martes, 30 de septiembre de 2025
Inicio Blog Página 151

Génova: El Neorrealismo puesto al día. Por Tanja Pérez Hunte (15/05/2009).

 

Pocas cosas tan frágiles como el equilibrio de la familia, siempre en peligro. Una de sus piezas desaparece y todo se derrumba. De luto por la muerte repentina de su madre, fallecida en un accidente de tráfico, Kelly (Willa Holland) y Mary (Perla Haney-Jardine) abandonan los Estados Unidos con su padre Joe (Colin Firth) para instalarse en Génova a comienzos del verano. Un cambio de aires para una resurrección. Hay que intentar, como sea, sobrevivir al dolor irrestañable de la pérdida de un ser querido.

Alrededor de ello gira la reflexión del último filme de Michael Winterbottom, que discurre por los senderos de la reconstrucción individual por la que debe pasar la recomposición de una familia mutilada. Las dos hijas evolucionan cada una a su manera. La más joven, corroída por la culpa, padece las apariciones fantasmales de su madre. La mayor deberá encontrar la fuerza del perdón, mientras descubre su sexualidad. El padre, sobrepasado, oscila entre dejarlas a su aire e intervenir con discreción. Cada uno explora su camino a través del laberinto de callejuelas de la ciudad italiana, tan magnífica e inquietante como soberbiamente filmada, a la búsqueda de su lugar propio en el seno frágil de la familia.

Con la novela Moderato Cantabile de Marguerite Duras como una de sus fuentes principales de inspiración, Winterbottom, uno de esos cineastas de los que los cinéfilos esperan ansiosos cada uno de sus nuevos proyectos, ofrece con Génova una película hermosa, humana, sensible, púdica y maravillosamente bien interpretada, que revela poco a poco los traumatismos de una desaparición terrible, sin florituras ni excesos melodramáticos espurios. Y que pone el neorrealismo italiano al día, en este caso al servicio de un retrato de familia emocionante, en el que la superficialidad de lo cotidiano deviene ingrediente esencial de una reflexión de gran calado sobre el amor entre los seres de la misma sangre.

 

GÉNOVA (Génova). Reino Unido, 2008. Dirección: Michael Winterbottom. Producción: Andrew Eaton. Guión: Michael Winterbottom y Laurence Coriat. Música: Melissa Parmenter. Fotografía: Marcel Zyskind. Montaje: Paul Monaghan y Michael Winterbottom. Intérpretes: Colin Firth (Joe), Catherine Keener (Barbara), Hope Davis (Marianne), Willa Holland (Kelly), Perla Haney-Jardine (Mary)… Duración: 93 minutos.

 

Crines y acero: Asturcones en la antigua Roma. Por José Havel (15/05/2009).

Los caballos españoles siempre han estado considerados entre los mejores del mundo. Sobre todo el caballo andaluz (o caballo español), fruto del cruce entre el caballo ibérico y el Barb berberisco llegado a nuestra península con la invasión musulmana del siglo VII. Fuerte y hermoso, atlético y elegante, dócil e inteligente, es el caballo más solicitado en los espectáculos. De ahí que, como las espadas (de Toledo), la inmensa mayoría de los caballos que vemos en las películas de Hollywood sean reclutados en España.

Pero, mucho antes de su parentesco árabe, los caballos ibéricos ya eran célebres en la Antigüedad por su calidad indiscutible. Los escritores antiguos coinciden en señalar a los caballos hispánicos como el producto de exportación de la Península Ibérica que más fama alcanzó en toda la cuenca mediterránea, incluso más que el aceite, los minerales, las lanas, las conservas, los cereales o las bailarinas andaluzas. Al nombre de Hispania van asociados indisolublemente sus caballos. Tal es así que al hablar de nuestra península, lo primero que brota en los escritos de todos los autores es el renombre de sus caballos, de los que, al decir del geógrafo Estrabón, criaba una cantidad digna de mención. En la Meseta Central, como en el Norte o Andalucía, no sólo había calidad sino cantidad de caballos, no pocos de ellos en estado salvaje.

Y entre las mejores razas de caballos hispanos se citaba la de los asturcones, a la que aluden frecuentemente los escritores de época imperial romana. El ganado equino más celebrado se criaba en Asturias y Galicia: asturcones y tieldones, inferior el primero al segundo en alzada, si bien superior como escalador de montañas. Los escritores hablan de ellos frecuentemente como de cosa archisabida. Compartían con sus hermanos del Centro la velocidad en la carrera y la seguridad en la marcha, características ambas unidas a una buena presencia.

La primera mención de los équidos asturianos parece ser la de De ratione dicendi ad Herennium, un compendio de retórica publicado entre los años 86-82 a.C., a petición de C. Herennio por un amigo desconocido. El mismísimo poeta latino Virgilio habla de un tal «pulcherrimus Astur». Si bien Granio Liciniano cuenta que el monarca Antíoco IV Epífanes, en las fiestas de Antioquia del año 167 a.C. descritas por Polibio, montó un caballo asturcón, un hecho asimismo referido por Eranio Liciniano a partir del cual podemos deducir que los asturcones ya eran conocidos durante el período helenístico en el Oriente, y con ellos, los caballos españoles.

Plinio el Viejo, buen conocedor de Hispania por haber sido procurador de la provincia Tarraconense en época flavia, describe las características de los asturcones en los siguientes términos: «son de talla menor; no tienen una marcha como la normal; su paso es cómodo; se debe al movimiento simultáneo de los remos de un mismo lado. Los naturales enseñan a los caballos a andar en andadura». De los asturcones asimismo hablan el cónsul del año 68 Silio Itálico en su poema “Punica”, escrito en los años del gobierno de los emperadores Domiciano y Nerva, y el poeta hispano Marcial, quien describe al caballo astur como «pequeño de estatura, que galopa rápidamente al son del compás».

El Corpus Glossarum Latinarum llama al asturcón «equus ambulator», es decir, caballo trotador, coincidiendo con la afirmación de Plinio de su paso cómodo, lo cual da medida, una vez más, de la fama que tuvieron en toda Europa estos caballos por su paso portante, sin duda muy cotizados en el Imperio en virtud de su comodísimo andar, siendo su venta un negocio lucrativo. En sus cartas Séneca cita a los asturcones como un tema harto familiar a sus lectores y en el Satiricón de Petronio, obra redactada hacia el año 60 d.C., en época de Nerón, el personaje de Eumolpo habla de un asturcón macedónico («asturconem macedonicum») como uno de los mejores regalos que se pueden dar (y de tal mención se infiere que, desde comienzos del Imperio, los pequeños caballos de Asturias eran muy famosos en Roma, hasta el punto de que su nombre probablemente se hiciese extensivo a todo género de caballos trotadores). De hecho, por Suetonio sabemos que el caballo preferido por Nerón no era sino un asturcón, dado que poseer tal animal suponía signo de distinción en Roma, incluso para los emperadores. Y es que tener en la puerta de casa un asturcón, el caballo de paseo preferido por los romanos, llegó a significar ostentación de riqueza.

Underground: Cacique cultural. Por Manolo D. Abad. 14/05/2009

 

Hay tentaciones que más vale no probar. Una de ellas, la más acusada en el mundo de la cultura, consiste en pontificar con tu credo como un pequeño dios: Este vale, este no. En Alta Fidelidad de Nick Hornby se ironiza –algunos no lo llegaron a entender— con la enfermiza obsesión por las listas, por el número 1, por tus cuarenta principales, por unos favoritos y unos renegados, por situarse en la posición de rey absoluto que impone sus dádivas a unos súbditos que, en algún caso, creen que aquello podrá servirles para algo. Tiene algo de neurosis, de un problema sobre el que algún psiquiatra podría iluminarnos, eso de asomarse a una particular torre de marfil y empezar a repartir, a modo de prebendas o de PER cultural, dádivas: "Este sí, este no". Propia de aquel cuyo complejo de superioridad le impide regresar a la tierra firme, es esta neurosis de creerse el archipámpano de Sevilla y exponer al mundo (a su pequeño mundo) su lista de favoritos. Al margen de la neurosis, también anida en estos individuos con complejo de caciques culturales, de hombres cultos cuya alta alcurnia exige otorgar con su cetro el honor de su elección, la de crearse un grupo de presión para cuando vengan mal dadas, quizás ante la inminencia de que vayan a venir muy pronto mal dadas. Crean así una cohorte de fieles que envanecen aún más el ego de nuestro cacique protagonista y tratan de establecer una intrincada red de intereses donde sólo existirán él -pueden ponerlo con mayúscula- y sus adláteres. Y donde podrán mantener intacta su posición de privilegio.

Ya está, ya está construido un grupo de poder o de presión cultural donde la figura emergente del cacique dictará sentencia a sus súbditos (y a los pobres mortales, el público que ha de comprar las obras) y éstos obedecerán fielmente a su credo, a sus listas de favoritos, perpetuando su influencia durante décadas.

Lo que desconoce este cacique cultural es que la libertad de elección se sitúa muy por encima de todo su entramado de intereses. Que, afortunadamente, no todos los seres humanos –el pobrecito público, ese gran denostado por esos sumos sacerdotes de un concepto de cultura— somos iguales. Ni lo son nuestros gustos. Pobrecito cacique y su caterva de fieles, no han leído El Traje Nuevo del Emperador, de Hans-Christian Andersen y se pasean desnudos, exhibiendo sus muchas vergüenzas, por los barrios culturales, con gesto engolado, sin saber que sólo causan risas y burla a su alrededor.

 

 

Reseña de Desde el agua, de Laura Gómez Palma, por Javier Lasheras, 13/05/2009

Desde el agua
Laura Gómez Palma
Editorial Legados, 2008
Está muy bien que los editores se involucren en la puesta de largo de los libros que publican. Y es que, ya sea por desgracia o por muy diversos motivos, no siempre sucede. Por eso tiene mérito que Agustín Sánchez, el editor de Legados, se halla comprometido en la presentación del libro que inaugura la Colección Poéticas, titulado Desde el agua, de la bonaerense Laura Gómez Palma. Y no sólo porque en ello le vaya el beneficio de la empresa, que también, sino porque el autor, aún más en el caso de que sea novel o casi, se sentirá acompañado en el vértigo del estreno.
Desde el agua es un libro de poemas cortos, íntimos, directos. Notas musicales que necesitan de la complicidad del lector, también a veces de su simpatía y otras de su indulgencia. Porque el lector se encontrará con un gran número de versos que son notas o arpegios que básicamente hay que degustar sin querer adentrarse en su comprensión desde el inicio. Ya sé que esto es un obstáculo. Pero parece muy probable que la autora haya querido apostar por un impacto más simbólico que real, más privado que público, menos narrativo y más secreto. Así, la comprensión del texto, si llega, será a posteriori, después de asentar el tono y el ritmo de cada palabra, de cada verso y cada poema. En este marco, no podemos olvidar el papel que juegan los títulos, que en muchas ocasiones se engarzan directamente con el texto, formando parte muy sustancial de la maquinaria del poema. Así ocurre con los poemas titulados salgo, hago, guardo, según parece o navegar así, entre otros.
El poemario consta de 37 poemas repartidos en cuatro partes que sólo la autora podrá explicar a qué criterio unificador responden. Confieso que yo no he sido capaz de encontrarlo. El primer poema de la primera parte, titulado continentes, anuncia con claridad la intención, la emoción y el objetivo del sujeto poético. Así:
esta nube / contiene la lluvia / que tardará tanto en llegar // lo que digo me contiene / caerán también / palabras de agua
No se extrañe el lector si no encuentra ni rastro de signos de puntuación. La autora ha prescindido de ellos con el fin de que sea el lector quien encuentre las pausas y los silencios en cada poema.
De la segunda parte es muy destacable el que lleva por nombre río, y que tal vez suponga una enésima variación de la célebre frase del griego Heráclito de Éfeso, con una sutil aportación de la autora:
Moja la tierra / reconozco su aroma frágil // orilla nunca idéntica / donde los nombres se devoran
Cuando el lector haya llegado a la mitad de este libro, ya habrá percibido que los pájaros, el mar, la luz, la lluvia, el agua, la niebla, el alba o la noche son elementos que explican el carácter simbólico de estos poemas, que hablan del trasfondo, de una forma de contemplar e interpretar el universo desde elementos sencillos y naturales.
Seguramente la tercera parte de Desde el agua sea la más sugerente. Notas breves llenas de emoción. Así el poema hago:
un paréntesis / sin horas muertas / cierro los ojos y / te acaricio
O costumbre, que dice:
roerme el silencio / abatir los pájaros / de otoño y volver / al frío porque sí
Y también el muy cromático paisajes:
un cielo pincelado de índigo / los nombres como una letanía / sobre otros grises / la lluvia sigue cayendo
Todo ello va cayendo como una cascada de música y agua sobre el lector. Al fin, entendemos que el itinerario y el rumbo seguido por la autora no es sino un guiño y una invitación para acompañarla en un viaje del que en realidad lo único cierto que se puede saber es que va a suceder, o incluso que ya está sucediendo.
 navegar así // sin nombrar estrellas / sin contar los días / dulcemente / perder de vista el horizonte / también otros naufragios
Y finalmente, tras algún enigma de corte borgiano, la celebración de la vida vivida, bien vivida, sin grandes pretensiones.
un gran día // el sueño de anoche / las velas rotas de todos / los barcos hundidos / el relámpago / que crece en el cielo / arena virgen y ver / cómo pasan las nubes
Y así pasa este libro, como una partitura de notas mínimas que el lector deberá degustar igual que esferas de agua entre los dientes, a punto de ser explotadas. El sabor dulce o salado, ácido o amargo sólo dependerá de la lengua y la boca de cada uno. La música y los sabores tienen memoria. Como estas palabras, escritas desde el agua.  

Lectura compulsiva, naranjas y otros experimentos. Un acercamiento a la poesía de Julio Rodríguez, por Rubén D. Rodríguez. 12/05/2009

 

Naranjas cada vez que te levantas

Julio Rodríguez

Colección Visor Poesía, 2008.

 

No me canso de decirlo a los cuatro vientos, pero la literatura hecha en Asturias puede estar tranquila, la nueva generación de escritores ha llegado para quedarse: Ignacio del Valle, Diego Medrano, Ricardo Menéndez Salmón, Inés Toledo, Antonio Valle, Ana Vega, Ana Vanesa Gutiérrez, Pablo Texón y un largo etcétera de autores nacidos en la década de los setenta y ochenta comienzan a destacar con mayor o menor notoriedad dentro del panorama literario regional y nacional, entre ellos, se debe sumar a está lista incompleta de nombres Julio Rodríguez (Oviedo,1971) ganador en el año 2005 del premio Vargas Llosa de novela por “El mayor poeta del mundo” y que en el año 2007 volvía a ganar otro galardón, el premio de poesía Emilio Alarcos con su poemario: “Naranjas cada vez que te levantas” publicado por la editorial Visor.
 
Poemario de título un tanto críptico a priori y que el propio autor no tiene empacho en darnos sus coordenadas literarias, sus influencias cuando nos cuenta en su poema “La pócima poesía”: “Juntar sobre el papel unas rajas de Rojas, / unas briznas de Brines, dos hojitas de D´ors, /jirones de Girondo, cortezas de Cortázar,/ cornadas de Cernuda, pellejos de Vallejo./ Mezclarlo todo bien. Agitarlo y, después, / hacerse a un lado.”
 
La primera afirmación que se debe dar de este poemario es su carácter amoroso, este será su elemento vertebrador que convive en sus tres capítulos. Poemario donde el ser amado se va haciendo presente como de forma obsesiva, unas veces carnal, otras imaginario, dulce cuerpo el suyo como el sabor de una naranja. Un canto al amor pleno y dulce.
 
El poeta para ello gusta del verso corto por medio de flashes en ocasiones, otras veces gusta del verso más largo y explicativo, la conjunción entre uno y otro nos arrastra hasta el concepto de poemario total. Julio Rodríguez sabedor de que la vida no son sólo alegrías busca el contraste poderoso entre el amor y la muerte (poemas como: El invierno en pescara, percepción última del padre, Disolución y últimas voluntades) son prueba clara de este juego arriesgado de contrastes anímicos y emocionales un tanto anti climático. Lunares aparte, nos encontramos ante un libro sólido, cargado de sentimiento donde pesan de manera significativa los poemas notables y de alto vuelo. Julio Rodríguez elige el estilo sobrio y sencillo del lenguaje donde el gusto por la metáfora es uno de sus puntos fuertes, confidentes son sus palabras, y su secreto:   El amor y la plenitud de que este proyecta sobre todas las cosas.
 
Así, el primer capítulo nos muestra un amor carnal, gozoso y que se perpetua en el tiempo de forma eterna, aquí todas las partes del cuerpo de la amada lo conforman y aparecen de forma insistente (cabello, boca, ojos, labios, piel…) (“Tú piel es sol naranja, tierra húmeda, / pulpa asombrosa de la maravilla./ Tu piel es la membrana diminuta/que recubre las células, la sábana/ blanquísima que cuelga del alambre/la cáscara que envuelve el universo.”). En cuanto al segundo capítulo (“Tiza y relámpago”) el poeta descansa de la intensidad amatoria y se refugia por momentos en la reflexión metaliteraria bajo tonos irónicos (La pócima de la poesía, Tanta poesía al grill me desespera, Pobre diablo escribe, etc.) pero el poeta no pierde de vista a la amada y la trasmutación de lo físico a lo mental comienza a fraguarse en esta segunda parte: “Reconozco esos ojos/-esa luna en los ojos-/ese ardor clorofila en la mirada,/esa arena que abrasa/los pies descalzos/esa luz acrobática que todo/ lo recubre de fiebre./ Reconozco esa luz./Reconozco este incendio.”). Bajo el tercer capítulo del poemario (“Círculo perfecto”) la poesía amorosa y carnal de Julio Rodríguez se vuelve y se convierte por arte de magia en misticismo amatorio: La luz de la amada que lo ilumina todo (“Además te pareces con tu luz y tu vértigo,  y estás sola y dormida, horizontal, desierta …”).  Es este paso y su contraste donde encontramos sus grandes aciertos temáticos.
 
El principio y el fin de este poemario se dan la mano de manera magistral (Los peces boquiabiertos/Peces que tiemblan dentro de una cesta), los peces: nosotros mismos, los humanos que cantamos al amor, a la sorpresa del día a día que es la vida conclusión sencilla pero poderosa contra el zarpazo de la muerte. “Como el sedal de donde cuelga el pez, /así el hilo invisible/del tiempo que hunde su anzuelo/en nuestros labios, clava/sus horas en la mitad de la carne. /Y así vamos pasando/ los días, atrapados, /en el cebo inquietante del amor/atravesándonos la boca.”). Julio Rodríguez ha conseguido en su primer libro la magia de lo imposible: crear un mundo propio en crecimiento, círculo que gira en constante luz amatoria. Dulce son sus versos como grato es escuchar, revivir su poder y el sabor de sus naranjas.

Entrevista a Antón García, por Javier Lasheras. 11/05/2009.

Hace tiempo que tenía interés en mantener esta conversación. Más o menos unos veinte años, desde que conozco a Antón García. Y no sólo por su lúcida visión sobre la lengua asturiana sino también por su mirada de escritor y su opinión como lector. Él es un hombre apacible y culto, enemigo de estridencias y amaneramientos: escucha con atención y cuando habla nunca da puntada sin hilo. Es un placer oírle contar historias y anécdotas que a veces cuenta con una flema más cercana a un british que a un asturiano. Con todo, este hijo de Tineo alterna en sus palabras la astucia intelectual con un humor fino y lleno de bondad. No siempre se dan estas mezclas tan curiosas y sugerentes.
¿Qué morrió con usté cuando se fue Nené Losada?
Una amiga. Creo que la nuesa relación empezó a primeros de los años ochenta, cuando-y escribo dende Cataluña, onde vivía yo temporalmente, interesándome pola so poesía. Más tarde conocímonos personalmente y mantuvimos una relación d’amistá y complicidá lliteraria mui prestosa. Yera una muyer estupenda, cariñosa, de convicciones firmes, coqueta y guapa. Tenía una sensibilidá extraordinaria pa la poesía y yera una escritora estupenda. Foi un luxu conocela. Pa los de casa foi triste perdela.
Perdóneme si procuro provocalu: la llingua asturiana ta nún de los sos meyores momentos.
Nun ye una provocación. Hai dos elementos contradictorios: d’un llau ye verdá que cada añu que pasa perdemos, ente la xente de más edá, mui bonos falantes. Eso ye terrible, porque con cadún d’ellos muerre una parte de la llingua, el referente natural, la sabiencia. Pero cada día que pasa xente más mozo va garrando conciencia del fechu llingüísticu asturianu. Na midida en que la balanza que mide l’equilibriu ente pasáu y futuru apile a favor d’esti últimu ensin escaecer cómo falaben esos vieyos podemos ser moderadamente optimistes.
Imaxine que caltién na sos manes el poder necesariu y suficiente como pa cambiar el statu quo de la llingua asturiana. ¿Podría decinos qué cinco pasos entamaría pa un desendolque integral de la llingua?
Nun creo qu’hebia fórmules máxiques pa salvar una llingua. Nin l’asturiana nin otra. La meyor manera de que l’asturianu llogre esi “desendolque integral” ye qu’una importante cantidá d’asturianos y asturianes quiera. Con un diez por ciento de la xente d’Asturies que quixera y trabayara acordies sería abondo. Y, si m’apura, con un unu por ciento tamién. Aparte d’esto, yo entamaría por una bona tele pública n’asturianu, una radio… Tol mundu conoz les recetes que se puen aplicar.
La falta de prestixu de la llingua débese más a fechos históricos, a les carencies de los políticos y de los partíos o quiciabes sólo a que ye una llingua amenorgada, apenes sin falantes nin llectores.
Hai unos fechos históricos y sociales que permiten desplicar por qué razón tamos como tamos, por qué l’asturianu llegó a convertise nuna llingua amenorgada. Y otros, tamién históricos y sociales, qu’espliquen por qué nestos trenta años nun llogró un desendolcu mayor. Pero yo insisto: la clave de too, de que teamos como tamos, pa bien y pa mal, ta nos propios falantes.
Acabo de lleer un artículu firmáu por José Ángel Gayol nun periódicu  rexonal: Don de la invisibilidá.  Dizme un escritor pocu amigu de la lliteratura n’asturianu qu’al respetive d’esa situación d’invisibilidá la lliteratura en castellán ta nes mesmes, que casi casi ta por escribir una carta abierta, cambiando los nomes, cambiando l’asturianu pol castellán y dexando los mesmos argumentos…
Sí, toi d’alcuerdu. Ainda más, yo creo qu’una gran parte de los escritores asturianos qu’escriben en castellán tán tovía pior que los qu’escribimos n’asturianu. Nós somos siempre conscientes del papel que xugamos, de qu’usamos una llingua minorizada, de que construimos país, llingua, lliteratura… entamando per baxo. Sabemos que’l nuesu públicu ye pequeñu y aceptamos esi fechu con naturalidá, anque non con resignación. Aspiramos a más. Los qu’escriben en castellán fainlo pa trescientos millones de falantes. Tien que ser mui frustante llegar a los mesmos doscientos qu’un “bablista”. Per otru llau, yo siempre creí qu’un mayor desendolcu de la cultura n’asturianu diba favorecer la castellana que se fai n’Asturies. De fechu, la distribución per Asturies de los llibros n’asturianu abrió mercáu a los publicaos en castellanu n’Asturies.
De xemes en cuando, paez que dalgunos señeros escritores confunden la normalización cola lliteratura y esta col mercáu. Nun sería meyor llorar dientro casa y puxar por escribir hasta alcontrar una  obra cimera con tolos parabienes que xustifiquen tar enriba de les meses de  les llibreríes d’España por derechu propiu.
La lliteratura ye una cosa, la normalización otra y el mercáu otra, por supuestu. Podemos tener la meyor lliteratura del mundu y la llingua morrer igualmente. Y hai llingües ensin lliteratura que sobreviven estupendamente. Cuando yo yera rapacín dicíase a vegaes: “¡Si la lliteratura asturiana tuviera un premiu Nobel!”. Sería estupendu, claro, pero podía nun valir pa nada. El meyor exemplu tenémoslu nel occitanu. Ye una llingua con munchísmos problemes pa tener un futuru, pero nel sieglu XIX llogró con Mistral un premiu Nobel. La lliteratura n’asturianu güei ta esportando coses que se traducen a otres llingües porque tien un nivel bonu. Pero ta viva, y tovía tien munchu que dicir y que traducir.
Usté toca varios xéneros lliterarios. Quiciabes el más antigu seya’l  poéticu. L’añu pasáu espublizó la so obra completa, La mirada aliella. Un de les sos referencies paez que son les llectures d’escritores catalanes. Pero como una cosa ye la llectura y otra la escritura, ¿cree usté que la so poesía ta influenciada por esa lliteratura más que por otres?
A primeros de marzo invitáronme a Lleida, al Festival Internacional de Poesía Mahalta
2009. A la vuelta escribí qu’esi viaxe a la poesía catalana d’agora foi pa min como volver a casa. Nos años ochenta fui un llector atentu de la lliteratura catalana, pero yá nun yera consciente d’hasta qué puntu la interiorizara. Claro, siempre hai más llectures influyentes, poetes italianos, portugueses y castellanos… Pero siéntome mui a gustu lleendo poesía catalana.
Tanto la so poesía como’l so facer novelísticu paez que discurren dende los ambientes rurales a los urbanos. ¿Qué representen na so obra estos dos paisaxes?
Los dos son míos. Hasta los dieciocho años viví en Tuña, un pueblín de Tinéu. Vi cómo se colgaben los llabiegos romanos y llegaben los primeros tractores, cómo s’asfaltaben les cais, como se tiraben les parés de piedra pa poner bloque, como cayíen los horrios y paneres pa facer garaxes pa los coches, cómo se cambiaben los muebles de madera polos de formica. Y cómo, finalmente, se daba una paga a los campesinos pa que nun volvieren a llabrar la tierra. Un procesu interesante. A los dieciocho vine a estudiar a la Universidá d’Uviéu. Entós nun sabía que nunca más diba volver pa casa. Costóme adaptame, pero güei soi yá un urbanita. A la hora d’escribir falo de los dos mundos. O meyor, de la tierra franca qu’hai ente ellos, que ye lo que meyor conozo. Alcuérdome de qu’a mediaos de los ochenta les vaques pacíen unos praos no qu’agora ye la “Llosa” de la Renfe, xunto a la cai Uría d’Uviéu, coles víes del tren al fondu y los edificios altos a un llau. Yera normal veles rumiando de nueche a la lluz de les faroles. Yera una imaxe mui potente, increíble, dos mundos tan estremaos, l’urbanu y el rural, ehí xuntos.
Ye una impresión, pero lleendo les sos poétiques y les sos declaraciones nun paez que-y preste abondo tar encasilláu na lliteratura. Nel so casu, ¿ye güei la lliteratura una de les meyores aventures posibles?
Nun soi a imaxinar la vida ensin la lliteratura. O meyor, ensin creatividá, porque me presta tanto una bona novela como una bona película.
Decía Jorge Luis Borges, tal y como yera Jorge Luis Borges, qu’él prefería falar de les sos llectures y ser recordado por ella más que por les sos obres. ¿Qué ta lleendo Antón García?
De Lleida vine cargáu de llibros de poesía y voi poniéndome al día. Yo nun conocía, por exemplu, a los poetes “Imparables”, y paga mui munchu lleelos. Toi lleendo Plenilunio, del mio queríu Alberto Vega, y acabo de lleer El corrector, de Ricardo Menéndez Salmón. Tamién acabo de lleer A semente da nación soñada, ensayos dedicaos a Méndez Ferrín, desiguales, pero dalgunos mui reveladores. Y toi lleendo Les vides incompletes, un llibru de poesía mayor de Xandru Fernández. Un autor sólidu, por ciertu, de lo más recomendable n’asturianu.
Y si nun ye molestia ¿qué ta escribiendo agora?
Varies coses a la vez. Toi terminando’l segundu tomu de Xeneraciones y dexeneraciones, un llibru d’artículos sobre lliteratura asturiana. Preparo un llibru de cuentos, Xente tan cerca. Toi traduciendo al castellanu la mio poesía, y trabayo a ratos nuna novela. Ye’l tercer proyectu novelísticu qu’entamo nestos últimos años, a ver si esti nun lo dexo a mitá camín, como los otros dos. Y si lo pienso, dalguna cosa más.
A la so edá qué-y resulta más afayadizu, ¿la llectura o la escritura, la vida o la lliteratura?
Préstame la variedá. Vivir, lleer, escribir y sentir que formo parte d’un procesu lliterariu que se llama Asturies. Y pasear, qu’a la mio edá yá convién.
Dicen d’usté que ye autor de una novela, Díes de muncho, y d’una obra maestra, El viaxe, qu’escribió nuna nueche.  ¿Salió-y asina o ye usté de los que nun creen en lleendes urbanes?
Nun tenía yo idea de tal lleenda. Nin ye una obra maestra nin la escribí nuna nueche. Yá quixera yo tener capacidá creativa pa les dos coses, xuntes o separaes.
Nel ámbitu profesional, usted exerció comu editor dende los tiempos de Tsibros de Frou y dempués na perguapa editorial Trabe. Por favor, díga-y a los editores noveles y a los escritores más xóvenes daqué que nun sobre.
Daría’l mesmu conseyu a los dos: que nun s’olviden de que nun basta con facer llibros, qu’hai que vendelos.
Dígame daqué que tarreza y daqué que-y preste de los escritores.
Nun me presta l’egoísmu de munchos d’ellos, que se piensen el centru del mundu. Nada hai más insoportable qu’un escritor envanecíu, y sobre too si ye malu o medianu. A un bonu tovía se-y pue consentir daqué más. Lo que me presta ye la mirada qu’echen a lo cotidiano, la so obra creativa, que rescample la intelixencia no que fain.
D’anguaño, y aprovechando’l versu de Juan Larrea, ¿la lliteratura ye güei esto y esto y esto…?
Claro, más que nunca. N’otres époques el conceptu de lo lliterario taba mui codificao y salise del canon yera complicao. Güei val too, y lleguen hasta nós coses magnífiques y tamién hai quien nos quier dar gatu por llebre. A vegaes ye difícil saber si determinaes propuestes son un bluf o una cosa xenial.
¿Podría facer un resume emocional de la última Selmana de les Lletres  Asturianes?
Esta trenta edición propúnxonos recuperar una muyer estraordinaria y olvidada: Enriqueta González Rubín (1832-1877). Ye l’autora de la primer novela n’asturianu. Si
empre consideré que yera una de les grandes autores de lliteratura asturiana y esta Selmana permíteme reafirmame nello.
Y si nun fuera escritor, ¿qué sedría?
La mio verdadera vocación ye la pintura. Préstame mirar cuadros, ver el procesu de cómo se conciben y de cómo se materialicen, lleer sobre pintura… Dalgún día tengo que garrar los pinceles y poneme a ello, a ver qué saco na parte práctica.
 
 

Déjame entrar, la joya que surgió del frío. Por José Havel. 09/05/2009

 

Muchos fueron los países que pujaron por los derechos del bestseller de John Ajvide Lindqvist Déjame entrar. Todos, más de una veintena —entre ellos, EE UU, Dinamarca, Alemania…—) fracasaron en el intento. Hizo falta toda la capacidad de persuasión del productor sueco Carl Molinder para convencer editores y autor de que vendiesen los derechos de adaptación de esta romántica historia con elementos de horror, delicada e inteligentemente pautados, ideal de cara a una mezcla cinematográfica de comercialidad y autoría artística, e interesante para un público muy variado. Y así lo acabó demostrando el realizador escandinavo Tomas Alfredson, a partir de un guión del mismo Lindqvist, quien desde las palabras de la novela supo pergeñar un largometraje narrativamente autónomo y con voz propia.

Su argumento se (con)centra en la relación de amistad que en Blackeberg, un suburbio de Estocolmo, se establece a principios de los años 80 entre dos críos, un niño y una niña, de 12 años. Uno es Oskar (Kåre Hedebrant), un jovencito apocado e introvertido, coleccionista de artículos de temática criminal, al que acosan sin piedad sus compañeros de colegio. Impotente, Oskar sueña con vengarse. La otra, Eli (Lina Leandersson), una misteriosa vecina nueva, muy pálida, que sólo sale de noche, nunca tiene frío sobre la nieve, despide un aroma extraño y está vinculada al siniestro Håkan (Per Ragnar). Fascinado, Oskar pronto se hace amigo íntimo de Eli. Pero la intriga alrededor de ésta aumenta, pues su llegada coincide con una serie de muertes en el barrio, muy extrañas (los cadáveres aparecen desangrados), que hacen temer la presencia de un asesino en serie. Todo se complica entonces para los dos nuevos amigos.

En la película no faltan los momentos fuertes, pero las imágenes de impacto jamás suponen un fin en sí mismas, siempre se ajustan a al relato como valores expresivos, sirviendo a la historia y a los personajes. La irrupción de lo sobrenatural dentro de un contexto realista contribuye a matizar el lado cotidiano del monstruo, en este caso la angustia de la vampira Eli y del marginal Oskar, sedientos ambos de una relación normal, siempre imposible, con alguien ajeno a los de su clase. Los niveles de lectura de Déjame entrar son numerosos. Uno de ellos es su reflexión acerca de los mecanismos de dominación y sumisión que rigen las relaciones humanas, una dominación no pocas veces sádica cuando se adquiere plena consciencia del poder detentado frente a quienes son menos fuertes y resultan, por tanto, presas fáciles en una caza innecesaria y humillante que en nada se parece a la depredación de Eli, exclusivamente orientada a la supervivencia. Hipnótica, emotiva, poética, esta película de estética elegantemente depurada es una pequeña joya que merece un lugar de honor dentro de la galería vampírica del cine.

 

DÉJAME ENTRAR (Låt den rätte komma in). Suecia, 2008. Dirección: Tomas Alfredson. Producción: John Nordling y Carl Molinder. Guión: John Ajvide Lindqvist, a partir de su novela homónima. Música: Johan Söderqvist. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Montaje: Dino Jonsäter y Tomas Alfredson. Intépretes: Kåre Hedebrant (Oskar), Lina Leandersson (Eli), Per Ragnar (Håkan), Henrik Dahl (Erik), Karin Bergquist (Yvonne), Peter Carlberg (Lacke), Ika Nord (Virginia), Mikael Rahm (Jocke), Anders T. Peedu (Morgan), Pale Olofsson (Larry)… Duración: 115 minutos.

 

Estética y política: cuando la razón se queda corta, por Violeta Varela. 9/05/09

 

Quisiera introducir, en este pequeño artículo, una serie de reflexiones acerca de las relaciones que involucran a la filosofía y a las disciplinas artísticas.
El primero en hacer referencia a la estética como reflexión filosófica acerca del arte fue Baumgarten en sus Reflexiones filosóficas acerca de la poesía (1735). En el siglo XVIII autores como Burke o Kant se encargaron de profundizar en la constitución de la disciplina centrándose en Ideas como las de lo Bello y lo Sublime, legado que recogerá el Romanticismo Alemán.
La Estética no es sólo una disciplina más en filosofía, sino que, a partir de la Revolución francesa, fue concebida como una posible salvadora de la Razón. Tras la Revolución francesa y tras el baño de sangre que trajo consigo la imposición de los ideales ilustrados, autores como Kant acabaron por afirmar la ilegitimidad de la violencia como aliada de la razón ilustrada. Efectivamente, la revolución francesa marcó un antes y un después en la filosofía porque dejó en evidencia que incluso los más altos ideales de progreso y racionalidad necesitaban de la violencia para salir adelante.
Ante esto, autores como Schiller vieron en la estética la mediadora perfecta para la sensibilización de las Ideas filosóficas. La razón ya no bastaba por sí misma, ésta es la fractura que comienza a constatar Kant y que hereda el romanticismo. La razón necesita de medios para prevalecer y triunfar. La pregunta ahora era si estos medios habían de ser violentos, como la historia demostraba, o si estos medios podían ser artísticos, como creerá Schiller, gran defensor, frente a Goethe, de un arte puesto al servicio de ideales o ideas morales.
En el siglo XX asistimos a un panorama complejo en la disciplina. La estética no sólo debe estar al servicio de ideas filosóficas, sino que debe ser política. En este sentido tenemos a Heidegger y su estética al servicio del nazismo pero también a autores como Adorno que propugnaban una estética solidaria que tomase partido frente a los crímenes de los que había sido testigo el siglo XX. Una estética militante comienza a abrirse paso.
Frente a estas interpretaciones encontramos la tendencia opuesta, el giro al arte, que supuso una reivindicación del objeto artístico por sí mismo frente a sus utilizaciones interesadas. La teoría estética de Ortega podría situarse en estas filas.
Dentro de los movimientos de vanguardia, quisiera destacar el surrealismo, teoría estética explicitada por Breton en sus Manifiestos que hundía sus raíces en una teoría filosófica de naturaleza materialista y dialéctica. En esta teoría, sumamente interesante, la estética aparece como la abanderada de toda una renovación filosófica que, partiendo de un contexto nihilista (los valores anteriores no sirven), intentará superarlo. Sus fuentes son Hegel, Nietzsche, Heidegger, Freud, Marx, autores que serán puestos por el surrealismo al servicio de la constitución de la modernidad. Se trata de un movimiento dialéctico: lo anterior no sirve pero es lo único que tenemos para superarlo. La superación del nihilismo filosófico y estético se realizará a través de la implantación política, exigencia absolutamente fundamental del movimiento surrealista. El surrealismo pretende disolver todas esas escisiones que la filosofía moderna ha impuesto al hombre: razón-sensibilidad, sueño-vigilia, consciencia-inconsciencia… Hay que recuperar para la filosofía y para la vida a un hombre íntegro, que desarrolle todas sus capacidades y potencialidades.
Faltan en estas líneas muchos autores y muchas corrientes, pero, más o menos, se trata de ofrecer una visión de conjunto de las teorías estéticas modernas y contemporáneas. La estética se perfila, pues, como una disciplina filosófica que trabaja con Ideas, como las de lo Bello, pero sus pretensiones desbordan con mucho el campo del arte y nos ponen, en el siglo XX sobre todo, ante una exigencia de militancia política y existencial fuertemente implantada en el presente histórico, sin que ello signifique dejar de lado toda la tradición conceptual que la sustenta.
Ya Platón habló del amor como una forma de acceso a la sabiduría (El Banquete), ahora es el arte el que aparece como un posible aliado de la razón, ¿lo será?

 

Ponyo en el acantilado. Por Tanja Pérez Hunte. 07/05/2009

 

Ponyo, una pequeña pero voluntariosa niña pez, tiene unas ganas tremendas de escapar del control de su padre Fujimoto para poder conocer el mundo exterior. Así es como, gracias a un incidente, conoce a Sosuke, un niño del que se enamorará y por el que decidirá convertirse en humana…  

Pues sí, estamos ante una revisitación del cuento de La sirenita, pero no se trata de una transposición sin más. Hayao Miyazaki, maestro de maestros en esto del cine de de animación, la reinventa, ofreciéndonos una fábula desconcertante y llena de poesía, a la altura de las expectativas siempre puestas en su obra. El fundador del mítico Estudio Ghibli no decepciona con su trazo límpido y sus perspectivas vertiginosas.  

Igual que sucedía con los bosques de La princesa Mononoke (1997) o la campiña de Mi vecino Totoro (1988), el mar de Ponyo en el acantilado tiene alma y vibra de magia, cada gota de agua parece esconder una presencia. El océano que Miyazaki magnifica con su arte parece la metáfora perfecta de su universo creativo (homogéneo en la superficie, inagotable y misterioso en sus profundidades), dentro del que nos sumergimos a través de alguno de sus temas definitorios: la conmoción ecológica o la relación del ser humano con la naturaleza, una vez más con dimensiones de conflicto cósmico. 

A la magia contribuye también la influencia del shintoísmo, mezcla de animismo y politeísmo, tan característica de los relatos miyazakianos. La inestabilidad biológica de la protagonista, mutación continua del cuerpo y del espíritu de un niño, es la idea poética central del filme. De nuevo (recordemos, por ejemplo, El viaje de Chihiro) son los más jóvenes quienes mantienen un vínculo privilegiado, directo, con lo maravilloso. Por eso todo es posible, y podemos hacernos preguntas como la de si es Ponyo un kami (diosecillo) del mar o una niña en metamorfosis permanente.

 

PONYO EN EL ACANTILADO (Gake no ue no Ponyo). Japón, 2008. Dirección y guión: Hayao Miyazaki. Duración:100 minutos. Filme deAnimación.

Underground: “HipoPijoCresía”. Por Manolo D. Abad. 07/05/2009.

 

Seguro que cuando leyeron la noticia se quedaron todos ustedes consternados. Era algo que iba a transformar nuestras vidas. El rumbo de las mismas ha cambiado desde que supimos que la modelo española Eugenia Silva no había querido salir tal y como la habían retratado en la portada de la revista, huuuum, a ver que no me acuerdo… Huy, sí, "Vanity Fair". ¿Interesante, verdad? La "polémica" siguió cuando los responsables de la revista cruzaron acusaciones y amenazas (¡que te denuncio, leche!) con la top model. Lo fascinante de este caso es el número de páginas en periódicos y revistas, minutos en programas de radio y televisión y espacio en internet que ocupó. Parece claro que la distancia entre lo que pretenden endilgarnos ciertos medios de comunicación y lo que, realmente, preocupa a los ciudadanos de a pie es cada vez mayor. ¿Realmente a alguien le importa que una niña rica que, seguramente, ha cobrado en abundancia, denuncie a una revista por sacarle el culo y una teta sin su consentimiento (desconocemos si esto es así o no, claro)? Esto podría haberle interesado a alguien en 1975, cuando la censura aún hacía peligrar este tipo de asuntos, pero, ¿ahora?

El resultado final de la polémica seguro que no lo conocen. Porque no interesa a nadie. Importa la burbuja, el revuelo, del que sacan beneficio ambas partes. El resultado final es que la cifra de parados sigue aumentando, que hay familias desesperadas que sí -¡ellas, sí!- se exponen a una intemperie mayor que la de exponer en una valla publicitaria un culo o una teta: la de irse a la calle, quedarse sin nada, hacer cola en un comedor social. Y, esto sí que es realmente indignante, no que a Eugenia no-se-qué le saquen un culo y una teta, lo que habrá reventado de visitas su página web, sin duda. Ante tamaña hipocresía sólo me queda el asco que me produce tanto envoltorio de belleza pijo que lo único que esconde es podredumbre y egoísmo.