martes, 30 de septiembre de 2025
Inicio Blog Página 149

El jazz que viene. Festivales 2009, por Roberto Quiroga. 29/05/2009.

A lo largo del año se celebran por todo el territorio nacional decenas, iba a decir cientos, pues lo digo, cientos de festivales de jazz. Desde los clásicos y prestigiosos Jazzaldía de San Sebastián y Vitoria-Gasteiz hasta los más modestos como el de Bueño en Asturias.
 
En la mayor parte de las ciudades la única manera de escuchar jazz en directo es una vez al año en el festival de turno. El jazz de club tomándote una copa es cada vez más escaso, sencillamente porque ya no quedan bares en los que se programe jazz en directo y son muy pocos donde puedes escucharlo enlatado.
De modo que la única alternativa para el aficionado es el Festival o los Festivales si te mueves de una ciudad a otra en busca del músico o grupo que te interese. Aquí están los más llamativos: http://www.apoloybaco.com/rincontetefestivales.htm
 
Desde Vigo hasta Antequera, de Melilla a Monforte de Lemos. Festivales de jazz para dar y tomar con alguna llamativa excepción: Oviedo. La organización de algunos eventos culturales pende de un hilo cuando están sujetos a la distribución de los presupuestos municipales o a las preferencias del edil de la cosa.
Para solucionar este vacío y quitarnos de encima el “qué dirán”, un grupo de aficionados ovetenses han programado para los días 5, 6 y 12 de junio el “Festival de Jazz de Primavera Ciudad de Oviedo” en el Teatro Filarmónica. http://www.myspace.com/oviedojazz . Deseémosles suerte y continuidad en la empresa a este grupo de buenos aficionados y así Oviedo dejará de ser una excepción.
 
Donde sí hay continuidad es en Bueño, Ribera de Arriba, que organiza su IX Festival de Jazz al aire libre, gratuito y en un agradable entorno de hórreos y caleyes. Para esta edición, en la tarde noche del 27 de junio, se espera una estupenda sesión con el trompetista norteamericano Christian Scott al frente de su quinteto. Scott es una de las estrellas más brillantes de las surgidas en los últimos años en la escena del jazz. En Bueño inicia su gira por el continente europeo.
 
  

No menos atractivo será el concierto de Andreas Prittwitz, también en Bueño. Saxofonista, flautista, productor y actor alemán residente en España desde hace muchos años. Proviene del mundo de la música antigua, pero su trayectoria profesional le ha llevado por otros derroteros, el jazz, el pop y el cine. Ha colaborado con músicos como José Antonio Ramos, Jorge Pardo, Chano Domínguez, Pedro Ruy Blas, Pedro Iturralde, Miguel Rios, Víctor Manuel, entre otros.
 

Para los que habitualmente nos desplazamos en el mes de julio a los festivales de Euskadi, el panorama es espectacular. 

Los mejores conciertos de los Festivales vascos serán:
 
Guecho, en Vizcaya, del 1 al 5 de julio: Diane Schuur, Omar Sosa Afreecanos Quartet, Michel Camilo, Spyro Gyra, Paquito D’Rivera – Chano Domínguez 
 

Vitoria-Gasteiz, a partir del 12 de julio: John Scofield, 50 aniversario de Kind of Blue de Miles Davis con Jimmy Cobb, Wallace Roney, Javon Jackson, etc. Además, Lee Konitz, Brad Mehldau, Charlie Haden, y Jorge Rossy, Pat metheny y Charlie Haden, tres de los grandes del bajo eléctrico:Stanley Clarke, Marcus Miller y Victor Wooten, Randy Crawford y Joe Sample, Madeleine Peyroux, Wynton Marsalis y la Jazz at Lincoln Center Orchestra con Chano Domínguez.

 
Jazzaldia, en San Sebastián a partir del 22 de julio: Esperanza Spalding, Randy Weston, Joe Lovano, Roy Haynes, Perico Sambeat, Pitingo, Mélissa Laveaux y Jamie Cullum.
 
“El jazz es música para minorías”
 O ya no tanto.

Roberto Quiroga es el director del programa de jazz La espuma de los días, en Radio Parpayuela.

Bello atardecer (de mayo). Por Rafael Suárez Plácido (28/05/2009).

 

Hace unos días escribía sobre el azar y sobre cómo aparece, y les contaba que había leído una novela de Haruki Murakami cuyo protagonista se llamaba Watanabe. En mayo siguen creciendo lilas junto a mi ventana y me encuentro, por azar, con la triste noticia de la muerte de José Watanabe, el gran poeta peruano. Me acerqué a sus libros por prescripción de mi amigo Rafael Adolfo Téllez, quien editó, en la Colección Azul de la editorial Renacimiento, Elogio del Refrenamiento. “Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido / y sólo vuelve con obsesiva precisión / a aquel bello y extremo problema de texturas: / el muslo / contra la roca.”

Recuerdo que yo también pensé en texturas, en tu muslo contra el mío. Su vida fue una vida cargada de muertes prematuras que formaron un poso que, en lugar de agriar su carácter, lo hizo adicto a la belleza, al amor. En los últimos años se publicaron en España (editorial Pretextos) sus dos últimos poemarios con bastante éxito. Él ya sabía de su muerte en el último de ellos, Banderas detrás de la niebla, y, quizá por ello, llegó a fundirla con la vida en el breve poema Orgasmo, “¿Me dejará la muerte / gritar / como ahora?”

Las lilas siguen creciendo junto a mi ventana. Y pienso que es momento de empezar a trabajar el huerto. Quizá sea tarde, pero aquí en la sierra todo ocurre más lento y por eso aún es posible que me pregunten qué quiero ser cuando sea mayor. Siempre he pensado en mi padre, para estar junto a mi madre. Últimamente se me viene a la cabeza un nombre: Florentino Ariza. ¿Lo recuerdan? El protagonista de El amor en los tiempos del cólera. ¿Conocen la historia? Florentino Ariza ama a Fermina Daza. Ambos son muy jóvenes y se aman pero la familia de ella no permite la unión. Ella se casa con el doctor Juvenal Urbino y son felices. Sesenta años después el doctor muere y en su propio funeral aparece un ya casi olvidado Florentino Ariza a darle el pésame a la viuda y ponerse a su disposición. Había pasado todos esos años amándola en secreto. ¿Les interesa saber cómo acaba? Léanla. Es una de las historias más hermosas que conozco. Y además está el milagro de la prosa de García Márquez, ya desde el inicio, “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.” Una amiga muy querida a quien también le encanta Agatha Christie me recuerda que el olor de las almendras amargas es el olor del cianuro. Y las lilas siguen creciendo en mayo junto a mi ventana, que da al monte San Ginés. Yo de mayor quiero ser Florentino Ariza y ya voy perfilando el color de los ojos de Fermina Daza: negros y con rasgos orientales. Estos días he disfrutado de una película del gran Wong Kar-wai, La mano, incluida en el tríptico Eros. La historia de un sastre que ama a una clienta, a la que da cuerpo y alma Gong Li, cosiéndole sus trajes, tomándole medidas, haciéndole pruebas… a lo largo de más de veinte años. La sensualidad, la belleza de las películas del director de Hong-Kong ofrecen también el lado más oscuro, el de la muerte. De nuevo Eros y Thanatos, las dos caras de la misma moneda.

Estos días escucho las rimas de un músico muy joven de Aracena, Danhi Einai. Sus letras muestran, como dice el título de su primera maqueta, rabia contenida. Sí, pero también deseo de aprender y mejorar, “hay que aprender a ver antes que criticar”. Me recuerda a alguien que escribía cosas parecidas hace casi veinte años, o quizá no hace tanto, “Camino del castillo / para ver otro bello atardecer en Aracena, / no dejo de pensar / en todo aquello que me da pena / y que no puedo hacer “ná pa” remediar.” Quizá todavía me quede mucho tiempo para hacerme mayor. Quizá sus ojos negros, el lugar donde quiero vivir. Quizás el amor, las texturas o la muerte.

Un carnaval inconsistente: The Spirit. Por José Havel (27/05/2009).

Denny Colt (Gabriel Macht), que en vida fuera policía, regresa misteriosamente de entre los muertos. Redivivo, será en adelante Spirit, un combatiente –enmascarado y vestido de negro— contra el Crimen, del que trata de proteger a Central City, la ciudad que lo vio nacer. Su enemigo acérrimo, el villano megalómano Octopus (Samuel L. Jackson), tiene una meta completamente diferente: en su búsqueda enloquecida de la inmortalidad se apresta a destruir la metrópoli. Así y todo, en su cruzada contra el Mal tiene Spirit tiempo para cruzarse en las calles oscuras de Central City con toda una galería de seres variopintos y fascinantes mujeres, las cuales nunca sabe muy bien si se proponen conquistarlo o, por el contrario, acabar con él, según le sucede con Sand Saref (Eva Mendes, baza principal de la función), Silken Floss (Scarlett Johansson), o Plaster de París (la española Paz Vega).

Para los que albergaban dudas con respecto a si Frank Miller había co-realizado verdaderamente Sin City: Ciudad del pecado (2005) pueden despejar (afirmativamente) la incógnita con la visión de The Spirit (2008). Uno y otro filme comparten una cierta manera común de obsesionarse con los efectos visuales. Es cierto que en su último largometraje no se limita sólo (o casi únicamente) al negro como en el primero. Verdad es que es la tonalidad que aún domina en este universo de calidades sombrías y nocturnas, pero con incrustaciones cromáticas más vivas. De esta diferencia participa también el tono para tratar un guión de poco vigor y escasa sustancia, sustentado en un humor que no rehúye la burla, dentro del que parecen autocomplacerse con delectación –a ratos hasta con delirio— los intérpretes, a los que todo indica que se les ha concedido vía libre. Precisamente gracias a ello Samuel L. Jackson, Eva Mendes o Scarlett Johansson logran colorear dramáticamente un tanto a sus respectivos personajes, que acaban resultando a nuestros ojos algo más matizados que el del torturado justiciero protagonista.

 

THE SPIRIT. EE UU, 2008. Dirección: Frank Miller. Intérpretes: Gabriel Macht, Samuel L. Jackson, Scarlett Johansson, Eva Mendes, Paz Vega, Eric Balfour… Duración: 103 minutos.

DVD editado por Sony Pictures H. E.

Contenido Extra: Comentarios con FranK Miller y la productora, Documentales, Final alternativo, Tráilers promocionales.

La soledad y el amor: Carmen Conde: Vida, pasión y verso de una escritora olvidada, de José Luis Ferris. Por Alfonso López Alfonso (27/05/2009)

 

 

José Luis Ferris,

Carmen Conde: Vida, pasión y verso de una escritora olvidada,

Temas de Hoy, Madrid, 2007.

 

José Luis Ferris había demostrado cierto gusto por los entresijos sentimentales del biografiado y por la acumulación documental en su libro sobre MiguelHernández. Con motivo del centenario de la primera mujer académica de la lengua española repitió la fórmula metiéndose a fondo en la documentación conservada en el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver de Cartagena para devolvernos una imagen bastante distinta de la que teníamos de la pareja y, muy concretamente, de una CarmenConde de cuerpo entero a la que, como si se tratara de una escultura exenta, hay que rodear para apreciar la complejidad de su volumetría.

Manejando la correspondencia y los diarios inéditos de la autora y analizando una obra que transcurrió muy pegada a la vida, Ferris consigue no traspasar la delgada línea que existe en estos casos entre el interés más o menos académico por un artista y el chismorreo insustancial. Hay, desde luego, una gran puesta en escena de los asuntos amorosos –no podía ser de otro modo tratándose de alguien que, como Conde, tanto escribió sobre el amor-, pero están siempre al servicio de poner en claro la trayectoria vital de una mujer hecha a sí misma, moderna, enérgica, con una enorme capacidad de trabajo y de relación, entregada en lo profesional y en lo personal y capaz de comprender muy bien que la literatura es una carrera de fondo en la que importa menos la posición de salida que la capacidad para soslayar los obstáculos del camino. No de otro modo cabe entender los enredos epistolares y más o menos amatorios de la autora con Ernestinade Champourcin y MaríaCegarra o su relación –la más intensa de su vida— con AmandaJunquera.

En esta biografía Carmen Conde ya no es la esposa de Antonio Oliver, ni la protegida de Juan Ramón Jiménez, ni la amiga de Miguel Hernández, o al menos no lo es preferentemente. En el extenso libro de Ferris, Carmen Conde es una mujer que desde muy joven lucha por el éxito literario sin desmayar nunca, carteándose y pidiendo consejo y favores a todo el que pueda concederlos –desde Armando Palacio Valdés a Gabriela Mistral pasando por Eduardo Marquina—. En este sentido, a Carmen Conde la definían muy bien las palabras que una dolida María Cegarra le ponía por carta a propósito de un prólogo de Gabriela Mistral por el que rivalizaron y que se acabó llevando la primera: “Eres muy inteligente, y haces las cosas… inteligentemente.” Sin duda, Carmen sabía cómo moverse para conseguir lo que quería, pero aún sabiendo hacerlo era difícil para una mujer autodidacta y condenada al trabajo por la estrechez económica familiar salir a flote en aquellos años veinte y treinta. Mucha presencia de ánimo y mucha fortaleza de espíritu hacían falta para ganarse como escritora el respeto de los hombres, ayudar a la madre a llevar una casa, sacar la carrera de Magisterio o fundar junto a Antonio Oliver la Universidad Popular de Cartagena. Eso sin mencionar los tiempos oscuros, de guerra y dictadura, que vinieron después y que para ella, mujer y republicana, serían bastante más difíciles. Carmen Conde nunca renunció a ser quien era. En su archivo conservó cuidadosamente todas las cartas –incluso aquellas que le había prometido destruir a Ernestina de Champourcin— y las notas diarias que tomaba a vuelapluma y que tanto nos dicen de ella. No se avergonzaba de sentir amor por otra mujer y llegó a vivir con Amanda Junquera después de la muerte de Antonio Oliver en 1968. Fue una mujer decidida que estuvo, como todos, al servicio de su tiempo, pero que supo también, como muy pocos, impulsarse ligeramente por encima de él.

Carmen Conde Abellán nació en 1907 en Cartagena. Durante los primeros años de vida disfrutó de una posición acomodada gracias a los negocios del padre hasta que la generosidad y la mala gestión de éste llevaron a la familia a la ruina absoluta, obligándolos a vivir de la caridad de unos parientes primero y a salir para Melilla a ganarse el sustento después. Vueltos a Cartagena en 1920, Carmela, la niña mimada y caprichosa que había llegado a tener un caballo propio, tuvo que ponerse a trabajar de calquista de planos para la Sociedad Española de Construcción Naval con poco más de 15 años. Acomplejada por la estrechez familiar y buena lectora, convierte la literatura en un mecanismo de promoción social y comienza a publicar en la prensa local. Ambiciosa, pronto llama a todas las puertas importantes, pero serán autores de la región como Andrés Cegarra Salcedo o Miguel Pelayo quienes la guíen en sus primeros pasos. En 1927 ennovia con el hombre más importante de su vida: Antonio Oliver Belmás, con quien se casa a finales de 1931 y a través de quien conocerá poco antes de la guerra al matrimonio formado por el catedrático de Historia Cayetano Alcázar y la refinada Amanda Junquera. Iniciada la guerra, Antonio se pone al servicio del gobierno republicano como telegrafista y se desplaza al frente del sur, mientras Carmen lleva a su madre a Murcia y se va a estudiar Filosofía y Letras a la universidad de Valencia, ciudad en la que se encuentra Amanda. Terminada la contienda ambas emprenden viaje a Madrid, donde Carmen vive acogida por el matrimonio Alcázar-Junquera, semioculta y firmando con seudónimos varios –entre los que destaca el de Florentina del Mar- mientras una denuncia de una vecina cartagenera agrava el procedimiento iniciado contra ella por algún escrito comprometido con la causa republicana durante la guerra. Esos años van enfriando la relación con Antonio, que por motivos judiciales no puede instalarse en Madrid hasta 1945, año en que el matrimonio vuelve a convivir sin que Carmen deje de visitar la casa de Amanda en Velintonia 5, justo al lado de la de VicenteAleixandre. Juntas permanecerán estas mujeres que sobreviven a sus maridos y juntas están cuando el 19 de enero de 1978 recibe Carmen una llamada telefónica de AlonsoZamora Vicente: ha sido propuesta para ocupar el sillón que Miguel Mihura había dejado vacante en la RAE. Como candidata estaba también Rosa Chacel, y la lucha entre las camarillas académicas fue dura. Al día siguiente de que le comunicaran la noticia Carmen anotó en su agenda: “Hablé con Dámaso, que me urgió aclarar mis relaciones con los académicos porque Rosa Chacel hace años que se lo está preparando por su cuenta. Cartas, teléfonos, gratísimas respue
stas de todos, menos de JuliánMarías, que vota a Rosa, vaga de Laín, que la presenta con aquél, y Luís Rosales, que también firmó su propuesta, se hace el carantoñero por teléfono.” En el campo de batalla –qué paradoja- estaban el exilio voluntario y el exilio interior. Al final pesaron más los cuarenta años de aguante de Carmen Conde y ella ocupó el sillón K. Con esto le vinieron muchos otros reconocimientos, se reeditó su obra, estuvo en la cresta de la ola mientras Amanda era víctima de la demencia senil hasta su muerte en 1987, presagiando el final que le esperaba también a Carmen algunos años después en una residencia geriátrica donde murió ajena al calor de los amigos, ausente, con la cabeza puesta en su soledad y su amor.

Hace poco más de treinta años de todo el agasajo público que siguió a su nombramiento como académica y, como reza el subtítulo del libro de Ferris, Carmen Conde ya es una escritora olvidada. No parece que su obra resista bien el paso del tiempo ni que vaya a cobrar nueva actualidad, pero la compleja vida de esta mujer que tuvo la precaución de guardar todos los papeles que daban fe de ella a la espera de un biógrafo, tiene su recompensa en este libro que, en algún momento, se detiene demasiado en minucias acumulativas que rompen el crescendo de esta vida apasionante –me refiero, por ejemplo, al análisis excesivamente detallado de un poema de Antonio Oliver entre las páginas 224 y 227 que cuadraría mejor en un artículo independiente—, pero que sabe guiarnos con material de primera por la vida y la obra de quien pudo parecer muchas cosas y, sin embargo, no fue otra que Carmen Conde.

 

Underground: Las Cortinas de Humo. Por Manolo D. Abad (26/05/2009).

Comienza otro período electoral y el hastío nos invade casi antes de que arranque. Lo que un día fue motivo para alegrarse –se dejaban atrás cuarenta años sin democracia— es hoy un tiempo donde si no queremos caer en la abstención debemos cerrar los ojos y los oídos para no sumergirnos en tanta despiadada locura de insultos, manipulaciones y engaños con las que los partidos políticos (principalmente los dos a los que les gustaría que en España sólo hubiese bipartidismo) se empeñan en gastar toneladas de millones de euros que estarían muy bien empleados en resolver problemas más importantes que urgen a toda la ciudadanía.

Particularmente deleznable es la última tendencia a la que dedican su afán esos asesores bien instalados en las estructuras de estos partidos y generosamente remunerados, de crear constantes cortinas de humo con las que manchar la campaña y generar dudas tanto en los votantes fieles como en esos indecisos, demostrada llave en las victorias de unos u otros. Se impone, por tanto, volver a contemplar la magnífica La Cortina de Humo (Wag the Dog,1997), dirigida por Barry Levinson y protagonizada por Dustin Hoffman, Robert de Niro y Anne Heche. Una película que debería proyectarse en todas las clases de historia con alumnos mayores de doce años. Más que nada para que fueran informándose de cómo funciona el mundo y estuvieran preparados para esta tormenta donde hay un sastre que no es sastre (es un comercial corrupto) que habla de una estafa cuando él mismo está bajo sospecha por facturas falsas; donde se pide la dimisión de una ministra de Defensa que, a su vez, encuentra su particular cabeza de turco en uno de sus subordinados; donde un presidente autonómico bajo sospecha va de baño de multitudes en baño de multitudes; donde… ¿qué nueva cortina saldrá a la palestra de los medios afines mañana?

¿Cómo? ¿No la han visto? No les voy a contar el argumento. Es necesario, casi diría que imprescindible, que la vean –cuantas veces sea necesario— ustedes, sin intermediarios ni manipulaciones. Y juzguen, piensen y elijan por sí mismos. Que, a fin de cuentas, es lo que pretenden que cada uno de nosotros no haga. Que elija libremente y de acuerdo a su conciencia y valores.

Entrevista a Carmen Salgado, por Redacción Literarias, 25/05/2009.

 

Carmen Salgado dispone de poco tiempo. Pero el que tiene lo dedica a la lectura y a la escritura. Su experiencia ha acerado su voluntad y, tras pasar por los talleres de creación literaria impartidos por el poeta Fernando Menéndez, también su generosidad. Habla y dialoga con razones de lectora y tímidamente se le enciende la voz y la mirada cuando habla de escribir. Es ante todo una lectora que ahora se ha metido a guiar un proyecto en la que ella sólo hace de luz de faro: el resto nos lo cuenta aquí.
 
¿Qué fue lo que le motivó para asistir a un taller de escritura?
La necesidad. Empecé a leer y a elaborar cuentos y poemas desde muy joven. Estudié libros sobre técnicas de escritura, pero me faltaba la ayuda de un experto que pudiera resolver mis dudas; que planteara retos; que propusiera ejercicios y así me sintiera obligada a escribir de forma regular. Por eso busque un taller: para aprender a escribir mejor.
     ¿Qué destacaría de su aprendizaje en los talleres y qué echa de menos?
He aprendido sobre prosa y poesía; sobre autores, músicas y estilos; sobre géneros y tendencias. También, a perder el pudor a leer mis textos en voz alta. He podido desapegarme de mis creaciones y verlas a través de otras personas para, al reescribir, aprovechar sus sugerencias.
Echo de menos que existan talleres de escritura creativa en cada centro social o biblioteca, con varios niveles de aprendizaje y con horarios más amplios. Todo el mundo tiene que tener la oportunidad de aprender
 
     ¿Cree que se puede enseñar a ser escritora?
Se pueden aprender las técnicas para escribir con eficiencia, dónde buscar ideas para escribir; sin embargo, las técnicas y las ideas solas producen textos sin alma. Un texto vivo es el que surge de la necesidad, a veces dolorosa, de contar. Y esa necesidad surge de dentro, no se puede importar.
 
     ¿Y cree que se puede enseñar a ser un buen lector?
Creo que el proceso de la lectura es inverso al de la escritura y tiene un efecto multiplicador. El escritor materializa un universo intangible y el lector viaja a través del libro hasta un universo inmaterial, que no tiene por qué coincidir con el del escritor. Ese viaje será más pleno si el lector aprende a valorar los recursos utilizados por el escritor para guiarle.
 
     En tanto que lectora, ¿le gusta conocer a los autores o es de quienes prefiere no saber nada de ellos?
Pienso que los libros deberían conocerse por su título y por un código que identificara al autor. Los escritores producen una obra en un momento de su vida, pienso que después deben desvincularse de ella. Los lectores toman contacto con una obra, escrita desde unas coordenadas personales concretas. No es justo perseguir a través de un texto a un autor que ya no existe. Porque morimos a cada momento. Creo que el libro tiene vida propia y los autores, también. Fuera del proceso de crear, son personas. Me interesan las personas, no los autores.
 
Usted es el alma máter de un proyecto literario que enlaza con un texto inacabado de E. A. Poe. ¿Podría decirnos cómo nació este proyecto?
Mi papel ha sido de coordinadora, el proyecto nació cuando el escritor Fernando Menéndez propuso a los alumnos de los talleres de escritura de  las bibliotecas ovetenses Ramón Pérez de AyalaBiblioteca de Ciudad Naranco dar continuidad a un cuento inconcluso de E. A. Poe: El Faro. Varias personas más se unieron a esta iniciativa y, hasta el momento, se han recopilado treinta y dos narraciones con un inicio común y desarrollos independientes.
 
     ¿Con qué dificultades se han encontrado a la hora de publicar?
La idea es que alguna entidad o empresa publique o patrocine la publicación. Nosotros no tenemos ni experiencia, ni dinero. Ofrecemos nuestros textos gratuitamente y nos gustaría que llegaran a muchos lectores, a ser posible, también de forma gratuita. Hay medios de transporte que reparten libros entre sus clientes; entidades financieras que patrocinan obras culturales; empresas del entorno marítimo que pueden estar interesadas… 
 
Y ¿qué esperan conseguir con esta publicación?
Que muchas más personas se animen a escribir, que se den cuenta de que el mayor mérito de nuestros textos es el habernos atrevido a hacerlos. Si nosotros, que somos hombres y mujeres muy sencillos, lo hemos conseguido, cualquiera puede atreverse a sacar a la luz a ese escritor que lleva dentro. 
 
Al parecer, es un proyecto que continúa abierto a través de la red. Explíquenos.
Hemos creado un blog  http://amigos-escritores.blogspot.com/ para acoger los relatos de cuantas personas deseen dar continuidad al texto de Poe. Esta propuesta está abierta hasta el 31 de diciembre de este año. Sólo tienen que enviarnos el texto junto a sus datos personales a  amigosescritores@gmail.com.  
 
¿Cuál es su posición respecto a un posible pago a los autores por parte de la Administración en compensación por el préstamo de sus obras en las bibliotecas públicas?
No lo veo bien. El libro ha sido comprado por la biblioteca y una parte de la ganancia es para el autor. Por otra parte, el estar al alcance de mucho público es una propaganda que puede proporcionarle más ventas…
 
¿Se atreve a decirnos qué autores le gustan más?
Normalmente, forros los libros para protegerlos de posibles roces o manchas y para protegerme de la curiosidad ajena. No, lo siento, no me atrevo: me resulta una pregunta muy personal.
 
Y para terminar, ¿qué papel cree que juega la literatura en el mundo actual?
Es cómplice de la Historia. Amante de corazones solitarios. Acicate de mentes inquietas. Válvula de escape de tensiones, pretensiones e insatisfacciones.
Es cultura. Es arte. Es poder, si las ideas a las que sirve de soporte tienen la suficiente consistencia, intencionalidad y fuerza.
Por eso los escritores deberían ser muy conscientes de lo que quieren transmitir.
 
 

 

Texto de E.A. Poe.

1º de enero de 1796
 
         Hoy, mi primer día en el faro, hago esta anotación en mi diario, según lo acordado con De Grät. Llevaré el diario con la mayor regularidad posible, aunque Dios sabe lo que podría sucederle a alguien tan solitario como yo… Podría enfermar, o algo peor…
         Hasta ahora, todo bien. La balandra se salvó por poco, pero ¿por qué pensar en ello si estoy aquí sano y salvo? Mi ánimo mejora sólo con pensar que estaré- al menos una vez en mi vida- completamente solo, pues por grande que sea Neptuno, es obvio que no se le puede considerar parte de la sociedad. Sabe el cielo que nunca he confiado en la sociedad ni la mitad de lo que confío en este perro. Si lo hubiera hecho, la sociedad y yo no nos habríamos separado ni siquiera por un año… Lo que más me sorprende es la dificultad que tuvo De Grät para conseguirme este puesto… ¡a mí, un noble del reino! No es probable que el consejo tuviera dudas sobre mi capacidad para dirigir el faro. Un solo hombre lo había atendido antes y se las ingenió tan bien como los tres que por lo general asignan a la tarea. Las obligaciones son nimias, y las instrucciones absolutamente claras. No sería lo mismo si me hubiera acompañado Orndoff. Jamás habría podido avanzar con mi libro teniéndolo cerca, con su intolerable cotilleo, por no hablar de su sempiterna pipa de espuma de mar. Además, quiero estar solo… Es curioso que nunca hasta ahora hubiera reparado en el triste sonido de la palabra solo. Casi me parece que hay algo extraño en el eco de estos muros cilíndricos…, ¡pero no!, es absurdo. Sé que mi aislamiento me inquietará, pero no lo permitiré. No he olvidado la profecía de De Grät. Ahora, a trepar al fanal y a echar un vistazo para ver lo que pueda ver… Ver lo que pueda ver, en efecto…, no demasiado. Creo que la marea está bajando un poco, pero de todos modos la balandra tendrá un viaje de regreso turbulento. Difícilmente avistará la tierra del norte antes de mediodía de mañana, aunque sólo está a 190 o 200 millas.
 
2 de enero- He pasado el día en una especie de éxtasis casi imposible de describir. Mi pasión por la soledad no podía haber tenido mayor gratificación. No digo satisfacción, pues dudo que pudiera sentirme saciado de una dicha como la que he experimentado hoy… El viento amainó al alba y por la tarde el mar se había retirado… No se veía nada, ni siquiera con el telescopio, salvo océano, cielo y alguna que otra gaviota.
 
3 de enero- Calma chicha durante todo el día. Hacia el atardecer, el mar parecía de cristal. Avisté unas cuantas algas, pero absolutamente nada más en todo el día, ni siquiera el menor rastro de una nube… Me entretuve explorando el faro… Como compruebo a mi pesar cada vez que tengo que subir por sus interminables escaleras, es muy alto; casi cincuenta metros, diría yo, desde la marca inferior del nivel del agua hasta lo alto del fanal. Sin embargo, desde el fondo del foso debe de ser de al menos cincuenta y cinco metros, puesto que el suelo está a unos cinco metros por debajo de la superficie del mar, incluso con la marea baja… Creo que deberían haber rellenado el fondo hueco con mampuestos. En tal caso el edificio sería mucho más seguro…, pero, ¿en qué estoy pensando? Una estructura como esta es lo bastante segura en cualquier circunstancia. Debería sentirme a salvo incluso si arreciara el más furioso huracán. Sin embargo, he oído decir a los marineros que ocasionalmente, con viento del sudoeste, el mar ha subido más aquí que en cualquier otro punto del globo, con la sola excepción del paso occidental del Estrecho de Magallanes. Pero el mar por si solo no podría con este sólido muro roblonado en hierro que, a quince metros de la línea de aguas altas, tiene un espesor de al menos un metro veinte… La base sobre la cual descansa la estructura se me antoja tiza…
 
4 de enero (Hasta aquí lo escrito por E. A. Poe).
 
 

 

Cannes 2009, una 62ª edición sobre seguro. Por José de Oxendain (25/05/2009).

La historia del Festival de Cannes con el cine español no ha sido nunca precisamente de amor, a excepción de romances aislados como el que el certamen francés mantiene con Pedro Almodóvar, al que, por cierto, no es ya que se le haya vuelto a negar la Palma de Oro, sino que este año se ha quedado en blanco en cuanto a galardones, pese a la buena acogida crítica de Los abrazos rotos. Aún así cabe hacer una lectura positiva: la presente edición de Cannes ha tenido al cine de nuestro país más en cuenta que de costumbre. Dentro de la sección oficial también compitió Isabel Coixet con Map of the sounds of Tokio; la Quincena de realizadores acogió el corto de Chema García Ibarra El ataque de los robots de Nebulosa-5; la Semana de la Crítica, apadrinada por los realizadores españoles Juan Antonio Bayona (El orfanato) y Juan Carlos Fresnadillo (Intacto, 28 semanas después), dos referentes internacionales del cine fantástico de terror, programó la película Hierro, de Gabe Ibáñez, un nuevo ejemplo de la vitalidad del cine de género hispano con Elena Anaya encabezando el reparto; mientras que fuera de competición, Alejandro Amenábar presentó su Ágora, protagonizada por Rachel Weisz.

Por lo que al resto se refiere, esta 62 edición del Festival de Cannes, contrariamente a la de 2008, que dejó amplio espacio para el descubrimiento de nuevos talentos, ha estado marcada por la presencia de valores seguros, no sólo en su sección oficial. Rara vez la Croisette ha asistido a una reunión semejante de cineastas de renombre: Alain Resnais, Jacques Audiard, Gaspar Noé, Xavier Giannoli, Alain Cavalier, Marco Bellocchio, Pedro Almodóvar, Michael Haneke, Park Chan-wookJohnnie To, Ang Lee, Tsai Ming-liang Pavel Lounguine, Hirokazu Kore-eda o Bong Joon-ho. La nómina incluía, además, a cuatro ganadores previos de la Palma de Oro: el danés Lars Von Trier, el británico Ken Loach, la neozelandesa Jane Campion el norteamericano Quentin Tarantino.

Este año dicha Palma de Oro ha ido a parar, sin demasiada sorpresa y confirmando los pronósticos,  a las manos del director austríaco Michael Haneke (Funny Games, Caché), por su película Das weisse Band (La cinta blanca). Suerte de revisitación de El pueblo de los malditos en versión protestante, este relato en gélido blanco y negro, ambientado en la Alemania del Norte de 1913/1914, nos enfrenta a extraños accidentes que, poco a poco, toman el carácter de un ritual punitivo. ¿Qué se esconde detrás de todo esto? En primer término el fantasma del nazismo, que estaba por venir, apoderándose de la realidad. Globalmente, una disección clínica sobre los mecanismos del sadismo, que reflexiona acerca del origen de la violencia y la reacción ante ella en un mundo donde no hay inocentes, donde todos son (o casi) culpables.

Kinatay (Masacre), la coproducción franco-filipina dirigida por Brillante Mendoza, se llevó el premio a la mejor dirección, desde una narración casi en tiempo real, cuyo protagonista Peping, doble del espectador, nos confronta a un terrible caso de conciencia relacionado con la sociedad de Filipinas.

Lou Ye, de quien los asturianos pudimos disfrutar de su magnífico Río Suzhou en el Festival de Gijón del año 2000, se alzó con el premio al mejor guión gracias a Spring fever, su quinto y –al parecer— más conseguido largometraje, vibrante e intensa historia de un triángulo amoroso en la primaveral China de nuestros días.

Ya felizmente recuperada del grave accidente deportivo que la tuvo fuera de circulación, la maravillosa actriz y cantante francesa Charlotte Gainsbourg, hija del polémico Serge Gainsbourg y del mito erótico Jane Birkin, ha regresado al cine por la puerta grande. La suya, en el no menos polémico Antichrist de Lars von Trier, quien firma su trabajo más radical, ha sido reconocida por el jurado como la mejor interpretación femenina. Como mejor actor fue recompensado el vienés Christoph Waltz por su trabajo en la tarantiniana Inglorious basterds, desenfadado trasvase del spaghetti-western al cine bélico, de la mano de una ficción localizada en la Francia ocupada de los años 40. Quentin Tarantino en estado puro: todo un homenaje intergenérico que alcanza hasta el más pequeño detalle, siempre, claro está, según las maneras exhuberantes que le son propias.

La coreana Thirst, del experto en filmes sobre la venganza Park Chan-wook (Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy, Sympathy for Lady Vengeance), donde un respetado sacerdote se transforma en vampiro sediento de sangre y carne, y Fish Tank, sensible retrato de una joven airada a cargo de Andrea Arnold, ganaron, ex aequo, el Premio del Jurado. Mientras que los galardones especiales se quedaron en Francia, al recibirlos el veterano Alain Resnais (Hiroshima mo amour, El año pasado en Marienbad), gracias a la comedia Les herbes folles, y Jacques Audiard, por su thriller Un prophète

Un experimento llamado nazismo: La Ola. Por Tanja Pérez Hunte (23/05/2009).

 

¿Cómo un país –en este caso, el alemán— pueden asistir al asesinato masivo y planificado de millones de judíos? ¿Cómo el pueblo alemán pudo alegar su ignorancia ante semejante genocidio? Respuestas posibles a estas cuestiones fueron avanzadas por el profesor de historia Ron Jones, quien, en 1967, demostró hasta qué punto el modelo totalitario del fascismo podía dejar sentir su hechizo sobre los alumnos de un instituto de Palo Alto, en California.

Los estudiantes fueron llamados a formar en el plazo de sólo una semana un grupo compacto, disciplinado, obedeciendo a reglas de admisión rigurosas y poniendo su sentimiento de comunidad por encima de todo. En apenas 72 horas el entusiasmo de algunos por el totalitarismo deja de ser un juego para transformarse en realidad: el movimiento La Ola. Al tercer día, los alumnos comienzan a rechazar y perseguir a los que no abrazan su causa. Cuando el conflicto estalla en forma de violencia durante un partido de water-polo, el profesor decide poner fin al experimento. Pero es demasiado tarde: La Ola está fuera de control…

El filme de Dennis Gansel es la transposición de la escalofriante experiencia escolar de Ron Jones a la Alemania contemporánea. La idea de partida es absolutamente fascinante: el peso del pasado sobre la juventud germana como factor complementario al estudio. Sin embargo, su tratamiento no lo es tanto. Demasiado didáctica, La Ola no logra hacer del todo creíble la metamorfosis de un grupo de alumnos en una comunidad intolerante. Y lo que es peor, la epidemia ideológica dictatorial que sostiene la transformación de los estudiantes no está suficientemente equilibrada por una resolución que acaba por antojarse contraproductiva. Un tema tan delicado debe abordarse con mayor profundidad. El experimento (2001), de Oliver Hirschbiegel, también basada en hechos reales (la pruebas hechas en 1971 por Philip Zimbardo en la cárcel de Stanford), sigue siendo mucho más convincente.


LA OLA (Die Welle). Alemania, 2008. Dirección:Dennis Gansel. Interpretación:Jürgen Vogel, Frederick Lau, Max Riemelt, Jennifer Ulrich… Duración: 108 minutos.

DVD editado por Aurum (2 discos).

Contenido Extra: Cómo se hizo, Trailers Aurum, Tráiler, Vídeo-diario con el director, Escenas eliminadas, Tomas falsas, Final alternativo, Escenas extendidas, Entrevistas, Video musical, Storyboards.

Reseña de El imperio desierto de Ramón Mayrata, por Gerardo Lombardero. 22/05/2009.

 

El imperio desierto

Ramón Mayrata

Calamar Edición y Diseño, 2008

390 páginas

Una novela, pues al fin y al cabo de eso se trata, que produce al leerla un sentimiento dual y contradictorio. Digo que se trata de una novela, porque fácilmente hubiese podido ser una crónica sobre sucesos históricos o un extenso reportaje periodístico. En cuanto a las dos impresiones que transmite, una de ellas es que el tono literario está excesivamente desvaído, como una planicie carece de relieves notorios, la prosa de las más de cien primeras páginas están teñidas de esta misma falta de contrastes. Hay una excesiva demora en entrar de lleno en la historia que se cuenta, y un exceso en justificar la misma.

La idea es buena, dado que cuenta fundamentalmente las experiencias vividas por un antropólogo, que va destinado al Sahara español con el ánimo de elaborar un libro de historia sobre este territorio. Y aquí se hace presente la segunda dualidad, cuando sabemos que el autor fue en su día precisamente ese antropólogo. Pero no se ha aplicado en exprimir el jugo literario de modo exhaustivo, quedando como una naranja a medias, con la mitad del zumo en la pulpa. Es la propia complejidad de la historia real vivida por los protagonistas la que salva a la novela del inicial aburrimiento que presiente el lector. Hay que mencionar que hasta los escasos amores del protagonista, narrados esporádicamente en poco más de dos escenas amatorias, dejan a uno un poco escéptico y con la sensación inevitable de presentir que no fueron reales. La primera virtud del novelista es, la de transmitir realismo y veracidad a cada una de las situaciones por las que pasa la acción narrativa, lo que no ocurre en este caso.

En cambio, la obra se salva por el contenido histórico, que cobra relevancia al pasar de las páginas. Dado que la acción se sitúa en los meses previos a la descolonización del Sahara español, a través de ella se asiste al mosaico de sus habitantes, a la creación del embrión inicial que más tarde será el Frente Polisario y desde luego a los principales sucesos que desembocaron en la fallida independencia del pueblo saharaui. Bien medida la incidencia de sus principales vecinos y aspirantes al dominio de este rico territorio por su subsuelo, como fueron Marruecos y Argelia, se entiende fácilmente que la verdadera causa del derrumbamiento de todo el proceso fue la falta total de juego diplomático del gobierno franquista de turno. El verdadero valor de El imperio desierto, radica en que puede llegar a ser un libro imprescindible para todos aquellos que estén interesados por el tema, ahonden en los días finales del mundo colonial español o deseen comprender las claves primordiales que llevaron a la frustración de un pueblo que quería ser libre, y se vio abocado a una dura y larga guerra en un territorio hostil.

 

Crines y acero (2): Caballos y jinetes hispanos en las guerras de la Antigüedad. Por José Havel (21/05/2009).

Todas las guerras que Hispania sostiene contra Roma son campañas fundamentadas en la caballería. Los caballos del Centro, como posteriormente en las guerras cantábricas los del Norte, desempeñaron un papel de capital importancia en la resistencia hispana. Dejando a un lado la bravura de sus hombres, la ventaja de Sertorio o Viriato estribó en la calidad de los caballos, gracias a los cuales marchaban con una rapidez desconcertante por toda la Meseta. Fue Apiano uno de los primeros en comprender la importancia de los caballos hispanos en las luchas contra Roma, pues habla de los esfuerzos de los romanos para obtener caballos del país. Al respecto por dos veces Tito Livio cita caballos entre el botín que recogían los romanos en la Península.


Luego sabemos que Afranio y Petreyo esperaban reunir en la Celtiberia un gran contingente de caballería para luchar contra César, quien a su vez adquirió en la Península un gran número de caballos para la guerra en la Galia, ya que –según el mismo Apiano señala— los caballos romanos eran inferiores a los celtibéricos. Del año 54 a. de J. C. es la primera alusión de caballería hispánica a las órdenes de César. Éste la opuso en Hispania a las tropas de Cneo Pompeyo, que la utilizó en distintos frentes de la guerra civil y pasaron con él a África (posteriormente hallaremos de guarnición en las plazas norteafriacanas y de otros sitios a escuadrones de jinetes astures en el primer tercio del siglo II). Y en no pocas de sus campañas César prefirió una montura hispana, como el potro indómito al que erigiría una estatua ante el templo de Venus Genetrix, a modo de público tributo a la altísima calidad de los équidos hispanos.

César no fue el único en contar con jinetes hispanos entre sus filas de combate. Cneo Pompeyo también los tuvo a su mando por Sicilia. Así lo testimonian las abundantes monedas de cobre halladas en la isla. En éstas puede verse por una de sus caras a un jinete ibérico con la leyenda Hispanorum, y por la otra, la cabeza de Pallas. Aparecidas en Serra Orlando, lugar donde se localizaba la antigua Murgantia, dichas monedas, prueba de la presencia de caballería hispánica en Sicilia durante la guerra civil, se creían acuñadas por Pompeyo durante su estancia allí, pero hoy se las fecha entre la segunda mitad del siglo II a.C. y la segunda mitad

del siglo I a.C. En relación a esto, las monedas ibéricas y romanas con caballos o jinetes, son muy abundantes, lo cual atestigua la enorme riqueza en caballos en aquella época. El caballo sólo o el jinete se representa muy frecuentemente en las monedas de Sagunto, Saetabi, Ituci, Olont, Ib, Bailo, Ilipla, Iliturgi, Segobriga, Osca, Bilbilis…

Andalucía era toda una fábrica de caballos. Tanto que a César le trajo de cabeza el temor a que en aquella comarca se reuniese un contingente importante de caballería del bando rival pompeyano. Otros jefes, como Iuba I, rey de Numidia y aliado de Pompeyo, se rodeó igualmente de una escolta de 2.0000 jinetes hispanos, con seguridad reclutada en la Bética, a tenor de las fluidas relaciones que el monarca númida mantuvo con esta provincia. Significativamente, no eran sino eran cabezas de caballo los mascarones de las proas en los barcos pesqueros de Cádiz, según Estrabón un hecho privativo de los gaditanos. Y en ese puerto de Cádiz, sin duda el más relevante del Mediterráneo occidental, se embarcaban hacia Roma los caballos españoles de carreras tan estimados en todo el Imperio: en Antioquia, la opulenta capital de Siria, ciudad de celebérrimas competiciones circenses, aún corrían los caballos criados en el Tajo y en el Guadalquivir allá por los siglos III y IV.

Junto a los de Andalucía y de la Meseta, Roma utilizó para fines bélicos a los caballos del Norte de la Península Ibérica. Hay de guarnición escuadrones de jinetes astures en las plazas norteafricanas y en lugares diversos en el primer tercio del siglo II. Un dato destacable de los primitivos españoles del norte es que emplearon el caballo para el culto religioso, según parece al hilo de un rito típicamente celta. En este sentido, Estrabón habla del sacrificio de caballos en honor a una divinidad guerrera, que los autores grecorromanos identificaron con Ares, por parte de todos los pueblos del Norte: gallegos, asturianos, cántabros, vascos y pirenaicos. Se trataría de caballos criados en estado salvaje luego cazados para fines religiosos, en sacrificios realizados en torno a un número elevado de bestias.

La notoria superioridad de la caballería ibérica fue la razón de que operasen en tierras sumamente lejanas de su Península natal, como hemos visto arriba. Caballos hispánicos, con sus jinetes, sirvieron en el ejército romano en las campañas de la Galia, Sicilia, Armenia, Filippos y Norte de África. Merece la pena recordar a los 4.000 jinetes lusitanos que estuvieron en la batalla de Filipo a las órdenes de Bruto y 2.000 iberos a las de Casio, o los 10.000 jinetes ibéricos llevados por el ejército de Marco Antonio a Armenia en el año 36 a. de J. C. Es conocido el hecho de que César había comprado en la Península un gran número de caballos para la guerra en la Galia, pero ya Amílcar había exportado caballos hispanos de Hispania a África.

Porque no fueron ni mucho menos los romanos los primeros en recurrir a los jinetes hispánicos para la guerra. El cartaginés Aníbal, que por su larga estancia en nuestra Península tenía no poco de ibérico, recurrió a ellos en la segunda guerra púnica. Hechos como el cruce del Po o la batalla de Cannas –en la que Aníbal ubicó a los jinetes ibéricos y celtas enfrente de la romana— llevan a los historiadores de dicha guerra a mencionar a la caballería hispana en varias ocasiones. Polibio insiste en que la superioridad de los cartagineses frente a los romanos se debe a que aquéllos disponían de mejor caballería. Por otro lado, Tito Livio asevera la principal fuerza del ejército de Aníbal eran las tropas de Hispania. Podemos deducir, pues, que el cuerpo de ejército que más decisivo en la victoria de los púnicos sobre Roma fue la caballería hispana, la mejor del ejército cartaginés, la cual combatía mezclada con la infantería. Estrabón comparte el criterio de los dos historiadores citados en afirmar que tal caballería combatía mezclada con la infantería y el poeta Lucilio, combatiente en Numancia, aporta el dato de que los caballos hispánicos se arrodillaban para que subiesen los jinetes, defendiendo, además, que el caballo hispano supera al de Campania por su mayor resistencia en la carrera. Pero esta sobresaliente aptitud de nuestros caballos para las carreras, que los convirtió en las grandes estrellas de los circos romanos y de otros grandes espectáculos posteriores, forma ya parte de la última entrega del dossier "Crines y acero"…