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Perder teorías, de Enrique Vila-Matas, por Fernando Fonseca. 18/11/2010

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Perder teorías

Enrique Vila-Matas
Seix Barral 2010.

 
COSAS DE TÍMIDOS
 
Perder teorías es un libro verdaderamente indicado para los tímidos. A los que no padecen la elegancia algo snob de la timidez sin duda harán una lectura desinteresada de este libro intimista, íntimo y hasta intimidador, al que incluso se asoman seres emanados de la alteridad, tal es el caso de Manuel da Cunha, para decirnos que “todo lo que en mí es auténtico proviene de la timidez de mi juventud”. Lo íntimo se convierte en lujo cuando un tímido —generalmente parapetado tras la palabra escrita que nace del monólogo, a su vez última pica contra la soledad— decide airearlo y contárselo a los demás desde una perspectiva de ficción biográfica, testimonial y a la vez cargada de intenciones que, a veces, se pierden como si fuesen teorías.
Vila-Matas es un escritor que se agiganta a partir de su timidez motora y monologante. Es más propio del tímido literaturizar su vida que literaturizar la vida o, lo que viene a ser lo mismo, vivir en literatura antes que vivir la literatura. Un tímido es Beckett, en contraste con un no tímido como, por ejemplo, Hemingway, por citar a dos que, como poco, ocupan y preocupan a EVM. El primero despojó de la literatura todo atisbo de vida como aventura y el otro hizo de la vida una aventura literaria (a estas alturas todo se me presenta dentro de un orden confuso) Yo también soy tímido y por eso sé qué significa “perder teorías”. En la timidez, a veces, uno pierde hasta su propia biografía. Cuando Melania Tsoo perdió el himen sólo fue capaz de razonar: “No está mal, a mi edad, perder la timidez”. Leyendo a EVM los tímidos perdemos nuestra timidez porque sabemos que otro tímido conduce la nave que nos lleva (¿stultifera navis?) por el laberinto de la especulación bien entendida. Y eso, además de consolar a los tímidos, los protege y los aplaca dulcemente como si alguien o algo les levantara el himen.
Ahí está Liz Themerson —de la misma cepa que Melania Tsoo— firmando un prólogo que se hace apéndice de Perder teorías en igual medida que ésta lo es de Dublinesca, la experiencia de Samuel Riba donde el relato discurre, en apariencia, sin necesidad de que apenas pase nada, supongo que en claro recordatorio del ejercicio de Perec en la Place de Sainte Sulpice. La anécdota emboscada es la preferida por Vila-Matas. A veces perdiendo teorías para descubrir un nuevo tiempo verbal en las letras de estos tiempos tan poco verbales: el presente indefinido, una suerte de himno balbuciente, hecho con memorias y teorías plastinadas que evocarían al mismísimo doctor von Hagens de no ser porque está en cada uno de nosotros saber distanciar nuestras teorías lo suficiente como para ir tirando. Tímidamente tirando, al menos mientras haya qué decir. Cadáveres o personas desconocidas que se cruzan con el tímido y olvidado (el esperador) por las calles de Lyon, experiencia que sirve tanto para evocar al escondido Julien Gracq (el libro también despliega un profundo y emotivo análisis de la obra gracquiana, por un lado a propósito de La presq´île y, sobre todo, centrado en El mar de las Sirtes y su condición visionaria que nos permite comprender aceptablemente nuestra “veneciana decadencia de ahora”) como para escapar a través del nombre propio ya olvidado y reencontrado, casualmente —todo se da por casualidad—, en la portada del último Magazine Littéraire, donde el personaje (EVM) encuentra un artículo de EVM (el personaje) a propósito de su admirado escritor francés, así que se lee a sí mismo, se recrea, se reescribe y aprovecha para volver a hablarnos de lo que ya había hablado en la revista literaria: Gracq ¿y el presente indefinido? Todo eso o la libertad del espíritu vacante (sic). El narrador, olvidado en el Hotel des Artistes de Lyon por quienes le habían reclamado para participar en un congreso literario, acaba de salir a la calle en solitario, dejando en el hotel unas pocas líneas recién escritas que reflexionan certeramente acerca de la importancia de las teorías literarias, tanto en tiempos de su juventud como, por supuesto, en la actualidad. Incluso se rebate la opinión extemporánea, y me da que improvisada, del siempre provocador Phillip Sollers acerca de las teorías, justo cuando, por otra parte, elevaban sus voces y sus gestos Sartre, Barthes, Robbe-Grillet y el noveau roman
De manera que se iluminan en mi memoria las seis propuestas para el próximo milenio (ya estamos en él), que llevaron hasta la muerte a Italo Calvino, a propósito de la enumeración que Vila-Matas dejó escrita en aquel hotel de Lyon relativa a las exigencias de la nueva o futura narrativa, y que él mismo reconoce haber tenido presentes en Dublinesca, curiosamente, o precisamente por ello, su novela más trabajada. Las cinco propuestas, a su entender imprescindibles ante la novela del siglo XXI, son:
            1. La “intertextualidad”. 2. Las conexiones con la alta poesía. 3. La escritura vista como un reloj que avanza. 4. La victoria del estilo sobre la trama. 5. La conciencia de un paisaje moral ruinoso.
Perder teorías es un relato magistral cuyo título, inexistente, se sugiere en el propio texto en un alarde de integración intencional y emboscamiento espacial. Descubramos el título oculto: La espera, una historia francesa por escribir que a la vez ya está siendo escrita o, como poco, ya está siendo vivida por el narrador, sin olvidar que también está siendo leída por aquel que la escribió para reescribirla, repensarla y volver a contársela quién sabe a quién… El mismo que comienza anotando lo que piensa y termina anotando lo que no piensa. O el otro libro dentro del libro que tiene libros y que nos entrega nuestro amigo escritor al que tanto admiramos. Cosas de tímidos.
 

 

Cuento largo al calor de la lumbre: El narrador de historias fantásticas, de José Ángel Ordiz Llaneza. Por Marcelo Matas de Álvaro (17/11/2010).

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José Ángel Ordiz Llaneza

El narrador de historias fantásticas

 Visión Libros, Sevilla, 2010

 175 páginas

  

José Ángel Ordiz Llaneza (San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1955) está dejando de ser un “escritor invisible”, como él mismo se califica pensando seguramente en los muchos años que ha pasado escribiendo en silencio, con el único empeño puesto en hacer lo que al fin y al cabo todo escritor que se precie de serlo sabe que está condenado a hacer: escribir y escribir sin esperar más reconocimiento que el propio, aquél que se satisface en cumplir el compromiso que uno tiene como escritor. Así, desde hace un tiempo Ordiz Llaneza está sacando a la luz toda la obra que tenía guardada en el cajón, que parece que no es poca, pues el propio autor vaticina que tiene colmado el cupo de publicaciones con vista a los próximos dos o tres años. A esto se le añaden los premios que suele cosechar con sus obras, como el reciente Premio de la Crítica de Asturias en la modalidad de cuento en lengua española, por su libro Relatos impíos (Ediciones Atlantis, 2009), y la selección –aunque al final no galardonada— de una novela suya entre las diez finalistas de la última edición del Premio Planeta.

En El narrador de historias fantásticas el autor sigue la tradición de los relatos orales transmitidos al calor del hogar en las frías noches de invierno, donde un narrador —al que han dado refugio unos personajes que no tienen más presencia en el relato que el de ser meros escuchantes de la historia— va contando un largo cuento en el que se entrelazan, a través de un espacio limitado y un tiempo indefinido, las fantásticas aventuras de los personajes que lo pueblan. Al igual que en Las Mil y una noches, se nos transmite la necesidad vital del narrador en contar “su” historia y, como una especie de Sherezade vagabundo que se ve “condenado a repetir” su relato para agradecer el alimento y el cobijo, el peregrino habla de cómo la vida y la muerte se persiguen, de cómo “caminan tomados de la mano” el amor y el odio, la maldad y la bondad, la crueldad y la ternura, la ignorancia y la sabiduría, el dolor y el placer, la verdad y la mentira, y de qué manera no son más que ramas del mismo árbol de la vida.

En esa dualidad, que contribuye a relativizar los episodios más rotundos de la trama, se mueven los personajes, empezando por Remedes que, tras matar a su hermano Filipo y forzar a la hermosa Petria, se ve obligado a huir de El Mar del Sur, donde faenaba en la barca que compartía con su hermano, a través del vasto territorio formado por Los Valles del Oeste, Los Bosques del Este, Las Montañas, Los Desiertos, Las Ciénagas, el Oasis de las Esencias y La Región de los Hielos Azules habitada por los Bárbaros del Norte. En su huída se junta con Almudio, el cazador de alacranes, con el que correrá aventuras fantásticas entrelazadas por personajes como la hermosa Bel, Arturo el poderoso, Tobías y Melina los eternos, Arquín el sabio, Pit el enano y Pisón el gigante, Nerea la bruja, Valior el pescador, Doria la dulce, Telesforo el impetuoso, Orlando el flautista, Pol el apuesto, Nirvania la princesa, Rex el poderoso, Rosalinda la hija predilecta de los Bosques del Este, Zalamías el chico, Gregor el juglar vagabundo y algunos más que, en su singularidad, contribuyen a alcanzar la verosimilitud que exige todo relato fantástico y a que el lector traspase, sin mayores sobresaltos, esa fina raya tras la que sabemos que suceden los hechos extraordinarios.

El autor, siempre tan cuidadoso con los aspectos formales, utiliza en todo momento el punto de vista del narrador oral, al que introduce de vez en cuando en la trama del relato para justificar su propio relato y orientar a los oyentes –al lector- sobre algunos aspectos de lo narrado, a través de una bellísima prosa que continuamente trae y lleva al lector a través del tiempo y el espacio en el que transcurre la trama. Los diálogos están inmersos en el mismo cuerpo de la narración, un largo y único párrafo donde la ausencia de puntos y aparte no debería suponer un problema para la mirada atenta de los jóvenes lectores.

Se trata de una novela que, aunque no se presente bajo el sello de literatura juvenil, pueden leer los jóvenes lectores a partir de los 14 años, sobre todo, como su título indica, los que disfruten con las narraciones fantásticas de corte más clásico, aquellas en las que aparecen princesas y príncipes, héroes y guerreros, arrebatados por odios y amores desgarrados.  

Charla sobre Federico García Lorca por Violeta Varela Álvarez (18/12/2010).

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Charla sobre Federico García Lorca

 

Violeta Varela Álvarez

La concepción de lo trágico en la trilogía rural lorquiana

 

18 de diciembre; 19:30 h.

CICA (Edificio del Casino, Gijón)

 

48 Festival Internacional de Cine de Gijón (15/11/2010). Redacción

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Del 19 al 27 de noviembre el cine independiente enfoca Gijón en una cita imprescindible; un cine sin doblez que trata de inquietar, enternecer o divertir a un público que, edición a edición y ante una estimulante programación, responde con una activa fidelidad. Durante nueve días, el 48 FICXixón ofrecerá cerca de ciento cincuenta películas: un encuentro con los títulos más sugestivos del momento. He aquí un repaso a algunas de sus más interesantes propuestas.


Sección Oficial: 17 citas inexcusables

Los nuevos talentos del cine español se abren paso en Gijón. La Sección Oficial incluye tres largometrajes a competición y la première de No controles, el último largometraje de Borja Cobeaga, que clausurará el certamen. Por primera vez en quince años, tres de las dieciséis películas del concurso llevan sello nacional: Todos vós sodes capitáns, Todas las canciones hablan de mí y La mitad de Oscar. Y junto a los representantes españoles, las últimas producciones de relevancia procedentes de todos los rincones del planeta. Cintas como Alamar o Año Bisiesto muestran el potencial del cine mexicano en una sección en la que Rumanía participa con Aurora y Tuesday after Christmas. Estados Unidos está representado por la polémica I’m Still Here, Meek’s Cutoff y Blue Valentine, y Francia por Mammuth. Otros títulos muestran la nueva savia del cine europeo como The Robber, How I Ended This Summer y Tilva Ros. Completan la selección Animal Kingdom y Los Labios, títulos con los que la competición viaja a Australia y Argentina.

Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977) regresa a Gijón nueve años después de haber ganado el Premio del Jurado Joven con el corto La primera vez, y lo hace para clausurar la 48 edición con el estreno de su último largometraje, No controles, una comedia romántica con la que el director vuelve a la cartelera después de los buenos resultados obtenidos con su anterior película, Pagafantas, que figura entre los doce filmes españoles más vistos en 2009 y una recaudación en taquilla de casi dos millones de euros. Producida por Telespán 2000, No controles está protagonizada por Unax Ugalde y Miguel Ángel Muñoz. Tras firmar guiones de películas como Vete de mí y El baile de la victoria, Jonás Trueba (Madrid, 1981) debuta en la dirección con Todas las canciones hablan de mí, cinta producida por Gerardo Herrero y protagonizada por Oriol Vila y Bárbara Lennie. La mitad de Oscar, cuyo estreno mundial acaba de ser en el cada vez más imprescindible y selectivo Festival de Toronto, es el regreso a la ficción de Manuel Martín Cuenca (El Ejido, 1964). Con sus documentales y largometrajes, el director de La flaqueza del bolchevique y Malas temporadas suma decenas de premios en festivales internacionales. Oliver Laxe (París, 1982) presentará su ópera prima Todos vós sodes capitáns, con la que se llevó el premio Fipresci en la Quincena de Realizadores de Cannes. El director participó en Llendes en la 44 edición con el corto Grrr! Nº 7: … y las chimeneas decidieron escapar, codirigida con Enrique Aguilar.

Después de su polémico paso por Venecia, Casey Affleck llega a Gijón para inaugurar el certamen y competir con I’m Still Here, un falso documental sobre el descenso a los infiernos del actor Joaquín Phoenix desde que anuncia su retirada del cine para dedicarse al hip hop. En esta película, el ganador de un Globo de Oro y dos veces candidato al Oscar, se enfrenta al papel más difícil de su carrera, interpretado 24 horas al día durante varios meses. Phoenix aparece borracho, colocado, vomitando y humillado.

El director Cristi Puiu (Bucarest, 1967) está considero por la crítica como uno de los nombres esenciales del nuevo cine rumano y es un habitual en los festivales más prestigiosos, de los que ha salido triunfador, como en Cannes, Berlín o Buenos Aires. Compite por primera vez en Gijón con Aurora, un ácido retrato de la Rumanía de hoy a través de la descomposición de la vida familiar del protagonista. Desde Rumanía también llega Tuesday alfer Christmas, retrato intimista de una pareja en crisis firmado por Radu Muntean.

Pedro González Rubio (Bruselas, 1976) trae a Gijón Alamar, una sutil película premiada en Rotterdam y en el Bafici. Rodada en el arrecife de coral de Banco Chinchorro (México), narra con un tono lírico el vínculo emocional que se crea entre un niño pequeño y su padre una vez separado de su madre, durante un reencuentro vacacional en el hogar paterno. A ambos les acompaña, como un personaje más, la naturaleza salvaje y pacífica del parque natural mexicano. Al otro lado de este paraíso se sitúa Año Bisiesto, de Michael Rowe, drama erótico rodado en 17 días que se llevó la última Cámara de Oro de Cannes a la mejor ópera prima. De contenido sexual explícito, la película narra la historia de una joven que va explorando su sexualidad hasta llegar al sadomasoquismo.

En la Sección Oficial de la 48 aparecen tres títulos que suponen la renovación de géneros clásicos. Por ejemplo, el western, de la mano de Meek’s Cutoff, de la estadounidense Kelly Reichardt, que regresa a la competición de Gij&o
acute;n con un heterodoxo, casi abstracto retrato de los primeros colonos del Oeste, una mirada realista de un momento de la historia americana muy distorsionado en la gran pantalla. Otra interesante vuelta de tuerca, la que plantea el australiano David Michôd en Animal Kingdom: cine sobre el crimen organizado con mucha carga emocional para una historia en la que el delito se convierte en ley en una familia de Melbourne, y con la que su director se llevó el Gran Premio del Jurado en Sundance. Y de Australia a Alemania. Siguiendo la línea trazada por la llamada Escuela de Berlín, aunque yendo un poco más allá del cine de personajes, se encuentra The Robber, de Benjamín Heisenberg, quien logra remudar el género de robos con un filme intenso que transforma el concepto clásico de ladrón de bancos.

Otro de los focos de atención será la desgarradora Blue Valentine, con la que el estadounidense Derek Cianfrance debuta en la dirección, y en la que expone la historia de amor y odio de una pareja a lo largo del tiempo. Las sutiles interpretaciones de Ryan Gosling y Michelle Williams conmovieron a la crítica en su estreno en Sundance.

La comedia llega de la mano de la francesa Mammuth, escrita por Benoît Delepine y Gustave Kervern para Gérard Depardieu, en un papel que le va como anillo al dedo, según confesó el propio actor. Con grandes dosis de humor negro, la película nos sitúa tras un jubilado Depardieu que debe conseguir todas las nóminas de sus trabajos temporales para poder cobrar su pensión. Le acompañan en esta particular road movie otras dos estrellas del cine galo: Yolanda Moreau e Isabelle Adjani.

Entre el documental y la ficción, entrelazados armoniosamente secuencia a secuencia, se sitúa Los Labios, de Santiago Loza e Iván Fund, que cuenta con sensibilidad y crudeza la historia de tres asistentes sociales en un paupérrimo paraje del interior de Argentina, en el que sobreviven personas olvidadas. Sus tres protagonistas femeninas se fueron de Cannes con el premio compartido a la mejor interpretación de Un Certain Regard.

También compartieron gloria en Berlín los dos protagonistas masculinos de How I ended this summer, de Alexej Popogrebsky. La única representante rusa de la Sección Oficial tiene como escenario la desolada tundra ártica, donde los dos moradores de una estación meteorológica transforman su convivencia en un infierno claustrofóbico al amparo de silencios y mentiras.

Quizá el filme que contenga más claves juveniles en la competición sea Tilva Ros, del serbio Nikola Lezaic, quien pone el foco en dos amigos skaters de una zona minera en declive, en el inicio de su verano preuniversitario. Premiada en Sarajevo, la película nos aproxima a las pandillas urbanas del país balcánico, a su falta de perspectivas vitales y a la rivalidad entre colegas.

 

Una cierta idea de cine: Escuela de Berlín

Por primera vez en España, un festival pone el foco en una generación de cineastas alemanes que, bajo la denominación de Escuela de Berlín, comparten las líneas maestras de un cine sobrio, realista y sin concesiones. Este ciclo será una buena oportunidad para examinar los referentes e influencias de un grupo de lo más heterogéneo que no siempre se identifica con el título; con nombres surgidos de la Deutsche Film und Fernsehakademie Berlin, como Christian Petzold, Angela Schanelec y Thomas Arslan (los pioneros del grupo), y otros directores no formados en la mencionada DFFB, pero con una conexión inequívoca, como Valeska Grisebach, Ulrich Köhler y Maren Ade.

Estos cineastas no sólo no se rigen por un manifiesto común, sino que cada director reivindica su propia identidad a través de un cine de bajo presupuesto, con pequeñas historias que indagan en las inquietudes vitales con las que tratan de mantener una comunicación con el público de tú a tú. Con esas características definitorias aunque no dogmáticas, los directores de la Escuela de Berlín conforman uno de los más consistentes e interesantes grupos surgidos en Europa en esta década.

El programa incluye Jerichow y Yella, de Christian Petzold, ganadora de dos premios en Berlín en 2007; Bungalow, de Ulrich Köhler, ganadora en el BAFICI, y películas de Angela Schanelec (Orly, Nachmittag) y Thomas Arslan (Im Schatten, Ferien), y títulos como Longing, de Valeska Grisebach, Mejor Película en el 44 FICXixón y Entre nosotros, de Maren Ade, recientemente estrenada en nuestro país.

 

¿Europa? ¿Qué Europa?

El ciclo ¿Europa? ¿Qué Europa? analizará la idea de espacio europeo a través del imaginario cinematográfico de la última década. Este programa pretende analizar la llamada Europa del bienestar a través de una estimulante selección de títulos que reflexionan, en clave juvenil, sobre la construcción de la Comunidad Europea, centrándose en asuntos aún no resueltos como los nacionalismos o la inmigración.

La compilación reúne títulos realizados en los últimos años en Suecia, Alemania, Estonia, Bulgaria, Grecia e Italia. Películas que suman docenas de galardones, como la premiadísima francesa L’Esquive, de Adbel Kechiche, ganadora de 4 César, entre otros; la italiana La bocca del lupo, de Pietro Marcello, que logró dos estatuillas en Berlín; la sueca Flickan, de Fredrik Edfeldt, que también se llevó dos premios en la Berlinale, o la asimismo sueca Worlds Apart, de Niels Arden Oplev (director de “Los hombres que odiaban a las mujeres”).      

                                           

 Eugène Green

Eugène Green (Nueva York, 1947) participó en la 47FICXixón en la competición de la flamante Rellumes. Gijón vuelve a contar este año con este director, actor, escritor, dramaturgo y fundador de la compañía barroca Théâtre de la Sapience que cautivó al público gijonés no sólo con la delicada A religiosa portuguesa, sino por la charla magistral que ofreció sobre cine en uno de los Encuentros con el público. El certamen revisa el cine poético de uno de los directores más personales del cine europeo actual, cuya mirada reivindica la mística de maestros como Ozu o Bresson.

El ciclo ofrecerá la filmografía completa de Green, desde Le Monde vivant, ganadora del premio FIPRESCI en Londres, a Le Pont des Arts; la mencionada A religiosa portuguesa; Correspondances (título incluido en Memories, la colectiva galardonada con el Premio Especial del Jurado en Locarno) y sus cortometrajes.  

 

Kim Longinotto

Narrar el mundo desde sus entrañas, con crudeza, poniendo el foco en situaciones de discriminación y de opresión de las mujeres. Ese es el sello del cine documental de Kim Longinotto (Londres, 1952), una de las cineastas británicas más reconocidas de la última década, premiada en festivales como Sundance, Cannes y Ámsterdam por sus impactantes e implacables retratos sociales.

Un ciclo mostrará las distintas fórmulas magistrales que utiliza esta directora británica a la hora de examinar el factor humano a través de títulos aclamados en el circuito internacional y avalados por la crítica como las premiadas Rough Aunties o Sisters in Law. El FICXixón acogerá la première española de Pink Saris, una aguda mirada sobre la violencia contra las mujeres en India.   

 

Reynold Reynolds

El cine experimental contemporáneo tiene en el Reynold Reynolds (Alaska, 1966) uno de sus artistas esenciales. Gijón mostrará una parte sustanciosa de su obra, que trasciende lo cinematográfico para llegar a territorios artísticos como la instalación multimedia y la fotografía. Buena parte de esas piezas han sido premiadas en festivales como Sundance o la Transmediale de Berlín. Museos como el MOMA de Nueva York o el Tate Modern de Londres han contado con sus creaciones y ha participado en las bienales de Belín y Moscú.

Con una fuerte base filosófica y científica, Reynolds ha desarrollado una mirada cinematográfica propia alrededor del consumo y la decadencia, escudriñando especialmente los trastornos psicológicos y físicos. Este artista formula sus cuestiones a través de una estética particular, provocando la participación y, en buena medida, la consternación del espectador, utilizando lo fílmico para crear arte, en coherencia con cineastas como Peter Tcherkassky o Mathias Müller, a los que el FICXixón ha dedicado ciclos en anteriores ediciones.  

 

Competición Especial Rellumes: El cine más vivo y fresco

La segunda edición de Rellumes abre la competición a más películas, convirtiéndose en un escaparate para el cine más vivo y fresco. El público del 48 FICXixón, que elige con sus votos a la ganadora, dispondrá de doce miradas, de doce destellos (rellumes) dentro del panorama cinematográfico internacional, que se erigen en una alternativa a la Sección Oficial del propio Festival, llegando a la altura de la Quinzena de los Realizadores en Cannes, la sección Orizzonti de la Biennale di Venezia o el Zabaltegi en San Sebastián. 

Los títulos de Rellumes dan una vuelta de tuerca a los temas convencionales y descubren en ellos una frescura que nadie había visto antes. Desde la oscura crudeza de una cárcel danesa en R, hasta el BrilliantLove que plantea Ashley Horner, pasando por el negro sentido del humor de aquellos que no tienen nada que perder presente en la rumana Morgen; o el irónico retrato de un artista en el paro que se reinventa (como las películas de esta competición) en busca de la felicidad en The Happy Poet.

Dj Tiga, Chilly Gonzales y Peaches, tres figuras destacadas de la música electrónica, son los artífices junto al realizador Adam Traynor de la película Ivory Tower: "una comedia existencial sobre el deporte" con aires zoolanderescos y un humor en la línea de Wes Anderson, en torno al enfrentamiento entre dos hermanos ajedrecistas por una mujer. El ritmo de la película está marcado por apasionadas partidas de Jazz Chess (ajedrez artístico en el que no hay ganadores ni perdedores). El británico Ashley Horner plantea en BrilliantLove su crítica particular sobre el mercado del arte. Una bonita y sencilla historia de amor y sexo explícito en torno a la bella taxidermista Noon y su compañero sentimental Manchester. Unos comprometedoras fotos amenazará con hacer estallar la burbuja en la que vive la pareja. Con el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Sundance llega
el debut de la realizadora canadiense Adriana Maggs, Grown up Movie Star, una cinta que también aborda el tema de la sexualidad planeando sobre el problemático despertar de una adolescente, y que retrata la disfuncionalidad familiar de un modo que "recuerda películas como Kids o Thirteen".

Entre las sorprendentes y heterodoxas miradas que plantea esta nueva edición de Rellumes encontramos una fuerte presencia del cine norteamericano. Cold Weather, de Aaron Katz, presenta una atípica historia de misterio en la que Doug, un estudiante de Ciencias Forenses fracasado, vuelve a su Portland natal para recuperarse, pero en lugar de eso se hunde en una espiral de desapariciones y pistas que no llevan a ninguna parte. La película se ha convertido rápidamente en una película de culto en Estados Unidos.Tras ganarse al público de festivales como BAFICI, Tesalónica o la Viennale austriaca, Matt Porterfield muestra en Putty Hill su visión personal de la decadencia del "Sueño Americano", en un viaje por los suburbios blancos llenos de familias desestructuradas, un skate park, un estudio de tatuajes, un bosque y un karaoke, en el que Matthew Porterfield se mueve entre el hermetismo teen a lo Gus van Sant y la ficción documental de Pedro Costa. Completa la terna estadounidense de Rellumes The Happy Poet, dirigida por Paul Gordon. Una divertida comedia que gira alrededor de un poeta en paro que decide montar un puesto de comida rápida vegetariana en medio de un transitado parque de Texas.

Sin dejar la comedia, viajamos al sur del continente americano para descubrir el primer largometraje de Clara Picasso, El pasante. Con un peculiar sentido del humor esta realizadora argentina muestra las taciturnas noches de un hotel de Buenos Aires, en las que un joven aprendiz de botones y la recepcionista que tutela sus prácticas se escurren, como los demás empleados, por los pasillos donde no deben estar, haciendo lo que se supone no deben hacer.

De vuelta a Europa, concretamente a Rumanía, nos encontramos con Morgen (Premio Especial del Jurado en Locarno), una comedia de singular sensibilidad dirigida por Marian Crisan (Palma de Oro en Cannes con su cortometraje Megatron). Nelu trabaja de guarda de seguridad en un supermercado y vive en una granja en Salonta, pueblo fronterizo entre Rumania y Hungria. Aficionado a la pesca en sus ratos libres, se convierte en "pescador de hombres" cuando un turco que intenta llegar a Hungría se cruza en su camino. Aunque ninguno de los dos habla el idioma del otro, esta extraña pareja de amigos conseguirá comunicarse gracias a una única palabra compartida "morgen" (mañana).

Al igual que la Sección Oficial, Rellumes cuenta con participación española. Daniel Vázquez Villamediana guionista de La línea recta, que debutó con la controvertida El brau blau, presenta en su última película La vida sublime "una aproximación al concepto de frontera: entre el norte y el sur, entre la realidad y la imaginación, entre la lucidez y la locura". Un homenaje a la generación perdida del franquismo que no pudo cumplir sus sueños, a través de la fascinada mirada de un joven que reivindica la memoria de su abuelo en un viaje que realiza desde su Tierra de Campos natal hacia el Sur de la península.

A esta competición acude uno de los pesos pesados del cine asiático: el laureado Sang-soo Hong, que participa por primera vez en el certamen gijonés con la comedia Oki´s Movie. El que ya es considerado como uno de los padres del Nuevo Cine Coreano sigue buscando ese estilo que le permita transgredir las normas de lo convencional adentrándose en la historia de un triángulo amoroso entre un estudiante de cine, un profesor y un antiguo compañero de clase. Una nueva pirueta del inclasificable autor de Ha ha ha ganadora del Premio Un Certain Regard en la última edición del Festival de Cannes.

Después de presentar sus primeras obras en Berlín o Venecia, llega a Gijón Woo Ming Jin, uno de los cineastas más prometedores del cine asiático, para ofrecer al público The Tiger Factory, con la que concursó en la pasada Quincena de Realizadores de Cannes. La película es un retrato de las dificultades que sufren algunos adolescentes en la Malasia contemporánea centrado en la figura de Ping Ping, una adolescente de 19 años que se ve compelida a trabajar en una granja de cerdos, y complementa tan poco enriquecedora actividad fregando platos en un restaurante. Para colmo, su tía la obliga a participar en un turbio negocio clandestino. Pero la joven no renuncia a su sueño de reunir el dinero suficiente para buscar un futuro más prometedor en Japón.

Por último, los daneses Tobias Lindholm y Michael Noer (presente en la pasada edición del Festival con su documental The Wild Hearts) traen a Gijón el film que dejó sin aliento al público de Rotterdam y Buenos Aires: R. Los realizadores se adentran (con una visión realista) en un sistema carcelario permisivo y cómplice de las barbaridades que los presos cometen entre sus "no tan altos" muros, para contar la historia de Rune, un chico callado y temeroso que deberá enfrentarse a un ambiente hostil en el que los barrotes cubren las ventanas y la sangre el suelo. La película muestra las normas de supervivencia que manejan los reclusos dentro de un ciclo en el que nadie es imprescindible, y en el que las personas no tienen nombre ni cara, basta con designarlas con una sola letra. 

 

La noche innombrable (Presentada y amenizada por Jesús Palacios)

Existe un cine que, durante demasiado tiempo, permaneció en los márgenes de la historia, sin ser siquiera nombrado en muchas ocasiones. Un cine difícil, sino imposible de admitir en el canon imaginado por académicos, críticos y enciclopedistas sin, precisamente, imaginación. Como el hijo bastardo de una familia noble, o la esposa loca del aristócrata infeliz, permanec&iac
ute;a oculto en el desván o el sótano de la cinefilia, encadenado, con una máscara de hierro sobre su rostro, temeroso de ser asesinado a cada momento. Pero ese cine sin nombre ha escapado y tiene, claro, su propio hueco en el Festival de Gijón, hogar de niños perdidos y perversos, el sábado 20, a las 00:30 horas.

La canadiense Tucker & Dale Vs. Evil, de Eli Craig, es la joya gore e hilarante del año. Una vuelta de tuerca sangrienta y desopilante al género del survival en la América Profunda y Gótica, que invierte sanamente los tópicos del mismo, presentando una ingeniosa parodia de títulos como La matanza de Texas, Deliverance o Las colinas tienen ojos, por citar alguno. Convertida en pieza de culto tras pasar triunfante por Sundance o Sitges, comparada y comparable a Zombies Party, una obra maestra del splatstick para morirse, literalmente, de risa.

Esta prometedora sesión golfa se completa con las proyecciones de los cortos Allons-y! Alonzo! (Camille Moulin-Dupré), deliciosa evocación animada, imaginativa y llena de encanto, en clave de línea clara del cine de aventuras y el polar francés de los años 60 y 70, y Arbeit für Alle (Thomas Oberlies y Matthias Vogel), más sangre y diversión en el mejor corto de zombis de los últimos tiempos, que, además, imparte toda una lección de cine social.  

 

Enfants Terribles, el espacio didáctico del FICXixón

Enfants Terribles es una de las secciones más representativas del FICXixón, nexo con los orígenes de un certamen que nació dedicado exclusivamente a los más pequeños. La evolución del festival hacia un cine alternativo y de autor no rompió el vínculo con esa propuesta, sino que traspasó la pantalla y se coló en las aulas. Trece años después de este resurgimiento, el programa más juvenil se ha hecho imprescindible para la comunidad educativa asturiana, como lo demuestran los más de 109.000 estudiantes que han pasado por las salas y participado en las propuestas extraescolares de este espacio didáctico y cultural. El año pasado, el programa contó con 13.000 alumnos de 103 colegios e institutos de 36 localidades asturianas.

La sección competitiva acogerá este año una decena de largometrajes procedentes de diferentes países europeos, de Francia a Rusia, así como de Nueva Zelanda, Argentina, México y Uruguay. Todos ellos serán estrenados en Gijón. Con sede oficial en el Teatro de la Laboral, Enfants Terribles presenta una abundante variedad de producciones que tratan asuntos de máxima actualidad, como la vida en el exilio, el acoso escolar, la búsqueda de la propia identidad, el aislamiento social o la fama efímera.

Entre las propuestas que recoge la sección en la 48 edición destacan cintas como Boy, del neozelandés Taika Waititi, que fue premiada en Berlín. Con la cultura gótica de fondo, Jean-Paul Civeyrac filma la adolescencia en Des filles en noir. De Francia también llega Bus Palladium, de Christopher Thompson, con el rock como excusa. Con un título muy baudelairiano, Fleurs du mal completa la presencia francesa en la competición.

Del Reino Unido llega otra película con fuerte carga musical: SoulBoy. El director Shimmy Marcus compone una historia alrededor de la eclosión del northern soul en los setenta. Seguimos en esa década, pero en otra parte del mundo: Argentina, en plena dictadura fascista. Ahí trascurre Te extraño, de Fabián Hofman.

La competición de largometrajes destinados a niños entre 6 y 12 años incluye cuatro producciones europeas. Eep!, de Ellen Smit, se llevó el Gran Premio del Festival de Cine para Niños de Montreal, una delicada historia de una niñita diminuta con alas en lugar de brazos.

Basada en los cómics clásicos de Willy Vandersteen, el filme Luke & Lucy: The Texas Rangers saca el máximo provecho de las tecnologías digitales de animación para ambientar las aventuras de estos dos amigos en Texas. La película tendrá un pase en francés y otro en inglés.

Desde Rusia llega Cheburashka, otra película de animación. Dirigida por Makoto Nakamuras, cuenta la historia de Cheburashka, un ser pequeño, marrón y de grandes orejas que un día contesta al anuncio de un cocodrilo que busca amigos. Este filme se doblará al asturiano.

El concurso se completa con Kerity, la maison des contes, la tercera producción animada de Enfants Terribles. Basada en la novela Nat y el secreto de Eleonora (Edelvives), el director Dominique Monfery presenta una historia en las que los personajes literarios salen de los libros para ayudar al pequeño protagonista a vivir grandes aventuras.

Fuera de la competición están programadas dos producciones. La alemana Piano Encounters, en la que Enrique Sánchez – Lansch entra con su cámara en las aulas de los cursos para jóvenes pianistas del Festival de Piano de Ruhr (Alemania), para seguir durante cuatro años a los alumnos plasmando no sólo el crecimiento de los niños, sino su evolución como intérpretes. También se proyectará la producción española Los castigadores, de Alfonso Arandia y Arantza Ibarra, filme que aborda el enfrentamiento al acoso escolar de cuatro niños que forman una banda contra el hostigamiento al que son sometidos por los matones del colegio. Por primera vez, Enfants Terrible programa en horario matinal una muestra de títulos escogidos de uno de los ciclos del festival. De ¿Europa? ¿Qué Europa? llegará a los escolares los siguientes títulos: L’esquive; L’apprenti; Flickan; To Verde
ner
y Eastern Plays.
 

Verso de mujer adentro en Blogger. Por Lauren García (05/10/2010).

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Igual que un dulce arañazo de mujer que condena a los crueles achaques de la vida, poesía de entraña femenina que sale de los blogs como una flecha y que retuerce el mundo con una sacudida que espanta el dolor y las medias tintas. Se trata de La manera de recogerse el pelo-Generación Blogger, editado por Bartleby Editores. El libro recoge una muestra de treces mujeres poetas hermanadas por su juventud y su fogoso verso: Silvia Oviedo, Ester García Camps, Gloria Gil Romera, Déborah Vukusic, Lucía Fraga, Ana Vega, Nuria Mezquita, Ana Pérez Cañamares, Cristina Morano, Inma Luna, Begoña Paz, Isabel Bono y Lola Lugo. Además el libro incluye un dvd realizado por Patty de Frutos, que ilustra y recrea el espíritu del libro con una deslumbrante visión creativa. Un cóctel que recae en la utilidad y proyección de la poesía como un imán atrayente hacia el lector. Un fino prendedor contra la vida enquistada.

En el prólogo José Ángel Barrueco se refiere al temperamento de las escritoras sin miramientos: “Poetas al margen, casi todas. Duras. Guerreras. Alternativas. Escriben con el cuchillo entre los dientes y tienen los ovarios bien puestos”. Naturaleza femenina innata e intocable como añade el prologuista: “Las palabras casan con esa delicadeza artesana y natural que poseen las mujeres para agrupar sus cabellos con un prendedor, una goma para el pelo o un simple lápiz”. El antólogo David González alude a la heterodoxia del libro que abandona moldes tradicionales ya que “huye sobre todo de la poesía institucional; en especial de los tópicos temáticos de dicha poesía oficial, apegada aún a la tradición más rancia de la poesía española. La antología propone otras alternativas, otra manera de decir”. Una respuesta al mundo editorial dominante como apunta González “hay muchos amiguismos y poetas mediocres, queríamos reparar en un diálogo y comunicación con los lectores de igual a igual, una poesía que habla de lo que realmente le importa al común del pueblo; son escritoras que defienden al mundo con su poesía”.

La poeta asturiana Ana Vega (1977) resume así el carácter femenino que imbuye el libro: “este libro supone un punto de inflexión importante, no sólo en lo personal y profesional, sino también por todo lo que supone y ha logrado: tejer una especie de red fuerte y firme de mujeres que escriben, que pelean y luchan por sus derechos y libertad. Mujeres que se defienden no con su imagen sino con sus palabras y trabajo. Con mis compañeras de libro he establecido una especie de cordón umbilical difícil de romper”. Para Ana Vega hay un nexo común entre todas las escritoras que es “decir la verdad aunque duela. Y saber encajar golpes. No hay demasiadas discrepancias”. Internet ha hermanado a todas estas escritoras como un fabuloso escaparate, como señala Vega “es una herramienta que hay que saber utilizar, con un poder asombroso y también terrorífico. Dejarte el alma en todo lo que haces y que el tiempo haga su propio trabajo”. 

Para la poeta gallega Begoña Paz (1965) su aportación al libro se resume en “capturar sensaciones. Sí es cierto que tiendo a capturar momentos de dolor, de perplejidad, de esa extrañeza que provoca reconocerse en uno mismo o en el otro. Siempre escribo en gallego y me he traducido al castellano. Sobre la capacidad de Internet para cambiar los cimientos literarios Begoña Paz cree que “hay cierta tendencia a la condensación tanto en poesía como narrativa, porque sigue siendo molesto leer textos largos en pantalla. La brevedad es un valor en alza en este mundo en el que vivimos y no sé si será bueno. A veces, para reflexionar hace falta espacio; como lectora y escritora no me gusta la impaciencia ante libros de gran extensión”.

El blog es un óptimo escaparate para el intercambio de ideas, para que la literatura fluya como argumenta la poeta canaria Ana Pérez Cañamares (1968): “cuando abrí mi blog en el 2006, empecé a subir poemas escritos por mí, y a tantear la opinión de los lectores, lo que me animó a escribir más; mi poesía funcionó muy bien gracias a ese boca a boca. Con este libro he aprendido de la generosidad de las poetas participantes; es una forma de dejar constancia de que los antiguos roles y esquemas en la edición y la distribución comienzan a convivir con formas diferentes”. La etiqueta de poesía femenina no es certera ya que según Pérez Cañamares “es demasiado general. Yo no me siento cercana a cualquier autora, a priori, por ser mujeres ambas. Las mujeres que participamos en la antología escribimos con una honestidad y desgarramiento que rompen clichés que en otras épocas podrían haberse adscrito a la poesía femenina”. Un libro, pues, que expulsa desde sus pulmones aire de mujer que vive con prominencia el  hoy.

 

Lectura de Hilario Barrero. Antiguo Instituto de Gijón. 5/11/2010

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A partir de las 8 de la tarde, en el Salón de actos del Antituo Instituto de Gijón, Hilario Barrero hará un lectura poética. Presentará al autor el poeta Francisco Álvarez Velasco y presentará el acto el coordinador de los Encuentros, Antonio Merayo.

Hilario Barrero (Toledo, 1948) vive en Nueva York desde 1978. Asturiano de adopción. Es Doctor por la Universidad de la ciudad de Nueva York de la que es profesor titular. Ha enseñado español en la Universidad de Princeton.

Lectura de Hilario Barrero. 5/11/2010

Wall Street, el dinero nunca duerme: Un Gordon Geeko descafeinado y un Oliver Stone desafinado. Por David Fueyo (02/11/2010).

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Vuelvo del cine de ver Wall Street, el dinero nunca duerme y lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido lavarme los dientes. Enjuagarme la boca del mal sabor con el que vuelvo de la gran superficie de turno con sus impersonales multisalas. He de reconocer el cierto morbo que me ha dado volver a reencontrarme con la gran pantalla, yo, que me confieso devorador de DVDs, DIVX y de cualquier otro formato extraño relacionado con el mpg4, y que conlleve alguna película a la que he de presuponerle calidad.

¿Qué porqué hago eso?, por el miedo al cine actual. Temo encontrarme tostones vacíos, sucesiones de escenas porque sí, explosiones sin ton ni son, historias de amor tan lejanas como Plutón del sol, es decir, temo desilusionarme con el cine de hoy en día y por eso sólo pico un poco en pequeñas joyas de festivales menores o en alguna rareza uruguaya a la que Fotogramas dedique un par de líneas. (Vale, cuando pensaba el ejemplo se me vino a la cabeza Salt, el último bodrio de la Jolie, creo que la he definido perfectamente)

Se puede decir que he ido a ver El dinero nunca duerme para encontrar otro “documental” del tipo de la ochentera Wall Street en la que encontré uno de los más malvados personajes que el cine me ha presentado, el gran Gordon Geeko. Digo “documental” porque aparte de la trama propiamente dicha, la primera parte mostraba un fiel retrato de una época, finales de los ochenta, donde en negocios todo valía, allí se gestaron las primeras insuflaciones de la burbuja que acaba de explotarnos en la cara, pero eso es otra historia. Ese retrato de la época en la que se ambienta es casi carente en la nueva versión, quizá con el fin de dotarla de atemporalidad. Unas breves referencias a la crisis actual, un ejemplo suelto en tres escenas por ahí colgado y ya está, creo que no seré el único que esperase algo más.

¿Por qué me apasiona (ba) Gordon? Porque encarnaba las peores pesadillas de cualquier ahorrador medio, de cualquier trabajador que guardaba las pocas sobras de su sueldo en el calceto bancario, de todo aquel o aquella que cuando viene el fontanero a casa tiembla por la factura, es decir, de todo aquel o aquella que alguna vez se ha sentido pobre, con poco dinero, y con un futuro gris-cielo-asturiano.

Gordon es (era) la peor versión del jefe del que está en la ventanilla de nuestro banco. Encarna (ba) el gordo castrón al que alimentamos sin merecerlo, el maduro poseedor del Porsche Cayenne que nos ha adelantado a 200 por la autopista, el que está detrás de las grandes puertas de los grandes bancos, un lugar al que jamás los curritos de a pie llegaremos. Sí, Geeko representaba un gusano codicioso (yo que soy pedagogo freiriano, y sólo conozco la solidaridad) encarnado por un maravilloso Michael Douglas y dirigido por un original Oliver Stone que sabe como guardárnoslo, como desear verlo tras esa puerta de cristal que todavía hoy, 23 años después, no desentonaría en ningún despacho con poseedor o poseedora con gustos cool, es decir, Stone nos presentó un retrato en tonos dorados (en fondo y forma) de su tiempo prorrogable en el mismo. Poco (o nada), han cambiado en la realidad las cosas; cuando veo al Geeko de la primera Wall Street todavía me sigue dando miedo.

¿Cómo conocí a Gordon? Fue un amigo economista, recién colocado en Madrid, en la banca privada, esa banca que carece de ventanillas y que juega con cifras de, al menos 5 cifras (menos es nada, y trabajar para nada, es tonterías). El amigo amaba a Gordon, repetía su nombre continuamente e idolatraba al personaje como si fuera un gurú de la realidad, el aceite que faltaba para que arrancase la fabrica de hacer pasta, Gordon, siempre Gordon, y en la mesita el Sun Tzu, para aprender a ver enemigos y guerra donde sólo hay corbatas y despachos. La guerra sin sangre, sin disparos, sin cadáveres. Guerra de despachos. Puedes pasar por allí y ser tú la víctima de esa ambición sin límites (yo que llevaba a cabo dinámicas de aprendizaje cooperativo, yo que no entiendo eso de ser competititivo). El amigo, (gomina, dockers, camisa con un jugador de polo sobre su caballo), sabía de memoria todas las frases de Geeko. Las repetía una y otra vez mientras bebía un cacharro del Campa. Podría imaginármelo como Vin Diesel, en la irregular Boiler Room, viviendo los primeros días del resto de su vida, siempre al calor de la llama que simboliza el logotipo de su empresa, preparándose para la guerra. Créanme que existe gente así.

Y en esto que anuncian una segunda parte, hace un año más o menos, tiempo suficiente para imaginarme más de lo mismo, más de lo que quiero, temer, como en “Tiburón”, nunca el mar fue el mismo después de aquello, nunca el mármol inmaculado de mi sucursal bancaria volvió a ser el mismo tras Geeko. Quería renovar sensaciones, el verano sería largo.

Y llegó hoy, y sorprendentemente sigo siendo el mismo. En la rampa mecánica del centro comercial voy deslizándome mientras veo a Geeko y a un joven sentado a su lado. Me recuerda al Padrino 3. Promete, buen cartel. Me acomodo y dejo pasar las siguientes dos horas en lo que va pasando lo siguiente: Gordon sale de la cárcel después de haber cumplido condena por sus negocios sucios en el mercado de valores. Un viejo móvil indica que corren otros tiempos, el tiburón puede haberse quedado en una pequeña piraña. Lo veremos. Sigue el metraje y nada es sorprendente. Gordon tiene una hija, primera noticia que tengo. En la primera parte tenía un hijo, mimado y hermosote, con su gorro de cumpleaños es el estereotipo perfecto de hijo único, total, que a la chica parece que la han inventado y ahora tiene ya ventipico años. Esa será mi única sorpresa En Wall Street: El dinero nunca duerme no he encontrado más de lo mismo, sino un paso atrás más del, en otros tiempos enfant terrible del cine norteamericano. Una película previsible, sin intriga, sin emoción, pero con gore del bueno. Los personajes de la primera parte que sobreviven son destrozados irremisiblemente. A Charlie Sheen ya no le gustan los aceros Anacot, y en los 20 segundos de metraje en los que aparece destroza su personaje protagonista de la primera parte. Bien. Sigue sin haber trama. Aparece algo parecido a la sensiblería. Gordon es bueno o al menos lo parece, nada que ver con lo que esperaba. El personaje protagonista Shia LaBeouf no me dice nada. Me entra modorra, sueño, y no son ni las 11 y media. Sigue el metraje y poco cambia. Gordon un poco, pero nada que ver. Descafeinado, muy descafeinado y sin sabor. Unos cuantos números bailan por la pantalla. Susan Sarandon haciendo el peor papel de su vida, encajado con calzador, totalmente superfluo. Josh Brolin bien, pero no se salva en el conjunto de la historia. Bailan números fluorescentes por la pantalla. Termina. De la imagen del cartel ni rastro &i
quest;dónde está el malvado Gordon que esperábamos? ¿Dónde está el Stone de The Doors, de JFK, de Platoon, de Asesinos Natos? Parece ser que ya no son, que simplemente “-eran”. Más café descafeinado, siempre nos quedará que casi es noviembre y llega Gijón.

Lectura de Félix Grande. 4/10/2010

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La Asociación de Escritores de Asturias y ÁGORA 21,
en colaboración con la Fundación Aula de las Metáforas,
 tienen el placer de invitarle a la lectura de
 

Libro de familia

de Félix Grande
 
Presenta: Javier Lasheras
 

4 de noviembre | 8 de la tarde | Hotel Gran Regente. Oviedo.

Al finalizar el acto se servirá un vino español.

Ligeros de equipaje, de Marcelino Iglesias. Por Armando Murias Ibias. 30/10/2010

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Ligeros de equipaje

Marcelino Iglesias
Editorial Septem, Oviedo, 2010. 104 páginas. II Premio de Novela Ciudad de Noega.
 
Desde el principio de los tiempos, cuando se empiezan a contar historias a la luz de las hogueras en las cuevas prehistóricas, es muy probable que el primer relato tuviera que tratar sobre lo que el narrador vio o creyó ver más allá del valle donde se asentaba. Es la irresistible atracción por lo desconocido, por lo que está más allá. Es la satisfacción de hacer partícipes a nuestros semejantes –animales gregarios- de nuestras inquietudes y de nuestros límites. En definitiva, es el viaje como tema literario. Tanto es así, que son muchos los autores que piensan que todo relato es un viaje. Hay viajes externos, geográficos, como el que realiza Ulises o Eneas por el Mediterráneo, o el de Julio Verne por el espacio sideral o por el centro de la Tierra. Pero también hay otros viajes internos, como el de Dante de la mano de Virgilio y de su amada Beatriz, o bien a través del tiempo (pensemos en el poder nostálgico que le proporciona el sabor de la magdalena en Proust), y así un largo etcétera, tan extenso como lo es la historia de la literatura o la literatura misma.
La novela de Marcelino Iglesias también es un viaje, un viaje externo e interno.
La Revolución Industrial inventa el artefacto más elaborado que el ser humano había realizado hasta ese momento. Con la fuerza del vapor consigue mover una locomotora, es el tren. El tren no es un elemento nuevo en la narrativa de Marcelino, (recordemos que su segunda novela se titula “La sombra del tren”). En “Ligeros de equipaje” el tren es un elemento siempre presente. Sirve para desplazar a la protagonista (a Fidelia) desde Madrid a Tierra de Besar. El tren (El Carbonero) también es el que usa el protagonista (Fabián, junto con otros niños) para llegar a Gijón. Y de nuevo el tren será el que los desplace a todos ellos por la estepa rusa desde Leningrado hasta Moscú. Pero este periplo no es sólo un viaje externo, geográfico, por tierras y mares terriblemente diferentes a las aldeas que dejaron atrás. Es también un viaje interior. A lo largo de cientos de quilómetros de vía férrea va a surgir algo entre ellos que los hará diferentes. Hay palabras, miradas, recuerdos, sentimientos que se cruzan en las vidas de los protagonistas y que determinarán un cambio, que reanimarán unas evocaciones que se estaban escapando por el sumidero del olvido.
En el tren van los niños de la guerra que huyen del horror que habían iniciado el año anterior unos militares golpistas en el norte de África. Desde Gijón partieron más de 1.000 niños con destino a la URSS. Marcharon con la idea de regresar al poco tiempo, pero los hechos ocurrieron de otra manera, y muchos de ellos quedaron por el camino, como los que cita Marcelino en la dedicatoria.
Estoy seguro que el autor creció con relatos que nos hablaban del Lejano Oeste norteamericano, con historias del Llanero Solitario, con novelas de Marcial Lafuente Estefanía, con películas del 7º de Caballería. Eran las guerras de otros. Más adelante, es también seguro que quedaría deslumbrado por los acontecimientos de la guerra colonial del Vietnam, con las revueltas del Mayo del 68 francés, pero lo que es más difícil es que leyera algo sobre la guerra que nos dividió a los españoles a partir de un golpe de Estado contra la República porque ése fue un tema prohibido durante mucho tiempo. Tuvo que llegar la democracia para hacer posible que esta literatura fuera contando, gota a gota, dolorosamente, los acontecimientos que afectaron a los españoles, a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nosotros mismos.
Con esta novela, Marcelino Iglesias rescata del olvido a los maestros que se jugaron el pellejo y el puesto de trabajo por defender los valores educativos que habían conocido con la Institución Libre de Enseñanza, como es el caso de Fidelia y de su padre. También rescata del olvido el nombre de los niños de la guerra, que en el caso de Asturias fue muy numeroso y sangrante.
A perpetuar ese recuerdo antes de que el revisionismo lo hunda más en el olvido (la última campanada la dio el otro día el reciente Premio Planeta, Eduardo Mendoza, cuando declaró que el tema de la Guerra Civil tiene que ir al trastero), de salvar del olvido trata esta novela titulada LIGEROS DE EQUIPAJE, con claras resonancias de un verso de A. Machado, otro español que tuvo que huir de la barbarie en la que quedó convertida España por culpa de una jauría humana. 

 

Historia de una anatomía, de Francisca Aguirre, por Javier Lasheras. 27/10/2010

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Historia de una anatomía.

Francisca Aguirre.
Premio Internacional Miguel Hernández – Comunidad Valenciana.
Hiperión. Madrid, 2010.
 
 
Desde la antigüedad —cuando se observaba con tanta atención los movimientos y expresiones de los jóvenes—, se han dado muchos pasos para lograr entender nuestro cuerpo. Seguro que se darán más, sobre todo si tenemos en cuenta las ventanas que abren las nuevas tecnologías. Pero antes, uno de los avances fundamentales en la ciencia de la anatomía humana fue el reconocimiento de la función, que unida a la descripción tradicional, posibilitó a los galenos un mejor conocimiento del cuerpo humano: tanto en su conjunto como en cada sistema, aparatos y órganos que lo componen. A toda esta historia y a sus descubridores, se suma ahora Francisca Aguirre (Alicante, 1930). Y lo hace desde la perspectiva del paciente, sin más recursos que la mirada, la experiencia y la palabra. Bueno, también con un punto de ironía que le queda muy bien al traje con el que ha vestido estos poemas intitulados Historia de una anatomía. Un relato poético, y también un expediente singular, lleno de gracia (dicho sea con el esplendor de sus muchas acepciones y con todo mi respeto y cuidado), pues consiste en la vivisección emocional de la propia narradora.
Diré, por tanto y con urgencia, que cada poema es un corte en carne viva, con su sangre y humores, sus esperanzas y certezas, sus risas y alegrías. Pero todos convenientemente tamizados por el poso y el reposo y, sobre todo, por una mirada que aporta una lección de piedad y tolerancia.
Esta perspectiva ya debe advertir al lector de que sólo es un visitante de paso por un lugar en el que el pudor no debe ser tenido en cuenta (absténganse hipocondriacos y pesimistas en general) y en el que el mundo privado, interno, no reside sólo en los tegumentos visibles, sino en una serie de variaciones (léase poemas) con sus capas, niveles y estratos que se suceden bien integrados y no expuestos de cualquier manera —cuando no tirados—, como en ocasiones vemos en otros libros. Es decir, la poeta aplica un método que le sirve para no desentenderse en ningún instante de cada una de sus disecciones. Tal vez por esto logra trasladarnos el difícil reto al que ha sometido su escritura.
Ahondemos. Historia de una anatomía reposa todo su peso en una constructio moral. Y esta viga maestra tiene, entre otros, un ascendiente ilustre: Antonio Machado. Así, no resultará extraño al lector avezado que la autora lo mencione en alguna que otra ocasión y que empiece (pág. 11) y acabe el libro (pág. 82) con el sevillano. Construcción que está ejecutada con la mirada de quien ya se conoce al dedillo su propia historia, su propia genealogía y hasta su propia geología. Una mirada artera acerca de los fundamentos, orígenes y consecuencias emocionales de muchas de las partes que nos componen: cabeza, manos, boca, pelo, hombros… sí, claro, pero no sólo. También es la historia de un temblor acumulado durante los años, una herida en la memoria y un dolor pasado que la poeta ha sabido encajar a lo largo de su dilatada trayectoria, vital y literaria. Así, Radiografía es un poema estupendo, una introducción in crescendo bien rematada, aligerado con una pizca de ironía y reconocible para todos; En algún sitio de este cuerpo apunta a las heridas y al dolor como si fueran otros, esos vecinos o familiares incómodos a los que hay que soportar y, qué remedio, saber llevar; Una mala disposición, Digestiones difíciles o La voluntad apuntan a cómo el compromiso con la justicia y la sociedad suponen un impacto que el cuerpo acaba pagando; La llamada de un rastro señala y celebra el milagro de la vida; Las lágrimas dibujan la idea del consuelo y su necesidad; y en torno a casi todos los poemas una pregunta que no dejará de latir en nuestras sienes: ¿qué es realmente nuestro cuerpo?
Para responder a esta última cuestión, será aconsejable avanzar en la lectura y escuchar esa recolección de datos personales, esa exploración que, como en una anastomosis, une y da sentido a la historia clínica de la paciente. Anamnesis, la segunda parte del libro, aporta al conjunto —con la debida anuencia de Franz Kafka— la musculatura necesaria para que el caudal de la primera parte no se desboque. De esta forma, con su declaración, con sus datos, sabemos que el siglo XX , cambalache, problemático y febril como escribió Enrique Santos Discépolo, ha sido su cuna; su padre —en concreto su presencia y sobre todo su ausencia no deseada— un grito inconsolable que recordar no quiero, enésima prueba de la paciencia y la tolerancia ya mencionada de Francica Aguirre; la música y el mar —muy presentes en obras anteriores—, una bendición y  una terapia para rehabilitarse con la magia de la vida; y a mayor abundancia, el amor que junta incluso contra la muerte, la maternidad necesaria, la compasión y la verdad o esa otra verdad de la infancia que nada tiene que ver con aquella patria de la infancia de Rilke. Y al fin, algunos detalles: una ventana, unas golondrinas, el verano y esa alegría de volver a cantar a todas horas. En fin, sorprendente esta capacidad de introspección, de afirmaciones sin miramientos que delatan la actitud nada complaciente, pero tierna y cabal de Aguirre.
De otro lado, la autora conoce perfectamente la versificación española (su libro Ensayo general, entre otros, es una alta prueba de ello) y, sin embargo, o precisamente por ello, huye de la norma para encontrar no sólo el tono léxico adecuado, sino también ese ritmo libre que pueden sugerir los latidos, el bombeo general de nuestro sistema circulatorio, de nuestros corazones gastados por nuestra insondable capacidad para la sorpresa o por nuestra insoportable falta de lucidez. Porque, ¿acaso conoce nuestro cuerpo de pausas, de comas o de puntos y comas? Tal vez Francisca Aguirre nos dijera que sólo de puntos, de los que se ponen para cerrar heridas y abrir cicatrices y de los suspensivos que le siguen a la memoria de la risa.
Ciertamente, la literatura es un territorio singular en donde confluyen algo más que unos ejercicios de estilo y experiencia: es el río cotidiano del trabajo ante la presuntuosidad e ingenuidad de muchos ante ella. En este sentido, al reto de Francisca Aguirre no le falta ambición: en realidad, ésta es una característica de su obra. La empresa, por tanto, es exigente y el resultado feliz y notable. Ello no obsta para desconocer de antemano que la propuesta de la alicantina no va a ser asumida por todos los lectores (más allá de las opiniones vertidas desde el gusto personal) y que muchos pueden considerarla una aventura. Y es que detrás de ese rango moral, de su gramática impregnada de túmulos clásicos que la iluminan, de sus pinceladas encaústicas y de su diáfana arquitectura o delante de su irritación, su ofensa y su alegría, existe un vacío que no es posible llenar si no es con la complicidad, la participación y la puesta a punto de toda la vida; la del lector, aclaro. No se trata de que resulte difícil su lectura, sino comprometida su consecuencia. Esto es: con cada poema, y son 45, el lector deberá enfrentarse a su propio cuerpo, a su propia alma, sajándose cada una de las heridas con el bisturí de su conciencia crítica, arrojando luz sobre los felices defectos o las aburridas virtudes hasta llegar a su particular e inmensa tontería, a su salvífica vanidad o a su condición de héroe miserable. Al cabo los poemas vienen juntos y será por algo. Cualquier otra lectura carecerá de la sustancia nuclear que la autora ofrece. Súmese que el tratamiento formal de la obra resultará a muchos alejado de la praxis y los protocolos más delicados.
Pero dejemos que el tiempo cumpla su cometido. El espacio ya ha sido ocupado por Francisca Aguirre con credenciales más que contrastadas. Por mi parte, aquí está mi felicitación y mi reconocimiento a la obra de una escritora de talento, coraje y belleza.
 
 
La columna vertebral

Si este fuese un libro confesional
yo diría que a mi vida le sobra vertebración.
Claro que pensándolo bien
no creo que el asunto tenga nada que ver con la columna.
Ni siquiera creo que dependa de la médula espinal.
Seguramente todo esto tiene que ver
con esa columna abstracta o tal vez
con esa médula espinal intangible
que todos llevamos dentro.
Así que dichos elementos
debido a su carácter evidentemente metafísico
están relacionados con esa otra abstracción
a la que venimos llamando moral.
 
El caso es que mi vida es una pura vertebración
y de ello se derivan una serie de aspectos
que corresponden a lo que se conoce
con el nombre de vertebrados.
 
Estoy tan vertebrada que tengo plena conciencia
de todas y cada una de mis vértebras.
Y a veces me recorre los huesos
una dulce nostalgia que me empuja a añorar
el blando mundo de los invertebrados.
 
¿Cómo sería yo sin mis columnas vertebrales?
¿Cómo sería mi vida si la médula espinal de la moral?
 
Probablemente terminaría siendo
algo muy parecido al odradek de Kafka
Y tal vez mi nuevo estado serviría
como siempre he soñado para solucionar la vida de los otros.
 
 
Todos los derechos reservados: Francisca Aguirre.