Astro Boy, de David Bowers. Por J. de Oxendain (27/10/2010).

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Segundo filme de animación de David Bowers tras Ratónpolis (2006), Astro Boy es la adaptación del manga homónimo de Osamu Tezuka, publicado a partir de 1951, asimismo base de varias series de TV emitidas en más de cuarenta países. Verdadero fenómeno social en Japón, fuera de cuyas fronteras supone un icono absoluto del estilo visual de la animación nipona, sus artífices de los Studios Imagi Animationse han inspirado en las obras de Isamu Noguchi, paisajista nipoamericano del siglo XX, y de Katsushika Hokusai, grabador del período Edo y uno de los más destacados representantes de la escuela Ukiyo-e, o pintura del mundo flotante, quien acuñó el término manga en 1814.

Pero la creación del personaje de Astro Boy tiene otros influjos originales no menos evidentes. Aunque la criatura de Osamu Tezuka se desenvuelve en el mundo futurista de Metro City, fantástica ciudad volante suspendida en el cielo, nos retrotrae a Pinocho en términos generales. Se trata de un joven robot con extraordinarias capacidades, ingeniado por el brillante Doctor Tenma para reemplazar a su hijo trágicamente desaparecido. Cuando Astro Boy descubre que es un robot y no un niño verdadero, se ve incapaz de colmar las expectativas de su creador-padre, quien lo rechaza. Entonces, el niño-robot afronta un viaje iniciático de búsqueda a lo largo del cual atraviesa aventuras de todo tipo, como su incursión en el mundo de los robots gladiadores o su enfrentamiento con el militarista Presidente Stone, dictador que anhela el Núcleo Azul, la inagotable fuente de energía que le da vida.

Con Charlize Theron, Freddie Highmore, Nicolas Cage, Kristen Bell, Donald Sutherland y Samuel L. Jackson prestando sus voces a los personajes principales en la versión original, David Bowers firma un cuento de hadas futurista sin demasiadas pretensiones, una simpática introducción a la obra de Tekuza para quienes no sean devotos de la misma. Claro que para los incondicionales del cómic, la película dará la impresión de discurrir entre lo convencional y una fidelidad laxa a la historieta, sin llegar a traicionar su espíritu, preservando lo suficiente el sustrato doloroso de la odisea como para resultar leal al universo, a veces cruel, de Osamu Tezuka. Un filme cuya naturaleza de coproducción queda patente en las reverberaciones de su cuota americana (la influencia de Wall-E para el componente ecológico, la inserción de gags relativos a objetos de consumo parlantes), así como las señas de identidad de sus orígenes japoneses en la opulencia del espacio urbano.

 

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