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Muchas cosas guapas: Unas poucas cousas guapas, de Xuan Bello. Por Alfonso López Alfonso (07/05/2011).

 
 
Xuan Bello,
Unas poucas cousas guapas,
Ámbitu, Uviéu, 2009.
 
 

“La idea vieno a cenciel.las, pero vieno, pola pruída empluma de la intuición. ¿Ya se deixaba nunos escritos la solombra d’unas poucas cousas guapas, cousas dacuando nunca vistas por outros ya la mayoría compartidas, d’esas que nunca s’esqueicen ya qu’apetecía, se fora posible, enterralas xunto a los tesouros aquel.los de la infancia? Sí, esa podría ser la primera cousa guapa: aquel tesourín que deixemos, Zoilo ya you, enterráu xunto al carbayu aquél, no camín de San Frichoso”. Así empieza, y lo transcribo aquí porque tengo la seguridad de que quien comience a leer estas palabras se verá obligado a leer el libro entero, Unas poucas cousas guapas, de Xuan Bello.

La buena literatura, o al menos la literatura que a mi me interesa, transcurre muy pegada a la emoción. Lo decía no hace mucho el escritor Pablo Andrés Escapa, “la intensidad es una magia que habita invisiblemente en las palabras”, y de esa magia que nos conduce a la emoción está repleta la obra de Xuan Bello, una especie de milagro de las letras asturianas que refulge prácticamente en solitario más allá de nuestras fronteras como digno representante del maremágnum de una literatura que tiene como base una lengua marginada. Poeta antes que prosista y, sin embargo, seguramente el mejor narrador asturiano vivo, Xuan Bello alarga en Unas poucas cousas guapas el camino emprendido con Historia universal de Paniceiros y Los cuarteles de la memoria, la mezcla entre lo universal y lo local, esos puentes íntimos que van del viejo de Bustavil al de Brooklyn, esas historias entre amigos que pasan en Lisboa, en Oviedo o Madrid, ese deambular por los recuerdos y aventuras de la infancia en Paniceiros, de la mano del bisabuelo Padrín, de Zoilo la Fonte, del abuelo, de los vecinos del lugar, o esas caladas a las ciudades que ama: Nueva York, Roma, Coimbra: “Outra vez taba you na Praça da República ya echéi a correr, subiendo las Escadas Monumentais. Al chegar a lo alto, vilu: el sol desangrándose sobre los teyaos de la ciudá, el sentimientu del mundu escul.lando en tódalas palabras qu’escribiera, nas qu’iba escribir”. Hay en este libro como un remedo y una confirmación, una orgullosa vuelta a los orígenes de una visión original y personal tras los desvíos que supusieron incursiones narrativas genéricamente más puras como las novelas La cueva del olvidu o La confesión xeneral. Hay como una vuelta íntima a lo propio, palpable en la lengua, pues el libro está escrito en la variante occidental del asturiano.

Pocos autores, vivos o muertos, han sabido manejar la emoción con la gradación de registros de que es capaz Xuan Bello, pocos tienen su capacidad para mezclar lo de casa y lo de fuera, lo que habla del yo y habla del nosotros, lo que habla de mí y habla de vosotros, pocos su capacidad de seducir, de encantar al lector. Nos hable del rumor del río, de detallados mapas que contienen islas de la imaginación –“dantes que los l.libros, améi los mapas”-, de Álvaro Cunqueiro o de Jorge Luis Borges, de Paniceiros o Gettysburg, siempre hay en sus palabras un soniquete sabio y seductor, un hilo tenue de dulce melancolía, una emoción verdadera. Se decía de los grandes actores del cine clásico: Robert Mitchum, Humphrey Bogart, John Wayne, que su presencia ante la cámara era suficiente para apropiarse de cualquier personaje que encarnaran. No necesitaban actuar. Aplicado a Xuan Bello puede decirse que da la impresión de que él, para encandilar al lector únicamente tiene que ponerse a escribir, hable de lo que hable a eso que llamamos mundo real le brota otra dimensión, aparentemente tan real como las que conocemos, aunque algo más repleta de magia. Ese aura que envuelve todo lo que escribe no se compra ni se vende, no se hereda, ni siquiera –al menos en su totalidad- se aprende. La produce ese insondable misterio al que llamamos talento.

IX Noche de culto de Jesús Palacios: Brit Trash Cinema (06/05/2011).

IX Noche de culto de Jesús Palacios

Casa de Cultura de Avilés
Viernes 6 de Mayo, 23:30 h.
 
 

 

British Trash Cinema

Siempre nos han contado que son el sumun del buen gusto. La personificación de la exquisitez y la elegancia cinematográficas. Los británicos… ¡esos sí que saben hacer pelis bonitas! “Una habitación con vistas”, “Sentido y sensibilidad”, “Notting Hill”… ¡Y qué series de televisión!: “Retorno a Brideshead”, “Yo, Claudio”, “Arriba y abajo”… El fino humor inglés, el sofisticado fantástico inglés, la cuidadosa ambientación del cine histórico inglés, su detallismo, su pulcritud, sus eruditas referencias y fuentes de inspiración. Incluso nos han vendido la Hammer Films como una elegante Casa del Terror, de alta alcurnia cultural –la novela gótica victoriana- y aristocráticas estrellas shakespearianas –Christopher Lee, Peter Cushing, Patrick McNee, Denholm Elliott, etc., etc.-… Y yo os digo: ¡bullshit! De la de verdad, de la buena. En realidad, la Hammer, hoy reverenciada y reinterpretada como epítome de la sofisticación gótica, era pura exploitation de los 60 y 70. Genuino cine comercial, eminentemente basado en los dos principios inamovibles del género: sangre y sexo, no necesariamente en ese orden. Si además se inspiraba en la literatura gótica del país, no olvidemos que esta era genuina novelucha popular en su día, auténtico folletín barato (a seis peniques el cuadernillo, oiga), despreciada por todo caballero de buen gusto y posición que se preciara.

La Hammer hacía de su razón de ser esencial la exhibición de carne femenina desnuda, una violencia sangrienta y gráfica como no se había visto nunca antes y el desprecio por las cualidades todas que hicieran grande un día al Imperio Británico. La Hammer era pechos voluptuosos, afeminados aristócratas guaperas y corruptos, orgías satánicas, estacazos sangrientos y horrores neblinosos y chapuceros varios, además de mundos perdidos, aventuras casposas, dinosaurios de stop-motion y música tremendista, todo en brillante technicolor. Y por si la Hammer fuera poco, le salieron competidoras incluso más atrevidas en su ejercicio del mal gusto, el descaro comercial y el morbo a granel: Tigon, con los delirios sadianos de Michael Reeves a la cabeza, y Amicus, con sus filmes de episodios a mayor gloria de Robert Bloch, y sus aventuras exóticas bajo la batuta del psicotrónico Kevin Connor. Dos productoras inglesas de genuina exploitation que, de los años 60 a los 80, pusieron a la Casa del Terror contra las cuerdas.

La Noche de Culto de Jesús Palacios os ofrece este año la oportunidad única de disfrutar una genuina sesión de Brit Trash, que os mostrará la auténtica cara de los “refinados” y “exquisitos” hijos de la Gran Bretaña.

 *CORRUPCIÓN (Corruption). G. B., 1968. D.: Robert Hartford-Davis. I.: Peter Cushing, Sue Lloyd, Noel Trevarthen. Color, 91 m.

Un delirante plagio de “Los ojos sin rostro” de Georges Franju, casi digno del mismísimo Jess Franco, con un Peter Cushing desatado, que jamás habría podido imaginarse nadie. Fiestas salvajes en el Swinging London de los 60, asesinatos sexuales, free jazz, guapas modelos desfiguradas cruelmente y un rayo láser descontrolado. Ver para creer. 

*EL HECHIZO (Witching Time). G. B., 1980. D.: Don Leaver. I.: Jon Finch, Patricia Quinn, Prunella Gee, Ian McCulloch. Color, 60 m.

El primer episodio de la mítica serie Hammer House of Horror, conocida en nuestro país como “La Casa del Terror”. Tras abandonar la gran pantalla, la Hammer se refugió durante un breve tiempo en la pequeña, pero sin olvidar sus virtudes principales: desnudos gratuitos, argumentos improbables y buenos actores –Jon Finch- al borde del ridículo. Brujería, sexo y celos, como en los tiempos del bueno de Will (Shakespeare). 

*VAMPIROS (Incense for the Damned). G. B., 1972. D.: Robert Hartford-Davis. I.: Patrick McNee, Peter Cushing, Alexander Davion, Edward Woodward. Color, 87 m.

Una joya del trash británico, tan absolutamente trash que ni su director (¡Sí: el mismo de “Corrupción”!) quiso firmarla con su nombre, estrenándose en su día firmada por Michael Burrows, seudónimo de Hartford-Davis. Aunque se rodó en 1969, no se distribuyó hasta 1976, con excepción de algunos pases en 1972. Existe una versión francesa con insertos de orgías pertenecientes a otras películas… O sea, un auténtico clásico de la exploitation. Nunca se vieron tantos actores de prestigio ingleses en un subproducto tan absurdo y delirante: mitos griegos, desnudos gratuitos, bailes estilo Zorba, vampirismo sexual, neopaganismo, sadomasoquismo, rebeldía estudiantil, antropología barata, homosexualidad, chistes racistas, visitas turísticas, sectas psicodélicas, disciplina inglesa, trepidantes persecuciones en burro… ¡No le falta de ná! 

Y ADEMÁS…

Tráilers míticos de filmes no menos míticos (“Witchfinder General”, “Los brujos”, “Drácula 73”, “Viaje al mundo perdido”…), videoclips del mejor/peor britpoprock, cuentos de ultratumba y documentales varios. No te pierdas la fiesta del Brit Trash: el exquisito cine-basura de terror y fantasía que le gustaba ver al difunto Benny Hill.

 

Jesús Palacios 

Lectura de Nieves Viesca. Madrid. 6/05/2011

Espacio literario de la Asociación Prometeo de Poesía
 
Sala Trovador: c/ San José, 3 (Esquina Huertas)
MADRID
 
ENSAYO: 
José Manuel Ortega: “Las ediciones de Jorge Manrique”
 
NARRATIVA:
Nieves Viesca: “Diecinueve o veinte líneas”
 
POESÍA:
Pepa de Castañer: “Cuatro poemas para el recuerdo”
 
Viernes día 6 de mayo (de 19 h a 20,15h

 

La conciencia lúcida de Sabato, por Mariano Arias. 2/05/2011

 

La conciencia lúcida de Sabato

Tengo a Ernesto Sabato como paradigma del escritor puro del siglo pasado. El hombre triste, humanamente trágico, aúna lucidez y melancolía cuando la escritura es elegida como oficio libre y expresión de su ser en el mundo. En el verbo que expulsa los demonios de su generación argentina, Sabato pide libertad sin complacencia, compromiso sin excusas, nunca servilismo y sí conciencia de su estado en el mundo.
En la Argentina de su larga y tortuosa época se erigió como la conciencia luminosa y ejemplar, ni vanidosa ni orgullosa de quienes asumían su mundo de ideas y confiaban en su voz, esa ventana abierta a la realidad convulsa que atenazaba las conciencias. Y sin rehuir la crítica a la deshumanización del siglo XX y a los límites de la ciencia; él, físico competente en mecánica cuántica, elige el abismo de la estética, del arte, para construir otro lenguaje en ese mundo llamado, a falta de un término más preciso, Literatura.
Independiente —asumiendo sus equivocaciones y errores—, melancólico permanente, triste hasta la náusea, existencialista en su tiempo, abrumado por un cuerpo que se le escapaba a la conciencia, a su lucidez, escribió sobre él. Otro modo de hablar sobre la historia, que era escribir sobre su situación en el colapso agónico del mundo argentino. Confundido, solitario consciente, virgen constante cuando debía asumir nuevas ideas, Sabato nos deja el ejemplo exacto de la definición de clásico: merecedor de pertenecer a la conciencia de los contemporáneos del tiempo presente y futuro.
Se nos fue al límite del centenario, y es insuficiente cualquier razón de ello, por más que esté en la naturaleza de las cosas. Consagrado con el Premio Cervantes, rehuyó la institucionalización del escritor. Inhábil en un cuerpo que ya es odioso cuando emite señales de cansancio, ya intransigente, ya enfermo, ya transmisor del dolor de la existencia, Sabato no se rindió ni ante la palabra ni ante el arte. Imposible precisar hasta qué punto pudo conciliar esa «separación» entre el cuerpo y el alma, tal vez nunca, y acaso no tenga importancia. Pues quien en El túnel logró describirnos las sombras y tinieblas del cuerpo siendo ser, dejó en el lector el universo que cada uno construye y exige hallar una explicación; en Sobre héroes y tumbas nos entregó con esa libertad sólo permitida a quienes han cosido con estoico dolor las palabras al cuerpo, el relato angosto, poético como él quiso describirlo, de una generación para hacer justicia a la memoria de la Literatura. 
Se nos fue. Quizás en silencio, ya ciego, después de dejarnos ese hermoso y trágico texto Nunca más, modelo del compromiso con la libertad y contra la dictadura militar; quizás para no interrumpir su legado inmenso, que inscribió en la literatura su nombre sin el vértigo del éxito, de la vanidad… el de la lúcida visión que las palabras procuran a quien se hace merecedor de ellas.  
Siempre Sabato nos dejó esta imagen de sí mismo: «De alguna manera, nunca dejé de ser el niño solitario que se sintió abandonado, por lo que he vivido bajo una angustia semejante a la de Pessoa: “Seré siempre el que esperó a que le abrieran la puerta, junto a un muro sin puerta”. Y así, de una u otra forma, necesité compasión y cariño».
 
Mariano Arias es escritor y Presidente de la Asociación de Escritores de Asturias.
 
 
Fragmento de Sobre héroes y tumbas
de Ernesto Sabato
 
III.- Informe sobre ciegos.
Parte I
 
¿Cuándo empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato? Esta feroz lucidez que ahora tengo es como un faro y puedo aprovechar un intensísimo haz hacia vastas regiones de mi memoria: veo caras, ratas en un granero, calles de Buenos Aires o Argel, prostitutas y marineros; muevo el haz y veo cosas más lejanas: una fuente en la estancia, una bochornosa siesta, pájaros y ojos que pincho con un clavo. Tal vez ahí, pero quién sabe: puede ser mucho más atrás, en épocas que ahora no recuerdo, en períodos remotísimos de mi primera infancia. No sé. ¿Qué importa, además?
Recuerdo perfectamente, en cambio, los comienzos de mi investigación sistemática (la otra, la inconsciente, acaso la más profunda, ¿cómo puedo saberlo?). Fue un día de verano del año 1947, al pasar frente a la Plaza Mayo, por la calle San Martín, en la vereda de la Municipalidad. Yo venía abstraído, cuando de pronto oí una campanilla, una campanilla como de alguien que quisiera despertarme de un sueño milenario. Yo caminaba, mientras oía la campanilla que intentaba penetrar en los estratos más profundos de mi conciencia: la oía pero no la escuchaba. Hasta que de pronto aquel sonido tenue pero penetrante y obsesivo pareció tocar alguna zona sensible de mi yo, algunos de esos lugares en que la piel del yo es finísima y de sensibilidad anormal: y desperté sobresaltado, como ante un peligro repentino y perverso, como si en la oscuridad hubiese tocado con mis manos la piel helada de un reptil. Delante de mí, enigmática y dura, observándome con toda su cara, vi a la ciega que allí vende baratijas. Había cesado de tocar su campanilla; como si sólo la hubiese movido para mí, para despertarme de mi insensato sueño, para advertir que mi existencia anterior había terminado como una estúpida etapa preparatoria, y que ahora debía enfrentarme con la realidad. Inmóvil, con su rostro abstracto dirigido hacia raí, y yo paralizado como por una aparici&oac
ute;n infernal pero frígida, quedamos así durante esos instantes que no forman parte del tiempo sino que dan acceso a la eternidad. Y luego, cuando mi conciencia volvió a entrar en el torrente del tiempo, salí huyendo.
De ese modo empezó la etapa final de mi existencia. Comprendí a partir de aquel día que no era posible dejar transcurrir un solo instante más y que debía iniciar ya mismo la exploración de aquel universo tenebroso.
Pasaron varios meses, hasta que en un día de aquel otoño se produjo el segundo encuentro decisivo. Yo estaba en plena investigación, pero mi trabajo estaba retrasado por una inexplicable abulia, que ahora pienso era seguramente una forma falaz del pavor a lo desconocido.
Vigilaba y estudiaba los ciegos, sin embargo. Me había preocupado siempre y en varias ocasiones tuve discusiones sobre su origen, jerarquía, manera de vivir y condición zoológica. Apenas comenzaba por aquel entonces a esbozar mi hipótesis de la piel fría y ya había sido insultado por carta y de viva voz por miembros de las sociedades vinculadas con el mundo de los ciegos. Y con esa eficacia, rapidez y misteriosa información que siempre tienen las logias y sectas secretas; esas logias y sectas que están invisiblemente difundidas entre los hombres y que, sin que uno lo sepa y ni siquiera llegue a sospecharlo, nos vigilan permanentemente, nos persiguen, deciden nuestro destino, nuestro fracaso y hasta nuestra muerte. Cosa que en grado sumo pasa con la secta de los ciegos, que, para mayor desgracia de los inadvertidos tienen a su servicio hombres y mujeres normales: en parte engañados por la Organización; en parte, como consecuencia de una propaganda sensiblera y demagógica; y, en fin, en buena medida, por temor a los castigos físicos y metafísicos que se murmura reciben los que se atreven a indagar en sus secretos. Castigos que, dicho sea de paso, tuve por aquel entonces la impresión de haber recibido ya parcialmente y la convicción de que los seguiría recibiendo, en forma cada vez más espantosa y sutil; lo que, sin duda a causa de mi orgullo, no tuvo otro resultado que acentuar mi indignación y mi propósito de llevar mis investigaciones hasta las últimas instancias. Si fuera un poco más necio podría acaso jactarme de haber confirmado con esas investigaciones la hipótesis que desde muchacho imaginé sobre el mundo de los ciegos, ya que fueron las pesadillas y alucinaciones de mi infancia las que me trajeron la primera revelación. Luego, a medida que fui creciendo, fue acentuándose mi prevención contra esos usurpadores, especie de chantajistas morales que, cosa natural, abundan en los subterráneos, por esa condición que los emparentó con los animales de sangre fría y piel resbaladiza que habitan en cuevas, cavernas, sótanos, viejos pasadizos, caños de desagües, alcantarillas, pozos ciegos, grietas profundas, minas abandonadas con silenciosas filtraciones de agua; y algunos, los más poderosos, en enormes cuevas subterráneas, a veces a centenares de metros de profundidad, como se puede deducir de informes equívocos y reticentes de espeleólogos y buscadores de tesoros, lo suficiente claros, sin embargo, para quienes conocen las amenazas que pesan sobre los que intentan violar el gran secreto.
Antes, cuando era más joven y menos desconfiado, aunque estaba convencido de mi teoría, me resistía a verificarla y hasta a enunciarla, porque esos prejuicios sentimentales que son la demagogia de las emociones me impedían atravesar las defensas levantadas por la secta, tanto más impenetrables como más sutiles e invisibles, hechas de consignas aprendidas en las escuelas y los periódicos, respetadas por el gobierno y la policía, propagadas por las instituciones de beneficencia, las señoras y los maestros. Defensas que impiden llegar hasta esos tenebrosos suburbios donde los lugares comunes empiezan a ralear más y más, y en los que empieza a sospecharse la verdad.
Muchos años tuvieron que transcurrir para que pudiera sobrepasar las defensas exteriores. Y así, paulatinamente, con una fuerza tan grande y paradojal como la que en las pesadillas nos hacen marchar hacia el horror, fui penetrando en las regiones prohibidas donde empieza a reinar la oscuridad metafísica, vislumbrando aquí y allá, al comienzo indistintamente, como fugitivos y equívocos fantasmas, luego con mayor y aterradora precisión, todo un mundo de seres abominables.
Ya contaré cómo alcancé ese pavoroso privilegio y cómo después de años de búsqueda y de amenazas pude entrar en el recinto donde se agita una multitud de seres, de los cuales los ciegos comunes son apenas su manifestación menos impresionante.
 

 

Stéphane Hessel o la enfermedad infantil de la revolución, por Mariano Arias. 27/04/2011

Indignaos Stéphane Hessel

  

 

Stéphane Hessel o la enfermedad infantil de la revolución

 


 

            Stéphane Hessel
            ¡Indignaos!
Prólogo de José Luis Sampedro
Editorial Destino. 2011.
 
 
Esta es la cuestión, sucintamente planteada. Quizás porque las ideas que actúan como nutrientes del motor de ¡Indignaos! hunden sus raíces en el movimiento humanista, ético, en una ética individual característicamente genuina del siglo XIX y en progresivo afianzamiento en éste primer decenio del siglo XXI. Un individualismo que no estaba presente en mayo del 68, acaso en el movimiento libertario, pero en absoluto en el socialismo francés de la postguerra, ni por supuesto en el ejercicio del compromiso, el escritor engagé con Sartre, Merleau-Ponty, Camus, etc. (a alguno de los cuales cita rozando la caricatura deformadora de sus ideas). El nuevo compromiso de Hessel es el del intelectual enfrentado a la lacerante realidad y sin armas objetivas y lúcidas para combatir, salvo el de esa susurrante llamada a despertar de la hipnótica indiferencia juvenil, social. No creemos que el estado de bienestar agrietado por la brutal crisis económica merezca esta leve respuesta de inocua indignación, máxime cuando la historia muestra reiteradamente la esterilidad de esas proclamas sentimentales. Ni siquiera en la trágica postguerra vivida por su autor se justificaba la acción idealista; ni tampoco en el frente de la izquierda anticapitalista, anarquista o de los movimientos antiglobalización puede tener sentido esa proclama. Y ello aun siendo directa, breve, divaga ingenuamente por el extenso elenco de graves y enquistados problemas como el paro, la tiranía de los mercados o la corrupción financiera por no nombrar la creciente desigualdad de clases, la miseria del lumpenproletariado, los guetos de población de color, los banlieus árabes en Francia o la creciente inmigración ilegal en España, Alemania, Italia o Francia con el consecuente y polémico multiculturalismo que plantea a las buenas conciencias.
Indignez vous
            Nuestra crítica en absoluto se propone desmerecer el alegato de un admirado nonagenario (y por extensión de sus seguidores en España), que ha vivido el siglo XX desde su condición de mentor de los Derechos Humanos y padecido en toda su crudeza el terror nazi como prisionero en Buchenwald. Pero así como las fuerzas políticas de la izquierda oficial socialista, comunista o conservadora española necesitan un recambio profundo en sus ideologías, así como de la acción de las fuerzas antiglobalización, anticapitalista, etc., los jóvenes exigen cambios que ellos mismos deben canalizar, para convertirse en punta de lanza como grupo de acción, la situación de la juventud pide una movilización firme, cargada de razón, esa es la cuestión, acaso la que no encuentra en las organizaciones juveniles del amplio espectro de los partidos políticos constitucionales. Se piensa según están estructuradas las Ideas, se actúa según se está organizado, esta es la cuestión radical de nuestro tiempo, la incómoda realidad que debe ser digerida ideológicamente por nuestros intelectuales de clase.
La constatación de esa situación es de una evidencia brutal: el paro juvenil se ha desbocado, el mileurismo se ha enquistado descarnadamente, la crisis ha desenmascarado la miopía de los políticos, internet canaliza en esta época parte de esas voces de protesta, pero no siempre emitiendo señales convergentes… y se exige un Poder Joven capaz de despertar orgánicamente las nuevas formas de actuación europea, española desde luego, etc., etc. Dudamos cartesianamente que ¡Indignaos! como proclama humanista e individualista pueda ser la salida intelectual a tales problemas, sin por ello eludir la obviedad de la complejidad de la respuesta aunque sea difícil no considerar a este brillante panfleto como un texto rezumando la siempre envidiable inocencia del rebelde juvenil que no quiere ni puede permanecer indiferente ante el mundo en el que vive. Estamos de acuerdo, pero… ya Lenin escribió, por supuesto dentro del horizonte cultural de su tiempo, en los inicios del siglo XX, otro brillante panfleto, “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”…
Es acaso justamente este último dato el que parece justificar el elevado millón de ejemplares vendidos en Francia. Son los hechos los que están ahí: pero sin desembarazarse de los mitos y de la Ideas petrificadas de Paz, Guerra, Progreso, Hombre no se avanzará en un cualitativo enriquecimiento del ineludible proceso revolucionario, antes al contrario, se estará sirviendo al propio status quo, el mismo que anestesia y ha mercantilizado, paradójicamente, con éxito de ventas, el idealizado panfleto de Hessel
 
Mariano Arias es escritor y Presidente de la Asociación de Escritores de Asturias.

 

Lectura de varios autores. Día del Libro. LIBRERÍA CERVANTES. Oviedo. 27/04/2011

Librería Cervantes

 

 
 
 
LECTURA DE VARIOS AUTORES A LO LARGO DE TODA LA JORNADA
 
MAÑANA

11-11.15

CARMEN GONZÁLEZ CASAL
NACHO SÁNCHEZ VICENTE

11.15-11.30

FERNANDO MENÉNDEZ
SAÚL FERNÁNDEZ

11.45-12

JAVIER GARCÍA CELLINO
BLANCA ÁLVAREZ

12-12.15

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN
NIEVES VIESCA

12.15-12.30

PELAYO FUEYO
LETICIA SÁNCHEZ

12.30-12.45

GUILLERMO DEL POZO
DAVID SERNA

12.45-13

ANA VANESSA GUTIÉRREZ
PEDRO ANTONIO CURTO

13.15-13.30

PEPE MONTESERÍN
MOISÉS MORI
LUZ PONTÓN

13.30-13.45

PILAR SÁNCHEZ VICENTE
ARMANDO MURIAS

13.45-14

CARLOS IGLESIAS
RODRIGO OLAY

14.00

ARTURO ZAPICO

TARDE

17-17.15

MIGUEL ROJO
JOSÉ ANTONIO ORDIZ

17.15-17.30

ANA VEGA
HELENA NIETO

17.30-17.45

LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES
ROSARIO NEIRA

18-18.15

FULGENCIO ARGÜELLES
MIGUEL MINGOTES

18.15-18.30

OVIDIO DEL MORAL
CARMEN SUÁREZ TRAPIELLO
CELSA MUÑIZ
JOSÉ RAMÓN LÓPEZ GOYOS

18.30-18.45

JORGE ORDAZ
MARIANO ARIAS

18.45-19.00

EDGAR BORGES
ERNESTO COLSA

19-19.15

FERNANDO FONSECA
EUSEBIO RUIZ

19.15-19.30

MIGUEL ÁNGEL CABALLERO
IGNACIO ABELLA

19.30-19.45

MANUEL GARCÍA RUBIO
JOSÉ LUIS LÓPEZ FERNÁNDEZ

19.45-20,00

TOMÁS DÍAZ
JUANJO BARRAL

20-20.15

MANUEL HERRERO MONTOTO
ESPERANZA MEDINA

20.30-20.45

JAVIER LASHERAS
RICARDO LABRA
 

 

 

La trilogía rural lorquiana: De cómo la tragedia se convirtió en drama. Por Violeta Varela Álvarez (16/04/2011).

En el presente artículo deseo realizar una aproximación crítica a la concepción de lo trágico que ejerce Lorca en su conocida trilogía teatral. Hemos de comenzar diciendo que Lorca, efectivamente, presentará en sus obras la clásica dialéctica ética-moral (cuerpo individual y normas grupales) que caracterizaba, entre otras cosas, a la tragedia griega, pero añade una diferencia fundamental con respecto a la tragedia antigua: el no contemplar nunca el punto de vista estatal o socio-político. La concepción lorquiana de la ética es, además, sumamente física, muy fiel a la clásica definición espinosista: el héroe afirma la total posesión sobre su cuerpo frente a imperativos morales de cualquier tipo. Es así en el caso de Adela, de la novia y de Leonardo.

Las obras de la trilogía lorquiana (Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba) acabarán desembocando en el drama porque pretenden aislar al individuo del marco moral y político en que se da efectivamente inserto. Lorca empieza y agota la tragedia en las pasiones del héroe y en sus emociones. Despoja a la tragedia de su importante valor político. Aleja a los héroes de su condición socio-política y los vuelve universales, pero a la vez los convierte en idealistas, al pretender separar al individuo del grupo (reduciéndolo, a lo sumo, al ideal de la pareja enamorada y apasionada) lo separa de sus raíces y lo entrega a una caracterización metafísica de su individualidad y de su libertad. La moral es una cárcel que no puede nunca retener a los sujetos que se erigen en héroes en las obras de Lorca. El ideal lorquiano sería la eliminación de la red que envuelve a todo individuo y la reducción del mundo a los deseos y voliciones de la persona. La moral y el derecho, las normas, conducen a la eliminación física del individuo; la ética se hace en Lorca absolutamente incompatible con la moral en el caso de los héroes de sus obras.

Yerma es la única heroína de la trilogía que pretende hacer valer sus deseos dentro de un marco moral y jurídico, el matrimonio, pero fracasará tan estrepitosamente que acabará matando a su marido, eliminará su persona negando así el ámbito en el que había intentado lograr el cumplimiento de sus intereses. Disolverá el matrimonio violentamente, a través del asesinato. Lorca lo plantea así: la moral es el mayor obstáculo para la libertad. Sus héroes intentan ser libres a pesar del grupo, y la búsqueda de la libertad acaba siempre con la aniquilación del héroe o de la heroína o con la negación violenta de la moral.

En los dramas lorquianos, la crítica social no posee ningún sentido y jamás está presente porque lo que falla, para Lorca, es la moral, el concepto de sociedad en sí, la idea de que el hombre puede desarrollarse libre y felizmente en comunidad. La moral, sea cual sea el código en cuestión, ahoga la libertad del individuo y, en el caso de los individuos excepcionales que no pueden resignarse a la pérdida de la libertad, la moral acabará forzando la aniquilación física del individuo que pretende hacer valer la libertad en el seno de cualquier grupo: familia, sociedad, etc. Lorca no critica, sino que retrata y constata la muerte y ahogamiento del individuo dentro del grupo, y todo lo hace en virtud de un sistema de pensamiento que contempla las normas éticas -las que tienen como centro al cuerpo del individuo- como las únicas legítimas, y conforme a un concepto de libertad metafísica que se identifica con la imposición en el vacío de los deseos, voliciones y apetencias del individuo al margen de cualquier coacción moral o jurídica. Las únicas coacciones ajenas al individuo que admite Lorca son aquéllas que derivan de la atracción amorosa, es decir, coacciones que pueden ser contempladas éticamente como manifestación de generosidad, como ansia de compartir la libertad esgrimida con la persona amada al margen de toda intromisión del grupo. El problema es que el hombre se desarrolla en comunidades morales y políticas y las exigencias lorquianas se vuelven absolutamente metafísicas e idealistas a la luz de este dato. Sus tragedias podrían resolverse en muchas ocasiones con algo tan sencillo y jurídico como el divorcio, pero a Lorca no le interesa reivindicar ninguna solución que tenga cabida en un ordenamiento moral o jurídico porque, para él, la moral es la tragedia. Su objetivo dramático no es indagar en los problemas sociales y en sus posibles soluciones morales o jurídicas. En su concepción de lo trágico acabó desembocando en el drama al negar toda relevancia de lo social y lo jurídico en la vida de los hombres. Sus dramas se hallan presos de una feroz concepción individualista de corte romántico. A Lorca no le interesa la sociedad en absoluto, su ideal de vida sería aquél que lograse eliminar por completo todas las clases o grupos que rodean, modelan y condicionan la vida individual considerada éticamente.

Este enfrentamiento dialéctico hace que las obras de Lorca tengan una excepcional potencialidad trágica, pero nuestro poeta y dramaturgo optará por una vía de resolución y desenlace que lo alejará de la senda de lo trágico: Lorca agotará la tragedia en una experiencia individual, intransferible y psicológica. No se trata de criticar una sociedad clasista o represiva, se trata de negar por principio la validez de toda norma social y de investigar las consecuencias dramáticas que tales normas y coacciones producen en ciertos individuos que no logran adaptarse por ser más permeables a sus instintos. Lorca refleja la moral de la sociedad de su tiempo: clasista y católica, pero no pone su crítica al servicio de la reivindicación de una sociedad más justa, Lorca pretende demostrar la perversidad de toda norma que no tenga por origen el cuerpo individual y sus deseos.

Unido al protagonismo de la dialéctica ética-moral, es fundamental en Lorca la dialéctica entre la Norma, entendida siempre como represiva, y la libertad subjetiva. ¿Qué concepto de libertad maneja Lorca? Un concepto impulsivo, como reacción contra la represión, un concepto que supone que la libertad es que el hombre pueda actuar fuera de toda coacción social o moral. Se trata de un concepto subjetivo de libertad, totalmente idealista y metafísico, que el dramaturgo encarna en personajes como Adela. Encajaría a la perfección con lo descrito por el Romanticismo alemán: es la libertad que brilla en su ocaso, es la rebeldía frente a lo que nos viene dado. Bernarda marcaría y asumiría entonces el rol del Destino contra el que se rebela Adela. La libertad en los héroes lorquianos nace siempre de la pasión, es reactiva, jamás nace de la inteligencia, no contempla capacidades ni medios para lograr determinados fines en determinados contextos. Se contempla como una libertad para hacer valer las exigencias del cuerpo de una forma absolutamente irreflexiva. Lorca pretende que la libertad radica en la huída o eliminación del contexto que envuelve al individuo; sólo le interesan los fines, jamás las capacidades ni el ámbito en el que se ha de desenvolver la acción. Se trata de un concepto absolutamente utópico, por eso en sus obras la libertad siempre fracasa. El mensaje es simple: mientras el hombre deba desenvolverse en contextos que superen su individualidad, la libertad no existirá. La libertad, en las obras de Lorca, no sería uno de los bienes de este mundo. La libertad brota de la ética pero, lejos de tener que desenvolverse en el ámbito de la moral, Lorca ejerce en sus obras la tesis de que la libertad debe darse al margen de cualquier ámbito que supere el campo de la fortaleza (entendida como firmeza: lo que refiere al cuerpo propio, y como generosidad: lo que respecta al cuerpo de la persona amada y deseada). No cabe un concepto más irreal de libertad. La moral toma en Lorca la forma de un Destino insalvable. El determinismo se da siempre en el seno de la moral, como en “Bodas de sangre”, donde el destino marca a las familias y a sus miembros. No creemos que haya que confundir la fuerza pasional que empuja a los amantes en “Bodas de sangre” con el destino. Lo que impulsa a los amantes es la fuerza de la atracción sexual; el determinismo, en cambio, vendría de la necesidad moral que impele a la novia a unirse al novio en una boda realizada por motivos económicos.

Con el teatro lorquiano, dejando aparte su evidente belleza, estamos ante una manifestación literaria sumamente dialéctica y riquísima en lecturas, pero lo que desde luego no cabe en sus obras, a mi entender, es una lectura política en términos de progresismo, como se nos quiere vender por parte de tantos intérpretes interesados en usar a nuestro clásico de una forma ideológica que no se extrae en absoluto de sus textos, ya poéticos, ya teatrales.

De todos modos, deseo aclarar que la lectura política de una obra teatral, como lo puedan ser las tragedias griegas, difícilmente puede nunca, cuando la pieza es buena, encuadrarse en una opción política cerrada y simple. Nada tiene que ver el análisis político de una obra con la utilización ideológica y simplista de los textos literarios que tan de moda se ha puesto hoy en día, como si se pretendiese presentar a Lorca, o a cualquier otro, como un potencial votante del PSOE o de IU, por ejemplo, o cosas por el estilo. Cuando hablamos de un teatro político, como el de la Antigüedad clásica, se trata, fundamentalmente, de un teatro que reflexiona sobre la dimensión socio-política del hombre, sobre sus relaciones con la ley, con el Estado, con la familia… La tragedia griega era hija de su tiempo. La democracia era una creación muy reciente y trajo consigo una serie de problemas que requerían de una reflexión profunda porque el hombre, como bien enunció Aristóteles, es indisociable de un contexto político más amplio que lo envuelve y que lo determina. En este sentido, digamos que en Lorca sí encontramos reflexiones políticas de este tipo (reflexiones no meramente partidistas), y su teatro evidencia un abismo filosófico con respecto a los griegos: es la representación de quien ya no ve en la sociedad ningún tipo de beneficio para el ser humano, es la negación de la política como forma de articulación social, es el individualismo romántico contra el comunitarismo helénico. Pero en el fondo, el apoliticismo no deja de ser también una reflexión sobre el hombre en términos socio-políticos y, aunque sea una reflexión idealista, pone el acento en ciertas realidades que la tragedia griega desechó y que, al fin y al cabo, también son importantes para los hombres.