LA AEA SE MUEVE, por Ignacio del Valle

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La semana pasada se cumplió el primero de los variados proyectos que tiene la Asociación de Escritores Asturianos, El bus del verso. Era un autobús que partió de la plaza de la Gesta con una granada representación de poetas, cineastas, novelistas, músicos, fotógrafos… con dirección a Madrid, y que después recitaron en La Tuerta, un bar cerrado exclusivamente para nosotros cerca de Callao. Tanto la organización como el desarrollo fue un éxito, y más teniendo en cuenta la incertidumbre que sobrevuela estos bocetos iniciales. El bus de verso es la demostración de que se puede superar la propensión artística a ser francotiradores y crear un sinergia híbrida que no es más que la esencia del arte, el mestizaje, la colectividad, el intercambio, el mosaico.

Hace tiempo defendí en un artículo que si no nos queremos convertir en artistas de One Hit Wonder, artistas de un solo truco, de usar y tirar, debemos unir nuestras fuerzas en proyectos de este tipo para demostrar el vigor del arte asturiano, que si bien no carece de enjundia, sí adolece de cierta organización y tiene tendencia a la atomización. En el Principado existe un endémico problema de corralitos culturales llenos de gente que cree que el arte es un cortijo esférico e hinchable con el que jugar a la manera de El Gran Dictador; demasiadas hormigas a la sombra de la misma lenteja, como dice un amigo mío. Por eso debemos olvidarnos del espíritu victimista y gárrulo que nos ha caracterizado durante algún tiempo y enfrentarnos al mercado cultural, sujeto a una mcdonalización que resta vigor narrativo e imprime una rotación ultrarrápida, casi lumínica, a los títulos. Debemos olvidarnos de sectarismos y cicaterías y escribir en defensa propia y del mundo, eliminando una vieja y equivocada frontera entre lengua española y lengua asturiana, entre los que viven en la provincia y los que viven fuera de ella. Hay que igualar los problemas, la promoción, la difusión, y tener claro que las verdaderas obras de arte, honestas, auténticas, meticulosas, imaginativas y catárticas, se crean de espaldas a cualquier ghetto u esnobismo nacionalista, se construyen hablando del vecino, sí, pero un vecino que no es más que una simple excusa para hablar del mundo. ¿Seguiremos siendo francotiradores, cada uno haciendo la guerra por su cuenta hasta que poco a poco se termine el ciclo y la mayoría vuelva a ser Nemo, Nadie, o haremos la unión que hay que hacer, nos convertimos en una piña y repartimos la estopa que ya debíamos haber repartido? Por mi parte estoy dispuesto.

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