martes, 30 de septiembre de 2025
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Cleaner, de Renny Harlin: Mr. Proper CSI. Por Tanja Pérez Hunte (21/06/2009).

Renny Harlin y Samuel L. Jackson trabajaron juntos por vez primera en 1996, en el rodaje del explosivo Memoria letal, donde el actor encarnaba a un detective privado que ayudaba a Geena Davis a recuperar la memoria. Ahora, en Cleaner, tercera colaboración del director con el intérprete tras Deep Blue Sea (1999), Samuel L. Jackson da vida a Tom Cutler, un ex policía reciclado en limpiador de las escenas del crimen, una vez que estas fueron investigadas convenientemente. Gracias a este trabajo puede sacar adelante solo a su hija Rose (Keke Palmer) con la conciencia tranquila. Pero un día Tom se percata de que la policía no recibió comunicación ninguna del último crimen del que limpió toda evidencia. Cuando Ann Norcut (Eva Mendes), la mujer que vive en la casa donde él acaba de intervenir, le pide ayuda para encontrar a su marido desaparecido, Tom comprende que es víctima de una trampa…

Desde hace tiempo, el realizador finés Renny Harlin no se plantea cuestiones ni dilemas profundos (recordemos su último filme, el olvidable La alianza del mal para teenagers), se limita a rodar con mayor o menor fortuna. Pero, oh sorpresa, su última obra es sobria –lejos de los grandes presupuestos de otros tiempos—, centrada en los personajes, reposada, con un tempo narrativo en coherencia con las necesidades internas del relato. Por momentos nos parece estar ante un filme de Sydney Lumet, pues el libreto se muestra interesado por los temas habituales de éste último. Sumemos que, a la mínima oportunidad, Samuel L Jackson se revela una actor contenido y convincente; Ed Harris se muestra fiel a sí mismo; y Eva Mendes, aunque no tiene gran cosa que defender en su papel, domina bien su intervención. Lo que finalmente no está a la altura necesaria es el guión que, pese a un punto de partida intrigante, termina por mostrarse más bien ramplón.

 

CLEANER. EE UU, 2008. Dirección: Renny Harlin. Guión: Matthew Aldrich. Fotografía: Scott Kevan. Música: Richard Gibbs. Montaje: Brian Berdan. Intérpretes: Samuel L. Jackson (Tom Cutler), Ed Harris (Eddie Lorenzo), Eva Mendes (Ann Norcut), Luis Guzmán (detective Wallace), Keke Palmer (Rose Cutler), Robert Forster (Arlo Grange), Maggie Lawson (Cherie), Edrick Browne (detective Darrin)… Duración: 90 minutos.

Dos novelas cortas de Stefan Zweig. Por Ángel García Prieto (19/06/2009).

Mendel el de los libros, Acantilado, Barcelona, 2009. 57 págs. 9 €.

Viaje al pasado, Acantilado, Barcelona, 2009. 91 págs. 9 €.

 

Continúan reeditándose las obras del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942). En esta ocasión se trata de dos novelas breves que destacan, entre otras virtudes literarias, por la elegancia para describir de una manera sencilla y con la perfecta tensión narrativa el esplendor de una época brillante, casi siempre en escenarios de Europa y de su Viena natal. Destaca en Zweig su sensibilidad para analizar personajes, conductas y psicologías que enfrentan sus pasiones y valores, en unos argumentos de calado humano que nunca sucumben a los recursos de lo folletinesco, tan propios de la época. 

Mendel el de los libros, escrita ya en la madurez de su carrera, en 1929, narra la historia de un excepcional y curioso librero de viejo que pasa su vida recibiendo libros y lectores en la misma mesa de un café vienés, en los comienzos del siglo XX. Con su conocimiento bibliográfico y su enciclopédica memoria se relaciona con clientes de media Europa y mantiene un cordial trato con el personal del café y con sus clientes, en una existencia hecha por y para los libros y los lectores. Mendel no sirve para vivir en un mundo tan alterado por la Gran Guerra y llega a ser una de sus más despreocupadas y cándidas víctimas. La novela se puede considerar un canto a los libreros, una sencilla historia de humanidad y un manifiesto antibelicista, escrito con la excelente prosa de Zweig. Por su parte, Viaje al pasado cuenta de manera intensa una apasionada y sensual historia de amor imposible en la frontera del adulterio. La acción se desarrolla en dos tiempos se – parados por la Gran Guerra, con un reencuentro en el que se hace valer el paso del tiempo y que pone de manifiesto la sutil riqueza de los gestos, los silencios y los pequeños grandes detalles del sentimiento amoroso.

La velocidad absurda de la palabra,. por Santiago Bertault. 18/06/2009.

Ahora que todo el mundo puede escribir lo que le venga en gana por Internet, hemos de preguntarnos si la democratización de la escritura no conlleva un empobrecimiento de la misma. El hecho de que haya menos barreras y cualquiera con un ordenador con conexión pueda sentirse escritor devalúa probablemente los logros creativos. Se asiste a una multiplicación de blogs de diverso pelaje y se pregunta uno sinceramente qué sentido tiene actualmente sacar un libro en papel. Por supuesto está la posibilidad de ganar dinero publicando a la manera tradicional para un escritor profesional, pero para el resto de garabateadores las opciones se agotan. Tanta saturación de información y tantos escritores en un mundo donde lo que menos se hace es leer.

La literatura ya prácticamente no importa a nadie en la sociedad moderna. Se ha producido una evolución curiosa a lo largo de los siglos. En las civilizaciones antiguas (Grecia, Roma) se consideraba a los escritores seres superiores y muchos de ellos vivían una vida acomodada. Actualmente es difícil poner un ejemplo de un literato que ostente influencia en el terreno político, lo cual lleva a pensar que la cultura de la imagen y el resultadismo han terminado por pudrir los cimientos del conocimiento.
Ante esta coyuntura, sólo queda luchar en solitario y pensar que uno tiene el suficiente criterio para distinguir a un escritor de un juntaletras más o menos ilustrado. Así que cabalguen por blogs e Internet y practiquen el despotismo de la libre opinión. Será igualmente destruida que esos blogs anónimos de cientos de fracasados que buscan su propia autocomplacencia. Debe ser que los psiquiatras andan un poco caros y el papel lo aguanta todo; hasta que los indios de la selva amazónica vengan a por nosotros por joderles tantos árboles.
Y es que ya lo avisó Hemingway: “Mi psicoanalista es mi maquina de escribir”.

De mar a mar. Ramón Calsina en el Museu Deu de El Vendrell, por José Luis Espina. 17/06/09

No creo que exista ser humano sin la necesidad ocasional de desaparecer de la realidad que lo envuelve, de abandonar incluso hasta de la propia piel. Confieso que me sucede, que a veces me pesa tanto la rutina que busco cómo disiparme cuando la verdadera huida me es imposible. Así que indago en porciones de realidad donde recluirme y poder llegar tan lejos como la capacidad de evasión me permita. Son agujeros negros por los que la existencia cambia de dimensión, pequeños atrezzos para la improvisación de una falacia que nos alejará de nuestras vidas, que nos permitirá recrear la fantasía de otro mundo, de otras historias que vivir, aunque sólo sea por unos instantes

Los libros cumplen a menudo esa misión. Transcender en ellos, diluirse en sus historias y trasladarnos a confines tan apartados como la narración nos pueda llevar.
Pero otras veces deseamos encontrar en la realidad esas sugerencias donde perdernos. Entonces me acerco al mar y desde el paseo desierto en los atardeceres, recorro el horizonte con mirada de funámbulo, transitando por encima de la línea estrecha que lo delimita. La visión de ese renglón concreto es tranquilizadora para los niños, es la confirmación de los límites del mundo, allá donde el mar se junta con el cielo. Para el adulto, el horizonte es una esperanza, el consuelo de que, más allá de esa ilusión que sosiega al niño, existe otro mundo al que aspirar, una promesa a la que aferrarse.
A veces también me escondo en el arte. Cada cuadro, cada escena; me convierto en polizonte de esas historias, como el clandestino que se acurruca en la bodega de un barco, observando con discreción, ansiando que un día llegue el momento de formar parte del paisaje prohibido.
En El Vendrell, se encuentra el Museu Deu, compuesto por una notable colección de obras donadas por el notario ya fallecido Antoni Deu Font. A lo largo de su vida Antoni Deu llegó a reunir casi 3.000 obras de arte catalogadas en diferentes estilos pictóricos y escultóricos, además de numerosas piezas de mobiliario y artes decorativas, entre las que destaca una valiosa colección de alfombras orientales.
En la primera planta, entre otras pinturas de diferentes estilos, pueden contemplarse algunos cuadros del pintor catalán Ramón Calsina (1901-1992), propiedad de Antoni Deu.
Desde finales de marzo, el museo acoge también una muestra itinerante de obras de Calsina, cedidas por la fundación que lleva su nombre. Si me animo a reseñarlo es porque entre sus trabajos se encuentran muchas de esas pinturas que a mí, como observador insatisfecho, me permiten esos minutos de escapismo de los que antes hablaba.
El interés por Calsina está en la disparidad de su obra, desde el retrato realista más emotivo, pasando por la caricatura satírica, la ilustración, la pintura de tintes oníricos y surrealistas. Pinturas plagadas de personajes envueltos en un halo de irrealidad sobrenatural, a veces de una sordidez que preludia desenlaces inciertos, y otras de una candidez desconcertante que enfrenta al observador a un juego de perspectivas múltiples.
Ramón Calsina es un pintor inclasificable, es un creador poliédrico a quien le molestaba el encasillamiento, tal vez por eso su obra no gozó de las atenciones que debiera ni de las valoraciones merecidas. Sus dibujos están repletos de ironía y procacidad, son provocadores y a través de ellos critica los aspectos más espurios y mercantilistas del mundo del arte.
Sin embargo el paisaje onírico está mucho más vinculado a sus pinturas en las que incorpora elementos cargados de simbolismo, todos muy próximos a su geografía más inmediata, la del Poblenou barcelonés.
He visitado dos veces la exposición, me he empapado de la magia de esas terrazas, de sus pinturas, de los arreboles tristes, como atardeceres de ensueño, de la serenidad que impone el rostro senil que espera la muerte. Me he recreado en su obra y he vuelto a casa dispuesto a resarcir de nuevo la necesidad de huida, esta vez a través de estas líneas.

 

Geografías: Entrevista a Miguel Sanfeliu. Por Hilario J. Rodríguez (16/06/2009).

Anónimos (Colección Vagamundos, Editorial Traspiés, 2009), de Miguel Sanfeliu, es un ejemplo de hasta qué punto el paso del tiempo acaba de perfilar lo que es buen cuento, de cómo un autor que revisa y reescribe, cincela y pule, acaba llegando a lo esencial de un estilo.  

Anónimos es una carta de presentación, una especie de biografía literaria que cubre distintos momentos de tu vida…

Podría verse así, teniendo en cuenta que los cuatro relatos que se reúnen en este libro fueron escritos en momentos muy diferentes. Entre el primero y el último puede haber una diferencia de más de quince años, así que supongo que, de algún modo, pueden reflejar matices, tanto en lo que se cuenta como en el que modo en que se cuenta, que correspondan con quién era yo en cada momento.
 
-El cuento ha sido tu medio natural, pero también has escrito novelas.

Sí, es cierto. Tengo en este momento dos novelas inéditas y tres libros de cuentos. Y ando metido con otra novela, aunque ahora la tengo un poco abandonada. Se puede decir que no suelen faltarme los proyectos. Siempre estoy dándole vueltas a algún texto, a alguna historia. Por lo general, la idea es la que suele exigir su extensión. Relato o novela, depende de la necesidad de lo que se quiere contar. Cada una tiene sus ventajas y también sus inconvenientes. Me gusta mucho el relato por su contundencia, su vértigo, el reto que plantea para el escritor, y también para el lector, pero también aprecio la novela por su idoneidad para profundizar en los hechos y los personajes. No obstante, también es cierto que cada vez soy menos paciente con las novelas que necesitan más de quinientas páginas para desarrollarse. Creo que vivimos en una época donde todo se ha acelerado y la novela supongo que evolucionará en ese mismo sentido.

-Durante años colaboraste con revistas literarias, ahora pareces centrado en tu blog, donde alternas relatos con críticas, opiniones y apuntes autobiográficos.

Es cierto que el proyecto del blog me ha absorbido de un modo irremediable. Es una de las experiencias más fascinantes que he tenido. El blog me ha ofrecido la oportunidad de conocer gente muy interesante, me ha proporcionado disciplina, rigor, autoexigencia… Llevo tres años escribiendo el blog Cierta distancia y eso ha sido para mí algo decisivo como escritor. La inmediatez de internet, la posibilidad de intercambiar opiniones con gente que sigue tu trabajo y te anima y con la que estableces una relación de amistad pese a que no la has visto nunca, es muy gratificante. De hecho, ahora, con la presentación de Anónimos, he tenido la oportunidad de poner cara a muchos de estos amigos, de transformar la amistad virtual en amistad real.
 
-Algunos de tus últimos textos han comenzado a registrar hibridaciones interesantes entre el ensayo, la ficción, la autobiografía…

Es un terreno que me interesa. Escribir es, en cierto modo, transformar la realidad, manipularla, jugar con ella, así que mezclar la experiencia personal, intercambiar datos reales con datos inventados, supongo que es la evolución lógica de ese juego.

-Tu obra suele tener un tono oral, como si lo importante fuese lo que se cuenta, no tanto la manera de contarlo.

Dicho así, parece que no me preocupa nada el estilo literario, cuando es precisamente todo lo contrario. Es verdad que el estilo que persigo es el que no se nota, que para mí es importante que la historia fluya de un modo natural, tiendo pues a un estilo despojado que requiere un concienzudo trabajo de reelaboración, de supresión, prescindir de muchos párrafos con los que te sentiste muy satisfecho en un primer momento. Por otra parte, me alegra que digas que mi obra tiene un tono oral. De hecho, leí en una ocasión (no recuerdo ahora dónde) que la prueba para comprobar si un texto funciona o no es precisamente leerlo en voz alta; y yo lo hago.

-Tu imaginación se nutre mucho de la televisión, el cine y el cómic, y en menor medida de la literatura.

No negaré la influencia del cine, la televisión e incluso el cómic, pero si hay algo indispensable en mi vida es la literatura, eso sin duda. Yo no sería quien soy sin Kafka, Camus, Chéjov, Baroja, Aldecoa, Medardo Fraile, Boris Vian, Celine, Cortázar, Bioy Casares, García Márquez, Vila-Matas, Hemingway, Scott Fitzgerald, Cheever, Carver, Richard Ford, Tobias Wolff, John Fante, Bukowski, Paul Auster, Lovecraft, Philip K. Dick, y etcétera, etcétera. Estoy seguro de que moriría en el acto si no tuviera un libro cerca. 

-Rehúyes la crueldad gratuita aunque usas la violencia bastante a menudo.

Este es un tema al que le doy vueltas últimamente. Supongo que uno escribe precisamente para averiguar por qué escribe, y que es cuando has acumulado cierto número de textos cuando empiezas a ver en ellos una serie de temas que podríamos llamar recurrentes. Al enfrentarme a mis historias en conjunto veo que, en efecto, la violencia es algo que está presente, de una u otra forma, en muchas de ellas. La violencia forma parte de todos nosotros y depende de las circunstancias que nos toque vivir que se manifieste más o menos brutalmente. Yo diría que la violencia que más me interesa es la que se produce de un modo soterrado, casi imperceptible, la crueldad, la indiferencia, actitudes que me parecen incomprensibles teniendo en cuenta que, en buena medida, ser quienes somos es una mera cuestión de azar.

-Más que un mundo, tu escritura desvela una personalidad.

Pues me temo que este aspecto no soy capaz de juzgarlo. Sin embargo, es cierto que a través de lo que escribo en el blog hay gente que ha llegado a conocerme asombrosamente bien. Habrá que admitir que también somos lo que escribimos.

-La mesura, la elegancia y la precisión son algunos de los rasgos que te caracterizan.

Ojalá. Me encantaría que fuera así. Nabokov decía que lo más importante a la hora de escribir son los detalles, así que intento cuidarlos y, por tanto, procuro ser preciso. Un detalle bien escogido puede dar sentido a un texto, humanizar un personaje, dotar de atmósfera un escenario. Hay un cuento magnífico de Ambrose Bierce que se titula El puente sobre el río
del búho
, en el que el personaje principal va a ser ahorcado en un puente. Entonces mira hacia abajo y se fija en una madera que parece bailar en la superficie del agua, sin apenas avanzar, y ese detalle es el que nos coloca definitivamente en el lugar del personaje. Es un gran cuento cuya acción en realidad abarca unos pocos segundos, absolutamente magistral. También recuerdo ahora un cuento de Francisco García Pavón titulado Servandín, en el que el breve comentario del final es el que da idea de la crueldad real del episodio que nos narra.

-El siguiente paso a la edición de un libro es…

Quién sabe. Tengo la sensación de haber dado un primer paso en una nueva dirección, así que supongo que lo lógico es intentar seguir avanzando y ver hasta dónde me lleva el camino.

  

MICRORRELATOS

Miguel Sanfeliu


 LA FOTO

                         La niña y su madre están solas en lo alto de una montaña. Han ido de excursión. Hace un buen día, muy claro, y un paisaje infinito, de una belleza inexplicable, de esas que se te meten en el pecho y parece que lo ensanchan, se extiende ante ellas.

                        La madre comenta que es un privilegio encontrarse en ese lugar, frente a ese paisaje tan increíble, y su hija le pide que haga fotos.

                        La madre lleva una cámara colgada al cuello. La niña se prepara para ser retratada. Se coloca con el paisaje a su espalda. No parece ser consciente de que se encuentra al borde de un precipicio. Mira a su madre e intenta sonreír mientras el viento le alborota los cabellos y el vacío cae tras ella.

                        La madre mira por el objetivo, buscando el mejor encuadre, y le dice que está muy guapa, le dice que siga sonriendo. Intenta conseguir la foto perfecta, aquella capaz de reflejar toda la solemnidad del lugar.

                        Comprueba, de pronto, que la imagen aparece un poco desenfocada por el visor y, sin pensarlo, le dice a la niña: hazte un poco hacia atrás, cariño.

 

 UNA MANÍA

                         Tengo una manía. Cuento los pasos. Cada vez que me desplazo andando a algún sitio cuento los pasos, una manía, no lo puedo evitar. Desde el portal de mi casa hasta el de la oficina hay, exactamente, trescientos veintisiete pasos, ni uno más ni uno menos; siete desde mi cama al cuarto de baño, doce desde mi dormitorio hasta la cocina, seis desde la cocina hasta el comedor, ciento quince desde mi casa hasta el quiosco de prensa de la esquina… Sin embargo, hoy ha ocurrido algo extraño, algo que me ha impulsado a dejar constancia por escrito de tan inusual suceso: hoy he contado, desde el portal de mi casa hasta el de la oficina, trescientos veintinueve pasos, no trescientos veintisiete como siempre, sino trescientos veintinueve, dos pasos más surgidos nadie sabe de dónde. He pensado en ello todo el día. La oficina no pueden haberla llevado más lejos, así que mis pasos se han acortado. Por eso dejo constancia por escrito de este hecho: porque tengo la impresión de que, a partir de hoy, la oficina va a estar cada vez más lejos.

 

 VENGANZA

             En octavo curso me hacía la vida imposible. Me tenía aterrorizado. Me ponía la zancadilla por los pasillos. Me llenaba la camisa de escupitajos. Me despeinaba. Me tiraba al suelo. Me bajaba los pantalones. Me levantaba de mi asiento y se sentaba él. Me quitaba la comida de la bandeja. Me empujaba. Me cogía la cartera a la hora de la salida y la lanzaba al centro del campo de fútbol… Así durante dos años. Y yo pasaba los días aterrorizado. Temblaba nada más verlo.

            Y ahora lo tenía frente a mí.

            Vestía un traje barato que le venía estrecho y me contaba que tenía una empresa, con varios trabajadores, que no quería despedir a nadie, pero necesitaba un crédito. Casi me estaba suplicando. Ni siquiera me había reconocido. Estaba sentado en el borde de la silla y se retorcía las manos. Me llamaba señor Director, con reverencia, y me pedía que tuviera la amabilidad de ayudarle, que estaba desesperado, que respondería con todos sus bienes, que no me arrepentiría… Y yo le escuchaba sin decir nada, con fingido interés, aparentando estar preocupado por su problema.

  

ESPEJISMO

                         Llovía con fuerza. Mi abrigo estaba empapado y el pelo me chorreaba por la frente. Mis pies estaban helados. Había abandonado el calor del hogar para ir en busca de algún estanco donde proveerme de tabaco: el maldito vicio…

                        Entonces la vi. Frente a mí, como un espejismo, una muchacha caminaba en dirección contraria a la mía. A su lado, un bonito perro. Era una chica joven, de rostro radiante, angelical, y largo cabello rubio que parecía flotar al ritmo de sus pasos, como ocurre en los anuncios de televisión. Su aspecto era frágil. Un cuerpo delgado y perfecto que parecía levitar a través de la lluvia. El agua acariciaba su pelo y ella trataba de ocultar su rostro entre las solapas de su cazadora. Yo había quedado hipnotizado, idiotizado. Ella irradiaba inocencia, belleza en bruto. Al acercarnos más el uno al otro pude distinguir su huidiza mirada y el color verde en sus ojos. No era muy alta. Avanzaba despacio, pero sus movimientos estaban impregnados de ligereza y femineidad.

                        Al pasar por mi lado, el perro dio un tirón.
Ella sujetó más fuertemente la cadena. Yo continuaba prendado de aquella muchacha. El perro hizo otro movimiento brusco y ella dijo, con tono enfadado:

                        -¡Coño, Bobby, estate quieto! ¡Hostia!

Presentación de La desaparición de Azul, de Carmelo Fernández Alcalde

Presentación del libro
La desaparición de Azul
de Carmelo Fernández Alcalde
 
        

Miércoles, 17 de junio y jueves, 18 de junio.

Miércoles, 17 de junio a las 19:30 horas
 
               Lugar:            Librería Central
                                                c/ San Bernardo, n. 31     33201 Gijón
            Presenta:                   Paco Abril, escritor
 
 
Jueves, 18 de junio, a las 20:00 horas
 
 
Lugar:            Club Prensa Asturiana La Nueva España
                                                c/ Calvo Sotelo, n. 7     33007 Oviedo
            Presenta:                   Gonzalo Moure, escritor

Reseña de En la media luna, de Ángel de Anleo por Gerardo Lombardero. 15/06/2009.

En la media luna

Ángel de Anleo  

KRK Ediciones, 2008  

360 páginas

Autor de una extensa saga de novelas, Ángel de Anleo ha elaborado en torno a ellas un complejo mundo de recuerdos y a la vez de vocablos que construyen un paraíso excepcional en la utilización de su peculiar lenguaje. Desde La soledad del muérdago, obra iniciática de su particular saga, hasta la novela que hoy nos ocupa, conforman una familia literaria en la que ésta es la décimo segunda publicada. Todas ellas vienen a revelarnos su diario íntimo, cuyo hilo narrativo es ofrecernos la memoria de un niño republicano, al que el fragor primero y las convulsiones de una guerra civil después, llevaron por los caminos lógicos del horror y la repulsa que sigue a toda contienda.

Ángel de Anleo es casi su nombre verdadero, aunque el apellido real no sea el que ostentan sus libros, ya que Anleo es el pueblo donde nació hace ya muchos años, tantos que no vienen al caso, y que es punto de referencia obligada en toda su narrativa. Este pueblo del occidente astur del cuál es originario, merece ser considerado como uno de los más bonitos de Asturias – a decir en su día de mi padre con machacona reiteración – a tenor de la flora natural y otra no tan natural, que adorna casas y jardines de esa localidad. A parte de eso, es el centro de la órbita literaria en la que se mueve el autor y, epicentro de cualquiera de sus novelas.

En la media luna, nos describe un viaje que parece no tener final, en trenes desvencijados y bañados de la carbonilla de las máquinas de vapor, que emprenden reclutas forzosos conocidos en su día por “la quinta del biberón” a causa de su extrema juventud. De posición en posición, de casamata en casamata, de puesto de centinela a otro puesto de primera línea, entreteje los recuerdos de un soldado casi niño, que ya tiene entonces la precaución de anotar en su pequeño diario no sólo las localidades por las que peregrinan, sino también las vicisitudes propias de su circunstancia guerrera. No es esta una novela de guerra propiamente dicha, es más bien una novela en tiempos de guerra, conformada por los recuerdos, las vicisitudes y las nostalgias, de quien se ve obligado a servir físicamente en las filas opuestas a aquéllas en las que se haya su corazón. Es también una obra repleta de reflexiones casi adolescentes de un protagonista que además de observar el entorno agresivo que lo rodea, sabe entresacar conclusiones de esperanza hacia un futuro, que aunque incierto y lejano, no por eso es menos esperado. Un libro para leer entre otras razones, con la certeza de que obtendremos el consuelo de que el mal no dura siempre e incluso algunos males traen con ellos algo bueno.

 

 

Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel: los años anónimos. Por José Havel (12/06/2009).

Coco avant Chanel, estrenada en España con el menos escueto y más rimbombante título de Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel, versa sobre los años de formación y los primeros pasos del camino hacia el éxito –los años anónimos— de la celebérrima diseñadora francesa. Inspirándose en la biografía escrita por Edmonde Charles-Roux, titulada L’irrégulière ou mon itinéraire Chanel, la realizadora Anne Fontaine (Augustin, Nettoyage à sec, Nathalie X) recrea la etapa de aprendizaje de una joven huérfana, costurera en provincias, que ensaya primero la carrera de cantante para luego liberar a las mujeres del corsé. Testaruda, arisca e independiente, Coco (Audrey Tautou) traza su itinerario en un mundo de hombres. De origen modesto, orgullosa y autodidacta, aunque dotada de un carisma fuera de lo común, llega a convertirse en un símbolo de éxito, libertad y modernidad. Como ninguna otra, Coco Cahnel encarna a la mujer moderna antes de que ésta existiese.

Anne Fontaine recurre de nuevo a su motivo preferido, el triágulo amoroso, del que los dos otros ángulos son aquí Etienne Balsan (Benoît Poelvoorde), el mentor, y Boy Capel (Alessandro Nivola), el amante inglés. Entre el sentimentalismo y el nacimiento de una ambición, evoca, no sin ternura y elegancia, una época y un personaje de novela, un poco en la línea de los primeros filmes logrados de James Ivory. Después de La Fille de Monaco, Fontaine sale airosa, haciendo gala de un brío que compensa el academicismo que a ratos se apodera de la función, de su incursión en el biopic, evitando la reconstrucción histórica desencarnada, algo de lo que en todo momento pugna por escapar. Más allá de algunas imperfecciones, como pueda ser el peaje academicista aludido, el filme se beneficia inmensamente de la presencia de una Audrey Tautou superior, magníficamente “poseída” por su personaje, incluso en un sentido físico. De ahí que esperemos con impaciencia, para cotejar prestaciones, el trabajo de Anna Mouglalis en Coco Chanel et Igor Stravinsky de Jan Kounen.

 

COCO, DE LA REBELDÍA A LA LEYENDA DE CHANEL (Coco avant Chanel). Francia, 2009. Dirección: Anne Fontaine. Guión: Anne Fontaine y Camille Fontaine; con la colaboración de Christopher Hampton y Jacques Fieschi; inspirado en el libro L’irrégulière ou mon itinéraire Chanel de Edmonde Charles-Roux. Fotografía: Christophe Beaucarne. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Luc Barnier. Diseño de producción: Olivier Radot. Vestuario: Catherine Leterrier. Intérpretes: Audrey Tautou (Gabrielle Chanel), Benoît Poelvoorde (Étienne Balsan), Alessandro Nivola (Boy Capel), Marie Gillain (Adrienne Chanel), Emmanuelle Devos (Émilienne)… Duración: 110 minutos.