema (06/05/2011).
IX Noche de culto de Jesús Palacios
British Trash Cinema
Siempre nos han contado que son el sumun del buen gusto. La personificación de la exquisitez y la elegancia cinematográficas. Los británicos… ¡esos sí que saben hacer pelis bonitas! “Una habitación con vistas”, “Sentido y sensibilidad”, “Notting Hill”… ¡Y qué series de televisión!: “Retorno a Brideshead”, “Yo, Claudio”, “Arriba y abajo”… El fino humor inglés, el sofisticado fantástico inglés, la cuidadosa ambientación del cine histórico inglés, su detallismo, su pulcritud, sus eruditas referencias y fuentes de inspiración. Incluso nos han vendido la Hammer Films como una elegante Casa del Terror, de alta alcurnia cultural –la novela gótica victoriana- y aristocráticas estrellas shakespearianas –Christopher Lee, Peter Cushing, Patrick McNee, Denholm Elliott, etc., etc.-… Y yo os digo: ¡bullshit! De la de verdad, de la buena. En realidad, la Hammer, hoy reverenciada y reinterpretada como epítome de la sofisticación gótica, era pura exploitation de los 60 y 70. Genuino cine comercial, eminentemente basado en los dos principios inamovibles del género: sangre y sexo, no necesariamente en ese orden. Si además se inspiraba en la literatura gótica del país, no olvidemos que esta era genuina novelucha popular en su día, auténtico folletín barato (a seis peniques el cuadernillo, oiga), despreciada por todo caballero de buen gusto y posición que se preciara.
La Hammer hacía de su razón de ser esencial la exhibición de carne femenina desnuda, una violencia sangrienta y gráfica como no se había visto nunca antes y el desprecio por las cualidades todas que hicieran grande un día al Imperio Británico. La Hammer era pechos voluptuosos, afeminados aristócratas guaperas y corruptos, orgías satánicas, estacazos sangrientos y horrores neblinosos y chapuceros varios, además de mundos perdidos, aventuras casposas, dinosaurios de stop-motion y música tremendista, todo en brillante technicolor. Y por si la Hammer fuera poco, le salieron competidoras incluso más atrevidas en su ejercicio del mal gusto, el descaro comercial y el morbo a granel: Tigon, con los delirios sadianos de Michael Reeves a la cabeza, y Amicus, con sus filmes de episodios a mayor gloria de Robert Bloch, y sus aventuras exóticas bajo la batuta del psicotrónico Kevin Connor. Dos productoras inglesas de genuina exploitation que, de los años 60 a los 80, pusieron a la Casa del Terror contra las cuerdas.
La Noche de Culto de Jesús Palacios os ofrece este año la oportunidad única de disfrutar una genuina sesión de Brit Trash, que os mostrará la auténtica cara de los “refinados” y “exquisitos” hijos de la Gran Bretaña.
*CORRUPCIÓN (Corruption). G. B., 1968. D.: Robert Hartford-Davis. I.: Peter Cushing, Sue Lloyd, Noel Trevarthen. Color, 91 m.
Un delirante plagio de “Los ojos sin rostro” de Georges Franju, casi digno del mismísimo Jess Franco, con un Peter Cushing desatado, que jamás habría podido imaginarse nadie. Fiestas salvajes en el Swinging London de los 60, asesinatos sexuales, free jazz, guapas modelos desfiguradas cruelmente y un rayo láser descontrolado. Ver para creer.
*EL HECHIZO (Witching Time). G. B., 1980. D.: Don Leaver. I.: Jon Finch, Patricia Quinn, Prunella Gee, Ian McCulloch. Color, 60 m.
El primer episodio de la mítica serie Hammer House of Horror, conocida en nuestro país como “La Casa del Terror”. Tras abandonar la gran pantalla, la Hammer se refugió durante un breve tiempo en la pequeña, pero sin olvidar sus virtudes principales: desnudos gratuitos, argumentos improbables y buenos actores –Jon Finch- al borde del ridículo. Brujería, sexo y celos, como en los tiempos del bueno de Will (Shakespeare).
*VAMPIROS (Incense for the Damned). G. B., 1972. D.: Robert Hartford-Davis. I.: Patrick McNee, Peter Cushing, Alexander Davion, Edward Woodward. Color, 87 m.
Una joya del trash británico, tan absolutamente trash que ni su director (¡Sí: el mismo de “Corrupción”!) quiso firmarla con su nombre, estrenándose en su día firmada por Michael Burrows, seudónimo de Hartford-Davis. Aunque se rodó en 1969, no se distribuyó hasta 1976, con excepción de algunos pases en 1972. Existe una versión francesa con insertos de orgías pertenecientes a otras películas… O sea, un auténtico clásico de la exploitation. Nunca se vieron tantos actores de prestigio ingleses en un subproducto tan absurdo y delirante: mitos griegos, desnudos gratuitos, bailes estilo Zorba, vampirismo sexual, neopaganismo, sadomasoquismo, rebeldía estudiantil, antropología barata, homosexualidad, chistes racistas, visitas turísticas, sectas psicodélicas, disciplina inglesa, trepidantes persecuciones en burro… ¡No le falta de ná!
Y ADEMÁS…
Tráilers míticos de filmes no menos míticos (“Witchfinder General”, “Los brujos”, “Drácula 73”, “Viaje al mundo perdido”…), videoclips del mejor/peor britpoprock, cuentos de ultratumba y documentales varios. No te pierdas la fiesta del Brit Trash: el exquisito cine-basura de terror y fantasía que le gustaba ver al difunto Benny Hill.
Jesús Palacios
Lectura de Nieves Viesca. Madrid. 6/05/2011
La conciencia lúcida de Sabato, por Mariano Arias. 2/05/2011


ute;n infernal pero frígida, quedamos así durante esos instantes que no forman parte del tiempo sino que dan acceso a la eternidad. Y luego, cuando mi conciencia volvió a entrar en el torrente del tiempo, salí huyendo.
Stéphane Hessel o la enfermedad infantil de la revolución, por Mariano Arias. 27/04/2011
Stéphane Hessel
¡Indignaos!

Lectura de varios autores. Día del Libro. LIBRERÍA CERVANTES. Oviedo. 27/04/2011
11-11.15
NACHO SÁNCHEZ VICENTE
11.15-11.30
SAÚL FERNÁNDEZ
11.45-12
BLANCA ÁLVAREZ
12-12.15
NIEVES VIESCA
12.15-12.30
LETICIA SÁNCHEZ
12.30-12.45
DAVID SERNA
12.45-13
PEDRO ANTONIO CURTO
13.15-13.30
MOISÉS MORI
LUZ PONTÓN
13.30-13.45
ARMANDO MURIAS
13.45-14
RODRIGO OLAY
14.00
TARDE
17-17.15
JOSÉ ANTONIO ORDIZ
17.15-17.30
HELENA NIETO
17.30-17.45
ROSARIO NEIRA
18-18.15
MIGUEL MINGOTES
18.15-18.30
CARMEN SUÁREZ TRAPIELLO
CELSA MUÑIZ
JOSÉ RAMÓN LÓPEZ GOYOS
18.30-18.45
MARIANO ARIAS
18.45-19.00
ERNESTO COLSA
19-19.15
EUSEBIO RUIZ
19.15-19.30
IGNACIO ABELLA
19.30-19.45
JOSÉ LUIS LÓPEZ FERNÁNDEZ
19.45-20,00
JUANJO BARRAL
20-20.15
ESPERANZA MEDINA
20.30-20.45
RICARDO LABRA
La trilogía rural lorquiana: De cómo la tragedia se convirtió en drama. Por Violeta Varela Álvarez (16/04/2011).
En el presente artículo deseo realizar una aproximación crítica a la concepción de lo trágico que ejerce Lorca en su conocida trilogía teatral. Hemos de comenzar diciendo que Lorca, efectivamente, presentará en sus obras la clásica dialéctica ética-moral (cuerpo individual y normas grupales) que caracterizaba, entre otras cosas, a la tragedia griega, pero añade una diferencia fundamental con respecto a la tragedia antigua: el no contemplar nunca el punto de vista estatal o socio-político. La concepción lorquiana de la ética es, además, sumamente física, muy fiel a la clásica definición espinosista: el héroe afirma la total posesión sobre su cuerpo frente a imperativos morales de cualquier tipo. Es así en el caso de Adela, de la novia y de Leonardo.
Las obras de la trilogía lorquiana (Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba) acabarán desembocando en el drama porque pretenden aislar al individuo del marco moral y político en que se da efectivamente inserto. Lorca empieza y agota la tragedia en las pasiones del héroe y en sus emociones. Despoja a la tragedia de su importante valor político. Aleja a los héroes de su condición socio-política y los vuelve universales, pero a la vez los convierte en idealistas, al pretender separar al individuo del grupo (reduciéndolo, a lo sumo, al ideal de la pareja enamorada y apasionada) lo separa de sus raíces y lo entrega a una caracterización metafísica de su individualidad y de su libertad. La moral es una cárcel que no puede nunca retener a los sujetos que se erigen en héroes en las obras de Lorca. El ideal lorquiano sería la eliminación de la red que envuelve a todo individuo y la reducción del mundo a los deseos y voliciones de la persona. La moral y el derecho, las normas, conducen a la eliminación física del individuo; la ética se hace en Lorca absolutamente incompatible con la moral en el caso de los héroes de sus obras.
Yerma es la única heroína de la trilogía que pretende hacer valer sus deseos dentro de un marco moral y jurídico, el matrimonio, pero fracasará tan estrepitosamente que acabará matando a su marido, eliminará su persona negando así el ámbito en el que había intentado lograr el cumplimiento de sus intereses. Disolverá el matrimonio violentamente, a través del asesinato. Lorca lo plantea así: la moral es el mayor obstáculo para la libertad. Sus héroes intentan ser libres a pesar del grupo, y la búsqueda de la libertad acaba siempre con la aniquilación del héroe o de la heroína o con la negación violenta de la moral.
En los dramas lorquianos, la crítica social no posee ningún sentido y jamás está presente porque lo que falla, para Lorca, es la moral, el concepto de sociedad en sí, la idea de que el hombre puede desarrollarse libre y felizmente en comunidad. La moral, sea cual sea el código en cuestión, ahoga la libertad del individuo y, en el caso de los individuos excepcionales que no pueden resignarse a la pérdida de la libertad, la moral acabará forzando la aniquilación física del individuo que pretende hacer valer la libertad en el seno de cualquier grupo: familia, sociedad, etc. Lorca no critica, sino que retrata y constata la muerte y ahogamiento del individuo dentro del grupo, y todo lo hace en virtud de un sistema de pensamiento que contempla las normas éticas -las que tienen como centro al cuerpo del individuo- como las únicas legítimas, y conforme a un concepto de libertad metafísica que se identifica con la imposición en el vacío de los deseos, voliciones y apetencias del individuo al margen de cualquier coacción moral o jurídica. Las únicas coacciones ajenas al individuo que admite Lorca son aquéllas que derivan de la atracción amorosa, es decir, coacciones que pueden ser contempladas éticamente como manifestación de generosidad, como ansia de compartir la libertad esgrimida con la persona amada al margen de toda intromisión del grupo. El problema es que el hombre se desarrolla en comunidades morales y políticas y las exigencias lorquianas se vuelven absolutamente metafísicas e idealistas a la luz de este dato. Sus tragedias podrían resolverse en muchas ocasiones con algo tan sencillo y jurídico como el divorcio, pero a Lorca no le interesa reivindicar ninguna solución que tenga cabida en un ordenamiento moral o jurídico porque, para él, la moral es la tragedia. Su objetivo dramático no es indagar en los problemas sociales y en sus posibles soluciones morales o jurídicas. En su concepción de lo trágico acabó desembocando en el drama al negar toda relevancia de lo social y lo jurídico en la vida de los hombres. Sus dramas se hallan presos de una feroz concepción individualista de corte romántico. A Lorca no le interesa la sociedad en absoluto, su ideal de vida sería aquél que lograse eliminar por completo todas las clases o grupos que rodean, modelan y condicionan la vida individual considerada éticamente.
Este enfrentamiento dialéctico hace que las obras de Lorca tengan una excepcional potencialidad trágica, pero nuestro poeta y dramaturgo optará por una vía de resolución y desenlace que lo alejará de la senda de lo trágico: Lorca agotará la tragedia en una experiencia individual, intransferible y psicológica. No se trata de criticar una sociedad clasista o represiva, se trata de negar por principio la validez de toda norma social y de investigar las consecuencias dramáticas que tales normas y coacciones producen en ciertos individuos que no logran adaptarse por ser más permeables a sus instintos. Lorca refleja la moral de la sociedad de su tiempo: clasista y católica, pero no pone su crítica al servicio de la reivindicación de una sociedad más justa, Lorca pretende demostrar la perversidad de toda norma que no tenga por origen el cuerpo individual y sus deseos.
Unido al protagonismo de la dialéctica ética-moral, es fundamental en Lorca la dialéctica entre la Norma, entendida siempre como represiva, y la libertad subjetiva. ¿Qué concepto de libertad maneja Lorca? Un concepto impulsivo, como reacción contra la represión, un concepto que supone que la libertad es que el hombre pueda actuar fuera de toda coacción social o moral. Se trata de un concepto subjetivo de libertad, totalmente idealista y metafísico, que el dramaturgo encarna en personajes como Adela. Encajaría a la perfección con lo descrito por el Romanticismo alemán: es la libertad que brilla en su ocaso, es la rebeldía frente a lo que nos viene dado. Bernarda marcaría y asumiría entonces el rol del Destino contra el que se rebela Adela. La libertad en los héroes lorquianos nace siempre de la pasión, es reactiva, jamás nace de la inteligencia, no contempla capacidades ni medios para lograr determinados fines en determinados contextos. Se contempla como una libertad para hacer valer las exigencias del cuerpo de una forma absolutamente irreflexiva. Lorca pretende que la libertad radica en la huída o eliminación del contexto que envuelve al individuo; sólo le interesan los fines, jamás las capacidades ni el ámbito en el que se ha de desenvolver la acción. Se trata de un concepto absolutamente utópico, por eso en sus obras la libertad siempre fracasa. El mensaje es simple: mientras el hombre deba desenvolverse en contextos que superen su individualidad, la libertad no existirá. La libertad, en las obras de Lorca, no sería uno de los bienes de este mundo. La libertad brota de la ética pero, lejos de tener que desenvolverse en el ámbito de la moral, Lorca ejerce en sus obras la tesis de que la libertad debe darse al margen de cualquier ámbito que supere el campo de la fortaleza (entendida como firmeza: lo que refiere al cuerpo propio, y como generosidad: lo que respecta al cuerpo de la persona amada y deseada). No cabe un concepto más irreal de libertad. La moral toma en Lorca la forma de un Destino insalvable. El determinismo se da siempre en el seno de la moral, como en “Bodas de sangre”, donde el destino marca a las familias y a sus miembros. No creemos que haya que confundir la fuerza pasional que empuja a los amantes en “Bodas de sangre” con el destino. Lo que impulsa a los amantes es la fuerza de la atracción sexual; el determinismo, en cambio, vendría de la necesidad moral que impele a la novia a unirse al novio en una boda realizada por motivos económicos.
Con el teatro lorquiano, dejando aparte su evidente belleza, estamos ante una manifestación literaria sumamente dialéctica y riquísima en lecturas, pero lo que desde luego no cabe en sus obras, a mi entender, es una lectura política en términos de progresismo, como se nos quiere vender por parte de tantos intérpretes interesados en usar a nuestro clásico de una forma ideológica que no se extrae en absoluto de sus textos, ya poéticos, ya teatrales.
De todos modos, deseo aclarar que la lectura política de una obra teatral, como lo puedan ser las tragedias griegas, difícilmente puede nunca, cuando la pieza es buena, encuadrarse en una opción política cerrada y simple. Nada tiene que ver el análisis político de una obra con la utilización ideológica y simplista de los textos literarios que tan de moda se ha puesto hoy en día, como si se pretendiese presentar a Lorca, o a cualquier otro, como un potencial votante del PSOE o de IU, por ejemplo, o cosas por el estilo. Cuando hablamos de un teatro político, como el de la Antigüedad clásica, se trata, fundamentalmente, de un teatro que reflexiona sobre la dimensión socio-política del hombre, sobre sus relaciones con la ley, con el Estado, con la familia… La tragedia griega era hija de su tiempo. La democracia era una creación muy reciente y trajo consigo una serie de problemas que requerían de una reflexión profunda porque el hombre, como bien enunció Aristóteles, es indisociable de un contexto político más amplio que lo envuelve y que lo determina. En este sentido, digamos que en Lorca sí encontramos reflexiones políticas de este tipo (reflexiones no meramente partidistas), y su teatro evidencia un abismo filosófico con respecto a los griegos: es la representación de quien ya no ve en la sociedad ningún tipo de beneficio para el ser humano, es la negación de la política como forma de articulación social, es el individualismo romántico contra el comunitarismo helénico. Pero en el fondo, el apoliticismo no deja de ser también una reflexión sobre el hombre en términos socio-políticos y, aunque sea una reflexión idealista, pone el acento en ciertas realidades que la tragedia griega desechó y que, al fin y al cabo, también son importantes para los hombres.